Poder despiadado y políticas nocivas: desde el DDT a Roundup

Nuevo principio toxicológico: no importa lo letal que pueda ser un veneno para cualquier forma de vida animal, si no mata instantáneamente a los seres humanos, entonces es seguro.

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Por Evangelos Vallianatos, 17 de julio de 2015

independentsciencenews.org

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Antiguo cartel que hacía publicidad del uso del insecticida DDT en los cultivos agrícolas

Morton Biskind, médico de Westport, fue un hombre valiente. En el momento más crítico de la Guerra Fría, en 1953, denunció la aparición de ciertas enfermedades tanto en los animales domésticos como en las personas. Llegó a la conclusión de que el popular insecticida DDT era el agente que provocaba aquellas enfermedades. El DDT dijo que era “peligroso para toda forma de vida animal, desde los insectos a los mamíferos”.

Sin embargo, se sorprendió de lo poco que se hizo para restringir o prohibir sus uso. Al contrario, las autoridades y los científicos lo defendieron:

Prácticamente todo el aparato de comunicación, tanto lego como científico, se han empeñado en negar, ocultar, censurar o distorsionar… (las noticias negativas sobre el DDT). La difamación, la calumnia y el boicot económico también se han empleado… Y ha arraigado un nuevo principio toxicológico: no importa lo letal que pueda ser un veneno para cualquier forma de vida animal, si no mata instantáneamente a los seres humanos, entonces es seguro. Cuando se comprueba que ha matado efectivamente a un ser humano, entonces se echa la culpa a la víctima, que si era alérgica o que.. no lo usó correctamente”, escribía el Dr. Biskind en 1953.

La advertencia del Dr. Biskind no llegó a ninguna parte. El Pentágono estaba probando sus armas nucleares sobre el terreno y la Agroindustria estaba en su tarea de conquista de la zonas rurales, y el mundo. Los intereses estratégicos del Pentágono coincidían con los de la Agroindustria.

Rachel Carson, autora de “Primavera silenciosa” sí escuchó a Biskind. Denunció el uso de los pesticidas químicos, “esos siniestros socios y poco reconocidos que han transformado la naturaleza misma del mundo, la naturaleza misma de la vida”, dijo en relación a la extensión de los monocultivos en Estados Unidos y cómo influían en los ecosistemas naturales.

Por el contrario, “permitimos que una lluvia química traiga la muerte…una cruzada para crear un mundo estéril parece haberse adueñado con un celo fanático de especialistas y de la mayoría de los llamados organismos de control… Los que realizan esas tareas de esparcir las sustancias químicas ejercen un poder despiadado” (Rachel Carson, Primavera silenciosa).

Mientras tanto, las Agencias federales y la Ciencia oficial fingieron como que nada estaba pasando. La Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos, que nace en 1970, empezó considerar los productos químicos tóxicos 17 años después de la denuncia de Biskind. Las fuerzas políticas y económicas de la Agroindustria, la Industria química, y los políticos, forjaron una alianza no oficial entre el Pentágono y la gran Industria agrícola, siguiendo la misma estrategia de guerra química emprendida por el Pentágono aplicada a la agricultura. Los misioneros de la industrialización agrícola difundieron el mensaje de la rentabilidad por encima del peligro químico, lo que Biskind llamó acertadamente “nuevo principio de la toxicología”, que todavía reina como supremo entre los profesionales de la Ciencia y de la Política a principios del siglo XXI. Como un pulpo gigante, la Industria Química lanza sus tentáculos sobre nuevas concesiones: el Congreso, la Casa Blanca y las Universidades.

No es de extrañar que productos químicos muy tóxicos hayan entrado en el mercado sin que se haya probado su toxicidad para la salud y el medio ambiente. Sólo la Ley Federal de Insecticidas, Fungicidas y Rodenticidas (FIFRA) y en lo que corresponde a alimentos y medicamentos por la Ley de Cosméticos, Alimentos y Medicamentos, solicitan la realización de ensayos de los productos químicos. La Ley de Seguridad Ocupacional y de Salud, la Ley de Control de Sustancias Tóxicas, y otras disposiciones de la Ley de Alimentos, Medicamentos y Cosméticos, así como el resto de leyes federales, no requieren de la realización de pruebas para los productos químicos u otros productos que vayan a ser comercializados. Esto no impide que los hombres y mujeres de la Industria digan que sus productos “cumplen los estándares de la EPA”.

El DDT salió de esa descuidada cultura química, y de la guerra. El DDT fue un éxito en la lucha contra la malaria durante la Segunda Guerra Mundial. Por esta razón, en 1948, su inventor, el científico suizo Paul Miller, recibió el Premio Nobel de Medicina. Para entonces, el DDT se utilizaba copiosamente en Estados Unidos. El Departamento de Agricultura de Estados Unidos lo registró en 1945.

La popularidad del DDT nada tenía que ver con su supuesta seguridad. El DDT mataba a los insectos. El DDT impidió que muchas aves se pudieran reproducir: la cáscara, muy frágil, se agrietaba bajo el peso del ave adulta durante la eclosión. El DDT fue particularmente perjudicial para las aves rapaces, halcones peregrinos, águilas pescadoras, pelícanos marrones y águilas calvas, que estuvieron al borde de la extinción. El DDT también mató a muchos insectos beneficiosos, y también a pequeños animales que se alimentaban de peces y de vida silvestre envenenada por DDT.

El legado mortal del DDT y productos químicos con DDT es extenso. La razón estriba en sus propiedades químicas: el DDT pertenece a los organoclorados, un amplio grupos de productos tóxicos a base de cloro que persisten en la naturaleza, mientras que se acumula en la grasa animal al ser ingerido.

Fueron los efectos del DDT en los seres humanos lo que convenció a la EPA para su prohibición en 1972 [ En España se prohibió en 1977]. Sobre el DDT dijo la EPA: “Es posiblemente carcinógeno para los seres humanos”. En ese momento, el DDT había contaminado “la cadena alimentaria humana, especialmente la carne y la leche”.En 1973, un juez federal no supo qué hacer ya que el DDT había contaminado casi todos los alimentos.

A pesar de que la relación del DDT con el cáncer es aterradora, la solución a este problema, es decir, la prohibición total de los alimentos que contienen DDT no es posible. Prácticamente todos los alimentos contienen DDT… El DDT presenta, y al parecer seguirá presentando, un enorme dilema, tanto para la EPA como para la sociedad” (EE.UU contra Goddman, 1973).

Lo mismo sucedió en relación al medio ambiente. En 1979, dos científicos de Wildlife Society, Steven G. Herman y John B. Bulger, informaron que el DDT era “el más extendido y pernicioso de los contaminantes a nivel mundial” (Herman y Bulger, 1979).

La hegemonía del glifosato

La prohibición del DDT en Estados Unidos en 1972, no supuso sin embargo un replanteamiento de la agricultura industrial y el uso de nocivos pesticidas. De hecho, las grandes explotaciones industriales y el uso de pesticidas se ha extendido por todo el planeta. Los dueños de estas Industrias predican una guerra contra el hambre, pero en la práctica su guerra se dirige contra el mundo natural y los pequeños agricultores y campesinos. Y a pesar de su propaganda a favor de la alimentación en el mundo, sólo producen alrededor de un tercio de los alimentos del mundo. Los campesinos y los agricultores no industrializados alimentan a la mayor parte de la población mundial (Douwe van der Ploeg, 2014). Pero la Agricultura Industrial es la responsable del enorme daño causado a la naturaleza y a las personas. Esta daño se nos presenta en forma de calentamiento global y envenenamiento de la fauna, los ríos, el agua potable y los alimentos.

Otros tóxicos han reemplazado al DDT. Uno de ellos, de gran éxito, es el glifosato, el ingrediente activo del herbicida Roundup. Este herbicida es producido por la multinacional de las semillas y la Agroindustria, Monsanto.

El glifosato recibió su aprobación por la EPA en 1974. Esta fue una época de profunda corrupción en la Industria química. En décadas anteriores y posteriores a 1974, los laboratorios amañaron estudios de seguridad de los plaguicidas, y otros productos químicos, como los medicamentos. El fraude les permitió a muchos que fuesen registrados para su comercialización. Sé que en 1974, el año en que fue registrado el glifosato, fue un año de corrupción generalizada en la mayoría de los pesticidas. El científico que descubrió este fraude fue Adrian Gross, mi amigo y colega.

A igual que el DDT, el glifosato se convirtió rápidamente en una celebridad a nivel mundial. Los científicos con nómina en la Industria, incluyendo científicos de las Universidades, lo declararon seguro. Los agricultores, horticultores y jardineros lo utilizan ampliamente.

Sin embargo, no todo el mundo se most tan feliz por el uso de este herbicida que circula por todo el mundo. El glifosato llamó la atención del Dr. Don Huber, un coronel retirado que trabajó en la guerra biológica y científico jubilado de la Universidad de Purdue, donde dio clases durante 35 años. De todas las cosas que sabe sobre armas y enfermedades biológicas y de los cultivos, lo que más le ha preocupado son los efectos de los plaguicidas usados en la agricultura en los sistemas biológicos, y sobre todo los efectos del glifosato en los cultivos.

El glifosato es el herbicida más vendido en el mundo. También es una fuente inagotable para la Ingeniería Genética. La Bioingeniería ha desarrollado los llamados cultivos Roundup Ready, como la soja, el maíz, etc… que son resistentes al herbicida. Esto es música en los oídos de los agricultores, que así pueden deshacerse de las plantas adventicias fumigando los cultivos con glifosato.

A Monsanto le gustaría un día controlar todo el suministro de alimentos del mundo. Con este propósito imperial en la mente, Monsanto está utilizando semillas, cultivos, pesticidas e Ingeniería Genética, para difundir su saber hacer por todo el planeta.

Pero del mismo modo que otros gigantes de la Agroindustria, su arrogancia les impide ver el daño que sus productos a menudo causan a los seres humanos y el medio ambiente. Un estudio publicado en 2010 muestra que el glifosato causa defectos de nacimiento en las ranas y embriones de pollo en cantidades más pequeñas que las que agricultores y horticultores dejan en los alimentos (Paganelli et al. 2010) . Otros estudios más antiguos muestran que produce cáncer, alteraciones endocrinas, daño en el ADN y malformaciones reproductivas, daños en el sistema neurológico y problemas de desarrollo de los animales, incluyendo los seres humanos (Richard et al., 2005; Benachour et al., 2007). Algunos investigadores han establecido una relación entre el glifosato y abortos involuntarios que afectan a las personas y al ganado. Tanto la Industria, incluyendo a Monsanto, y las autoridades gubernamentales, saben desde la década de 1980 de los efectos tóxicos del glifosato. Sin embargo, tanto la Industria como las Agencias de Regulación, siguen ocultando esta información al público.

Según Don Huber, “el glifosato favorece la aparición en el suelo de patógenos, los cuales estarían implicados en el aumento de más de 40 enfermedades en las plantas”. Por otra parte, señala Don Huber: “disminuye las defensas de las plantas”, e inmoviliza nutrientes vitales, lo que significa que los cultivos se ven privados de los nutrientes necesarios para defenderse de las enfermedades y una adecuada nutrición para su desarrollo. Tales cultivos raquíticos, dice Huber, también causan desórdenes en los animales.

El 1 de noviembre de 2011, Huber visitó Inglaterra y realizó una disertación ante el Grupo Parlamentario partidario de la Agroecología de la Cámara de los Comunes (Huber, 2011). Su principal argumento era que el glifosato “predispone a las plantas a las enfermedades y estimula la aparición de patógenos en el suelo”. En otras palabras, el glifosato actúa comprometiendo las defensas de los cultivos contra las enfermedades; el glifosato mata a ciertas plantas específicas (adventicias) al convertirse en cierto sentido en un agente de guerra biológica, favoreciendo la aparición de patógenos en el suelo, pero también destruyendo organismos de resistencia a las enfermedades. Durante los últimos 30 años, el glifosato ha ido esterilizando la tierra de organismos que son esenciales para la salud de los cultivos. Estos microorganismos son los mecanismos a través de los cuales las plantas absorben micronutrientes esenciales. También son los responsables de la fijación de hasta el 75% del nitrógeno, como la soja, la alfalfa y los guisantes, que se necesita para la formación de proteínas. Al destruir los microorganismos, el glifosato reduce la capacidad de los cultivos para absorber los micronutrientes del suelo. Estos micronutrientes, como el calcio, el níquel, el cobre, el hierro, el manganeso y el zinc, son esenciales para una buena salud y nutrición de los cultivos, y por lo tanto, para la salud de los animales y las personas que se alimentan de ellos. Huber establece una relación entre las deficiencias de micronutrientes en los cultivos y la aparición de más terneros muertos y otras enfermedades en los animales. [Véase en este sentido la experiencia del criador de cerdos Borup Pedersen]

La civilización bajo amenaza

Como hizo Morton Biskind en 1953, Don Huber en 2011 señaló los peligros de un superherbicida, el glifosato. En ambos casos, con una separación de 58 años, tenemos la sensación de malestar de que poco o nada ha cambiado. Las mismas actividades irresponsables de la Agricultura Industrial amenazan con devastar la agricultura estadounidense.

Huber ha denunciado la pérdida de confianza de la gente en los Gobiernos, en la Industria y el mundo académico. De hecho, cita una carta de 26 entomólogos universitarios dirigida a la EPA en la que estos científicos se quejan de que se les prohíba hacer investigaciones, debido a que sus Universidades reciben fondos de las empresas de Ingeniería Genética, lo cual no favorece el bien público. Y Huber se lamenta de esta realidad inexplicable: “estamos dispuestos a sacrificar a nuestros hijos y a las generaciones futuras, y la sostenibilidad de toda nuestra infraestructura agrícola, que es la base misma de nuestra existencia en sociedad”.

A pesar de estas advertencias de Huber y otros científicos, nada ha cambiado en las regulaciones de la USDA sobre los cultivos modificados genéticamente, que siguen siendo las mismas de siempre. La Agencia de Protección Ambiental (EPA) sigue haciendo lo de siempre. Al parecer se han olvidado de que el herbicida 2,4-D fue un arma química utilizada en la guerra de Vietnam. Al igual que su pariente el Agente Naranja, 2,4,5-T, el herbicida 2,4-D estuvo contaminado por la letal dioxina 2,3,7,8. El empleo del herbicida 2,4-D en los cultivos transgénicos no augura nada bueno para Estados Unidos ni para el resto del mundo.

No más lluvia mortífera

Afortunadamente siempre hay alguien que se resiste a considerar esto como algo normal. Biskind y Carson, el biólogo Paul Shepard: todos ellos han atacado la locura de la industrialización. La ecología es más que una ciencia, debe ser un movimiento de resistencia. Dicen que los ecologistas son subversivos porque desafían nuestro derecho a contaminar el medio, a destruir la fauna, a extender pesticidas por toda la faz de la tierra, a contaminar agua y alimentos, y apropiarse de la tierra para fines militares e industriales. Por otra parte, la ecología subvierte nuestros delirios de una población humana ilimitada, la domesticación de todo lo que queda de salvaje, la manipulación a gran escala de la atmósfera y los mares, y la extinción de las especies.

La resistencia está tomando una nueva forma: la eliminación de los tóxicos, pero desgraciadamente, de uno en uno. A principios de 2015, la Organización Mundial de la Salud, que por lo general se muestra muy tímida y benevolente con la Industria Agrícola, declaró que tanto el glifosato como el 2,4-D son probablemente cancerígenos para los seres humanos. Siguiendo este modesto paso, el 14 de mayo de 2015, la Sociedad Internacional de Médicos para el Medio Ambiente, con sede en Basilea, hizo un llamamiento a los Gobiernos europeos: “Que se prohíba de forma inmediata y permanente, sin excepciones, la producción, comercialización y uso en todo el territorio de los herbicidas a base de glifosato en la UE”. La periodista del Reino Unido, Georgina Downs, se hizo eco de este sentimiento, y dijo que se debieran incluir todos los pesticidas.

Necesitamos un futuro libres de pesticidas. Tenemos que hacer un llamamiento a los políticos de todo el mundo para que se prohíban de forma permanente y sin excepciones todos los pesticidas. Monsanto, sin embargo, está construyendo instalaciones adicionales para la fabricación de otro herbicida, Dicamba, para mezclarlo con el glifosato. De esta forma asegura que el conjunto sería más eficaz contra las plantas adventicias que se han hecho resistentes al glifosato.

Los plaguicidas son armas químicas. Empezaron a ser comercializados bajo el manto de la Ciencia y de unas normas de regulación cuestionables y a menudo aprobadas de forma fraudulenta. Dicen que hay que aplicarlos en la agricultura porque hay que alimentar al mundo. Pero son en sí mismos un peligro: son biocidas. Simplemente son los productos que llenan los bolsillos de la Agroindustria. No tienen ninguna finalidad pública. No los necesitamos.

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Bibliografía:

Benachour et al. (2007) Time-and dose-dependent effects of roundup on human embryonic and placental cells. Arch. Environ. Contam. Toxicol. 53, 126–133.
Biskind, MS (1953) “Public Health Aspects of the New Insecticides,” American Journal of Digestive Diseases 20: 331-341.
Douwe van der Ploeg, J “Peasant-driven agricultural growth and food sovereignty,” The Journal of Peasant Studies 41: 999-1030.
Herman SG and Bulger JB (1979), “Effects of a Forest Application of DDT on Nontarget Organisms,” Wildlife Monographs, No 69: 49.
Hobbelink, H “Hungry for LandGrain, May 2014.
Huber, DM “The effects of glyphosate (Roundup) on soils, crops and consumers” (Presentation to the All-Party Parliamentary Group on Agroecology, House of Commons, UK, 1 November 2011).
Paganelli A. et al. (2010) Glyphosate-Based Herbicides Produce Teratogenic Effects on Vertebrates by Impairing Retinoic Acid Signaling. Chem. Res. Toxicol. 23: 1586-1595.
Richard S, Moslemi S, Sipahutar H, Benachour N and Seralini G-E (2005) Differential Effects of Glyphosate and Roundup on Human Placental Cells and Aromatase. Environmental Health Perspectives 113: 716-720.
Shepard, P “Ecology and Man – a Viewpoint” in The Subversive Science, ed. Paul Shepard and Daniel McKinley (Boston: Houghton Mifflin, 1969) 9.
United States v. Goodman 486 F. 2d at 855 (7th Cir. 1973).

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Procedencia del artículo:

http://www.independentsciencenews.org/environment/ruthless-power-and-deleterious-politics-from-ddt-to-roundup/

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