La Era del Antropoceno: cambio climático, cambios en la ecología del planeta

Por Richard Gale y el Dr. Gary Null, 14 de marzo de 2018

globalresearch.ca

Los científicos del clima y los ecologistas se refieren a nuestra era postmoderna como la Era del Antropoceno cuando analizan el impacto de la civilización occidental en el clima y los futuros cambios y transformaciones ecológicas del planeta. De hecho, la Industria y la tecnología modernas están destruyendo el planeta. Su huella de carbono es algo evidente en cualquier lugar al que vayamos. La comida que llega a nuestra mesa ha seguido una larga trayectoria durante la cual se han emitido gran cantidad de gases de efecto invernadero. Pero también lo hacen los teléfonos móviles, los ordenadores, los pantalones y los zapatos, y otras muchas cosas. Aparte de los fenómenos meteorológicos extremos, a menudo no advertimos la inmediatez y la velocidad de esos cambios, como la llegada de ciertos escarabajos depredadores que invaden los árboles de nuestro jardín o la llegada de una planta exótica que sólo debiera crecer en otros climas. O la llegada de nuevas plagas que diezman los bosques.

Un estudio realizado durante cinco años por la Universidad de Delaware predijo que el 72% de los árboles de hoja perenne del sur de los Estados Unidos desaparecerá en el año 2050 debido al escarabajo del pino del sur que los está diezmando. Este insecto es nativo de América Central, sin embargo, desde 1990, los inviernos son más suaves, lo que ha permitido que la plaga migre hacia el norte hasta Nueva Jersey y más recientemente a Long Island. En toda América del Norte y otros continentes se están produciendo extinciones masivas de árboles.

Cuando el Laboratorio Nacional de Los Álamos, junto con científicos de otras 18 instituciones y agencias federales, llevaron a cabo múltiples simulaciones de calentamiento global para verificar y cotejar sus resultados, la conclusión fue la misma: el cambio climático es la máquina que provoca la muerte masiva de árboles y bosques. Esto incluye el gran bosque boreal que se extiende alrededor del clima más septentrional del planeta y uno de los recursos naturales más importantes y últimos que asegura que disponemos de aire oxigenado para respirar. Ya se está observando que la turba en los bosques boreales del mundo se está descomponiendo a un ritmo asombroso y liberando metano, un gas de efecto invernadero mucho más potente y peligroso que el dióxido de carbono.

En la costa del Pacífico de los EE.UU., una criatura gelatinosa conocida como pirosoma ha migrado desde sus aguas tropicales nativas más cálidas de la costa centroamericana hasta el Golfo de Alaska. Los pirosomas son una especie invasora, al igual que muchos otros organismos que se multiplican con el aumento de la temperatura mundial. Estos zooides son ahora tan abundantes que las poblaciones de bancos de peces están amenazadas. Interfieren con la industria pesquera y las pesquerías y, como consecuencia, la proliferación de pirosomas tiene un impacto negativo directo sobre las comunidades y las economías. En su libro “Stung! On Jellyfish Blooms and the Future of the Ocean”, la autora Lisa Ann Gershwin escribe:

«Estamos creando un mundo más parecido al de finales del Precámbrico que al de finales del siglo XIX, un mundo en el que las medusas dominaban los mares y los organismos con conchas no existían. Estamos creando un mundo en el que los humanos pronto seremos incapaces de sobrevivir o quisiéramos hacerlo».

Gershwin explica además cómo el aumento de las medusas contribuye al calentamiento global. Por un lado, las medusas consumen enormes cantidades de diatomeas y otros plancton, que ayudan a secuestrar el dióxido de carbono y expulsar el oxígeno. Segundo, las medusas excretan desechos ricos en carbono que son absorbidos por las bacterias del océano. A medida que el número de bacterias aumenta paralelamente a la floración de las poblaciones de medusas, se convierten en fábricas en miniatura que bombean dióxido de carbono a la atmósfera y acidifican aún más las aguas de los océanos.

O si va a un mercado, ¿nota que el pescado, incluyendo el atún y el bacalao, se está haciendo más pequeño? El calentamiento global también afecta directamente a los peces. Esta fue la conclusión de los científicos del Instituto para los Océanos y la Pesca de la Universidad de Columbia Británica basada en datos empíricos. Unos océanos más cálidos significan menos oxígeno para las funciones corporales de los peces porque «los peces están limitados por sus branquias en la cantidad de oxígeno que pueden extraer del agua». El estudio estima que se perderán 3,4 millones de toneladas métricas de peces por cada grado centígrado de calentamiento global.

Estas historias breves revelan los efectos adversos que se están produciendo en este mismo momento sólo en los EE.UU. debido al calentamiento global. Están entre muchos miles de otros que ocurren en todo el mundo. Cuando hablamos de cambio climático, las fronteras que dividen los intereses nacionales son irrelevantes. El cambio climático y el planeta que se calienta es una crisis global que nosotros mismos provocamos. Y se está haciendo muy poco, tanto a nivel político nacional como internacional, para reducir las fuentes y causas de esta emergencia.

Antes de que la orgía de la utilización y el consumo de combustibles fósiles se convirtiera en un hiperimpulso hacia 1950, había un 90% más de peces en nuestros océanos. Había 40 por ciento más de fitoplancton, uno de los más importantes fabricantes de oxígeno de nuestro planeta y un organismo esencial para contrarrestar la acidez causada por los desechos humanos y la contaminación. En menos de 70 años, los seres humanos ya han eliminado el doble de árboles de los bosques y selvas del mundo. Había tres veces más agua dulce. Y había un 30% menos de gases de efecto invernadero, especialmente dióxido de carbono en la atmósfera de la Tierra. Lo que es igualmente importante es imaginarse el sombrío escenario de que durante este mismo período de 70 años, a medida que los recursos para sostener la vida humana disminuyen, nuestra población aumenta paulatinamente. Desde 1950 (2.500 millones de personas) casi se ha triplicado hasta alcanzar los 7.600 millones en 2020. Las simples matemáticas son claras: la humanidad se dirige hacia tiempos extremadamente oscuros y aterradores en un futuro muy cercano.

Es reconfortante volverse complaciente y simplemente considerar la decadencia gradual y la muerte de los ecosistemas del planeta como coincidencias inusuales o extrañas. Rara vez pensamos en los factores causales más profundos que apuntan directamente a nuestros comportamientos individuales y sociales. Los inviernos comienzan más tarde; la primavera llega antes. Las lluvias prolongadas y los incidentes climáticos extremos se perciben como meras anomalías, al igual que los excesivos meses de calor y sequía. A los científicos les gusta decir que esta es la nueva»normalidad», al igual que los medios de comunicación nos hacen creer que la obesidad y una vida más corta también son nuevas normas. Pero la vida continúa. Aceptamos pasivamente la sutileza de los cambios adversos que afectan nuestras vidas. La asimilación y adaptación al cambio hostil es mucho más fácil y reconfortante que despertar de nuestra ignorancia o negación de problemas que amenazan la vida. La gente simplemente dice, «ese fue un año extraño» o «el clima se comporta de una forma extraña últimamente”, y asume que todo volverá a un nivel medio al año siguiente. Todo es cíclico, ¿verdad? Pero los últimos años de normalidad no reaparecen. Cada año es testigo de nuevos eventos climáticos que rompen récords en algún lugar del mundo. Y esto es parte de lo que refleja la Era del Antropoceno.

Entonces, ¿qué se quiere decir cuando decimos que la humanidad y todas las demás especies, y el mismo planeta, han entrado en la Era del Antropoceno? El Antropoceno significa que lo que la humanidad hace hoy es más de lo que ha hecho en el pasado desde los albores de la sociedad industrial moderna, hace más de doscientos años, cuando se inventó la máquina de vapor. El término no es descriptivo únicamente de nuestro siglo actual, sino que se refiere a toda una era en el tiempo geológico. La Era Cenozoica anterior comenzó hace 65 millones de años después de la extinción de los dinosaurios no voladores y la rápida aparición de los mamíferos. Las edades geológicas anteriores también experimentaron cambios catastróficos. La última y más reciente fue la del Holoceno que comenzó al final de la era glacial, hace aproximadamente 11.700 años. Pero estos cambios se originaron dentro de la geofísica natural y los fenómenos que ocurren dentro de los sistemas geológicos del planeta. O fueron accidentales, como el caso de un asteroide, de aproximadamente 6 millas de diámetro, que chocó contra la superficie de la Tierra y alteró de la noche a la mañana la atmósfera y la temperatura mundial, lo que dio lugar a la Era Cenozoica.

El Antropoceno es algo único en el tiempo geológico. No son sólo los ritmos geofísicos los que alteran el planeta de forma natural. Eso fue en épocas anteriores. Durante los últimos doscientos años ha aparecido un nuevo agente de cambio geológico: el moderno Homo sapiens y el surgimiento de una civilización industrializada distanciada de la naturaleza y sus orígenes. Y este agente se ha vuelto tan penetrante e independiente de su línea de vida natural, tan distanciado de su hogar natural que le dio origen, que al igual que el asteroide cenozoico, la humanidad se ha transformado en un poder alienígena que afecta y remodela todos los geosistemas y ecosistemas que de otro modo mantendrían a la Tierra en un estado natural de balance y equilibrio. Esta es la era de Anthropos, la palabra griega para «humano», pero también apropiadamente el nombre de un robot social diseñado para imitar el comportamiento humano por Media Lab Europe. Es una nueva era geológica creada por nosotros mismos.

En 1873, un geólogo italiano llamado Antonio Stoppani observó que los humanos estaban incrementando su influencia sobre el mundo, afectando negativamente los sistemas ecológicos de la Tierra. Propuso que el planeta estaba entrando en una nueva era en su historia geológica, a la que llamó la «era antropozoica», la séptima edad geológica desde que la Tierra se formó en el Sistema Solar como un cúmulo de gas y polvo hace 4.600 millones de años, y la octava época durante la era desde la aparición de los mamíferos que se inició hace 65 millones de años. Durante su vida, las ideas y predicciones de Stoppani no lograron arraigarse en la comunidad científica. La civilización occidental estaba todavía en medio de la euforia de la Ilustración por el repentino estallido de descubrimientos científicos y los poderes de la razón sobre el instinto. Fue durante esta Era de la Razón cuando la teoría de Darwin sobre la evolución humana se apoderó de la imaginación intelectual y gradualmente se fusionó con mitos utópicos de infinito progreso industrial y económico. Desde entonces, el mito se ha solidificado en la conciencia occidental, creando una visión del mundo que hoy en día percibe a nuestra especie como los maestros y dioses de la creación, los gobernantes supremos de su destino terrestre.

Las ciencias geológicas tendrían que esperar otros cien años antes de que un químico holandés y laureado con el Premio Nobel que observó por primera vez el agujero en la capa de ozono, Paul Crutzen (imagen a la izquierda), definiera la Era del Antropoceno como la llegada de una nueva época en la historia geológica de la Tierra. Crutzen observó que la actividad humana había pasado un umbral por el cual se había convertido en la fuerza dominante y abrumadora que moldeaba los sistemas internos y la geología del planeta. Según Crutzen y su colega Eugene Stoermer, biólogo de la Universidad de Michigan, fue a finales del siglo XVIII cuando comenzó la Era Antropocena con las primeras evidencias científicas de dos gases de efecto invernadero, el CO2 y el metano, generados por la sociedad industrial humana. Hoy en día, la definición se ha mantenido y se está convirtiendo rápidamente en un término familiar.

Pero, ¿qué significa para la Tierra haber entrado en una nueva época geológica? Para comprender mejor el significado pleno del Antropoceno como una nueva era geológica, imagínese por un momento que todos los humanos desaparecieran repentinamente de la faz de la Tierra mañana. O imagine que todos hemos sido transportados al espacio exterior por una raza alienígena para liberar a la Tierra de las acciones destructivas de la humanidad. Aun con la ausencia de la humanidad, durante los próximos diez a quince mil años, todos los eventos geológicos y climáticos subsiguientes tendrán una relación directa o indirecta con las actividades humanas del pasado. Las huellas de nuestra civilización son tan penetrantes a través de los sistemas geo- y atmosféricos de la Tierra que perdurarán por muchos milenios, mucho después de que nuestra especie se extinga. Y es con la llegada del Antropoceno que la humanidad se ha convertido como el principal artífice del ecocidio, el destructor del medio ambiente, los ecosistemas y los hábitats del planeta.

Clive Hamilton (imagen de la derecha), ex miembro de la Autoridad del Cambio Climático del gobierno australiano, escribe: «La llegada del Antropoceno contradice todas las narrativas, filosofías y teologías que predicen un ascenso preordenado y continuo de la humanidad a niveles cada vez más altos de desarrollo material, social y espiritual». En su libro de 2017, Defiant Earth: The Fate of Humans in the Anthropocene (Tierra desafiante: El destino de los humanos en el Antropoceno), Hamilton advierte de la arrogancia científica que impulsa a las naciones occidentales a imaginar que podemos aplicar técnicas de geoingeniería para modificar el clima, reducir las amenazas destructivas de los gases de efecto invernadero y asegurar un mayor crecimiento del capital humano y el desarrollo tecnológico para resolver todos los problemas de nuestra civilización y del planeta a medida que surjan. Para Hamilton, el Antropoceno exige que todo lo que hemos dado por sentado sobre nuestra civilización -desarrollo económico, globalización y comercio, política y política exterior, estructuras sociales y más- debe ser reevaluado. Más importante aún, existe una demanda urgente de una relación completamente nueva que la humanidad debe crear con la Tierra y con otras especies. Por último, es hora de que las naciones, sus gobernantes y los líderes de la industria acepten el hecho de que ya no somos capaces de dar marcha atrás en el reloj geológico.

Si limitamos nuestra definición del Antropoceno únicamente al cambio climático, no captamos el panorama general y no reconoceremos lo que realmente está en juego. Es cierto que el cambio climático ha sido la razón principal de la acuñación del término. Sin embargo, los seres humanos están alterando la geología, los ecosistemas y la biodiversidad del planeta de muchas otras maneras que están indirectamente relacionadas con el calentamiento del planeta o algo muy diferente. Estos otros impactos antropogénicos y amenazas para la supervivencia humana son más recientes y coinciden con el florecimiento de la tecnología postindustrial y el deseo de la humanidad de conquistar, dominar y manipular la Naturaleza únicamente para su propia avaricia y necesidades. La modernidad se aleja cada vez más del tejido natural de la vida del que dependen nuestras vidas para sobrevivir. Esta tendencia sigue aumentando, incluso entre las generaciones más jóvenes, que ahora pasan menos tiempo jugando al aire libre y más tiempo delante de ordenadores, televisores y juegos electrónicos.

Richard Heinberg, director del Post Carbon Institute de California, advierte que la continua expansión de la civilización moderna ha sobrepasado con mucho la capacidad de la Tierra para proporcionar los recursos necesarios de los que dependen nuestras vidas. Este problema, argumenta Heinberg, es el resultado de un grave desequilibrio en nuestros sistemas humanos. El problema quedó al descubierto por primera vez en 1972, cuando un grupo de investigadores del MIT publicó el ahora profético estudio Limits of Growth. El informe predijo con precisión muchas de las amenazas a las que se enfrentan nuestras sociedades debido al agotamiento de los recursos, la producción de alimentos, las industrias manufactureras, la sobrepoblación, el aumento de la contaminación, etc. Fue el primer estudio importante en confirmar que la cosmovisión de nuestra civilización de que puede haber un progreso económico infinito que depende de recursos naturales finitos es una receta para un colapso catastrófico. Durante más de cuarenta años, los principales ecologistas han entendido el dilema humano mediante el pensamiento sistémico. Para comprender plenamente los grandes problemas a los que nos enfrentamos, incluyendo nuestras vidas individuales, es imperativo que dejemos de lado el pensamiento lineal y racional, y miremos nuestros problemas sistémicamente. Esto incluye las muchas maneras en que entendemos nuestra propia salud y las soluciones disponibles para abordar los problemas de la enfermedad.

Nada en la naturaleza es lineal. La naturaleza opera de acuerdo a una teoría de sistemas. Es inherentemente holística, lo que significa que toda la Naturaleza es más que la simple suma de sus partes (ecologías individuales) y hay numerosas relaciones interdependientes entre esas partes. Esto es cierto para el reconocimiento de las principales consecuencias del cambio climático, así como para la comprensión de los costes ambientales de la extinción de especies, la destrucción de los ecosistemas del planeta, la agricultura de monocultivos y la industria ganadera, la deforestación, las operaciones mineras masivas y mucho más. Lamentablemente, nuestras instituciones políticas y la estrechez de miras de los intereses privados son incapaces de comprender los resultados sistémicos detrás de sus actuaciones. Si lo fueran, ya no habría negacionistas del cambio climático en los cargos públicos. Por esta razón, la tecnología no nos salvará en última instancia.

Una foto de una enorme mina de cobre a cielo abierto de Antofagasta en Chile. (Fuente: D. Gary G Kohls)

La propia tecnología, incluidas las tecnologías «verdes» como la energía solar y las turbinas eólicas, también depende de recursos que dejan una huella de carbono. Los paneles solares requieren el uso de arsénico, aluminio, cadmio, cobre, galio, telurio y otros metales. Los aerogeneradores requieren aleaciones de acero, níquel, cromo, aluminio y manganeso. La mayoría de estos metales requieren de la minería, y todas las operaciones mineras dependen de combustibles fósiles y emiten gases de efecto invernadero. La minería también contribuye al menoscabo ecológico de los árboles, la flora y la degradación de los suelos. Sin duda, las tecnologías nos harán ganar tiempo. Pero ninguna de ellas es la solución milagrosa para frenar el calentamiento acelerado. Tal vez una de las únicas soluciones prometedoras sea una enorme reducción del progreso y el desarrollo, que sigue el viejo mantra de los años 70: «reducir, reutilizar, reciclar». Pero tal política es completamente contradictoria con toda la maquinaria económica neoliberal que alimenta la globalización corporativa y la expansión de los mercados. En resumen, el cambio climático y el medio ambiente son cuestiones morales, y el capitalismo de libre mercado, según Jerry Mander y fundador del Foro Internacional sobre la Globalización, es fundamentalmente amoral y sin ningún otro valor humano que no sea el económico.

Nuestra civilización moderna también está reorganizando y transformando el ADN mismo de la vida terrestre. El árbol evolutivo de la vida, que requirió miles de millones de años de cambio, innovación, adaptación y desarrollo para hacer surgir la vitalidad natural del mundo en el que vivimos hoy en día, está siendo transformado por las alteraciones tecnológicas en un laboratorio. En un artículo publicado en la revista Anthropocene Magazine, Andrew Revkin escribió que «la revolucionaria herramienta de edición genética CRISPR está lista para imponer las ambiciones de los humanos al menos tan profundamente como los combustibles fósiles han cambiado el mundo físico«. El árbol de la vida, observa Revkin, y que Darwin imaginó, ha sido «completamente perturbado ahora que la secuenciación del ADN permite una visión más completa» de los organismos vivos.

Desafortunadamente, las naciones del mundo aún tienen que enfrentarse a las polémicas repercusiones a largo plazo de la ingeniería genética. Y menos aún, ¿reconoce la ciencia las posibles crisis que pueden surgir de la interacción de los organismos genéticamente modificados liberados y el cambio climático abrupto? Por ejemplo, la promesa de la Segunda Revolución Verde de cultivos más resistentes para sobrevivir a futuras invasiones de plagas y malezas y para producir mayores rendimientos de la ingeniería genética se está desmoronando rápidamente.

Si usted visita cualquier campo de soja transgénica en el Medio Oeste de los Estados Unidos, mezclada entre las plantas de soja de color verde más pálido, observará plantas más altas, más lustrosas y verdes más oscuras o algarrobas que dominan gradualmente su vista. Similar a la resistencia microbiana a los antibióticos debido a la excesiva prescripción, las super malezas se están volviendo cada vez más resistentes a los productos tóxicos de Monsanto y otras compañías agroquímicas. Los cultivos cultivados mediante prácticas industriales químicas, como fertilizantes nitrogenados, una variedad de pesticidas y herbicidas, arado a máquina y una mayor demanda de agua, están resultando ser nutricionalmente inferiores a sus contrapartes orgánicas. También se han vuelto más susceptibles a las invasiones de plagas, lo que a su vez requiere una mayor aplicación de productos químicos potentes y tóxicos. Los rendimientos están disminuyendo. Los episodios más frecuentes de sequía extrema y precipitaciones excesivas debido al calentamiento global agravan aún más las dificultades a las que se enfrentan los agricultores. Toda nuestra infraestructura de seguridad alimentaria está sobrecargada de impuestos, severamente estresada y es más difícil mantenerla a flote a medida que se demandan más fertilizantes, químicos tóxicos y agua. Este mecanismo de retroalimentación positiva -un modelo inicial de agricultura basado en productos químicos que requiere más de lo mismo para mantener el ritmo del cambio climático- reduce aún más los rendimientos y crea más estrés económico y de salud para las personas y las familias.

Cuando damos un paso atrás y echamos un vistazo a la huella antropogénica de nuestra civilización, también debemos tener en cuenta otras actividades además de la quema de combustibles fósiles. A nivel mundial, decenas de miles de millones de toneladas de hormigón, tal vez una de las sustancias más perjudiciales para el medio ambiente jamás inventadas, se utilizan en la construcción y el desarrollo. Las corporaciones privadas extraen grandes cantidades de aluminio anualmente, lo cual es un proceso de uso intensivo de energía. La energía gastada en la producción de aluminio es hoy más costosa que el costo real del metal. Nuestra tierra, nuestros ríos, lagos y océanos están cubiertos de plástico. El último estudio realizado en 2016 estimó que aproximadamente ocho millones de toneladas de plástico se vierten en los océanos anualmente. En todo el mundo, la dependencia de los Estados Unidos del plástico sigue aumentando y la industria del plástico se basa en el petróleo. WorldWatch estima que el 4% del petróleo consumido se destina a la fabricación de plásticos. Y EE.UU. lidera los países desarrollados en el reciclaje de la menor cantidad de plástico post-consumo. Más del 90%, aproximadamente 32 millones de toneladas, se desecha o se vierte en vertederos.

Después del agua, según el Instituto de la Tierra de la Universidad de Columbia, «el hormigón es la sustancia más consumida del planeta«. El ritmo de producción de hormigón en la actualidad equivale a que cada persona en el planeta consume tres toneladas al año. La fabricación de hormigón representa el 5% de las emisiones de CO2 durante el proceso de calentamiento de la piedra caliza. Y el paisaje de nuestro planeta sigue construyéndose sobre hormigón. A pesar de que la Junta del Mar del Este permanece bajo alerta por las repentinas ráfagas de subida del nivel del mar (seis veces el promedio mundial entre 2011 y 2015), las inundaciones y las olas más altas durante las tormentas tropicales, la locura de la construcción acelerada a lo largo de la costa no ha disminuido. «Es increíble ver la construcción a lo largo de la costa este», escribe Arnoldo Valle-Levinson de la Universidad de Florida en Geophysical Research Letters. «Ese es el peor lugar para construir algo.» Prevé que las ciudades del sureste de EE.UU. se conviertan en «venecianas», propensas a las inundaciones por mareas, a medida que el calentamiento global avanza.

Debido a que los cambios de la Tierra son impulsados por actividades económicas e industriales por el modelo de libre mercado, algunos investigadores, como Jason Moore de la Universidad de Binghamton, argumentan que nuestra era actual debería llamarse el Capitaloceno. Para Moore y sus seguidores, esta es una época en la que nuestra degradación ecológica está siendo alimentada por «la desigualdad, la mercantilización, el imperialismo y más». Moore tiene razón en muchos aspectos. Sin embargo, la agenda capitalista no es la única culpable de destruir el planeta y las vidas humanas. La China comunista es igualmente criminal, el líder mundial en emisiones de gases de efecto invernadero y contribuye al 30% de todas las emisiones antropogénicas de CO2 a la atmósfera. Hay tantos delincuentes responsables de nuestras catástrofes climáticas que están decididos a mantener viva la economía de los combustibles fósiles. En julio de 2017, el Climate Accountability Institute y sus socios publicaron un informe que acusa a sólo 100 empresas de ser responsables del 71% de todas las emisiones de gases de efecto invernadero desde 1988. Si nuestros gobiernos fueran realmente democráticos y tuvieran integridad, estas empresas serían consideradas responsables de un daño incalculable al medio ambiente, a las ciudades, a las comunidades y a las familias.

Hoy en día existe un creciente consenso entre muchos intelectuales que han dedicado gran parte de su vida al movimiento ecologista en el sentido de que sólo un cambio sistémico generalizado evitará el colosal sufrimiento humano que se avecina en un futuro no muy lejano. Esto requiere una acción con visión de futuro en todos los niveles de nuestra sociedad moderna. Y esto comienza con nosotros mismos, cambios dramáticos en nuestras vidas personales y luego llegar a nuestros vecindarios, pueblos, comunidades. «Incluso si nuestros esfuerzos no pueden salvar la civilización industrial consumista«, señala Richard Heinberg, «todavía podrían tener éxito en plantar las semillas de una cultura humana regenerativa digna de sobrevivir«. Este enfoque sistémico, junto con un «despertar moral», cree Heinberg, es la única esperanza real de supervivencia ante nosotros.

Richard Gale es el Productor Ejecutivo de la Red de Radio Progresiva y ex Analista Senior de Investigación en las industrias de biotecnología y genómica.

El Dr. Gary Null es el presentador del programa de radio público sobre salud alternativa y nutricional más antiguo del país y un director de documentales ganador de múltiples premios, entre ellos Poverty Inc y Deadly Deception.

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