Un desgarrador documental de Lia Tarachansky, Al borde de la carretera, revela la gran mentira en el corazón del mito de la creación de Israel
Por Douglas Valentine, 5 de junio de 2015
Tarachansky tuvo que romper muchas barreras, tanto personales como sociales, para producir este documental sobre la Nakba, “la catástrofe de 1948”, cuando aproximadamente 750.000 palestinos (un número que ha aumentado hasta el millón y medio de refugiados que viven en campamentos durante los últimos 67 años) fueron expulsados de sus hogares y forzados a vivir en campos de refugiados, donde se les niega los derechos humanos más básicos.
El reto más difícil que Tarachansky tuvo que superar fue el de sus propias creencias, profundamente arraigadas. Tarachansky nació en Kiev en 1984, y como ella describió en una entrevista, “Era una época de cambio, una realidad incierta. A la edad en la que estaba aprendiendo a leer, mis padres se separaron, se produjo la crisis nuclear de Chernobyl y el colapso de la Unión Soviética. Yo era muy joven por entonces para comprender lo que estaba pasando, cuando fuimos evacuados de la ciudad y nos vimos envueltos en una difícil situación económica”.
Su madre, sionista, cogió a Lia y su hermana y se fueron a Israel, donde, según su madre les había dicho, “los monos comen plátanos sentados en las palmeras y todo el mundo es judío”.
Este fue uno de los primeros mitos en esfumarse. Su madre, Ingeniero informático, encontró trabajo para cambiar pañales en una residencia de ancianos, y Lia pasó de “ser la única judía en la guardería de la Unión Soviética, a la única rusa de la Escuela Primaria de Israel”.
“Pasamos de la fachada de la supuesta igualdad entre todos los compañeros, a la facha de la supuesta igualdad entre todos los judíos”. Pero pronto descubrió que “Israel está formado por una sociedad con muchos estratos, incluso entre los judíos, en relación al acceso a la justicia y los derechos”.
A medida que fue creciendo en el asentamiento de Ariel, en la Cisjordania ocupada, Tarachansky empezó a oír rumores de que en esa tierra no solamente vivían judíos. Por extraño que esto pueda parecer, los colonos no tenían ningún contacto con los palestinos de alrededor. Los habitantes árabes de Israel estaban marcados como terroristas, que tenían la intención de matar a los colonos judíos, y que por lo tanto había que evitar a toda costa.
Por desgracia, estos estereotipos resuenan como verdades indiscutibles en Estados Unidos, que respalda oficialmente la guerra de desgaste de Israel contra el pueblo palestino. Recientemente se aprobó una ley en Illinois que considera ilegales las inversiones en fondos de pensiones en organizaciones que apoyen al movimiento Boicot, Sanciones y Desinversiones (BDS).
Del mismo modo que ocurre en Estados Unidos, por motivos raciales, culturales, por prejuicios religiosos, se dictan normas sociales injustas en Israel, que determinar las políticas represivas de su Gobierno. El resultado: los judíos celebran y legalizan su superioridad étnica y creer tener derecho moral para discriminar a los palestinos.
Dándose de bruces con la realidad
Cuando Lia Tarachansky era una colono sionista, se identificaba con los judíos israelíes. En lugar de condenar su comportamiento, observaba y trataba de entender su transformación personal, y la de otros israelíes que trataban de desentrañar las premisas dadas por sentado, que sin embargo eran falsas. El documental de Tarachansky refleja la lucha de esas personas que tratan de hacer frente, de manera honesta, a la Nakba. Esta capacidad de pensamiento crítico y reflexión es lo que permite a Tarachansky mostrar de manera convincente cómo y por qué los sionistas se han encerrado en su propia prisión, forjada por ellos mismos.
Como ella explica, el documental está rodado desde el punto de vista del retorno, un retorno a la cordura.
El documental empieza un tranquilo 15 de mayo, Día de la Independencia, con sus fuegos artificiales sobre el cielo nocturno y con Eitan Bronstein de Zochrot ( una ONG dedicada al descubrimiento de la verdad y la sensibilización sobre la Nakba) colocando carteles y repartiendo propaganda, en la que aparece un árabe con una llave intentado abrir la puerta de su antigua casa.
Y como contrapunto, en lo que algunos ven una amenaza mortal, una mujer israelí proclama con orgullo: “Soy racista”. Y esta mujer le dice a Bronstein: “Es una lástima que todavía gente como usted siga con vida”.
Lo que hace Bronstein no está muy bien visto en Israel. Es una lucha contra una opinión pública muy extendida, y contra un Gobierno que promulga leyes para tratar de ocultar la verdadera historia de la Nakba, y los intentos de lavar la cara ante los pecados de Israel. Una propuesta de ley que quiere convertir en ilegal estar de luto el Día de la Independencia. De modo que lo que hace Bronstein es considerado un crimen. Es una ley antidemocrática, racista, discriminatoria, pero se ha levantado alguna voz en contra: Dov Yermiyah, miembro de la Knéset (Parlamento de Israel) mostró su oposición a la aprobación de esta ley, que finalmente fue aprobada por 37 votos contra 25. La mayoría de los 48 miembros de la oposición no votaron en contra, sino que simplemente se abstuvieron.
Ir en contra de una sociedad no es fácil, incluso contra una sociedad que toma medidas inmorales. Pero siempre hay alguien que resiste: en el documental de Tarachansky aparece también Tikva Honig-Parnass. Criado en el seno de una comunidad judía de Palestina, Honig-Parnass luchó en la guerra de 1948 y más tarde ocupó el cargo de Secretaria del Partido Unificado de los Trabajadores en la Knéset (1951-54). Desde entonces, ha desempeñado un activo papel en los movimientos en contra de la segunda fase de la ocupación, que comenzó en 1967, así como en la defensa de los derechos nacionales de los palestinos.
En el documental de Tarachansky, Honig-Parnass visita el pueblo en el que participó en su destrucción. Ahora se encuentra en esa lucha personal para superar la negación. Tikva explica por qué ella y sus compañeros se creyeron las mentiras que les contaban sus líderes en 1948. El alcalde del asentamiento de Kedumin, Shosgana Shilo, dice en el documental : “Una tierra vacía. Sólo árabes y malaria”.
Dicen algunos que la causa era justa, pero los judíos eran una minoría en Palestina en 1948. La mayoría comenzó a llegar en 1948 tras las purgas. Por otro lado, los angloamericanos repartieron Palestina sin consultar previamente con la mayoría de los palestinos, y los que fueron consultados rechazaron el plan. Aunque no se puso en práctica el plan de la ONU, como explica Gary Leech: “La población judía de Palestina anunció unilateralmente la creación del Estado de Israel el 14 de mayo de 1948” (1).
“A finales de 1949, Israel ya había destruido más de 400 pueblos palestinos, matado a miles de civiles y otros muchos habían sido desplazados, que acabaron en campos de refugiados en los países árabes vecinos. En otras palabras, el pueblo judío, que acababa de sufrir los horrores del Holocausto, estaba llevando a cabo, según Pappe, la limpieza étnica del pueblo palestino”, dice Leech.
“No nos importaba dónde se iban. Váyanse a Gaza, les decíamos mientras les expulsábamos”, dice un veterano que luchó en el Palmaj. En referencia a la masacre de Burayr, un pueblo situado al sur del país, dice: “En aquel pueblo matamos a 70 personas”.
Haciendo frente a los hechos
Lia Tarachansky comenzó su investigación sobre la Nakba después de que madre se volviese a casar y la familia se trasladase a Ottawa, Canadá, cuando Lia tenía 16 años. En Canadá, a una gran distancia de los asentamientos y la sociedad cerrada de Israel, comenzó su completa transformación personal. Conoció allí a estudiantes judíos antisionistas, leyó muchos libros, incluyendo el de Ilan Pappe sobre la limpieza étnica de Palestina, y como dijo Sarah Levy en una entrevista, “se encontró por primera vez con un palestino” (2).
“Una de las cosas que más que conmovieron fue cuando tuve por primera vez una conversación con un palestino. Eso fue en la Universidad de Canadá. Estaba de pie en algún lugar de la Facultad, y se me acercó pidiéndome mi dirección. Empezamos a hablar y me dijo que yo tenía un acusado acento. Me preguntó de dónde era, y le dije que de Israel. Él, amablemente, me contestó que era palestino”.
“Así que me pidió mi dirección y luego se fue. Y a medida que se alejaba me di cuenta de que había sujetado mi bolso con algo más de fuerza, que todo mi cuerpo estaba en tensión, y que tardé un par de minutos en calmarme, después de haberme sentido aterrorizada como nunca en mi vida. Pero después de ese breve encuentro me di cuenta de que aún sabiendo que yo era israelí, y de que él me dijera que era palestino, no trató de matarme. Fue algo revolucionario para mí, porque durante toda mi vida me habían dicho que los palestinos eran gente descerebrada, sin emociones, primitiva, antisemitas que sólo pretendían matar judíos. Y ahí estaba ese amable chico, sensato, que, sin embargo, era palestino.
“Sé que esto suena mal, pero para mí era algo que no encajaba en todo lo que había conocido hasta entonces. Así comenzó un violento proceso de lucha contra todos los mitos que yo pensaba eran ciertos sobre el conflicto”.
Mientras estudiaba en la Universidad de Guelph, Tarachansky leyó el libro de Stanley Cohen “Estados de negación: ensayo sobre atrocidades y sufrimiento”. A medida que se fue concienciando, cambió su trayectoria profesional, y de la Medicina pasó a ejercer el Periodismo, y finalmente consiguió un empleo en The Real News Network. Trabajó como corresponsal en Israel y Palestina, y allí, como parte de su trabajo, se dedicó a la investigación. Consultó archivos, mapas, se interesó por la ubicación de pueblos que habían sido abandonados y destruidos durante la Nakba. Habló con veteranos de las expulsiones de 1948, uno de los cuales, Amnón Noiman, se entrevistó durante un período de 4 años para la realización del documental.
Noiman es el protagonista del documental. Es un octogenario con buen humor, que todavía se pregunta si su matrimonio con una duración ya de 56 años, puede continuar. Es inteligente y ameno, pero atormentado. Se enfrenta a aquellos sucesos, y junto a Tarachansky visita los lugares donde él y la Palmaj ( fuerzas de choque de la Haganá) mataron a miles de personas y otras muchas fueron expulsadas, quemando luego sus tierras.
“ Es algo que no puedo olvidar. Salieron corriendo y les disparamos… Tenía 19 años. Era un inconsciente. Por eso estoy tan atormentado, y porque siempre habrá jóvenes de 19 años…”.
Cuando los árabes volvieron para podar sus vides con sus familias, tierras que venían cultivando desde hace siglos, las milicias sionistas les emboscaron y dispararon contra ellos.
“La mayoría de aquellas gentes fueron abandonadas a su suerte, porque después de aquellas masacres y de disparar a unas cuantas personas en la cabeza… no es necesario insistir para que la gente huya”, dice Eitan Bronstein.
“El principal proyecto desde el año 1948 es el de cerrar la puerta y evitar su regreso. La Nakba tiene como objetivo central el impedir el regreso. Y desde entonces hemos impedido y negado el derecho al retorno”.
“Sin comprender lo que pasó en 1948, simplemente no se puede entender el lugar donde uno vive, y nosotros los israelíes no tenemos ni idea del conflicto en el que vivimos”.
Los palestinos fueron expulsados de sus tierras, en las que habían vivido durante miles de años, y en las que los judíos se asentaron. Mientras que el documental no trata tanto de los palestinos como del autoengaño en el que incurren y pervierte la conciencia colectiva de los israelíes, sí incluye la visión de Khalil Abu Hamdeh, cuyos abuelos fueron expulsados en 1948. Aquellas familias están viviendo desde entonces en Cisjordania, bajo el yugo de la ocupación israelí.
Hamdeh pudo participar en el documental de Tarachansky después de que éste consiguiese permiso para abandonar el campo de refugiados de Asqar donde vive, cerca de la ciudad norteña de Nablus, en Cisjordania. El campamento se parece a un zona bombardeada de Belfast, con niños escuálidos jugando entre los escombros, Juntos visitan Qaqun, el pueblo de donde huyeron sus abuelos. Qaqum es ahora Parque Nacional. El pueblo de su abuelo, cerca de Jaffa, fue arrasado.
“¿Cómo es posible que tres años después del Holocausto del pueblo judío, éste mate, robe, y cometa otras atrocidades?”, pregunta Tarachansky a uno de los veteranos.
Hohig-Parnass responde: “Es un error pensar que una experiencia personal, como la pérdida de la familia en el Holocausto, sirva para tener una visión más humanitaria del mundo. Todo lo contrario, no es la experiencia personal lo que nos mueve, sino la ideología que utilizamos para interpretarla”.
El documental recorre el período de tiempo de un año, y termina con Eitan Bronstein en su protesta del Día de la Independencia de Israel. La Policía vigila detenidamente, ya que está dispuesta a distribuir folletos con los nombres de las aldeas destruidas durante la Nakba. Los policías dicen que se trata de materiales que alteran la paz.
Un soldado que observa el alboroto que se está formando se acerca y dirigiéndose a la cámara dice: “Tiene usted suerte de que la Policía esté aquí, pues de tener la oportunidad nos gustaría darle un tiro”.
Los policías sonríen.
Lia Tarachansky, que fue colona en la Cisjordania ocupada,
observa la amnesia colectiva de los israelíes
sobre los sucesos de 1948, año en el que surge el Estado de Israel
y la mayor parte de los palestinos se convirtieron en refugiados.
Sigue el proceso de transformación de los veteranos,
de aquellos que intentan evitar que se niegue la realidad de una guerra
que cambió aquella región para siempre.
Tarachansky vuelve con su cámara al mismo lugar donde ya
vive una nueva generación, todavía entre muros y aislada
de su alrededor.
Intentando aportar luz sobre uno de los mayores tabúes de la sociedad israelí,
la reciben con desaire y violencia.
Hace poco tuve la oportunidad de entrevistar a Lia Tarachansky. Ya nos conocíamos. Lia contribuyó con un poema a una antología, Con los ojos bien abiertos: Poemas del Nuevo Siglo Americano (3). Su poesía, a igual que sus documentales, muestran las contradicciones de la sociedad israelí. Antes de comenzar la entrevista, me gustaría reproducir el poema que escribió sobre la Nakba:
La esposa del acusado
La esposa del acusado tiene 23 años. Está embarazada de ocho meses. Todavía tiene espinillas en la cara. Está muy pálida. Pone el codo en ángulo recto contra su espalda. Como si de una vieja se tratara. El día en que su marido desapareció, ella también abandonó la casa.
Conoce muy bien cómo actúa el ejército. No quiere morir cuando vayan a demoler su casa.
Sobre ella no recaen cargos, ni hay orden judicial, Vinieron con mazos y lo rompieron todo.
Va a casa de sus padres. La noche siguiente vinieron con perros. Y con mazos. Y la emprendieron con lo que quedaba. Después vino un vehículo del ejército a casa de sus padres y se la llevaron.
Se dirigieron a su casa y la vigilaron. Después volaron su vivienda, y les obligaron a verlo.
A la esposa del acusado y su hijo todavía no nacido.
Douglas Valentine (DV): Hola Lia. Muchas gracias por responder a algunas preguntas sobre un tema muy complejo. En una reciente entrevista usted dijo que el último ataque contra Gaza sacó del armario a muchos fascistas. ¿Cómo se manifiesta el fascismo en Israel? ¿Es la ley de la Nakba una manifestación del fascismo y el racismo israelí?
Lia Tarachansky (LT): El fascismo en Israel es complejo y se manifiesta de muchas formas diferentes. A principios del siglo XX, el fascismo se mostró como un movimiento social que obligaba a todos a someterse a una misma forma de pensar. Israel no es un Estado fascista porque no ejerce mucha presión sobre los judíos israelíes para que estos acepten lo que se les dice. Es fácil adoctrinar a un pueblo que está dispuesto a ser adoctrinado. Cada uno de los judíos israelíes forma parte del Ejército, o al menos conoce a alguien que está en el Ejército, de modo que las actuaciones del Ejército se consideran legítimas y lejos de toda crítica, y, consecuentemente, también las políticas llevadas a cabo por la cúpula militar. Esta doctrina se cuela por todas partes, tantos en los medios de comunicación como en las escuelas. Todo ello lleva a una ignorancia colectiva por parte de los israelíes, justificando la realidad y ocultando la situación de los palestinos. También juega un papel muy importante la negación colectiva… En este ambiente es fácil que surjan movimientos fascistas, como ya hemos visto, y que se han dado a lo largo de la historia de Israel y ahora cada vez con más fuerza. Durante el ataque a Gaza de este verano, vimos a gente atacando a cualquiera que hablase árabe o a cualquier árabe que apareciese por las calles de Jerusalén, con las turbas corriendo por las calles, tanto en Jerusalén como en Tel Aviv, gritando “Muerte a los árabes” y “Convirtamos a Gaza en un cementerio”, como se puede haber visto en las noticias de The Real News Network. Estas personas creen que Israel es un Estado judío y que sólo debe ser para los judíos, y cualquiera que sea diferente debe ser silenciado, y , si es necesario, por la fuerza. No echo la culpa sólo a unos pocos radicales, sino que hablo directamente del Primer Ministro, que incita y permite que los políticos de su Gobierno inciten a las masas a actuar de esa manera. Además, desde la esencia misma del Sionismo, nunca se ha definido qué significa un Estado judío: ¿Un Estado religioso judío? ¿En Estado judío en su mayoría? ¿Un Estado sólo para los judíos? Estas ambigüedades son las que permiten todo tipo de interpretaciones, incluyendo las fascistas.
DV: ¿Qué es exactamente la Ley de la Nakba?
LT: La Ley de la Nakba es una propuesta del año 2009, y en su versión más diluida, de 2011. Esencialmente esta ley prohíbe a cualquier organización que destine parte de su presupuesto ( tales como fondos, centros comunitarios o escuelas) a la celebración de la Nakba en el Día de la Independencia de Israel. De hacerlo, sus presupuestos quedarían recortados en una cierta cantidad. El principal impacto que esta ley tiene no es tanto el económico que pueda suponer, sino el efecto de enfriamiento entre la población de Palestina (el 20%) y otros ciudadanos de Israel para conmemorar aquella tragedia que se inició en 1948, cuando dos tercios de los palestinos que vivían en esta tierra se vieron obligados a abandonar. Se ha criminalizado la historia y el dolor de los sobrevivientes y supone el envío de un mensaje claro de que sólo una versión de la historia es la legítima: la versión del vencedor.
DV: ¿Cómo es la vida en los asentamientos judíos en la Cisjordania ocupada, en contraposición a la vida en los campos de refugiados palestinos?
LT: Vivir en un asentamiento israelí en Cisjordania es como vivir en cualquier suburbio estadounidense. La ciudad está estructurada como los suburbios estadounidenses y sirve como una ciudad dormitorio para las personas que trabajan en el centro del país y quieren una amplia zona de expansión, de la que no podrían disfrutar de vivir más cerca de su lugar de trabajo. Hay muchos puestos de trabajo en los propios asentamientos, a excepción de los nueve parques industriales ( que en su mayoría están atendidos por los palestinos de Cisjordania). Estos barrios privados están rodeados por vallas y muros, con numerosos puestos de control, con la presencia de los militares, lo que crea una burbuja de feliz ignorancia en el entorno. Hasta que me fui de este lugar no conocí los nombres de los pueblos palestinos del entorno de Ariel, y, por supuesto, nunca conocí a nadie de allí. Fui criada haciéndonos creer que estábamos defendiéndonos de sus habitantes no naturales, los enemigos, y que todas las comunidades palestinas eran algo peligroso y extraño. No puedo decir cómo es la vida en los campos de refugiados, ya que yo vengo de una familia judía privilegiada, y sólo puede conocerla por las informaciones que me dan las visitas y los amigos de los campamentos de refugiados palestinos, pero puedo asegurar que la vida es muy dura. En esencia, los mismos territorios que fueron asignados por la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en Oriente Próximo (UNRWA), tanto en 1948 como en 1967, son los ahora existentes. El campo de refugiados de Balata, en Nablus, al norte de Cisjordania, tiene, por ejemplo, un kilómetro cuadrado. Ya son tres generaciones las que viven en estas precarias condiciones, donde las calles son más bien callejuelas. Estos campos tienen un acceso limitado a la electricidad y están atrapados en un limbo legal respecto a sus derechos, de modo que quedan en una situación de inseguridad.
DV: ¿Cómo se ganan los palestinos la vida en Israel?
Alrededor de un cuarto de millón de palestinos trabaja en Israel. Muchos reciben permisos de la Administración israelí que se hace cargo de la Ribera Occidental (Cisjordania), conocida como la COGAT. Este organismo trabaja con diversas agencias de seguridad de Israel para decidir a quién dar permisos y a quiénes denegárselo. Los primeros en la lista de las denegaciones de permisos de trabajo son aquellos cuyas viviendas han sido demolidas o cuyos familiares han sido asesinados por las fuerzas israelíes, ya que “existe mayor riesgo de venganza”, de acuerdo con las normas de la COGAT. La mayoría, por tanto, tienen que aceptar un trabajo precario o no tienen permiso. Esto demuestra dos cosas. La primera es que los muros de seguridad o los muros de segregación no han impedido los ataques suicidas, como afirma el Gobierno israelí, porque si cualquiera puede colarse, también lo harán los terroristas. Esto viene a demostrar que el muro lo que viene a hacer es asegurar la apropiación de tierras por parte de Israel, como lo atestigua su recorrido por Cisjordania, que no va a lo largo de la Línea Verde anterior a 1967. Lo segundo que demuestra, es que la gran mayoría de los palestinos simplemente quieren vivir con dignidad, ganar para vivir y criar a sus hijos, algo que debe dar esperanza a la gente de Israel.
La mayoría de los palestinos que trabajan en Israel lo hacen en la construcción o en los puestos más bajos de la Industria de servicios, tales como lavar platos o limpiar. Abandonan Cisjordania durante toda la semana, durmiendo en el propio lugar de trabajo o en apartamentos alquilados por tres o cuatro personas, para luego regresar con sus familias los fines de semana y aportar el dinero que les permita la subsistencia. Hay que añadir que según los Acuerdos de Oslo, si Israel recauda los impuestos de estos trabajadores tendría que transferirlos posteriormente a la Autoridad Palestina para ser devueltos a los trabajadores, pero esto es algo que nunca se ha hecho, por lo que se puede asegurar que estos trabajadores pagan los impuestos en Israel, aunque no sean ciudadanos de Israel, no beneficiándose de ningún servicio por el pago de los impuestos, que en buena parte sirven para el pago de las infraestructuras de la ocupación.
DV: ¿Hay razones económicas para la opresión de los palestinos? ¿No sirven como mano de obra barata para los israelíes?
LT: Sí, esta es una de las razones principales. Pero como hemos podido observar desde la Segunda Intifada, también pueden ser fácilmente sustituidos por trabajadores emigrantes procedentes de Asia y Europa del Este. El beneficio económico responde a una serie de complejas razones. En primer lugar, los palestinos son un mercado cautivo de muchos productos israelíes, tanto en Cisjordania como en Gaza. En segundo lugar, la principal Industria de Israel es la armamentística, que tiene la ventaja de que se puede probar en la población palestina su efectividad, tecnologías desarrolladas para la Seguridad de la Patria, y que Israel luego exporta al resto del mundo; sistemas de vigilancia de alta tecnología y herramientas de recopilación de datos desarrolladas por las agencias de inteligencia israelíes, para el control de la población palestina, que luego venden al resto del mundo.
Estas son sólo dos maneras mediante las cuales Israel se beneficia de la ocupación. Para saber más sobre la cuestión económica de la ocupación, le recomiendo el trabajo de Shir Hever, que escribió Economía política de la ocupación de Israel, que recoge datos del centro de investigación Al Shabaka o de los trabajos del Dr. Neve Gordon, cuya página web http://israelsoccupation.info dispone de una gran cantidad de información.
DV: ¿Cree que el movimiento BDS ayudará a que Israel modere sus políticas de opresión hacia los palestinos?
LT: No lo sé, pero creo que las tácticas utilizadas hasta ahora no han creado las condiciones para que los israelíes se sienten en la mesa de negociaciones con otro talante distinto del que han exhibido hasta ahora. Tal vez sirvan como medidas de presión para avanzar en el mismo sentido que en la Sudáfrica del Apartheid, pero espero que lo que pudiera ocurrir después sea mucho más positivo que lo que les ha pasado a ellos.
DV: Israel debiera devolver a los palestinos todo lo que les ha robado. ¿Cuál cree que es la solución a este problema?
LV: No creo que se pueda simplificar el conflicto en estos términos, pero hay bastantes soluciones sobre la mesa. Como seguro que usted ya conoce, la solución no es la de los dos Estados, sino un solo Estado, y más concretamente lo que se denomina la Solución Suiza: una federación o confederación multinacional. Me asusta ese tipo de pensamiento que cree que cada problema tiene una única solución, o que todo lo que de destroza puede rehacerse de nuevo. Creo que el trabajo que tenemos que hacer para reparar el gran daño que hemos causado será una obra de varias generaciones y extremadamente compleja, pero, evidentemente, el primer paso es el de la igualdad, desde el río hasta el mar.
DV: ¿Nunca a los palestinos se les permitirá regresar a sus hogares?
LT: No sé lo que pasará en el futuro, pero creo que cualquier solución que no contemple el problema de los refugiados palestinos será rechazada por las autoridades palestinas, si es que desean sobrevivir al apretón de manos de llegarse a un acuerdo.
DV: Hay una guerra de información de la que depende el apoyo internacional a Israel. ¿Cómo se las arregla Israel para quedar como la víctima cuando es sin lugar a dudas el que agrede y aplica políticas racistas?
LT: Creo que Israel se encuentra en un contexto diferente al de los regímenes coloniales en África, en el sentido de que se ha creado a causa de la opresión. De no ser por el antisemitismo europeo, Israel no existiría. Se creó como resultado de los crímenes cometidos contra el pueblo judío, lo que ha dado lugar a un sentimiento de victimización en la psique colectiva, que va a tardar varias décadas en desaparecer. Esto, sin embargo, es algo independiente de las políticas de Israel. El Gobierno de Israel juega con esta psique colectiva, creando un estado de conciencia, tanto en Israel como en el exterior, para así conseguir el apoyo en otros países. Lo más importante, sin embargo, es que Israel sirve como un laboratorio para sus amigos, y su hundimiento ( fruto de su política racista y agresiva a la que he aludido) será el final para ambos de ese largo experimento colonialista, y también de la idea de que no se puede mantener un Estado para un grupo a expensas de otro. Sería una Etnocracia, según el término definido por Oren Yiftachel, el Estado definido por Israel, que es el tipo de Estado que muchos europeos quisieran para su país. De momento sólo estamos viendo esta batalla en el laboratorio israelí, donde hay muchas víctimas, como los palestinos, pero también están los refugiados africanos, los trabajadores emigrantes… A los judíos israelíes se les incita en contra de una sociedad multicultural, en contra de los valores de la Democracia y de una guerra no perpetua.
DV: A las personas que apoyan el movimiento BDS se les calumnia muy a menudo como antisemitas. ¿Forma parte de la política de Israel, no declarada, de calumniar públicamente como antisemita a todo aquel que critique sus políticas?
LT: No sé lo que el Gobierno de Israel hace de forma intencionada o no, pero es perversión del verdadero antisemitismo afirmar que las críticas al Estado de Israel es una forma de antisemitismo. Creo que nos intentan ocultar el verdadero antisemitismo, y en mi opinión este tipo de perversión es muy peligrosa.
DV: En un intento de limitar la libertad de expresión a los ciudadanos estadounidenses, los representantes de Illinois votaron de forma unánime para que los fondos de pensiones estatales no participasen en el movimiento BDS. El Congreso de Estados Unidos envía todos los años 3000 millones de dólares a Israel, pese a las objeciones de un creciente número de estadounidenses. ¿Cómo se las apaña Israel para obtener siempre el apoyo incondicional de Estados Unidos y de Canadá?
LV: Creo que usted debiera hacer pregunta a los periodistas estadounidenses y canadienses para que le diesen razón de ello.
DV: Usted ha hecho varias giras por Estados Unidos, Canadá, Europa e Israel para presentar su documental. ¿Cómo ha sido recibido? ¿Por qué son distintas las reacciones según la región en la que lo ha presentado? ¿Son conscientes de la Nakba los no israelíes? ¿Se preocupan de ello?
LT: He sido muy afortunado por haber podido proyecto mi documental en Europa, Canadá y Estados Unidos, así como en Israel y Palestina, y puedo decir que ha sido muy bien recibido. La mayoría de la gente que ha visto el documental reflexiona, que es lo que todo cineasta desea del público. Para muchos personas no resulta cómoda, ya que refleja una realidad de Israel que muchos no desean, o bien no quieren ver. He hecho todos los esfuerzos posibles para comunicarme con aquellas personas a las que les resulta incómodo lo que se dice en el documental, pero resulta difícil comunicarse con tantas personas a la vez. Invito a la gente a que intente ver la realidad por sí mismos, y espero que este documental les ayude, en la medida de lo posible, y comprendan lo que ven.
DV: ¿Cuándo se podrá comprar su documental en DVD, Al borde de la carretera?
LT: Este verano. Invito a los lectores a que lo adquieren en www.naretivproductions.com, donde aparece la fecha exacta del lanzamiento.
DV: ¿Está trabajando en algún nuevo proyecto? ¿Quizás otro documental?
LT: Sí, he terminado otro documental con el periodista canadiense Jesse Freeston. Les invitamos a que lean la información de nuestro sitio web. Se titula Etnocracia en la Tierra Prometida: los refugiados africanos de Israel, y como el título dice, perfila el tipo de Estado que es Israel y por qué niega asilo a aquellos que nunca han estado en conflicto con él y buscan refugio huyendo de las guerras y el hambre. El documental es un encargo de la televisión TeleSUR, que se proyectará en inglés y en castellano este verano.
DV: Muchas gracias
LT: Es usted muy amable.
1.- Gary Leech, Por qué Israel no debe existir.
2.- Desligitimar el Sionismo, dice la cineasta Israelí.
Douglas Valentine es autor de The Hotel Tacloban. Su primer libro de poesía es A Crow’s Dream (Oliver Open Press), publicado recientemente. Puede ponerse en contacto con él en: dougvalentine77@gmail.com. Otros artículos de Douglas en Dissident Voice, o visite su página web.
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