Olvídese de Irán, el arma nuclear de Israel apunta directamente a la cabeza de Obama
por Jonathan Cook, 10 de septiembre de 2012
Se trata posiblemente de uno de los mayores mitos políticos de Estados Unidos, repetido hasta la saciedad por los candidatos presidenciales en sus campañas electorales. El Presidente Barack Obama ha dicho que Estados Unidos goza de un vínculo especial con Israel que lo diferencia de sus relaciones con cualquier otro país. Lo ha llamado amistad “inquebrantable, duradera y única”, “ anclada en intereses comunes y en valores profundamente arraigados”.
Su rival republicano, Mitt Romney ha ido incluso más allá, con el argumento de que no hay “ni un milímetro de diferencia entre nosotros y nuestro aliado Israel”. En un reciente anuncio de Romney en las elecciones, en el que destacaba su visita durante el verano a Israel, ensalzó la “la relación querida y profunda”.
Si bien tales declaraciones aparentan un consenso de Washington, la realidad es que tal amistad no es más que un sonoro cuento de hadas. Se ha propagado entre la clase política para ocultar una sospecha, y abundantes ejemplos de duplicidad y traición, que ha marcado tal relación desde la fundación de Israel.
Los políticos prefieren jurar amor eterno a Israel y entregan miles de millones de dólares anuales en ayuda, pero los organismos de seguridad de los Estados Unidos, por lo menos en privado, siempre han considerado a Israel como una pareja infiel.
La desconfianza entre ambos ha sido particularmente difícil de ocultar en el asunto de Irán. Israel ha estado ejerciendo una presión implacable sobre Washington, al parecer con la esperanza de que apoyase un ataque contra Irán, para detener lo que Israel afirma que es un intento de Irán para construir un arma nuclear, ocultado bajo su programa de producción de energía para usos civiles.
Mientras que las informaciones se centraban en la enemistad personal entre Obama y el Primer Ministro israelí Benjamín Netanyahu, lo cierto es que las autoridades estadounidenses están en profundo desacuerdo con Israel sobre esta cuestión.
El conflicto ha estallado recientemente cuando salieron a la luz pública informes de que el Pentágono había reducido el número de efectivos en las maniobras militares conjuntas, Austere Challenge, que habían sido anunciadas como las más importantes y más grandes de las jamás realizadas por los dos países.
El objetivo de las maniobras era poner a prueba las defensas antimisiles de Israel en caso de represalias por parte de los iraníes, posiblemente el mayor temor de Israel a lanzar un ataque por su cuenta y riesgo. Uno de los principales mecanismos de defensa que tiene el Pentágono en Israel es el radar de banda X, pero que está operado únicamente por un equipo de Estados Unidos, y es el que proporcionaría a Israel una alerta temprana de la presencia de misiles iraníes.
Un alto oficial del ejército israelí dijo a la revista Time de forma escueta el motivo por el cual el Pentágono se había repensado las maniobras conjuntas: “No confío en ti”.
Pero las discordias entre los dos aliados “inquebrantables” no se limitan al asunto de Irán. La antipatía ha sido la norma durante décadas. Este verano, agentes y ex-agentes de la CIA admitieron que los organismos de seguridad de los Estados Unidos siempre han considerado a Israel como su principal amenaza de contraespionaje en Oriente Medio.
El espía más famoso que trabajó en nombre de Israel fue Jonathan Pollard, un oficial de la inteligencia naval que pasó miles de documentos clasificados a Israel en la década de 1980. Las reiteradas peticiones de Israel para su liberación han sido un motivo de discordia con el Pentágono, sobre todos porque los funcionarios de defensa no consideran sinceras las promesas de Israel de que nunca más espiará en territorio de Estados Unidos.
Al menos dos espías más han sido identificados en los últimos años. En 2008, un ex ingeniero del ejército de Estados Unidos, Ben-Ami Kadish, admitió que había permitido a agentes israelíes fotografiar documentos secretos sobre aviones de combate estadounidenses y de armas nucleares en la década de 1980. Y en 2006, Lawrence Franklin, un funcionario del Ministerio de Defensa de Estados Unidos, fue declarado culpable de pasar documentos clasificados sobre Irán a Israel.
De hecho, estas traiciones fueron asumidos por Washington desde el comienzo de la relación. En los primeros años de Israel, una base de Estados Unidos en Chipre vigilaba las actividades israelíes, y hoy en día las comunicaciones israelíes son interceptadas por un equipo de lingüistas hebreos situados en Fort Meade, Maryland.
Y en documentos divulgados este mes sobre la fuerza aérea israelí también se vela que Israel ha identificado los misteriosos aviones que sobrevolaron su territorio en la década de 1950, que serían los aviones estadounidenses de espionaje U-2.
En un estado de continua cautela por parte de Estados Unidos, Israel no está incluido en el círculo de países con los que Washington comparte información sensible. Los miembros del grupo “Eyes Five”, del que forman parte Estados Unidos, Gran Bretaña, Australia, Canadá y Nueva Zelanda, han prometido no espiar a los demás, una condición que Israel no ha cumplido de forma reiterada.
Incluso Israel ha suplantado la identidad de ciudadanos de estos países en operaciones del Mossad. Lo más destacable es que Israel ha utilizado pasaportes falsos para introducirse en territorio de Dubai en 2010 para asesinar al líder de Hamas Mahmoud Al Mabhouh.
Israel está lejos de ser un aliado de confianza de los Estados Unidos en su “guerra contra el terror”. Un ex agente de inteligencia dijo a Associated Press en julio que Israel tiene una clasificación inferior a Libia en la lista de países que ayudan en la lucha contra el terrorismo, elaborado por el Gobierno de Bush después de los sucesos de septiembre de 2001.
Entonces, ¿por qué hablar de un vínculo especial si la relación se caracteriza por una profunda desconfianza mutua?
Parte de la respuesta se encuentra en las tácticas intimidatorias del formidable lobby pro-Israel afincado en Washington. Thomas Friedman, columnista del New York Times, señala de la existencia de un número cada vez mayor de observadores el año pasado, cuando escribía que el Congreso de los Estados Unidos fue “comprado” por los lobbys proisraelíes.
Es un poder muy evidente, por ejemplo cuando la semana pasada, durante la Convención Nacional Demócrata se modificó su política designando a Jerusalén como capital de Israel, en oposición a la ley internacional y los deseos de los delegados.
Pero hay otras razones. Francis Perrin, director de la Agencia Atómica de Francia durante los años 1950 y 1960, cuando Francia estaba ayudando a Israel a desarrollar un arma nuclear en contra de los deseos de Estados Unidos, observó que las armas israelíes estaban realmente “ dirigidas contra los estadounidenses”.
No porque Israel quiera atacar a los Estados Unidos, sino porque se dieron cuenta de que una vez que poseyeran el único arsenal nuclear de Oriente Medio, los Estados Unidos no correrían el riesgo de atravesarse en su camino, por mucho que sus políticas fueran en contra de los intereses estadounidenses.
Por esta razón, y no otra, Israel está decidido a detener a cualquier país rival, incluido Irán, que trate de conseguir un arma nuclear que acabe con su monopolio nuclear.
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Una versión de este artículo apareció por primera vez en The National, Abu Dhabi.
Jonathan Cook es escritor y periodista que vive en Nararet, Israel. Sus últimos libros son Israel y el choque de civilizaciones; Iraq, Irán y el Plan para rehacer Oriente Medio ( Pluto Press) y La desaparición de Palestina: Israel experimenta la desesperación en humanos (Zed Books). Visite el sitio web de Jonathan: http://www.jkcook.net/
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Fuente: http://dissidentvoice.org/2012/09/the-myth-of-the-us-israel-special-bond
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