Nuevos estudios sobre los insecticidas neonicotinoides y las abejas

Por Dan Charles, 29 de junio de 2017

The Salt

Investigadores del Centro de Ecología e Hidrología en un cultivo de colza, en el Reino Unido. Imagen cortesía del Centro de Ecología e Hidrología.

En el debate mundial sobre los insecticidas neonicotinoides, la Empresa que fabrica la mayor parte de estos insecticidas está recurriendo a un argumento para defender su producto: que estas sustancias químicas, los comúnmente llamados “neónicos”, se han catalogado como perjudiciales por estudios que se han realizado en condiciones artificiales, mediante alimentación forzada en los laboratorios, en lugar de considerar las condiciones reales de los campos de cultivo. Esta Empresa, Bayer, afirma en su página web que “no se observaron efectos adversos en las colonias de abejas en los estudios de campo realizados en condiciones reales de exposición”.

Bayer tendrá a partir de ahora mayores dificultades para defender este argumento, aunque todavía dispone de otro argumento en la recámara.

Esta semana, la prestigiosa revista Science informa de los resultados del mayor estudio de campo que se ha llevado a cabo sobre las abejas y los insecticidas neonicotinoides, que suelen recubrir las semillas, por ejemplo del maíz y la soja antes de la siembra. Los científicos controlaron las abejas, tanto las abejas melíferas como dos tipos de abejas silvestres, en 33 lugares diferentes de Europa (Reino Unido, Alemania y Hungría). En cada uno de estos lugares, se colocaron las abejas cerca de campos de colza. En algunos de estos campos se habían empleado semillas tratadas con insecticidas neonicotinoides, junto con algún fungicida estándar. En otros campos sólo se habían utilizado semillas de colza tratadas con fungicidas.

En la mayor parte de estos sitios, sobre todo en Hungría y el Reino Unido, las abejas que se alimentan en los campos de colza con las semillas tratadas con insecticidas neonicotinoides corrieron peor suerte que aquellas que viven alrededor de los campos de colza de semillas no tratadas. Cuando las abejas se exposieron a los insecticidas neonicotinoides, las abejas melíferas y las abejas silvestres tuvieron más dificultades para reproducirse, y menos colonias de abejas sobrevivieron al invierno.

El científico que dirigió el experimento, Richard Pywell, del Centro de Ecología e Hidrología del Reino Unido, calificó los resultados como de “motivo de preocupación”.

Pero el estudio también descubrió un cuadro un tanto complicado, porque los resultados fueron muy diferentes en Alemania. Allí, las colonias de abejas parecían tener menos problemas a pesar de vivir cerca de campos de colza tratados con neonicotinoides. De hecho, las colonias de abejas cercanas a estos campos produjeron más huevos y más larvas, si bien menos colonias sobrevivieron al invierno, la diferencia no fue estadísticamente significativa.

Sin embargo, Pywell no parecía molesto por esta discrepancia en los resultados: “Creemos que este resultado es muy interesante, que esto puede explicar de algún modo la inconsistencia de los resultados de estudios anteriores”.

Aparentemente, las condiciones del ambiente local juegan un papel importante en si las abejas sufren daños por los insecticidas neonicotinoides: “Creemos que otros factores interactúan con la exposición a los neonicotinoides en los efectos perjudiciales sobre las abejas silvestres y las abejas melíferas”.

Pywell no sabe exactamente cuales son esos “otros factores”, su experimento no estableció como objetivo el examinarlos. Pero sí dio algunas pistas.

Las abejas melíferas de Alemania lograron encontrar una variedad mucho mayor de flores para alimentarse, mientras que en Hungría y el Reino Unido, del 40% al 50% del polen recogido por las abejas procede de las flores de colza; en Alemania sólo es del 10%. En Hungría, dice Pywell, las abejas están rodeadas de enormes campos de colza, y en el Reino Unido, “debido a la expansión de la agricultura industrial, se han perdido muchas de las flores silvestres, y prácticamente sólo quedan las flores de los cultivos en primavera”.

Además, las abejas melíferas de Alemania estaban relativamente libres de parásitos, en comparación con las abejas del Reino Unido y de Hungría.

Pywell sospecha que las abejas son muy vulnerables a los insecticidas neónicos cuando dependen de los cultivos tratados con estos insecticidas y cuando ya están muy debilitadas por las enfermedades.

Esto es lo que Jeffrey Donald, un portavoz de Bayer, dijo en un correo electrónico enviado a The Salt: “El estudio muestra que cuando las colmenas están sanas y relativamente libres de enfermedades y tienen acceso a diversas plantas, los insecticidas neónicos no representan un peligro para la salud de las colmenas”.

Curiosamente, este estudio estuvo financiado en parte por Bayer y otro fabricante de insecticidas neonicotinoides, Syngenta, pero Pywell dice que su equipo de investigadores “trabajó de forma muy independiente”.

En otro estudio de campo, también publicado esta semana en Science, un equipo canadiense de investigadores midió los niveles de insecticidas neonicotinoides a los que estaban expuestas las abejas en varios lugares de Ontario y Quebec. Compararon las colonias situadas cerca de los campos de maíz con las que estaban situadas más lejos.

La primera sorpresa fue que las abejas traían polen de campos contaminados con neonicotinoides durante la mayor parte de la temporada de cultivo, tres o cuatro meses. La siguiente sorpresa fue que la mayor parte del polen, el 99%, provenía de plantas silvestres, no del maíz o de la soja”, dijo Amro Zayed, profesor de Biología de la Universidad de York, en Toronto.

Zayed dice que, aparentemente, los residuos neónicos de los campos de cultivo se disuelven en las aguas subterráneas, y algunos son absorbidos por las raíces de las plantas silvestres.

Zayed y sus colegas no controlaron la salud de las abejas en el campo, pero trataron de replicar la exposición a los insecticidas neónicos que se produce en el campo con las abejas del laboratorio. Lo que encontraron: las abejas expuestas a los neonicotinoides no mantenían sus colmenas tan limpias y perdían sus reinas con mayor frecuencia.

Nigel Raine, especialista en abejas de la Universidad de Gueph, Ontario, dice que estos experimentos han ayudado a completar detalles de una imagen que los científicos aún no entienden del todo: “La historia de las abejas es complicada, pero todos estos estudios, considerados en su conjunto, nos dan las primeras evidencias de que puede haber un impacto medible en aspectos importantes del desarrollo de las colonias y supervivencia de éstas”.

El estudio europeo muestra lo complicado de este cuadro, que los insecticidas neonicotinoides afectan a las abejas, pero también revela la importancia de otros factores.

No debemos ocuparnos sólo de los insecticidas, que son parte del problema, pues si sólo no fijamos en eso y luego simplemente decimos ¡vale!, que el problema ya está arreglado, no creo que consigamos nada. Tenemos que ser claros sobre cómo influye el medio, tanto urbano como agrícola, y cómo un medio más natural favorece la biodiversidad y la salud de los polinizadores”.

Las Agencias de Regulación europeas han establecido una moratoria parcial sobre el uso de los insecticidas neonicotinoides.

En los Estados Unidos, la Agencia de Protección Ambiental (EPA) está examinando de cerca estos insecticidas, pero no ha propuesto ninguna nueva restricción en su empleo.

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