La “biosfera de guerra” de Gaza de la que ningún palestino puede escapar

Por Mark Zeitoun y Ghassan Abu Sitta, 27 de abril de 2018

The Conservation

Mohammed Saber / EPA

Gaza ha sido ocupada a menudo por su agua. Cada ejército que salía o entraba al desierto del Sinaí, ya fueran babilonios, el de Alejandro Magno, los otomanos o los británicos, han buscado este recurso allí. Pero hoy el agua de Gaza se encuentra totalmente contaminada y en una situación fuera de control. La combinación de los repetidos ataques de Israel y el cierra de sus fronteras por parte de Israel y Egipto, han dejado un territorio sin capacidad para procesar su agua y sus desechos. Cada gota de agua utilizada en Gaza, bien proceda de los inodoros o cargada de antibióticos, regresa al medio ambiente en un estado degradado.

Cuando un inodoro de un hospital se descarga, por ejemplo, se filtra sin tratamiento a través de las arenas del acuífero, donde se mezcla con las aguas cargadas de pesticidas, de metales pesados de la industria y la sal del océano. Después es de nuevo bombeada en los pozos municipales o privados, junto con la pequeña fracción de agua dulce que compran a Israel, y regresa por medio del agua corriente de las casas. Esto da como resultado una contaminación generalizada y un agua no potable, de la cual el 90% excede las pautas de salinidad y cloruro de las Organización Mundial de la Salud (OMS).

A la izquierda la Franja de Gaza; a la derecha los cultivos israelíes al otro lado del muro de separación. Google Maps.

Y las condiciones están empeorando debido a la aparición de las bacterias resistentes a los antibióticos (superbacterias). Estos microorganismos presentan resistencia a múltiples fármacos, debido a la excesiva prescripción de antibióticos por parte de los médicos en situaciones desesperadas al tratar a las víctimas de los ataques, aparentemente interminables. Cada infección que haya que tratar implica más probabilidades de sufrir más daños. Un peor acceso al agua potable significa que las infecciones se propagan con mayor rapidez; los insectos se extienden, se recetan más antibióticos y la víctimas cada vez se debilitan más.

  • Acuífero del OESTE: Israel 340 mcm/ año y Palestina22 mcm/año.

  • Acuífero NOROESTE: Israel103 mcm/ año, Palestina42 mcm/año.

  • Acuífero del ESTE: Israel40 mcm/año, Palestina 54 mcm/ año.

El resultado es lo que se denomina una ecología tóxica o “biosfera de guerra”, de la cual el el ciclo nocivo del agua es sólo una parte. La biosfera hace referencia a la interacción de todos los seres vivos con los recursos naturales que los sostienen. Pero las sanciones, el bloqueo y un estado permanente de guerra afecta a todos los recursos que la población necesita a medida que se contamina el agua, se contamina el aire, el suelo pierde su fertilidad y el ganado sucumbe a las enfermedades. La gente de Gaza que ha sobrevivido a los bombardeos o el fuego de los francotiradores no tiene escapatoria de esta biosfera.

Los cirujanos que atienden a los heridos de guerra, los antropólogos de la salud y los ingenieros del agua, y nosotros mismos, observamos que esta situación aparece cuando se prolongan los conflictos armados o las sanciones económicas, como los sistemas de agua de Basora y los sistema de salud en Irak o Siria. Ya es hora de acabar con esta situación.

Hay agua, pero sólo para algunos

Y no es que no haya agua cerca para aliviar la situación de Gaza. A sólo unos cientos de metros del muro de separación se encuentran los campos de cultivo de Israel que utilizan el agua dulce extraída del lago Tiberíades (Mar de Galilea), donde se desarrollan los productos destinados a los supermercados europeos. Como el lago se encuentra a unos 200 km al norte y a 200 metros por debajo del nivel del mar, se utiliza una gran cantidad de energía para bombear toda esa agua. El agua del lago también se encuentra en disputa feroz con el Líbano, Jordania, Siria y los palestinos de Cisjordania, cada uno de los cuales reclama sus derechos sobre la cuenca del río Jordán.

Mientras tanto, Israel desaliniza tanto agua de mar que los municipios la rechazan. El exceso de agua desalinizada se usa para el riego de los cultivos, y las autoridades del país están planeando usarla para rellenar el lago Tiberíades, algo un tanto extraño e irracional, considerando que el agua del lago continúa siendo extraída en otra dirección, hacia el desierto. Ahora hay tanta agua en Israel que algunos ingenieros israelíes pueden declarar que “hoy nadie en Israel experimenta escasez de agua”.

Pero no pueden decir lo mismo los palestinos, sobre todo los que están en la Franja de Gaza. De modo que allí la gente tiene que ingeniárselas con filtros o pequeñas desalinizadoras puestas debajo del fregadero o a nivel de todo un vecindario para tratar su agua. Pero estas fuentes no están reguladas, a menudo contienen gran cantidad de gérmenes, otra de las razones por las cuales a los niños se les prescriben tantos antibióticos, continuando así con el patrón de nuevos problemas de salud. Mientras tanto, los médicos, las enfermeras y los equipos de mantenimiento del agua, intentan hacer lo imposible con el mínimo equipamiento médico que tienen a su disposición.

En este momento, las aguas residuales están fluyendo hacia el Mar Mediterráneo en medio de la crisis eléctrica de la Franja de Gaza.

Las implicaciones para todos aquellos que invierten en proyectos relacionados con el agua y la salud en Gaza, destruidos repetidamente, son evidentes. Proporcionar más ambulancias o camiones cisterna puede funcionar cuando los conflictos están en su apogeo, pero no se trata nada más que de un parche. Sí, las cosas pueden mejorar a corto plazo, pero pronto Gaza necesitará la próxima generación de antibióticos al tener que vérselas con las superbacterias recubiertas de teflón.

Los donantes deben, en cambio, diseñar programas adaptados a la omnipresente e incesante biosfera de guerra. Esto significa capacitar a muchos más médicos y enfermeras, proporcionar más medicamentos y apoyo de infraestructura para los servicios de salud y agua. Y lo que es más importante, los donantes deberían construir una «cobertura» política para proteger sus inversiones (y a los niños), tal vez pidiendo a quienes destruyen las infraestructuras que paguen la factura de las reparaciones.

Y hay un mensaje aún más amplio para el resto de nosotros. Nuestra investigación muestra que la guerra es algo más que simples ejércitos y geopolítica: se extiende a través de ecosistemas enteros. Si se desterrara la ideología deshumanizadora que subyace en el conflicto, y si el exceso de agua se desviara a la gente en lugar de a los lagos, entonces los daños repetidos y fácilmente evitables sufridos por la población de Gaza pasarían a ser cosa del pasado. Los palestinos pronto encontrarían su biosfera mucho más saludable.

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