Biocombustibles y gastos no contabilizados

por C. Ford Runge

Yale Environment 360

Sábado, 20 de marzo de 2010

A pesar de todo lo que se ha dicho sobre la intensificación de cultivos para la producción de etanol, el perjuicio que causa en el ambiente y los problemas que crea a los pobres del mundo la administración Obama sigue respaldando las subvenciones y programas para que la mitad de la cosecha de maíz de Estados Unidos se utilice para su transformación en biocombustibles. Pues bien, los biocombustibles no son energía verde.

Es grande la evidencia de que el cultivo de maíz, de soja y otros cultivos alimentarios para la producción de etanol ejercen una pesada carga sobre el medio, aumentando el precio de los productos básicos en la alimentación, perjudicando a los que menos tienen. Hay un hecho sorprendente: este año, más de 1/3 de la cosecha récord de los 335 millones de toneladas de maíz se utilizarán para producir etanol. Es más, dentro de 5 años se prevé que el 50% de la cosecha de maíz de EE.UU se convertirá en biocarburantes.
Hay otro hecho preocupante. A pesar del alto déficit en EE.UU, y a pesar del apoyo que el presidente Obama ha dado a las energías renovables, también ha apostado por el etanol producido a partir de maíz, otorgando subsidios, manteniendo los precios, todo con la idea de que sigan alimentando a nuestros vehículos. A principios de febrero, el presidente lanzó nuevas iniciativas para impulsar la producción de etanol a partir de productos alimentarios y otros, siguiendo el mandato del Congreso, que pedía se triplicara la producción de biocombustibles a 36 millones de galones para 2022 (1 galón= 3,785 litros).

El Congreso y la administración Obama están pagando miles de millones de dólares a los productores de biocombustibles, previendo aumentar las subvenciones de forma gradual hasta 2022, o quizás hasta 2030. Los productores dicen que es una “energía verde”, pues nos hace menos dependientes de la utilización del petróleo, y también un impulso para los agricultores, pues obtienen precios más altos por sus productos agrícolas.
Sin embargo, si echamos un vistazo a su impacto en los productos alimentarios y el medio ambiente, produciendo una eutrofización del agua de nuestras zonas húmedas por la presencia de los fertilizantes, el monocultivo y las emisiones de gases de efecto invernadero, sugiere que lo vemos no tiene nada de verde. El Congreso y la Administración tienen que reconsiderar si están tirando el dinero de mala manera. El camino abierto por los biocombustibles demuestra que el pensamiento ecológico también va unido a un pensamiento más lógico.

Las inversiones en biocombustibles han crecido rápidamente en la última década, acelerándose sobre todo en los países en vías de desarrollo y en Brasil, cuando los precios del petróleo comenzaron a subir por encima de los 25 dólares el barril, alcanzando un máximo de 120 dólares por barril en el año 2008. Entre 2001 y 2008, la producción mundial de etanol se ha triplicado, pasando de los 4,9 millones de galones a 17 millones de galones, mientras que la producción de biodiésel ha aumentado de los 264 millones de litros a 2,9 millones de galones. Juntos, Los EE.UU y Brasil producen la mayor parte del etanol mundial. El biodiésel, otro de los biocombustibles, se produce principalmente en la Unión Europea, cinco veces más que en los EE.UU. En la Unión Europea, se prevé que aumente la producción de etanos y biodiésel a partir de las semillas de plantas oleaginosas, trigo y maíz, que desde un uso insignificante pasará a 21, 17 y 5 millones de toneladas en 2016, según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo.

¡Perdone, pero lo necesito para hacer funcionar mi coche!

EE.UU, que es un exportador de grano y semillas oleaginosas para la alimentación, aumenta su producción de biocombustibles incluso cuando la demanda mundial de alimentos sigue siendo muy alta, con los precios en aumento. El apoyo del Gobierno a la industria de los biocarburantes ha ido en aumento y actualmente se hace de forma masiva por un programa federal que puede ser positivo para los Estados agrícolas, pero negativo para el conjunto de los contribuyentes.

Estos apoyos mediante subsidios son un testimonio del poder de los grupos de presión y su influencia en el Congreso de los EE.UU. El nivel de precios alcanzado fomenta la producción de maíz y soja como materia prima, pero hay otras formas por las que el Gobierno es generoso: una de ellas son las llamadas “normas de combustibles renovables”. En los EE.UU, en 2007, la legislación energética planteaba una producción en biocarburantes de 36 millones de galones para el año 2022. Esto produjo la llegada de inversiones en estos combustibles, con una garantía de demanda segura, pero generando un exceso de oferta.

Por otra parte, están las ayudas directas a la producción de biocombustibles, que elevan los precios de las materias primas, con un aumento del precio del maíz, Se están pagando 45 centavos por galón de incentivo fiscal para el etanol, lo que equivale a 200 dólares por acre de tierra ( 0,40 hectáreas) , que ya no produce alimento, sino que llena los depósitos de los coches. También paga una cantidad de 1 dólar por galón a las plantas de biodiésel y etanol.

Por último, son 54 centavos por galón los aranceles que ponen a la importación de biocombustibles para proteger la producción nacional de la competencia, especialmente de Brasil, que lo obtiene a partir de la caña de azúcar (que es producido a menos costo que lo obtenido en EE.UU a partir del maíz). Estas subvenciones permiten a los productores de etanol pagar más por las material primas, lo que se observa en los precios registrados en 2008 para el maíz, la soja y el trigo. Todo indica que irá subiendo, de mantenerse los rendimientos actuales.

El rápido aumento de los precios de los cereales y semillas oleaginosas debido a la expansión de los biocarburante ha producido un shock en los consumidores de todo el mundo, especialmente durante 2008 y principios de 2009. De enero de 2005 a 2008, el precio mundial del trigo aumento un 143%, el maíz un 105%, el arroz un 154%, el azúcar un 118% y las semillas oleaginosas un 197%. En 2006-2007, este ritmo de crecimiento acelerado, según el Departamento de Agricultura de los EE.UU, es “debido a la continua demanda de biocombustibles y por la sequía en los países productores” El aumento en los precios desde entonces se ha moderado, pero muchos creen que puede ser algo temporal, habida cuenta de su mayor utilización en las producción de combustibles.

Es en los países pobres donde el aumento de los precios supone una amenaza directa a la renta de que se dispone y la seguridad alimentaria. La subida de los precios en estos países ha sido nefasta para los más de 1.000 millones de pobres, que padecen inseguridad alimentaria crónica. Los agricultores pobres de Bangladesh apenas obtienen para su subsistencia y no tienen ningún excedente de producción para vender, lo que indica que no se benefician de los precios más altos del maíz y el trigo. Y los habitantes de barrios pobres de Lagos, Calcuta, Manila o Ciudad de México, no producen alimentos y tienen que emplear hasta el 90% de sus ingresos para obtener alimentos.


Pero lo más preocupante de las recientes críticas que se han hecho de los biocombustibles se refieren a su impacto en el medio. En EE.UU, las enormes cantidades de agua que se necesitan para el proceso de transformación de lo granos o el azúcar en etanol, ya es un problema, pero también se gasta mucho en el riego de los cultivos. Sembrar maíz para producir etanol, según un estudio realizado en 2007 por la Academia Nacional de las Ciencias de EE.UU, consumo 200 veces más agua que la utilizada en el proceso de transformación del maíz en etanol.
Otro problema más grave puede surgir: la superficie cultivada de maíz, que se expandió más de un 15% en 2007 en respuesta a las demandas de etanol, requiere la utilización de fertilizantes, añadiendo nitrógeno y fósforo, que se filtra en lagos y ríos, entrando en la cuenca del río Mississippi. Se ha agravado por los sistemas empleados en los cultivos, que transportan el agua contaminada por medio de zanjas de drenaje hacia las cuencas hidrográficas locales. Como resultado, la presencia de nitrógeno y fósforo en el Mississippi y el Golfo de México fomenta el crecimiento de las algas, y los organismos presenten en el agua carecen del oxígeno necesario, provocando una rápida hipoxia, zona muerta, en el Golfo.

Todo ello para alimentar a la bestia de los biocombustibles. Un estudio de 2007 publicado en Science señalaba que sólo producir el 10% del combustible necesario en los EE.UU requeriría el cultivo del 43 % de las tierras cultivables. Nuevas tierras se pondrán en cultivo, provocando daños ambientales y favoreciendo la desaparición de bosques y otras tierras hasta ahora no utilizadas, al igual que en otras partes del mundo.

Otros dos estudios de 2008, se centraron en las emisiones de gases de efecto invernadero debido al uso de la tierra para la producción de biocombustibles. Si las selvas tropicales, las turberas, la sabana o las praderas se convierten en tierras productoras de biocombustibles, se va a producir un aumento neto de las emisiones de efecto invernadero.

Un tercer estudio del Premio nobel de Química Paul Crutzen de 2007, hizo hincapié en el impacto de las enormes cantidades de nitrógeno que harían falta para hacer crecer los cultivos de maíz y colza. El nitrógeno necesario para que crezcan los cultivos provoca una emisión de Óxido Nitroso a la atmósfera, un gas de efecto invernadero 296 veces más perjudicial que el CO2, contribuyendo más al calentamiento global que la utilización de los combustibles fósiles.

Así que visto lo visto, los biocombustibles más que un combustible verde es marrón. Es una ironía, pero lo que parecía una alternativa que daba recursos a los agricultores, se ha vuelto en contra de la mayoría.

Habría que congelar los excesos de inversión, reducir los créditos, sobre todo cuando el maíz tiene un precio alto, recortar las protecciones arancelarias, para fomentar una reducción de costes en los productores de los EE.UU. El alto coste humano y ambiental por la utilización del maíz, la soja y otros cultivos alimentarios para producir biocombustibles, debe llevar a los gobiernos al empleo de otras alternativas energéticas, renovables y sostenibles, como la eólica, la solar, o quizás los biocombustibles obtenidos a partir de algas, cultivadas en las plantas de tratamiento de residuos.

Sin embargo, lamentablemente, como ocurre en todos los ámbitos, los Gobiernos compensan la ineficiencia y buscan el fácil camino de una rentabilidad política.

http://axisoflogic.com/artman/publish/Article_58981.shtml