Washington y la Revolución cubana hoy: Balada de una política que no cesa (I)

Parte I: El mito del lobby de Miami

 por Ike Nahem, 22 de junio de 2012

 

 “ La Administración de Obama, en consonancia con el enfoque de la Administración de Bush, ha tomado la decisión política de subordinar la política exterior y las decisiones en función del interés nacional con respecto a su política hacia Cuba. Hay un bipartidismo entre los miembros del Congreso – demócratas y republicanos, Cámara y Senado – que representan a Florida, un Estado con muchos votos indecisos, que dan el voto electoral a uno u otro presidente. Estos individuos no sólo dan el voto, sino que consiguen financiación para las campañas electorales, y en general arman mucho ruido, y la combinación de todo eso ha hecho que la Casa Blanca esté convencida de que la reelección tiene prioridad por encima del establecimiento por parte de los Estados Unidos de una normalización de sus relaciones con Cuba, por ahora”.

  • Julia Sweig, Directora de Estudios latinoamericanos, Consejo estadounidense sobre relaciones internacionales

El continuismo en líneas generales de la política de Estados Unidos hacia Cuba bajo la Administración de Barack Obama, ha creado confusión y resulta algo enigmático para aquellos que se oponen a las sanciones de Estados Unidos. En la comunidad académica de Estados Unidos, entre los expertos y los medios de comunicación – que entran y salen muy a menudo de la Oficina del Gobierno – existe frustración, incluso una cierta vergüenza, por la condición de paria a que tiene sometido Washington a Cuba dentro de la América Latina e internacionalmente por los humillantes votos en la Naciones Unidas contra la política de Estados Unidos.

¿Por qué persiste esta guerra económica y política de Washington contra Cuba – la más larga sin cambios, ya en su sexta década, en la política exterior de la historia de Estados Unidos- ? ¿Por qué representa Cuba un papel tan importante en la política estadounidense? ¿Por qué Washington sigue con una política de aislamiento en los foros internacionales y regionales, sometiendo a políticos y diplomáticos estadounidenses a la burla y el desprecio? ( Las razones aducidas sobre la supuesta falta de Democracia y la violación de los derechos humanos en Cuba, indican desinformación, medias verdades, hipocresía y una selección arbitraria que no puede ser tomado en serio y debe ser rechazado de plano. Hablaré de forma extensa de la cuestión de la Democracia y los derechos humanos, las libertades civiles y la Revolución Cubana en la Parte III de este ensayo).

La explicación más común a todas estas preguntas se expresa en la cita de Julia Sweig, que abre este ensayo. ( Sweig es una erudita que forma parte del Establishment Council on Foreign Relations y Directora de Estudios Latinoamericanos. Es autora de un excelente libro Inside the Cuban Revolution, observadora muy informada y analista de la historia y política cubana. Es una fuerte opositora a las sanciones estadounidenses contra Cuba y se muestra a favor de la normalización de las relaciones diplomáticas entre Washington y La Habana). Sweig y otros que disienten dentro de los círculos del Establishment, así como muchos cargos electos, supuestamente opuestos a la política de Estados Unidos, frente a los cargos electos cubano-americanos, que formarían en Washington un grupo tan poderoso como el “lobby de Miami”. Algunos incluso van más lejos diciendo que la política de Estados Unidos y el “interés nacional” es rehén de este lobby. Tal concepción absurda aparece en las conspiraciones virtuales.

Estos argumentos y explicaciones conforman la realidad política que existe sólo en su cabeza. No fue verdad antes, y en el mundo de hoy todavía es menos creíble. Es un mito y una ilusión que la comunidad cubano-americana y los cubano-americanos que ocupan cargos políticos sean el motor y la fuerza que está detrás de las políticas de Estados Unidos hacia Cuba. La Política exterior de Estados Unidos en general, y en particular la política hacia Cuba, está impulsada por los intereses de la clase capitalista gobernante, los banqueros, los inversores. Se lleva a cabo principalmente a través de los dos partidos políticos y las instituciones estatales, y en segundo lugar a través de sus grandes negocios en los medios de comunicación, grupos de expertos y académicos que les siguen. Los políticos burgueses cubano-americanos forman parte de esta mezcla, que siendo importante está lejos de ser decisiva.

Washington nunca ha tenido, y ahora menos que nunca, necesidad de los envejecidos representantes de los exdirigentes de Cuba, o sus descendientes, para explicarles por qué deben oponerse a la Revolución Cubana y a las políticas nacionales e internacionales del Gobierno revolucionario socialista cubano. El efecto político real del mito del “lobby de Miami” ( que a fuerza de repetirlo se ha convertido en un mantra) es el de enfocar la política del Gobierno de Estados Unidos hacia la comunidad cubano-americana y al puñado de cargos electos cubano-americanos. Se ha puesto el carro delante del caballo, el furgón de cola a la cabeza del tren.

Estos políticos de origen cubano que forman parte del Congreso de los Estados Unidos, como los representantes por Florida, los republicanos Ileana Ros-Lehtinen y Mario Diaz-Balart, el Senador de Nueva Jersey demócrata Robert Menendez, y el senador republicano por Florida Marco Rubio, pueden ser útiles ante una política tan impopular de los Estados Unidos. Los cubano-americanos pueden ser culpados, criticados por su defensa de la política que se hace contra Cuba. Pero ellos no hacen esa política.

El mito del lobby de Miami impide la construcción de un amplio movimiento de protesta que presione para que se tomen medidas eficaces que realmente fuercen un cambio en el rumbo político. Al homogeneizar ( o peor, demonizar) la contradictoria y cada vez más polarizada comunidad cubano-americana, el mito del lobby de Miami se ha convertido en un obstáculo para estrechar lazos con los cubano-americanos y oponerse a las sanciones impuestas por Estados Unidos.

El hecho es que por más de cinco décadas se viene dando una política bipartidista con el objetivo común de derrotar y erradicar la Revolución Cubana. Nunca ha estado, ni tampoco ahora, motivada por los intereses de la comunidad de exiliados cubano-americanos en Miami. Los orígenes y la continuidad de esa hostilidad de Washington hacia la revolución Cubana es algo de cosecha propia. Sale fuera del ámbito político, y es el ejemplo que da la Revolución Cubana, tanto dentro de Cuba como la resonancia que tiene en todo el continente americano, pero también en África, en Asia y en Oriente Medio, e incluso en las potencias capitalistas avanzadas.

El impacto de la Revolución Cubana en la política de Estados Unidos

Cuba aparece y se presenta dentro de la política exterior de Estados Unidos como una cuestión de menor importancia. Incluso es más desde la finalización de la llamada “Guerra Fría” y el conflicto de larga duración entre Washington y Moscú. En aquellos días, la propaganda sensacionalista de Washington dibujaba un Gobierno revolucionario de Cuba como cliente o títere de la antigua Unión Soviética. Este panorama era algo insultante y absurdo si nos atenemos a los hechos, pero la alianza entre Cuba con el bloque soviético se utilizó para fabricar la amenaza cubana a los Estados Unidos y el pueblo estadounidense. (En octubre de 2012 se celebrará el 50 aniversario de la traumática “Crisis de los Misiles de Cuba”, que se utilizó para convencer a muchas personas de Estados Unidos de que Cuba suponía una amenaza).

 

 Independientemente de la Unión Soviética, la cuestión de Cuba, es decir, es la dinámica política y el impacto de la Revolución Cubana la que siempre ha tenido mayor peso e importancia en la política exterior de Estados Unidos, especialmente en América. Sigue siendo el caso hoy en día a pesar de que Cuba sea una pequeña isla de menos de 12 millones de personas y los Estados Unidos sea una superpotencia en el aspecto económico, financiero, político y militar, aunque con un relativo declive en todos los frentes.

El fin de la “Guerra Fría” y la desaparición de la política de la Unión Soviética y de sus aliados en Europa del Este hace ya más de 20 años, no ha supuesto ningún alivio en la política de Estados Unidos hacia Cuba. Por el contrario, esta política, esencialmente, se ha profundizado. Existe un consenso entre la clase dominante de Estados Unidos y las autoridades centrales de que esta guerra económica y política de Washington contra Cuba debe permanecer y continuar en la post Guerra Fría. Esa es la realidad en la nueva era, definida por la crisis económica y financiera generalizada del sistema capitalista mundial, la peor desde la Gran Depresión de la década de 1930.

En público, los políticos estadounidenses se mofan y burlan de Cuba. Ambos partidos en el poder siguen viendo a Cuba como una fuerza política significativa con autoridad moral y política, no sólo en América, sino en todo el mundo. Existe unanimidad en ambos partidos de que el Gobierno revolucionario de Cuba tiene que ser derrotado, sin ningún tipo de reconciliación que respete la soberanía cubana. Desde el punto de vista de Washington, el Gobierno cubano promueve el antiimperialismo ( o como se dice falsamente, un antiamericanismo) y la acción revolucionaria, no habiendo renunciado a la revolución socialista internacional apoyando todas las políticas y las luchas que defienden los intereses de los trabajadores, campesinos y jóvenes. Esta perspectiva tiene un impacto negativo en los intereses económicos de Estados Unidos y el capital político y estratégico de Washington se mueve en defensa de esos intereses.

Divisiones tácticas en la política hacia Cuba

Es conocido que la izquierda estadounidense está desorientada y desarmada ( y como un mal menor, en manos de liberales y demócratas) por las enormes diferencias señaladas, frente a las escasas diferencias tácticas sobre política entre los dos partidos imperialistas y la clase dominante de los Estados Unidos. Cuba es un ejemplo clásico en este asunto.

Cada año en las Naciones Unidas existe una desigual votación entre Washington y aquellos que creen “ necesario poner final al bloqueo económico, comercial y financiero impuesto por Estados Unidos a Cuba” ( en 2011 la votación fue de 186 votos a favor, 2 en contra y 3 abstenciones), que apenas consigue una mención en los medios corporativos estadounidenses. En casi toda América, las políticas de Washington contra Cuba son ridiculizadas y encuentran oposición en todos los foros internacionales y regionales, incluyendo las Cumbres de la Organización de Estados Americanos, tradicionalmente un instrumento servil a la política de Estados Unidos. La fuerte defensa de Cuba de su soberanía, sus ideas revolucionarias, y la práctica de la solidaridad internacional con los oprimidos y explotados, ha dado a la isla socialista una importante autoridad política y moral y un peso en la política mundial – independientemente de su tamaño, de su número, de su fuerza económica o militar. Esto causa gran irritación y consternación en los gobernantes de Estados Unidos y sus acólitos del “Lobby de Miami”. Pero es testimonio del gran poder de las ideas en el mundo. No hay mayor poder en la Tierra que el de aquellas ideas progresistas y revolucionarias que inspiran y se convierten en una fuerza política materializada.

Cómo lograr el objetivo común de derrocar al Gobierno cubano conduce a grandes diferencias en las tácticas dentro del Gobierno de los Estados Unidos, tanto dentro como entre los partidos Demócrata y Republicano, que comparten el ejercicio del poder. Es algo inevitable, dado lo impopular de las políticas de Estados Unidos contra Cuba, tanto en América, en el resto del mundo, e incluso dentro de los Estados Unidos. Se producen cambios, se dan concesiones de un año para otro, de una Casa Blanca a la siguiente, todos reaccionando ante la marcha de los acontecimientos. Todo está dirigido a lanzar una ofensiva lo más eficaz posible para desorientar, minar y acabar con la Revolución Cubana.

Obama vs Bush

El Presidente Obama ha hecho algunos cambios y ha dado marcha atrás en algunas cuestiones impuestas por George W. Bush contra Cuba. Esto es algo objetivamente positivo. Es algo bueno que los músicos cubanos, artistas y a académicos se les haya permitido viajar a Estados Unidos por invitación de universidades e instituciones culturales. Es bueno que los cubano-estadounidenses puedan viajar a su país de origen, sin las anteriores restricciones burocráticas insultantes. También se ha permitido el viaje de otros ciudadanos estadounidenses, aunque de forma limitada, a Cuba.

Estos movimientos por parte de la Administración de Obama no suponen sin embargo un alejamiento de la base política de Estados Unidos en su intento de “ un cambio de régimen”, es decir, acabar con la Revolución Cubana. Básicamente se ha vuelto a las normas existentes bajo la Administración Clinton y del primer período de Gobierno de George W. Bush, antes de que saliese reforzado con la arrogancia triunfalista que siguió a la invasión de Irak por parte de Estados Unidos. En ese momento, Bush eligió a Otto Reich como Secretario de Estado adjunto para asuntos del Hemisferio Occidental, junto con otras importantes figuras sacadas de los grupos de exiliados contrarrevolucionarios, como Roger Noriega, un conocido ultraderechista, o el notoriamente racista senador de Carolina del Norte Jesse Helms. Este personal fue el que dirigió las políticas de la Administración Bush.

Pero esto no funcionó bien en la política de Estados Unidos en su posición en América Latina, sobre todo después de que Washington ( y Reich) dejasen sus huellas dactilares en el fallido intento de golpe de estado de 2002 en Venezuela contra el Gobierno de Hugo Chávez. Bush se vio obligado a retirar tanto a Reich, y posteriormente a Noriega, y a acabar con su retórica arrogante y su postura hacia América Latina tuvo un alto coste político para Washington.

Lo que Obama ha hecho es alejarse del lenguaje belicoso y grandilocuente propio de Bush en torno a Cuba, haciendo pequeños ajustes en su política: cambio en las reglas para viajar y para obtención del visado. Trata así de revertir el daño político causado por el mandato de Bush. Sin embargo, Obama ha tenido muy poco éxito en ganarse adeptos en América en su posición contra Cuba, permaneciendo casi completamente aislado, a excepción del Gobierno de derechas de Stephen Harper en Ottawa. Canadá todavía sigue siendo la mayor fuente de turismo hacia Cuba y lleva a cabo un considerable intercambio comercial con la isla.

Con Obama, El Tesoro y el Departamento de Justicia han intensificado el hostigamiento y el enjuiciamiento de empresas estadounidenses o extranjeras que se considera han violado las reglas impuestas por Estados Unidos y han impuesto sanciones contra el intercambio comercial y financiero, así como la colaboración con Cuba. El Presidente de la Asamblea Nacional Cubana, Ricardo Alarcón, declaró recientemente en una entrevista al académico francés y periodista Salim Lamrani:

El Gobierno de Obama ha sido mucho más consistente en la imposición de multas y sanciones contra las empresas extranjeras que violen el marco de sanciones contra Cuba, o que se dediquen a transacciones comerciales con nosotros… Varios bancos han sido multados con varios millones de dólares, más de 100 millones de dólares en uno de los casos, por transacciones comerciales y por haber abierto cuentas en dólares con empresas cubanas”.

El 12 de junio de 2012 fue anunciado por el Ministerio de Justicia estadounidense que al Banco holandés ING se le había impuesto una multa de 619 millones de dólares por violar las sanciones “comerciando en un Acto Enemigo” por comerciar con Cuba ( también con Irán) a través de redes financieras estadounidenses. Según el diario Guardian Express: “Se considera que la multa impuesta es la mayor en la historia del sistema financiera estadounidense”.

Desde que la Administración de Obama asumió el cargo en 2009, los principales bancos europeos, Suisse, Barclays, Lloyds, han llegado a acuerdos similares con el Gobierno de Estados Unidos sobre las relaciones financieras con Cuba.

La Administración Obama continúa apoyando y promoviendo por parte del Departamento de Estado y la CIA de programas abiertos y encubiertos para subvertir y socavar el Gobierno cubano, lo que llevó al agente del Departamento de Estado Alan Gross a dar con sus huesos en una prisión cubana. ( La idea de que la condena de Gross y su encarcelamiento es un impedimento para la mejora en las relaciones con Cuba, que Obama quiere hacernos creer, es una broma de mal gusto. Las acciones de Washington enviando agentes son sólo un ejemplo de una política a gran escala, una guerra económica y política contra Cuba, financiada con varias decenas de millones de dólares, asignaciones presupuestarias que se declaran abiertamente, sin contar los recursos utilizados en los programas encubiertos. Todo esto es lo que representa el verdadero impedimento para la mejora de las relaciones y su normalización).

El Departamento de Estado de Obama continúa manteniendo a Cuba en la lista de “ naciones que apoyan el terrorismo”, una gran mentira y una vil calumnia. Obama continúa ignorando las iniciativas diplomáticas de Cuba para la cooperación bilateral en torno a temas como el narcotráfico y la respuesta coordinada ante huracanes. Obama continúa resistiéndose a la opinión unánime en toda América Latina y el Caribe, en los Estados miembros de la Organización de Estados Americanos, para poner fin a la exclusión de Cuba. Obama se sigue resistiendo a cualquier intento de negociar los mecanismos, incluido el intercambio, para la liberación de los Cinco de Cuba, cuatro de ellos llevan ya 14 años de encarcelamiento, mientras que el otro, René González, fue puesto en libertad al cumplir el período completo, pero no se le permite regresar a Cuba.

Otro claro ejemplo de que esencialmente continúa la guerra de la Administración Bush contra Cuba por parte de Obama, y en realidad de todas las anteriores, desde Eisenhower, es el nombramiento de Ricardo Zúñiga como “Director de Asuntos del Hemisferio Occidental” para el Consejo Nacional de Seguridad de la Casa Blanca. Zúñiga fue con anterioridad un interlocutor clave en la Sección de Intereses de Estados Unidos en la Habana durante la Administración Bush, una organización de provocación extrema contra Cuba, dirigida por el Jefe de la Sección de Intereses, James Cason.

Si miramos el balance de las políticas de Obama hacia Cuba en comparación con las de George W. Bush, habría que recordar las conocidas palabras de Groucho Marx: “Trabajando he logrado ascender desde la nada hasta la pobreza más extrema”.

Ike Nahem es el Coordinador de Solidaridad con Cuba en Nueva York, que forma parte de la Red Nacional sobre Cuba. Nahem es un Amtrak Locomotive Engineer y miembro del Brotherhood of Locomotive Engineers, un adivisión de la Unión de Camioneros. Éstas son sus opiniones políticas personales. Puede ponerse en contacto con él en: ikenahem@mindspring.com. Lea otros artículos de Ike.

Fuente del artículo: http://dissidentvoice.org/2012/06/washington-and-the-cuban-revolution-today-ballad-of-a-never-ending-policy-2/