Vacunación (I)

Por la Dra. Suzanne Humphries

drsuzanne.net

vacuna2Después de mi experiencia en el sistema hospitalario y viendo el debate en torno a la vacunación desde ambos lados, está claro que este asunto todavía no está resuelto, a pesar de lo que sugiere la profesión médica.

La historia de la vacunación es mucho más complicada de lo que pudiera parecer en un principio. El movimiento contra la vacunación se remonta a varios cientos de años, y tuvo su momento culminante en torno a 1800, cuando los padres del Reino Unido se mostraron hartos de que sus hijos sanos enfermaran, murieran o contrajeran poco después de la vacunación de la viruela la misma enfermedad para la que habían sido vacunados. Los padres y los médicos que rechazaron las vacunas de la viruela, se arriesgaron a perder su casa, sus enseres, su medio de vida, o a ser encarcelados, si un juez se interponía en su camino.

Las vacunas de la viruela se hacían con el pus recogido al raspar las llagas del vientre de las vacas enfermas, que podían estar contaminadas por materiales procedentes de otros animales, o incluso de otras personas. La historia de la vacuna de la viruela quizás no sea la que usted piensa que es.

Se supone que los médicos y personas que administran las vacunas lo hacen con un consentimiento informado antes de vacunar. Pero tal consentimiento informado no es posible porque no se da a los padres toda la información necesaria para que puedan entender las cuestiones más importantes.

Yo nunca digo a la gente si debe vacunarse o no; nunca les digo que no se vacunen.

Lo que pretendo es que entiendan el por qué de las vacunas y a partir de ahí tomen una decisión personal. Esta no ha sido la postura de los Servicios Públicos de Salud. De hecho, hay numerosa documentación que indica lo contrario, que se trata de obviar cualquier duda que pudiera surgir, fuera ésta fundamentada o no.

En el documento que aparece más abajo, que pertenece a los Servicios Públicos de Salud estadounidenses, del año 1984, se establecen las directrices para la campaña de vacunación de la polio, después de tres décadas de controversia.

“Ante las posibles dudas, aunque tengan fundamento, sobre la seguridad de las vacunas, no se tendrán en cuenta, ya que hay que asegurar la continuidad de la vacunación para el cumplimiento de los objetivos propuestos por los Servicios Públicos de Salud”.
“Ante las posibles dudas, aunque tengan fundamento, sobre la seguridad de las vacunas, no se tendrán en cuenta, ya que hay que asegurar la continuidad de la vacunación para el cumplimiento de los objetivos propuestos por los Servicios Públicos de Salud”.

Pues bien, determinadas prioridades han puesto en peligro numerosas vidas por la administración de vacunas, algo que ha sido pasado por alto por los responsables de las políticas de vacunación.

Todavía existe un gran desconocimiento sobre los fundamentos científicos de las vacunas. Todavía no he encontrado a un pediatra que entienda ambos lados del debate para así dar la información que permita un consentimiento informado. La inmunidad infantil ha sido mal entendida por los inmunólogos, algo que reconoce la ciencia Inmunológica. Sólo recientemente se han podido contestar a algunas importantes preguntas sobre por qué el sistema inmunológico infantil no funciona como el de los adultos. Hay muy buenas razones por las cuales su sistema inmunológico presenta una mayor tolerancia, y la respuesta es que no debemos interrumpir el proceso con aluminio y vacunas para acelerarlo.

Ahora se sabe que todo eso tiene consecuencias a largo plazo. Hay una ausencia de estudios que comparen a los niños no vacunados con los niños parcial o totalmente vacunados. Los estudios de seguridad de las vacunas acarrean un importante problema: la mayor parte de ellos emplean otra vacuna como placebo de control o usan la sustancia en la que se prepara la vacuna. Sólo hay un estudio reciente (Cowling, 2012) en el que se ha usado un placebo salino como placebo, en lugar de otra vacuna o el fluido que contiene el antígeno principal de la vacuna. Este estudio no mostró ninguna diferencia en las infecciones por el virus de la gripe, pero asombrosamente se reveló que eran de 5 a 6 veces más altas las infecciones por virus no gripales en los vacunados. Quizás sea ésta una de las razones por las que no se emplean verdaderos placebos en las investigaciones sobre las vacunas.

En este artículo, “Resultados neonatales después de la inmunización contra la gripe durante el embarazo: un ensayo aleatorio controlado”, vemos un claro ejemplo de cómo los falsos placebos se usan con regularidad. Ni que decir tiene, que administrar vacunas no probadas que a menudo están contaminadas involuntariamente, es un experimento médico que violaría los principios fundamentales del Código de Nuremberg (consentimiento informado e inequívoco). Las mayor parte de las vacunas no se han sometido a las pruebas de carcinogenicidad, por ejemplo, y del mismo modo, raramente se estudian en mujeres embarazadas, de modo que a la gente se le administran las vacunas ante una emergencia sanitaria, o por una emergencia dictada por la OMS, o por amenaza ante la pérdida de unos derechos sobre los hijos o el temor al encarcelamiento, o por una amenaza de abandono por los profesionales médicos, que son los que supuestamente deben proporcionar cuidados.

El consentimiento informado actualmente carece de sentido, ya que las personas son engañadas para que se les administre la vacuna o se les proporciona una información deformada.

Los padres deben aprenden a cuidar de la salud de sus hijos cuando aparecen las enfermedades más comunes de la infancia, estén vacunados o no, ya que los niños vacunados también pueden contraer las enfermedades contra las cuales se vacunaron. En el caso de los niños no vacunados, que contraigan alguna enfermedad de la infancia, los cuidados en casa suelen ser suficientes para que se recuperen de forma natural, y en la mayoría de los casos, los niños tendrán una inmunidad casi permanente.

Algunas políticas de vacunación han privado a los adolescentes y adultos de la oportunidad de estar expuestos de nuevo y continuar con la inmunización natural. Por ejemplo, en madres que se vacunaron del sarampión, la transferencia por la placenta de anticuerpos se limitó a unos meses en lugar a más de un año en los madres que obtuvieron la inmunidad de forma natural.

Lo dicho anteriormente ejemplifica lo dicho, que nos enfrentamos a muchas consecuencias potencialmente adversos debido a la vacunación contra el sarampión y otras enfermedades infantiles, como la rubéola.

En las Facultades de Medicina no se enseña sobre la eficacia, necesidad y peligros de las vacunas. La mayor parte de los médicos se asustan cuando aparecen las enfermedades naturales de la infancia, porque no saben cómo afrontarlas sin poner en peligro a sus pacientes, y las opciones convencionales de tratamiento a menudo provocan más daños que la propia enfermedad en sí. He descubierto otros métodos que funcionan muy bien, pero de lo que nunca me hablaron durante mi formación como médica.

En el breve artículo “Descubriendo los secretos del sistema inmunológico”, se explican las limitaciones de la Inmunología con detalle. La gente está mal informada, o se les asusta con tal de que participen en las campañas de vacunación. Se emplean todo tipo de tácticas. Una de las más utilizadas es la de decir que mediante la vacunación se protege a los no vacunados. Esto se conoce vulgarmente como “inmunidad de rebaño”. Aquí un artículo que habla de este tema.

Los médicos no se cansan de repetir: “Tenemos que vacunarnos mientras somos jóvenes, cuando los niveles de absorción son altos”. Otro ejemplo es un artículo para el cual fui entrevistada y donde aparecía un supuesto experto de Maine dando unos consejos poco adecuados. El artículo aparecido en Bangor Metro, titulado Un disparo al corazón” (pdf), se dice:

Las preocupaciones sobre si el sistema inmunológico de un niño puede responder adecuadamente ha provocado que algunos padres pospongan las vacunaciones. Pero Fanburg indica que no hay datos médicos para apoyar tales prácticas, añadiendo que es más beneficioso vacunar a los niños antes de que se hagan mayores. Los niños tienen una mayor capacidad de absorción de las vacunas en sus dos primeros años de vida. Son más altas las tasas de inmunogenicidad, que es la capacidad del niño de producir anticuerpos al antígeno de la vacuna”.

Parece que este experto en vacunas carece de los conocimientos de cómo funciona el sistema inmunológico de los niños, cómo se desarrolla y por qué. Si lo supiera, se lo pensaría dos veces antes de hacer declaraciones tan dogmáticas.

El sistema inmunológico de un bebé produce sólo pequeñas cantidades de IL-1B (interleucina-1 beta) y TNF-alfa (factor de necrosis tumoral-alfa). Hubo un tiempo en el que los expertos creían que esto era un defecto de todos los recién nacidos. En el año 2004, un estudio de Chelvarajan sugirió que si los fabricantes añadían potenciadores del sistema inmunológico en las vacunas, eso iba a resolver el problema, que por otro lado es absolutamente normal, aunque a menudo se describan como defectuosos o inadecuados, cuando es lo propio de su edad, y una característica que es compartida por todos los mamíferos de la tierra.

Vacunas como la de la hepatitis B, neumonía estreptocóccica, haemophilus influenzae tipo b (Hib) y la meningocócica, llevan adyuvantes, como el aluminio. Sin ellos, el sistema inmunológico del bebé no respondería y no haría nada. Un adyuvante crea una situación de alerta que obliga al sistema inmunológico innato del niño a responder de una manera distinta a como lo haría normalmente durante el primer año de vida. Los inmunólogos que están a favor de las vacunas no ven nada anormal en esto.

Sin embargo, en el año 2007, (Chelvarajan, 2007), vio las cosas de un modo diferente y decía en el último párrafo que si bien en el pasado esto se consideró un defecto, ahora se considera que forma parte del importante programa de desarrollo:

Este fenotipo antiinflamatorio puede ser beneficioso para el neonato en un período en el que el crecimiento de los tejidos y los sucesos de remodelación se suceden con mucha rapidez… así que la ausencia en el neonato de respuesta a las infecciones de bacterias encapsuladas puede ser el riesgo que corra el organismo para llevar a cabo de forma positiva el desarrollo”.

A fin de adaptarse al mundo de manera apropiada, un fenotipo antiinflamatorio es algo crítico para el niño. La leche materna suple el papel del sistema inmunológico innato, protegiendo al bebé de las enfermedades producidas por toxinas y otras, suministrando sustancias antiinflamatorias en la leche materna junto con otras partículas inmunes que impedirían a las bacterias y a los virus adherirse, o destruyéndolos completamente.

Esto protege al bebé, sirviendo como una defensa in situ, mientras el sistema inmunológico infantil se está preparando para saber más de sí mismo y del otro. Este mismo modelo de desarrollo se ha observado en los mamíferos no humanos estudiados en el laboratorio, y sería algo común a todos los mamíferos, mostrando que el fenotipo antiinflamatorio es crucial para la supervivencia, tanto a corto como a largo plazo.

Un reciente estudio de Elahi, 2013, muestra que las células inmunes de los niños tienen una plena capacidad funcional, pero se reprime con un objetivo más importante, aprender quién soy yo, cuáles son los microorganismos comensales saludables, y qué es lo que más tarde se debe atacar.

Durante este período de ajuste, que dura aproximadamente 2 años en los seres humanos (extrapolando a partir de los estudios realizados en animales), el niño se encuentra bien protegido por la leche de la madre, que respeta el proceso de aprendizaje y se deshace de los organismos no deseados. ¿Cuál sería entonces el efecto de las vacunas, que interfieren en este plan maestro del sistema inmunológico del niño, añadiendo grandes cantidades de aluminio?

Con el apoyo de la leche materna, el sistema inmunológico infantil se desarrolla de manera apropiada y sistemáticamente, a su debido tiempo, según el programa genético presente en los bebés desde el mimo momento de la concepción. ¿Cuál sería ese plan maestro? Permitir que el niño realice una transición sin peligro hacia la independencia inmunológica, con los menores niveles de inflamación posibles. ¿Se puede interferir en este proceso? Sí se puede ¿Qué puede interferir en el sistema inmunológico neonatal? Algo que provoque una respuesta inflamatoria en la madre mientras se encuentra embarazada y en el bebé por la administración de vacunas.

La investigación médica tiene muy clara una cosa. No sería en sí la infección lo que supone un problema. Es la activación del sistema inmunológico. ¿Cómo saben que no es sólo la infección? Como el estrés, las toxinas y otros antígenos no infecciosos, pueden provocar una reacción en cascada en el sistema inmunológico, de modo muy similar a como lo haría una infección.

Si es importante para el desarrollo favorable del bebé permitir el riesgo de infección al no activarse dos mecanismos clave de defensa ante una infección primaria, ¿cuál sería el otro riesgo que se asume si se fuerza al sistema inmunológico a hace algo que se supone no debiera hacer? Una vacuna, por definición, provoca una inflamación repetida, en diferentes intervalos de tiempo. Las vacunas están diseñadas para provocar una inflamación periférica, y los adyuvantes presentes en las vacunas y los antígenos pueden provocar inflamación cerebral, producir alergias y autoinmunidad, causar una inflamación constante en algunas zonas del cuerpo. En algunos niños, las vacunas también pueden provocar que las mitocondrias no trabajen correctamente.

Dicho esto, podrá pensar lo siguiente… si falta la respuesta del bebé ante las toxinas producidas por una infección bacteriana, ¿qué posibilidades tiene el bebé de sobrevivir en este mundo? Si quiere aprender más sobre la inmunidad neonatal, lea estos tres artículos del blog, y tome nota de los artículos médicos de referencia:

Desarrollo del sistema inmunológico infantil

Parte 2

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Procedencia del artículo:

http://drsuzanne.net/dr-suzanne-humphries-vaccines-vaccination/

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