Por Felicity Arbunthnot, 24 de enero de 2014
“El Cuerpo de Marines de los Estados Unidos… sus ritos sagrados, su inquebrantable código de honor…”
– Thomas E. Ricks, Making the Corps, 1997.
Mientras continúa la muerte y destrucción que Estados Unidos ha desatado en Iraq, sacrificando la vida de un número creciente de iraquíes, este mes se celebra el 23º aniversario del ataque de 1991 de Estados Unidos contra Irak, y unas pocas semanas después del aniversario del ataque del 11 de septiembre y la posterior invasión ilegal de 2003, nuevas denuncias de atrocidades han salido a la luz.
Faluya, nuevamente atacada por Estados Unidos y la milicia del tirano iraquí Nuri al Maliki, armada por las armas suministradas por Estados Unidos, a los que también espera “proveer con misiles Hellfire… así como diez aviones no tripulados Scan Eagle y cuarenta y ocho drones Raven (The Guardian, 7 de enero de 2014)”, ahora los crímenes de guerra no denunciados con anterioridad cometidos en el ataque a la ciudad en 2004 han sido revelados.
Los estadounidenses registraron “casa por casa, habitación por habitación” perpetrando destrucción y muerte en una antigua ciudad que se mostraba orgullosa por sus mezquitas.
Un corresponsal escribió:
“No ha habido ataque parecido desde la invasión nazi y la ocupación de buena parte de Europa, y los bombardeos de Varsovia en septiembre de 1939 y el bombardeo de Rotterdam en mayo de 1940, como el ataque estadounidense a Faluya.
La batalla de Faluya fue arrolladora: la superioridad militar y técnica sobra la resistencia iraquí era parecida o incluso mayor que la superioridad en la guerra contra los indios norteamericanos durante las décadas de 1870 y 1880”.
El 70% de las casas y tiendas fueron destruidas, y lo que quedó en pie apenas una ruina. Un médico iraquí, Ali Fadhil, describió la ciudad como “completamente devastada, con la destrucción extendiéndose por todas partes. Parecía una ciudad fantasma. Faluya era con anterioridad una ciudad moderna; ahora no quedaba nada de aquello. El centro de la ciudad eran todo escombros, sin ningún edificio que se mantuviera erguido”. (1).
Nicholas J. Davies, autor de Sangre en nuestras manos: invasión estadounidense y la destrucción de Irak ha dicho:
“El Comité de Compensación de Faluya informó en marzo de 2005 que el asalto destruyó 36.000 viviendas, 9.000 tiendas, 65 mezquitas, 60 escuelas, dos estaciones de ferrocarril, uno de los dos puentes, dos centrales eléctricas, tres plantas de tratamiento de aguas y todo los sistemas de saneamiento y telefonía de la ciudad”.
Un sargento de la Marina de Estados Unidos dijo a Channel 4 News: “ Vamos a dar rienda suelta a todas las atrocidades del Infierno, a todas ellas… Ni siquiera saben lo que les espera. ¡El Infierno se acerca! Si allí viven civiles se encuentran en el lugar equivocado en el momento equivocado” (8 de noviembre de 2004).
¡Bienvenidos a la liberación y Democracia Made in USA!
Los horrores de 1991, de 2003 y años posteriores, seguirán recordándose durante las próximas décadas. Como las invasiones de los mongoles, las atrocidades de los ejércitos estadounidenses y británicos resonarán en nuestros oídos, revelándose las mentiras, la sangre vertida, las masacres y la brutalidad.
Los responsables de estos crímenes contra la humanidad aparecen en la televisión y dan entrevistas, publican artículos, y hablan de sus sacrificios y del trauma en el que se encuentran por la destrucción de Faluya y la carnicería realizada al por mayor. “La mayoría de los soldados veteranos están decepcionados con las luchas y sacrificios que hicieron… Al parecer han sido en vano”. Peter Manor, un oficial estadounidense retirado, que sirvió en Irak como Comandante de Brigada y a las órdenes de David Petraeus, ha dicho:
“Vemos imágenes de soldados de Al Qaeda en las ciudades que fueron conquistados en base a enormes sacrificios de los soldados estadounidenses que lucharon en Irak. Este es un comentario muchas veces repetido. Los iraquíes no podían enterrar ni al marido, ni a la esposa, ni a los hijos, inmovilizados como estaban por el fuego estadounidense, incapaces de acudir siquiera a la mezquita, no pudiendo llorar su despedida, viéndoles como se pudrían en las calles, incapaces de recoger sus restos.
No fue una guerra, fue una masacre.
Todavía en el año 2010, los soldados estadounidenses seguían asesinando a los habitantes de Faluya, entre los que se encontraban un anciano de 85 años de edad y siete jóvenes”.
Ese mismo mes se presentó un Informe en la Sección 15ª del Consejo de Derechos Humanos de la Naciones Unidas en Ginebra con el nombre: “Testimonios de los Crímenes contra la Humanidad cometidos en Faluya – Hacia un Juicio Penal Internacional”.
El documento suplica a las Naciones Unidas que se respete la memoria de las víctimas y se investiguen los crímenes y violaciones, así como el daño infligido en Irak, que sitúa al país en cabeza de muertes día tras día, con personas que tienen que desplazarse, con una corrupción que no cesa, abusos, violaciones y secuestros, en contra de los nobles objetivos y aspiraciones de la Organización.
El silencio que se ha producido tras su presentación es ensordecedor.
Los últimos crímenes cometidos en Faluya los hemos conocido este mes, cuando se han publicado 41 fotografías que muestran a los Infantes de la Marina de Estados Unidos vertiendo gasolina sobre los cuerpos de los iraquíes y prendiéndoles fuego: restos carbonizados, cuerpos ardiendo, los Infantes mofándose… haciéndose fotografías de recuerdo.
El Comando Central de Estados Unidos ha dicho que las fotografías no habían llamado su atención con anterioridad. Cualquier día pueden aparecer de nuevo atrocidades parecidas.
“El Coronel Steve Warren, Director de Prensa del Departamento o de Defensa, dijo que las fotos parecían mostrar a soldados estadounidense violando el Código de Justicia Militar… en un delito de manipulación indebida de los cadáveres”.
Tal vez los Marines no sean conscientes de ello. En julio de 2001, varios Marines destinados en Afganistán aparecieron en varias fotografías orinando encima de los cadáveres de los combatientes. No hay un Estatuto que regule este tipo de actuaciones. Quizás los responsables puedan ser enjuiciados y encarcelados, pero en la letanía de horrores en Irak, pocos han respondido de sus actos.
El Artículo 16, párrafo 2º del Convenio de Ginebra:
“Si la situación militar lo permite, cada parte en conflicto facilitará la adopción de medidas para proteger a los caídos de un trato vejatorio”.
El Artículo 34 (1) de Protocolo adicional I de 1977, establece:
“Los restos de las personas fallecidas a consecuencia de la ocupación o que se encuentren en prisión… serán respetados”.
La Corte Penal Internacional especifica:
“El relación con los crímenes de guerra cometidos contra la dignidad personal, la Corte Penal Internacional especifica que el Artículo 8 (2) (b) (xxi) y (c) (ii),, tal y como se recogía ya en 1998, también es aplicable a las personas muertas”. (2)
El horror por las atrocidades cometidas durante aquella invasión ilegal y la posterior ocupación de Irak parece diluirse entre los responsables de esos crímenes contra la Humanidad. El ex sargento Nick Popaditch dijo:
“Hay muchas personas que recibieron un tiro sin más, no estando presos, Sólo puedo estar orgulloso de haberme puesto en pie y luchar por cosas como la libertad y los derechos humanos.. y contento de que mis país las asumiera”. (The Guardian, 8 de enero de 2014).
El Coronel Warren también parece sufrir delirios, negando los hechos:
“Las acciones que aparecen en estas fotos no son representativas de los servicios honorables y profesionales de los dos millones y medio de miembros del servicio que fueron a la guerra de Irak y Afganistán en la última década”.
El General Antonio Taguba, quien publicó un Informe sobre las torturas cometidas por los estadounidenses en la prisión de Abu Ghraib, sólo seis meses antes de que estas atrocidades fueran cometidas en Faluya, describió la actitud de las tropas estadounidenses: “Los torturados sólo han sido los iraquíes”.
Notas:
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Ali Fadhil, “City of Ghosts“, The Guardian, January 11, 2005 [↩]
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. Finalized draft text of the Elements of Crimes, adopted by the 23rd Meeting of the Preparatory Commission for the International Criminal Court, New York, 30 June 2000, Report of the Preparatory Commission for the International Criminal Court, UN Doc. PCNICC/2000/INF/3/Add.2, Addendum, 6 July 2000, as adopted by the Assembly of States Parties, First Session, 3–10 September 2002, Official Records of the Assembly of States Parties to the Rome Statute of the International Criminal Court, UN Doc. ICC-ASP/1/3, 25 September 2002, and ICC-ASP/1/3/Corr.1, 31 October 2002, p. 29. [↩]
Felicity Arbuttnot es una periodista que tiene un gran conocimiento de Irak. Es autora, junto con Nikki van der Gaag, de Bagdad, en la serie sobre Grandes Ciudades del Mundo; también ha sido investigadora principal de dos documentales premiados en Irak, John Pilger: Pagando el precio: matando a niños en Irak y el Regreso de Denis Halliday, para la RTE (Irlanda).
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Fuente: http://dissidentvoice.org/2014/01/further-allegations-of-us-war-crimes-in-fallujah/