Inundaciones en Indonesia: morir pobre para ser el sustento de los ricos

Por Andre Vltchek, 25 de enero de 2014

Dissident Voice

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¡Y aquí estamos de nuevo! Es enero de 2014, pero todo lo sentimos como si fuera el año anterior, o mucho antes… quizás como hace 10 años. Yakarta se encuentra inundada, con las personas tratando de salir adelante, pero las casas resultan dañadas; algunos hombres, mujeres y niños han muerto, muchos otros están enfermos de fiebres tifoideas y diarrea.

Como decidí acudir a las zonas inundadas, un amigo médico de Yogyakarta me dijo: “Por favor, ten cuidado en Yakarta, hay leptospirosis, fiebres tifoideas y otras enfermedades infecciosas…”

Decenas de personas han muerto ya en la capital, o al menos eso es lo que se informaba en un medio de comunicación local. Como siempre, nunca sabremos el número real de fallecimientos. Como siempre, son muchos más de los que dicen.

Este año hay mucho más puestos de socorro (posko) en Yakarta que en 2013, Un posko es básicamente un espacio que se habilita durante los desastres naturales para proporcionar ayuda, distribuir agua y alimentos o para proporcionar refugio. En el barrio de Kampung Melayu hay docenas de estos puestos, incluso las brutales fuerzas especiales, los Koppasus, están gestionando uno; la policía también tiene otro. Una ONG musulmana también lo ha colocado. Cada puesto de socorro tiene un lopotipo que lo identifica. Pero en el interior no hay nada; policías y soldados juegan, comen o duermen. En el interior del refugio sólo hay unas pocas mujeres y un par de niños. Las lanchas de goma son infladas y desinfladas, mientras que otras embarcaciones están apoyadas contra la pared. Grúas, ambulancias, barcos, todos ellos inoperantes.

El barrio de Kampung Malayu totalmente inundado
El barrio de Kampung Malayu totalmente inundado

Las inundaciones de este año son peores que las del año pasado”, explica un oficial de policía llamado Nurasid. Dice que la hija de un jefe de barrio estuvo dentro de su vivienda durante 6 días sin poder salir: “El agua ha alcanzado los dos metros de altura, que lo medí dentro de nuestra casa. No tengo ni idea de por qué ha ocurrido esto”. Buena observación, porque la Administración se había comprometido a reducir los niveles de tráfico y tomar medidas para prevenir las inundaciones en la capital.

A pocos minutos en coche, se observa a decenas de personas viviendo debajo de un paso elevado, a la intemperie, rodeados de sus pertenencias, con sus hijos, e incluso con sus animales domésticos. Una de las personas desplazadas, el Sr. Ilyas, recuerda: “Fuimos a la mezquita de Tahiriyah, pero estaban desbordados. No pudimos entrar en ninguna otra mezquita, porque nos dijeron que si entrábamos sería considerada impura, sucia. No tenemos ni idea por qué nos tratan así. Doscientas personas estamos viviendo bajo este puente. Cerca hay una cocina de la policía, pero sólo cocinan para ellas, no para nosotros”.

El río se ha desbordado y las casas que se encuentran a lo largo de la orilla están aisladas por el agua. Desde los locales que no están inundados la gente mira al resto, a aquellos que no son tan afortunados.

La curiosidad en Indonesia forma parte de su ser, y tras cada desgracia o desastre acuden multitudes de personas a observar. Son gente que no intentan ayudar, ni siquiera facilitar un mínimo de alivio, ni siquiera por parte del Gobierno. Ya ocurrió el año pasado: a la gente se le proporcionó algo de ayuda, pero es esporádica, sin coordinación e insuficiente.

El agua entra en las casas y produce daños, la gente muere. Miles de personas pierden sus viviendas, o resultan con graves daños. Los capitalistas de Indonesia tampoco aportan ayuda. Sólo se rescata a la empresas, las únicas que son consideradas, porque son las que enriquecen a unos pocos.

Con Yakarta inundada, el resto de Indonesia tampoco escapa a los destrozos producidos por el agua: al menos 22 pueblos de Java Central están inundados, y los deslizamientos de tierra mataron a varias personas en Malang, Java Oriental. 19 personas murieron como consecuencia de las inundaciones y corrimientos de tierra en los alrededores de Manado, en la isla de Sulawesi. Hace varios años la ONU calificó a Indonesia como “la nación de la tierra más propensa a desastres”.

Es cierto que el país se encuentra en el llamado “anillo de fuego”. Es cierto que se suceden terremotos con bastante frecuencia, que se producen tsunamis o incluso amenazas de los volcanes cercanos. Algunas catástrofes no se pueden predecir ni prevenir. Pero la mayoría de las muertes se deben a desastres no naturales, provocados por este extraño fundamentalismo del mercado. Indonesia está dirigida por matones, una camarilla sin entrañas, unos ladrones, que sobreviven como especie desde el golpe de Estado de 1965, patrocinado por Estados Unidos, durante el cual muchos ciudadanos indonesios fueron asesinados, encarcelados o tuvieron que exiliarse.

El país se mantiene en una situación de estancamiento, donde se mezclan la violencia de los últimos tiempos del feudalismo, el capitalismo más reciente, con un fundamentalismo religioso (no sólo islámico, sino cristiano e incluso hindú), desinformación y unos niveles paupérrimos en educación.

Las infraestructuras están en situación de colapso. Todo en manos de una casta corrupta, que ve las obras públicas, la mejora del transporte público, construcción de escuelas o hospitales como algo frívolo. Ni se toman medidas para prevenir las consecuencias de los tsunamis, ni se realiza un sistema de drenaje, ni se gestionan los residuos o se mejora la red de agua potable.

La gente viviendo bajo un paso elevado
La gente viviendo bajo un paso elevado

El Régimen instaurado en el país se basa esencialmente en la obtención de la mayor cantidad de ganancias posible, saqueando todo lo que está por encima y debajo de la tierra, tirando algo a la cara de los pobres, que son la mayoría. Un miembro de la Academia de Ciencias de Indonesia me dijo hace unos años que Yakarta y las principales ciudades de Indonesia tienen peor red de distribución de agua potable que las ciudades de la India o de Bangladesh. La gestión de residuos se considera algo innecesario. Y así, los ríos y canales de todas las ciudades importantes están atestados de basura.

El sistema de drenaje es antiguo e inadecuado, se remonta a la época holandesa, cuando Yakarta y Batavia eran unas pequeñas ciudades de unos pocos cientos de miles de personas, no el monstruo de doce millones de habitantes de ahora. Apenas hay zonas verdes, ya que todos los parques han sido tragados por el desarrollismo. En las montañas, la erosión del suelo, la tala indiscriminada, la minería y el llamado progreso, están causando su destrucción. En la época de lluvias el agua baja por las laderas de manera impredecible e incontrolable.

Como consecuencia se producen enormes inundaciones y otras catástrofes naturales. Sin embargo, los responsables de este desastre se esconden en barrios de lujo y en zonas relativamente seguras. Los pobres no tienen protección, y corren el peligro de quedar sepultados por la tierra o por el agua. Todo es así de simple y brutal.

Un hombre de negocios que actualmente vive en el extranjero me dijo: “En Yakarta nunca se va a establecer un sistema de transporte público que funcione, se prima al coche. Y esto no parece importarles nada, a pesar de la terrible contaminación y los embotellamientos constantes”. Lo mismo pude decirse de la Industria de la Construcción. Como me explico la Sra. Sofya, una víctima de las inundaciones de este año, que perdió su casa situada en el norte de Yakarta: “¿Por qué deberían las empresas de preocuparse por lo que tiene que hacer el Estado. Una vez terminan el trabajo que les pidieron se van. Si no hay sistemas de drenaje y las inundaciones se suceden año tras año, con la destrucción de miles de viviendas… esto es bueno, muy bueno para los negocios. Esto significa enormes beneficios para los que reparan y reconstruyen las viviendas”.

El Profesor Muin, del prestigioso Instituto de Tecnología de Bandung (ITB) no tiene duda dónde reside el problema: “No es culpa del océano, cuyo nivel es el de siempre. El problema está en los ríos y canales de Yakarta que no pueden hacer frente a tal cantidad de agua. Antes de la temporada de lluvias, el Gobierno debiera realizar una simulación hidrodinámica, y ver qué equipos se necesitan y qué tipo de drenaje habría que realizar”.

Pero el Gobierno no hace nada de esto, y cada año se producen las inundaciones, las personas pierden sus casas, y aquellos obtienen grandes ganancias. Y las religiones, de alguna manera, promueven esto, que los ricos sigan siendo ricos, que nada cambie. Y el próximo año el país se verá de nuevo sorprendido por las devastadoras inundaciones.

André Vltchek es novelista, cineasta y periodista investigador. Ha cubierto varias guerras y conflictos en varios países. Su Point of No Return se ha reeditado recientemente. Oceanía es un libro sobre el Imperialismo Occidental en el Pacífico Sur. También ha escrito un polémico libro sobre la era post-Suharto y el fundamentalismo de mercado: Indonesia: The Archipelago of Fear. También ha rodado documentales sobre Rwanda y el Congo. Ha vivido varios años en América Latina y en Oceanía; Vltchek reside actualmente en Asia Oriental y en África. Puede visitar su sitio web.

Procedencia: http://dissidentvoice.org/2014/01/dying-poor-to-enrich-the-rich/