Geoingeniería: ahora también pretenden quitarnos hasta el azul del cielo

Titulo original: Geoingeniería, examinando las aguas

por Naomi Klein

Common Dreams

(Foto: Jacob Escobedo)

Durante casi 20 años he estado viviendo en una zona bastante escarpada de la costa en la Columbia Británica, en un lugar llamado Sunshine Coast. Este verano me ocurrió algo que me hizo recordar por qué me gusta este lugar, y por qué opté tener un hijo en esta parte poco poblada del mundo.

Eran las 5 de la mañana, estaba con mi marido y mi hijo de 3 semanas de edad. Mirábamos el océano cuando vimos dos enormes aletas dorsales de color negro: eran orcas, o también llamadas ballenas asesinas. Luego aparecieron dos más. Nunca habíamos visto a las orcas tan cerca de la costa, y nunca hoy que se acercasen tanto a la orilla. A pesar de habernos privado de dormir, parecía como que el bebé no quiso que nos perdiéramos esta visita tan poco común.

La posibilidad de que esta observación no fuese el resultado de un hecho fortuito no se me pasó por la cabeza hasta hace dos semanas, cuando leí las noticias que hablaban de un extraño experimento en el océano frente a las islas de Haida Gwaii, a varios cientos de kilómetros de donde vimos nadando a las orcas.

Allí, un empresario norteamericano llamado Russ George vertió 120 toneladas de polvo de hierro desde un barco de pesca alquilado, con la intención de que creciesen las algas y secuestrasen el carbono, en un intento de luchar contra el cambio climático.

Un invasivo experimento se está dando en pleno Océano Pacífico, el gran problema es que las consecuencias podrían ser irreversibles. Una compañía privada estadounidense, cuyo dueño es el conocido empresario Russ George, ha vertido cerca de 100 toneladas de sulfato de hierro al mar, la idea es generar una fertilización oceánica de plancton, para que luego este se hunda generando dióxido de carbono.

El Sr. George es uno más del creciente número de aspirantes a geoingenieros que defienden la intervención a gran escala para la modificación de los océanos y de los cielos con el fin de reducir los efectos del calentamiento global. Además de las técnicas utilizadas por el Sr. George para la fertilización de los océanos con hierro, se está etudiando utilizar otras estrategias de Geoingeniería, entre las que se incluyen la dispersión de aerosoles de sulfato en la atmósfera superior para imitar los efectos de enfriamiento producidos por las erupciones volcánicas y “avivar” las nubes para así reflejar los rayos solares y vayan de vuelta al espacio.

Los riesgos son enormes. La fertilización de los océanos podría provocar zonas muertas y mareas tóxicas. Y las simulaciones predicen que el tratar de imitar los efectos de las erupciones volcánicas podría interferir con los monzones de Asia y África, lo que podría suponer una amenaza para los recursos hídricos y la seguridad alimentaria de millones de personas.

Hasta el momento, estas propuestas han servido sobre todo para recrear modelos informáticos y elaborar documentos científicos. Pero con la aventura del Sr. George, la Geoingeniería se ha escapado de los laboratorios. Si lo que predice el Sr. George se cumple, se verá un crecimiento de las algas en una zona del tamaño de Massachusetts, atrayendo a una gran variedad de vida acuática, incluyendo a las ballenas, que podrían incluirse entre los resultados.

Cuando leí información acerca de las ballenas, comencé a preguntarme: ¿es posible que las orcas que vi estuviesen camino de la zona donde echó su carga el Sr. George ante la abundancia de marisco? Tal posibilidad, por improbable que sea, nos da una idea de las inquietantes repercusiones de la Geoingeniería: una vez que se empiece a interferir de forma deliberada en los sistemas climáticos de la Tierra, ya sea por el oscurecimiento del Sol o por la fertilización de los mares, todos los sucesos naturales pueden empezar a mostrarse poco naturales. Se podría producir un cambio en los patrones cíclicos de las migraciones, o algo que se sentía como un don milagroso de pronto hacerse siniestro, como si toda la naturaleza estuviese siendo manipulada entre bastidores.

La mayoría de las noticias califican al Sr. George como un delincuente de la Geoingeniería. Pero lo que más me preocupa, después de investigar el tema durante dos años para un libro de próxima aparición sobre el cambio climático, es que científicos mucho más serios, apoyados por bolsillos con mucho más dinero, parecen estar dispuestos a interferir de forma activa en los complejos sistemas naturales con consecuencias impredecibles para la vida en la Tierra.

En 2010, el Presidente del Comité de Ciencia y Tecnología recomendó mayor investigación en Geoingeniería, y el Gobierno británico ha empezado a emplear fondos públicos para pruebas de campo.

Bill Gates ha destinado millones de dólares en la investigación en Geoingeniería. Ha invertido en una empresa denominada Intellectual Ventures, que está desarrollando al menos dos herramientas de Geoingeniería: la StratoShield, una manguera de 19 kilómetros de longitud suspendida por globos de helio que arroja partículas de dióxido de azufre a la atmósfera para bloquear la radiación solar y otra herramienta que teóricamente podría debilitar la fuerza de los huracanes.

La Geoingeniería ofrece la tentadora promesa de una solución al cambio climático que nos permitiría continuar con nuestro agotamiento de los recursos, de manera indefinida. Y por otro lado, el miedo. Semanalmente aparecen noticias sobre el clima, cada vez más aterradoras, como el rápido deshielo de los polos o la acidificación de los mares, que se produce mucho más rápidamente de los esperado. Al mismo tiempo, el cambio climático no aparece en la agenda política, y ni siquiera ha sido nombrado en los tres debates entre los candidatos presidenciales. ¿ Es de extrañar que entonces que muchos pongan sus esperanzas en lo que los científicos están cocinando en los laboratorios?

Pero con la gran cantidad de Geoingenieros que andan por ahí sueltos, es buen momento para pararse un momento y preguntar si queremos ir por eso camino, el de la Geoingeniería. Porque la verdad, la Geoingeniería es en sí misma una propuesta con muy pocos escrúpulos. Pero las tecnologías que manipulan los océanos y la química atmosférica es algo que afecta a todos. También es cierto que es imposible conseguir un consentimiento unánime para llevar a cabo estas intervenciones. Pero tampoco se intenta un consentimiento informado y no nos hablan, porque quizás no los conocen, de todos los riesgos involucrados por estas tecnologías que pretenden alterar el planeta.

Si bien en las negociaciones de las Naciones Unidas sobre el Clima se ha establecido la premisa de que los países deben acordar una respuesta conjunta a los problemas que afectan a todos, la Geoingeniería plantea una perspectiva muy diferente. Por menos de mil millones de dólares una coalición de individuos de un solo país, o incluso un solo individuo rico, podría decidir tomar tales prácticas en sus manos. Jim Thomas, de ETC Group, un grupo de vigilancia del medio ambiente, expone el problema de la siguiente manera: “La Geoingeniería lo harán sólo unos pocos, pero todos tendremos que convivir con las consecuencias”.

Lo más espantoso de esta propuesta es que los modelos sugieren que podrían resultar afectadas más personas por estas tecnologías que las posibles por los impactos del cambio climático. Imagínese lo siguiente: América del Norte decide esparcir azufre en la estratosfera para reducir la radiación solar con la esperanza de salvar sus cultivos de maíz, a pesar de la posibilidad real de provocar sequías en Asia y África. En resumen, la Geoingeniería podría provocar el exilio de un gran parte de la humanidad, sacrificando enormes zonas.

Las ramificaciones geopolíticas son escalofriantes. El cambio climático ya está haciendo que sea difícil saber si los eventos que antes se calificaban como fuerza mayores ( una ola de calor anormal en marzo o una gran tormenta en Halloween) todavía pertenecen a esta categoría. Pero si empezamos a jugar con el termostato de la Tierra, convirtiendo de forma deliberada nuestros océanos en algo verdoso para absorber el carbono o blanqueando los cielos para desviar el sol, entonces la influencia humana adquiere un nuevo nivel. Una sequía en la India podría ser vista como resultado de una decisión consciente de un grupo de ingenieros que están trabajando al otro lado del planeta. Lo que antes se consideraba mala suerte, ahora podría ser visto como un acto consciente, un complot en contra de un país, o un ataque imperialista.

Habrá otras importantes consecuencias, y eso cambiará la vida. Un estudio publicado esta pasada primavera en Geophysical Research Letters decía que si se inyectan aerosoles de azufre a la estratosfera con el fin de reducir la radiación solar, el cielo no sólo se volvería mucho más blanco y brillante, sino que también habría unas puestas de sol de aspecto más volcánico. Pero, ¿que tipo de relaciones se pueden esperar al tener esos cielos hiperreales? ¿ No nos llenarían de temor y de una vaga inquietud? ¿Sentiríamos lo mismo cuando hermosas criatura salvajes se cruzasen en nuestro camino de una forma inesperada, como le pasó a mi familia este pasado verano? En un libro de divulgación sobre el cambio climático, Bill McKibben advirtió que no enfrentamos «Al final de la Naturaleza.» En la era de la Geoingeniería podríamos encontrarnos también con el final de estos milagros inesperados.

El Sr. George y su experimento de alteración del océano ofrece una oportunidad para el debate público sobre un tema tan esencial, pero que ha estado ausente del ciclo electoral. ¿Cuáles son las soluciones reales al cambio climático? ¿No sería mejor cambiar nuestro comportamiento, reduciendo el uso de combustibles fósiles, por ejemplo, antes de comenzar a jugar con el soporte vital del planeta?

A menos que no cambie el rumbo, seguiremos oyendo noticias como las de bloquear la radiación solar y esparciendo productos en los océanos, como hizo el Sr. George, cuya experiencia con el vertido de partículas de hierro no fue sólo una prueba sobre las tesis sobre fertilización de los océanos, sino también abrió el camino a los experimentos de Geoingeniería en el futuro. Y a juzgar por la débil respuesta que ha habido hasta el momento, los resultados de la prueba del Sr. George son claras: los geoingenieros continuarán, y no se tendrá en cuenta ningún principio de precaución.

© 2012 The New York Times

Naomi Klein es periodista con varios premios en su haber. Consiguió un best-seller con su libro La doctrina del shock: el camino del capitalismo hacia el desastre, que acaba de editarse en edición de bolsillo. Otro libro suyo que consiguió un enorme éxito fue No logo: el poder de las marcas. Puede visitar su página web: www.naomiklein.org. Su cuenta en Twiter: @ NaomiAKlein.

Procedencia: http://www.commondreams.org/view/2012/10/29-1