Este abogado alemán hará esta pregunta: ¿existen leyes sobre la calidad del aire en la práctica o sólo es sobre el papel?
Por Derek Scally, 12 de febrero de 2018
El abogado Remo Klinger dijo: “Los automóviles suponen para los alemanes lo que las armas pequeñas para los estadounidenses. Tan pronto como alguien intenta hacer algo para limitar el automóvil, se origina una gran resistencia”.
Este hombre de 48 años de edad tiene su mirada puesta en el invento de Rudolf Diesel de 1903, que durante los últimos dos años ha sido fuente de un gran escándalo que se ha extendido por Alemania y el resto del mundo.
Las revelaciones de que hay una manipulación generalizada del software de los motores por parte de las empresas automovilísticas alemanas han reducido el precio de los automóviles diésel, y a medida que continúan las acciones legales a ambos lados del Atlántico, Volkswagen se encuentra de nuevo bajo presión a raíz de los ensayos de emisiones realizados con monos.
Después de 12 años de acciones legales, no está perdiendo más el tiempo con un problema ya familiar: la contaminación procedente de los vehículos diésel que viola los limites establecidos por la UE. En cambio, está intentando un golpe de efecto.
El 22 de febrero, pedirá al Tribunal Administrativo Federal de Leipzig que decida si las prohibiciones de circulación de los vehículos diésel por el centro de las ciudades, tal como exige el profesor Klinger y grupos medioambientales, son un remedio legal, apropiado y proporcionado para la contaminación del aire de las ciudades.
El plan del abogado: espolear a los políticos alemanes por la fuerza de sus propias e ilusorias leyes sobre emisiones que las empresas han estado ignorando durante años. Este caso aventará las pruebas fraudulentas y el cuento de hadas de unos vehículos diésel “limpios”, haciendo una sencilla pregunta: “¿Existen leyes sobre la calidad del aire en la práctica o sólo es sobre el papel?”.
Es un caso audaz y no exento de riesgos, admite el profesor Klinger, dado el estrecho vínculo emocional de los alemanes con sus automóviles.
Pequeñas armas
“Los automóviles suponen para los alemanes lo que las armas pequeñas para los estadounidenses. Tan pronto como alguien intenta hacer algo para limitar el automóvil, se origina una gran resistencia”, dice con una sonrisa.
Sentado en la sala de reuniones de su oficina de Berlín, una gran sala con el techo pintado que representa un cielo azul nublado, el abogado explica el sinuoso camino a los tribunales desde 2005, más por accidente que por búsqueda consciente, momento en el que chocó con el escándalo del Dieselgate.
Durante años, sus clientes, Environmental Action Germany (DUH), han estado recogiendo datos de la contaminación del aire de la ciudad alemana. Stuttgart, sede de la empresa matriz de Mercedes, Daimler, es pésima, con unos niveles de dióxido de nitrógeno, emitido por los motores diésel, el doble de los límites permitidos por la UE, que es de 40 microgramos/m³. Algunas calles de Stuttgart también violan los límites de partículas finas establecidos por la UE en más de 60 días al año.
Haga click en la imagen para acceder a los datos de contaminación del aire.
Pero la próxima semana se presenta una batalla legal por la calidad del aire en la ciudad de Düsseldorf, de cuyo resultado podría afectar a otros 19 casos más en Frankfurt, Berlín y Munich. Dado que unas 40 ciudades alemanas están infringiendo los niveles de calidad del aire establecidos por la UE, según la organización DUH, ha llegado el momento de que los políticos alemanes sean espoleados por este asunto.
Demonizados por el lobby automovilístico, los activistas de DUH dicen saber de la dependencia de las personas hacia el automóvil, para ir al trabajo, para viajar, la libertad de elegir su modo de transporte.
Máscaras de gas
“Pero cuando esa libertad individual se contradice con la salud pública en general, ¿cuál es el precio de la individualidad?”, dice Dorothee Saar, experta en transporte y calidad del aire de DUH.
En un estante de la sala de reuniones de su organización hay un angelito de piedra con una máscara antigás: un recuerdo de lo que se trata en esta campaña de DUH, fundada en 1975 y ahora uno de los principales grupos medioambientales de Alemania.
DUH no está librando una batalla ilusoria contra la movilidad, pero está utilizando la amenaza de las limitaciones de uso de los vehículos diésel para que los políticos actúen. A corto plazo, quiere que se realicen pruebas independientes de las emisiones de los automóviles y actualizaciones de hardware para los motores diésel más antiguos, para que se ajusten a las leyes sobre emisiones.
Su objetivo a largo plazo: un debate público sobre el futuro de la movilidad urbana y una reflexión sobre la planificación de las ciudades. El punto de partida: aceptar y actuar, en lugar de negar, un problema de contaminación del aire urbano que la UE calcula mata a unas 40.000 personas al año en Europa, más muertos que por accidentes de carretera. En Alemania, el número de muertos es de alrededor de unos 10.000 al año.
“Si murieran 10.000 personas por consumir agua contaminada, se produciría un gran alboroto, pero la contaminación del aire no es algo tangible, y las personas que sufren no tienen a nadie que les apoye, pero los fabricantes tienen sus grupos de presión”, dice Saar de DUH.
DUH está pidiendo medidas concretas: unos períodos realistas de transición para los motores diésel; están abiertos a algunas excepciones para los vehículos diésel comerciales, pero están presionando para que los políticos actúen y soliciten que las empresas de automóviles recuperen los motores diésel más contaminantes y realicen las oportunas reparaciones hasta un máximo de 2000 euros.
Las últimas conversaciones sobre la coalición sugieren que los políticos alemanes todavía no es algo en lo que piensen o sobre lo que tengan que actuar. A pesar de dos años de desastrosas revelaciones sobre los vehículos diésel, y una batalla legal de 12 años, ahora se ha llegado a un punto crítico: el estribillo más común de los políticos en las últimas semanas ha sido la necesidad de evitar las prohibiciones sobre los vehículos diésel, pero no hablan sobre un aire más limpio.
Falla la política
Para el profesor Klinger, este caso revela el fracaso político masivo en Alemania y el coste humano de la contaminación del aire.
“Loo menos que podía esperar de los políticos en que actuasen y resolviesen este problema de larga duración. En cambio, se han quedado temblando ante la Industria, como un conejo ante una serpiente”.
Mientras el enérgico abogado hace su última preparación para el juicio del próximo jueves, no se hace ilusiones sobre sus poderosos oponentes, bien relacionados y con los bolsillos llenos: una Industria de más de 400.000 millones de euros. A medida que finaliza nuestra entrevista, anuncia que está seguro de que su teléfono móvil está intervenido.
“Recuerdo cómo un día vi el curso de mi Blackberry moverse por sí solo en mi libreta de direcciones. Nunca me han amenazado con aplicar métodos violentos, son mucho más caballerosos que eso. Pero en Alemania todo se está haciendo por detrás para proteger a esta Industria”.
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