por Gilad Atzmon, 11 de julio de 2011
Se puede decir que la semana pasada no ha sido nada fácil para el movimiento de solidaridad con palestina: en primer lugar, una flotilla internacional y pacífica, que tiene el objetivo de entregar ayuda humanitaria a Gaza, no ha logrado soltar amarras de los puestos griegos. El Gobierno griego se ha mostrado sumiso a la presión israelí y las organizaciones judio-americanas, bloqueando la iniciativa naval.
En segundo lugar, el esfuerzo internacional de cientos de activistas para alcanzar por avión la Ribera Occidental también ha fallado parcialmente, ya que el Gobierno de Israel también había presionado para asegurarse que el proyecto se viniese abajo antes de iniciarse (1).
Quizás parezca que el movimiento de solidaridad con Palestina ha sufrido un duro golpe, pero en realidad es Israel quien lo recibe, ya que ha quedado al descubierto su alto nivel de histeria: ocho barcos viejos y unos pocos cientos de pasajeros de Easyjet han puesto en alerta a la sociedad israelí al completo. Ahora traten de imaginar el impacto que potencialmente puede tener que cientos de refugiados palestinos vuelvan a sus casas en Jaffa, Lod Acre, Ramle, Haifa, Beer Shiva y Al-Quds.
Creo que el panorama se ha aclarado mucho: Israel no tiene ninguna posibilidad. Su destino está condenado al fracaso. Es sólo cuestión de tiempo. No es una cuestión de si, sino una cuestión de cuándo.
Pero la verdad es que este asunto va un poco más allá. Tanto la Flotilla como la Flytilla, son casos ejemplares de campañas de la sociedad civil, que tienen la intención de movilizar el apoyo internacional por medios pacíficos y democráticos.
Ambas campañas no están dirigidas a atentar contra la seguridad de Israel, en absoluto, sino que tienen como objetivo llamar la atención del mundo sobre la situación de Gaza y Cisjordania. Es decir, el objetivo inmediato de llegar a Palestina no se cumplió, pero su misión es una victoria clara y significativa, ya que demuestra una vez más la cruda realidad de Israel: el Estado judío es una sociedad cerrada, un colectivo mórbido impulsado por un síndrome de estrés pretraumático ( alimentado por fantasías imaginarias de destrucción). Lo más importante, las medidas desesperadas tomadas por el Gobierno israelí en contra la pacífica Flytilla, ha demostrado al mundo que la Ribera Occidental está también en estado de sitio, Palestina cerrada a los visitantes.
Los líderes de las dos campañas de la sociedad civil han hecho los deberes: se había planeado esta acción desde hace meses, organizando y coordinando un puente aéreo de diferentes grupos internacionales. Habían recaudado fondos y reclutado a activistas de la sociedad civil para llevarla a cabo.
Pero no se han dado cuenta de una cosa. No comprenden lo más obvio sobre el Estado judío y los poderes que lo apoyan en todo el mundo. Queriendo poner en marcha una estrategia de paz más civilizada, no se dieron cuenta de que el Estado judío no es un lugar civilizado, es algo totalmente ajeno a la noción misma de civilización. Una vez más, el Gobierno de Israel ha dado una lección de las características únicas del Estado judío.
Israel vs civilización
“Civilización” es una palabra que proviene originariamente de la palabra latina civilis, relacionado con civis, que significa ciudadano, y civitas ciudad o ciudad-estado.
Por la tanto por “civilización” se entiende una sociedad que reconoce y respeta la nociones del “derecho civil” y de “ciudadanía”. Por desgracia, Israel no es una sociedad así. La mayoría de las personas cuyas casas se encuentran en tierras controladas por los israelíes carecen de derechos civiles, sólo por el hecho de no ser judíos.
Es posible que la deficiencias de Israel en ese sentido tengan sus raíces en el judaísmo ortodoxo, que desafía las nociones de derecho civil y civilización. Para el judaísmo rabínico, es la ley de la Halajá, que establece estrictamente los derechos y deberes de los judíos (2). [La Halajá (en hebreo: הלכה) es la recopilación de las principales leyes judías, que incluyen los 613 mitzvot, y posteriormente las leyes talmúdicas y rabínicas, así como sus tradiciones y costumbres. En la bibliografía cristiana suele denominársela ley judía1 2 o a veces ley oral mosaica (no debe confundirse con la «ley mosaica», la Torá. Fuente: Wikipedia).
Curiosamente, el sionismo en sus principios trató de remediar esta situación. Se comprometió a civilizar la vida judía. Se comprometió a construir una sociedad judía que respetase la ciudadanía y el derecho civil secular. Pero el sionismo estaba condenado al fracaso. Desde el mismo momento de su aparición, el Estado judío prefirió limpiar étnicamente a la gran mayoría de población palestina en lugar de acometer la posibilidad de alcanzar una civilización judía.
La verdad es que el Estado judío ha luchado contra las leyes de la Halajá desde el momento de su nacimiento, Por un lado el Israel secular, los agentes de la Hasbará y los sionistas han difundido la imagen falsa de un Estado judío democrático, de una sociedad civilizada y abierta, pero por otro lado, está el desafío de las instituciones religiosas de Israel, que señalan esta agenda ficticia: defienden con claridad que si Israel se define como Estado Judío, entonces al judaísmo se le debe dar un significado real. Se refieren básicamente a las leyes de la Halajá.
El resultado de esta lucha es claro: por ahora, Israel ha mostrado muy poco respeto por la noción de civilización o derecho civil. A lo sumo, imita algunos rasgos liberales de Occidente. El diputado árabe Azmi Bishara, sugirió hace unos años que Israel se convirtiese en un Estado de todos sus ciudadanos ( es decir, una civilización), pero tuvo que huir para salvar su vida, y desde entonces vive en el exilio. No es un secreto que los árabes israelíes ( los palestinos con ciudadanía israelí) son ciudadanos de segunda clase, y los palestinos de Gaza y Cisjordania carecen de estado civil significativo. Viven en una prisión al aire libre. Están sujetos a la brutalidad israelí y a las diferentes formas de las leyes raciales discriminatorias. No sólo eso, las comunidades de trabajadores extranjeros en Israel están también marginadas, viviendo en completa inseguridad, con muy pocos derechos.
La pregunta obvia ahora es si la acción de la sociedad civil, como hemos visto en las últimas semanas por parte de activistas de organizaciones solidarias internacionales, puede tener algún efecto significativo en una sociedad que tan claramente desafía las nociones de derecho civil y de civilización.
Diáspora judía y civilización
Israel, en sí mismo, es sólo una parte del problema: El Estado judío cuenta con el apoyo de algunos grupos de presión extendidos por todo el mundo. Estos grupos de presión se las arreglan para extorsionar a los Gobiernos occidentales y la Instituciones políticas, de forma un tanto oscura. En Gran Bretaña, por ejemplo, el jeque Raed Salah, también conocido somo el Ghandi de Palestina, ha sido detenido durante una semana, lo que supone una rendición vergonzosa del Gobierno Británico ante la presión del lobby judío. Además, la prensa israelí informó con cierto orgullo de los incentivos fiscales ofrecidos por las organizaciones judías para que el Gobierno griego bloquease la salida de la Flotilla.
El Gobierno israelí y sus grupos de presión ya se dieron cuenta hace tiempo de que es mucho más barato comprar a un político occidental que comprar un tanque.
Por lo tanto, nuestra forma de actuar debe ser clara: aunque Israel desafíe el concepto de Civilización, los hechos demuestran que los grupos de presión de todo el mundo están logrando interferir en la civilización de nuestras respectivas naciones.
Acción de la Sociedad Civil frente a la sociedad no civilizada
Las organizaciones de solidaridad con Palestina tendrán que sacar sus propias conclusiones de los recientes acontecimientos. Las campañas de la Sociedad Civil está movilizando cada vez a más personas en todo el mundo y esto sí que es muy importante. Sin embargo, estas campañas pueden tener muy poco efecto como para provocar un cambio de conciencia en Israel.
Con el fin de derrotar a Israel y el sionismo, primeros debemos admitir lo que estamos combatiendo: la orientación racial, un proyecto tribal expansionista que no tiene precedentes en la Historia, un proyecto que excede los límites geográficos. Israel no sólo está a la búsqueda de un territorio, sino que es una ideología, un modus operandi impulsado por formas de supremacía racial. Pero también, debemos reconocer que el Estado judío no esta sólo: es apoyado institucionalmente por los judíos de diferentes partes del mundo.
Si nos preocupamos por Palestina, la paz mundial y el estado de nuestro mundo en general, nuestra tarea es combatir abiertamente e identificar esta ideología, la política y la cultura que sirven al Estado judío y sus intereses, tanto global como localmente. No es necesario viajar a Palestina para combatir contra los soldados israelíes: mejor localizar a sus mercenarios a nuestro alrededor, en nuestros medios de comunicación, en las instituciones políticas, a los expertos, Instituciones Académicas y de la Economía.
Estas personas y organizaciones interfieren con nuestra civilización, con nuestros valores occidentales más sagrados, el pluralismo, la armonía y la tolerancia.
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Los activistas que sí llegaron a Israel fueron rápidamente detenidos y condenados con ´ordenes de deportación.
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Se puede argumentar que el Islam también desafía el concepto de Derecho Civil. Sin embargo, a diferencia del judaísmo, el Islam es un precepto universal. Define claramente las medidas de respeto hacia las minorías étnicas y religiosas.
Gilad Atmon nació en Israel y sirvió en el ejército israelí. Vive en Londres y es autor de dos novelas: Guía para Perplejos y la última My One and Only Love. Atzmon es también uno de los saxofonistas de jazz más destacados de Europa.