¿Son los alimentos biotecnológicos el futuro de nuestra alimentación?

Por Dana Perls, veterana en tecnología de la alimentación, de Amigos de la Tierra, 30 de marzo de 2017

medium.com

Laboratorio en el que se ha fabricado la llamada “hamburguesa imposible”. Imagen: El Confidencial.

Se ha celebrado en San Francisco la conferencia El futuro de los alimentos tecnológicos, a la que asistieron Corporaciones multinacionales de alimentos y productos químicos para la agricultura, inversionistas de Silicon Valley, empresas de relaciones públicas, grupos fabricantes de césped artificial y empresas de biotecnología, para trazar el futuro de nuestro sistema alimentario. Allí estuvieron empresas desde PepsiCo a Cargill, o la firma de relaciones públicas Ketchum, de la que fue cliente Vladimir Putin. Los expertos en agricultura regenerativa, grupos de consumidores, grupos a favor de la justicia alimentaria y otros, que tienen mucho que decir sobre el futuro de nuestro sistema alimentario, estuvieron ausentes de la lista de participantes.

¿Qué nos puede deparar ese futuro de alimentos tecnológicos? Según el sitio web de la conferencia, se trata de “ innovación e inversión en el proceso que va desde la explotación hasta la mesa”, pero basándose en una agenda. Lo que parece es que ese “futuro” hable más bien del camino desde “el laboratorio a nuestra mesa”.

Es posible que haya oído hablar de la nueva carne, la llamada “hamburguesa imposible”; la nueva stevia de Cargill desarrollada mediante Biología sintética, o la manzana transgénica propiedad de Intrexon.

Todos estos productos emplean nuevas

técnicas experimentales de Ingeniería Genética,

las cuales plantean muchas dudas a los consumidores,

agricultores y grupos ecologistas.

Estos nuevos alimentos modificados genéticamente, que algunos llaman “transgénicos 2.0”, están entrando con gran rapidez en nuestro sistema alimentario. Las nuevas técnicas de ingeniería genética implican la utilización de algas para reemplazar los ingredientes alimentarios procedentes de plantas y animales, o Ingeniería del ADN para activar o o desactivar genes, o incluso eliminarlos por completo. Se han podido escuchar expresiones como “fermentación”, Biología sintética o la edición de genes, pero todo ello implica técnicas de Ingeniería genética, aunque raras veces se etiqueten como tales.

Estos nuevos ingredientes transgénicos están comercializándose antes de que las Agencias de Regulación puedan ponerse al día mediante una evaluación o supervisión de su seguridad, incluida la ambiental. Mientras que la mayor parte de los productos modificados genéticamente de primera generación que ocuparon los estantes de los supermercados fueron el maíz, la soja y la colza transgénicos, que están diseñados para soportar tóxicos herbicidas, los bases de datos de productos biotecnológicos nos indican que ya son cientos de nuevos ingredientes transgénicos presentes en el mercado.

Pero antes de que estos nuevos alimentos tecnológicos inunden los mercados es necesario hacerse algunas preguntas importantes, ante esta nueva oleada de alimentos transgénicos.

¿De qué tipos de productos estamos hablando?

Superficialmente, el objetivo señalado de la hamburguesa imposible es la de reducir el consumo de carne, lo cual suena bastante bien. Hay problemas con la cría de animales. Pero en un momento en el que los consumidores están presionando para producir unos alimentos de una manera más sostenible, ¿son estos productos biotecnológicos la respuesta correcta?

Mientras que la hamburguesa imposible ha recibido mucha publicidad en los medios de comunicación, por estar fabricada a partir de plantas, los datos concretos de cómo se ha desarrollado realmente no están nada claros. El ingrediente clave de la hamburguesa imposible es una hemoproteína producida por una levadura modificada genéticamente, y de acuerdo con el Washington Post, es lo que da a la hamburguesa el sabor a carne. Pero cuando se habla de la hamburguesa imposible no se habla de “sangre vegetal”, el ingrediente clave de la hamburguesa, de modo que no se proporcionan datos claros sobre la evaluación de riesgos y el impacto ambiental. Esto es muy común entre muchas de las nuevas empresas de Biología sintética.

Mientras que muchos de nosotros y personas de grupos ecologistas y de bienestar animal, apoyamos la reducción del consumo de carne, en una época en la que los consumidores exigen cada vez más transparencia y alimentos “verdaderos”, alejándose de los productos procesados industrialmente, las alternativas de consumo de carne ecológica, o elaborada a partir de plantas, pero sin procesos de modificación genética, conllevan menos riesgos inherentes y una dirección más acertada.

¿Son seguros estos productos?

Cualquier modificación en los genes puede tener un impacto no deseado en los organismos, en las especies o los ecosistemas. Esta es la razón por la cual las evaluaciones de riesgo son importantes. Aunque se sugieren evaluaciones de riesgos y normas de regulación, hay muchas lagunas que permiten que muchos alimentos modificados genéticamente pasen a través de los filtros de las normas de regulación.

La Organización Mundial de la Salud dice que no es posible hacer afirmaciones generales sobre la seguridad de los transgénicos, es algo que se debe determinar caso por caso. Sin estos estudios, nos encontramos sin bases de apoyo para tomar decisiones importantes sobre nuestro sistema alimentario.

Las Empresas que introducen en el mercado estos nuevos transgénicos se autorregulan y piden a los consumidores que confíen ciegamente en ellos. Pero dada la experiencia con la primera generación de transgénicos, ¿realmente pueden los consumidores sentirse seguros y ser dignos de su confianza?

Dada la historia de problemas conocidos y promesas fallidas que han surgido con los transgénicos de primera generación, debemos tener cuidado de no introducir en la cadena alimentaria unos nuevos alimentos modificados genéticamente sin la debida diligencia en la realización de evaluaciones de riesgo, independientes y transparentes.

¿Son productos sostenibles?

Del mismo modo que hemos escuchado una y otra vez las promesas incumplidas por los transgénicos de primera generación, ahora estamos escuchando afirmaciones similares de los transgénicos 2.0, sin datos que apoyen esas afirmaciones. TerraVia, que produce el aceite para cocinar Thrive, fabricado con algas transgénicas que se desarrollan en recipientes con materias primas como la caña de azúcar o el maíz transgénico, asegura que es un producto sostenible.

Pero, ¿dónde están esos datos? ¿Cuál es impacto ambiental de la materia prima necesaria para alimentar a las algas transgénicas? ¿Cuál es el impacto general del ciclo de vida de este producto? ¿Cómo se impide la contaminación con los ingredientes transgénicos que contiene? Estas son algunas preguntas que deben ser respondidas de manera transparente antes de que estos productos puedan considerarse razonablemente sostenibles.

¿Dónde está el etiquetado?

Los inversionistas y las empresas están entusiasmados por utilizar estas nuevas técnicas de Ingeniería Genética, pero están haciendo todo lo que pueden para poner una venda sobre los ojos de los consumidores. Algunos de estos nuevos productos incluso están mal etiquetados como no transgénicos o como naturales, a pesar de derivarse de transgénicos y haber sido desarrollados en laboratorios.

Estas empresas se han olvidado de la transparencia, centrando su atención en la comercialización de estos productos. ¿Se dirá a los consumidores que el ingrediente secreto de la hamburguesa imposible en una proteína obtenida mediante Ingeniería Genética? Las encuestas dicen una y otra vez que los consumidores quieren que los productos transgénicos estén etiquetados como tal en el envase, pero hasta el momento las empresas que venden estos nuevos productos transgénicos se mantienen en silencio, incluso sobre la Hamburguesa Imposible. ¿Confiarán los consumidores en empresas como PepsiCo, que gastaron enormes cantidades de dinero para evitar que los consumidores supiesen si estaban comiendo o no alimentos transgénicos? ¿Y las empresas que promueven la próxima generación de transgénicos aprenderán que no pueden ocultar la verdad sobre qué productos están dando a la gente?

¿Pero alguien quiere estos productos?

¿Los consumidores están pidiendo manzanas que no se pudren o hamburguesas con hemoproteínas elaboradas a partir de plantas modificadas genéticamente? Los datos de mercado muestran que los consumidores quien saber de dónde vienen los alimentos y cómo se producen. Como Beth Kowit escribió en la reviste Fortune en 2015:

Es bastante simple lo que la gente quiere ahora: sencillez… menos ingredientes, no más de aquellos que puedan contabilizar con su cabeza”.

¿Realmente queremos producir nuestros alimentos con hongos y algas patentados, editados genéticamente, alimentados con materias primas con gran cantidad de productos químicos y destructivas para el medio ambiente, como el maíz transgénico o la caña de azúcar, fabricados en laboratorios? ¿O queremos avanzar hacia un sistema alimentario basado en la transparencia y una agricultura ecológica regenerativa, sostenible y saludable para los agricultores, trabajadores agrícolas, nuestra tierra y los consumidores?

Según la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación, el daño ambiental causado por la Agricultura Industrial cuesta al mundo unos 3 billones de dólares: erosión de los suelos y agotamiento de los recursos hídricos, las zonas muertas en los océanos asociadas a la escorrentía de los fertilizantes sintéticos y la generación de grandes cantidades de gases de efecto invernadero. En lugar de invertir en nuevas tecnologías de riesgo que pueden suponer problemas potenciales disfrazados de soluciones, ¿no se debería invertir en una agricultura ya probada, beneficiosa, regenerativa y en alimentos ecológicos obtenidos de forma transparente, que es lo que los consumidores exigen? Muchas informes elaborados por expertos han afirmado que los enfoques basados en una agricultura ecológica son fundamentales para alimentar a todas las personas, ahora y en el futuro.

¿Cómo queremos que sea nuestra sistema alimentario en el futuro? ¿No deberíamos tener voz y voto en ello?

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