Los retos del Tratado Transatlántico

Por Michel Rogalski, 20 de mayo de 2014

Le Grand Soir

TTIP

Siguiendo la tradición de Jacques Delors, quien dijo que “Europa debía de avanzar de modo encubierto”, se está preparando un salto hacia lo desconocido, sin que promedie ningún debate y sin conocimiento de la opinión pública. La Comisión Europea recibió un mandato en 2013 para crear una Asociación transatlántica de comercio e inversiones entre la Unión Europea y Estados Unidos. Los líderes europeos justifican el secretismo con que el que mantienen las negociaciones diciendo que de este modo los trabajos de negociación son más efectivos.

En los momentos que la Agencia de Seguridad Nacional de Estados Unidos (NSA) intercepta las comunicaciones de los líderes europeos, y la demostrada intrusión de los servicios estadounidenses en las comunicaciones de todo el mundo, seguimos confundidos y no entendemos tal argumento. Las protestas europeas ante tales prácticas han sido muy tímidas, sobre todo si las comparamos con la respuesta de Brasil. En cuanto a la docilidad de los franceses, que prohibieron que sobrevolase sobre su territorio el avión del Presidente de Bolivia, resulta sospechosa tras las advertencias de Edward Snowden. Este incidente no ha disminuido el entusiasmo de los líderes europeos en continuar las negociaciones. [Campaña NO AL TTIP]

La apertura de estas negociaciones se sitúa bajo el signo de la complicidad y la connivencia. El Tratado deber ser adoptado por los Estados miembros en 2015, así como por el nuevo Parlamento que salga elegido en mayo de 2014. Esta es la razón por la que ha entrado, aunque tardíamente, en la campaña electoral. Y posteriormente debe ser ratificado por cada Estado miembro. Con poca consideración hacia sus socios, los estadounidenses ya han designado a este tratado como la OTAN económica. A ambos lados del Atlántico, las multinacionales ya dan la bienvenida a las oportunidades que se les ofrece con un mercado tan amplio, y ya han comenzado ha aterrizar en Bruselas los poderosos grupos de presión para influir en el contenido del Tratado.

Hay que recordar que Estados Unidos está acostumbrado a firmar tratados bilaterales de libre comercio, sobre todo con países del Tercer Mundo, entregándolos a las actividades de sus multinacionales. Esto refleja una disparidad de fuerzas. Después de su independencia, estos países fueron capaces de desarrollar sus propios códigos de inversión, señalando las normas que se requerían a las empresas para invertir y las condiciones de transferencia de tecnología: pago de impuestos, desarrollo de una legislación nacional, establecimiento de unas cuotas y la formación de las personas de ese país… Hoy esta situación se ha invertido, en la medida en que estos países han perdido atractivo para captar inversiones, renunciando a su soberanía, y ante la desigualdad de fuerzas ceden en sus pretensiones.

Los defensores de este proyecto dicen que se abarcaría a una población de 800 millones de consumidores, con casi el 50% del PIB mundial y un tercio de todo su comercio, beneficiándose ambas partes en términos de empleo y de crecimiento, algo que ningún estudio ha demostrado. [ Véase en este sentido lo ocurrido en México con la firma del Tratado de Libro Comercio, TLCAN: http://www.youtube.com/watch?v=tG89P8II0cA] Lo que es seguro es que la firma de este tratado de libre comercio, que es lo que está en el corazón del tratado, no es ninguna panacea económica. Mucha gente cree que no hay desarrollo posible si no existe un cierto grado de protección, sobre todo de las industrias que están surgiendo ahora. No debemos olvidar que detrás de los productos y mercancías que se intercambian se encuentran las condiciones de producción, es decir, su coste social y ambiental. El libre comercio no supone automáticamente una mejora técnica, las probabilidades de destacar entre la competencia y la desaparición de las menos eficientes, sino que se contribuye a crear una falsa competencia.

[youtube=http://www.youtube.com/watch?v=tG89P8II0cA]

Las condiciones de apertura de las negociaciones son tan opacas que uno se pregunta cuales son sus objetivos. Podemos darnos cuenta de que al mismo tiempo Obama ha abierto conversaciones con Asia, excluyendo a China, para la firma de un Tratado TransPacífico de libre comercio. Es de suponer que lo que se busca no puede alcanzarse a través de la OMC (Organización Mundial de Comercio), que se dice está en crisis. Además, esta Institución no funciona como el FMI o el Banco Mundial, según el peso de cada país, sino sobre la base de “cada país un voto”, que a menudo se resuelve con éxito en el Órgano de Resolución de Disputas de Estados Unidos. En resumen, Estados Unidos no establece allí su ley, sobre todo desde que Pascal Lamy fue sustituido por un brasileño, y trata de emanciparse. Puede intentar cambiar las reglas del comercio mundial mediante la firma de dos importantes tratados de libre comercio, el del Atlántico y del Pacífico, creándose un nuevo estándar mundial, alineado frente a los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica). Desde el punto de vista comercial, Alemania podría resultar beneficiada al dejar de depender del gas ruso, al comprar petróleo y gas de esquisto de Estados Unidos.

Es dudoso que el acuerdo comercial esté preparado antes de 2015, según lo previsto. Algunos hablan ya de largas negociaciones, que recuerdan conversaciones sin fin o los acuerdos del GATT de Doha. El problema es que la opinión pública se muestra completamente desinteresada. Si la cuestión de los aranceles no son muy diferentes entre Europa y Estados Unidos, del orden del 2% al 4% de promedio, poco más del 10% en los alimentos, y no hay problemas en el tipo de cambio entre el dólar y el euro, los desacuerdos parecen estar relacionados con las barreras al comercio no arancelarias, principalmente en lo que se refiere a las normas y reglas que deber gobernar entre las Multinacionales y los Estados.

¿Qué son las barreras no arancelarias?. Todas las normas de los países que establecen el acuerdo sobre salud, medio ambiente y alimentación. Por lo tanto, si estas normas cambian, sería imposible rechazar los animales tratados con hormonas, la descontaminación química de la carne, los organismos modificados genéticamente y desaparecían las denominaciones de origen. El principio de precaución también sería anulado. Más allá de la apertura de los servicios públicos a la competencia de las empresas multinacionales, se verían amenazados sectores clave como la salud y la educación, introduciéndose una gran oleada de privatizaciones.

Pero la principal novedad de este tratado es una nueva forma de relación entre las Empresas y los Estados. Hasta ahora, en el caso de una disputa con las Empresas se acudía a los Tribunales del Estado donde se ha producido esa disputa. A partir de ahora con el nuevo tratado, los inversionistas extranjeros pueden demandar a un Estado ante un Tribunal de Arbitraje por las decisiones tomadas y que puedan resultar perjudiciales para sus intereses. Las empresas siempre han preferido el sistema de arbitraje, por presenta tres ventajas: sigilo, rapidez y certeza de la ejecución, al no existir recurso de apelación. Esta innovación permitiría a las multinacionales eludir los Tribunales convencionales que se encuentran bajo la soberanía de los Estados y de sus leyes nacionales. El Tratado Transatlántico no se resuelve mediante la negociación entre los dos socios, en la que cada uno defiende sus intereses, sino que se permite que las empresas multinacionales de los dos países fuercen la desregulación de los mercados a ambos lados del Atlántico. Se produciría una inversión en la relación entre las Empresas y los Estados, permitiendo a aquellas quedar fuera de la jurisdicción de estos.

En Francia, en todo este tema se ha convertido en parte de la campaña para las elecciones europeas, la oposición es una reminiscencia de lo que ya se puso de manifiesto durante el Referéndum Constitucional de 2005. Esto es a lo que tienen miedo el Elíseo y el Gobierno, que están comprometidos en llevar a cabo este Tratado. Por lo tanto, no sólo el Frente de Izquierdas, el Frente Nacional y los ecologistas se oponen, sino que también hay voces disonantes en el Partido Socialista y en Unión por un Movimiento Popular. Apuesto que la mayor parte de los términos de este Tratado serán motivo de numerosas críticas. Un rechazo a este Tratado sería un buen golpe al neoliberalismo y al peso que tienen las multinacionales y sus grupos de presión.

Michel Rogalski

Editor de la revista Recherches internationales

Este artículo ha sido redactado en colaboración con la revista Recherches Internationales, en la cual colaborar numerosos catedráticos de universidades e investigadores, siendo su campo de análisis las grandes preguntas que se plantean en el mundo de hoy, la globalización, y la lucha solidaria, que cada vez se ve como más necesaria para afrontar lo que sucede en cada país.

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