Juicio a Monsanto: una Facultad de Medicina investigará si uno de sus profesores firmó un estudio parcialmente redactado por la Empresa Química

Por Warren Cornwall, 21 de marzo de 2017

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Responsables de la Escuela de Medicina del Estado de Nueva York investigarán a un miembro de su facultad, que según documentos internos publicados la semana pasada por un Tribunal Federal de California, firmó un estudio parcialmente redactado por empleados de Monsanto, con sede en St. Louis, Missouri.

Los responsables del New York Medical College (NYMC) con sede en Valhalla, Nueva York, no tenían conocimiento de la acusación de que uno de sus profesores había actuado como un escritor fantasma, hasta que se pusieron en contacto con ellos ScienceInsider, dice Jennifer Riekert, Vicepresidenta de Comunicaciones de la Universidad: “Nos acabamos de enterar de esta circunstancia, de modo que tendremos que investigar para aclarar esta situación”.

Se trata de un estudio publicado en el año 2000 en la revista Regulatory Toxicology and Pharmacology. Esta revisión concluyó que el producto de Monsanto con más éxito, el herbicida Roundup, no mostraba evidencias de efectos nocivos en las personas.

El autor principal de estudio es Gary Williams, patólogo de la NYMC. Su apellido aparece brevemente en algunos documentos no clasificados consultados la semana pasada, dentro de la demanda presentada contra Monsanto por personas que afirman que desarrollaron un linfoma no Hodgkin por exposición al herbicida Roundup, cuyo principal ingrediente es el glifosato.

Los documentos, que incluyen correos electrónicos internos escritos en 2015, revelan que los Ejecutivos de Monsanto desarrollaron estrategias sobre la manera de ponerse en contacto con científicos, tanto académicos como independientes, para que asegurasen que el glifosato no presentaba riesgo de cáncer. Y entre esas estrategias, aparecen sugerencias de los responsables de la Empresa para que empleados actúen como “escritores fantasmas” de artículos científicos que se enviarían a revistas técnicas revisadas por pares.

La autoría de los artículos sería de los científicos cooptados por la Empresa, algo que se considera como un grave incumplimiento ético dentro de la comunidad de investigación, del mismo modo que lo es el no revelar los posibles conflictos de interés.

Una defensa enérgica

Los documentos proporcionan información sobre los esfuerzos de Monsanto para establecer un defensa enérgica de la seguridad del herbicida Roundup, después de que un panel de científicos determinase en 2015 que el glifosato era probablemente carcinógeno para los seres humanos. Tal clasificación, publicada por la Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer (IARC), una sección de la Organización Mundial de la Salud con sede en Lyon, Francia, aumentó la controversia en torno al glifosato.

Los estudios científicos en torno a este producto químico parecen contradictorios. Aunque la IARC ha planteado estas preocupaciones, otras Agencias de Regulación han dicho que no observan evidencias de que el glifosato cause cáncer. La Agencia Europea de Sustancias Químicas declaró la semana pasada de que este producto químico no debiera clasificarse como carcinógeno.

Los responsables de Monsanto ya tenían aprendida la respuesta antes de la decisión de la IARC de 2015, y rápidamente rechazaron las conclusiones de la Agencia, de acuerdo con los correos electrónicos enviados entre los Ejecutivos de la Empresa. Entre las opciones se encontraba la de publicar artículos en revistas científicas apoyando la afirmación de la Empresa, de que el producto químico no representaba riesgo alguno para la salud. Entre estos artículos se incluía el patrocinio de un largo artículo, que según un correo electrónico de un Ejecutivo de la Empresa, podría costar más de 250.000 dólares para su publicación.

En un correo electrónico, Willian Heydens, Ejecutivo de Monsanto, analizó esta opción, sugiriendo que Monsanto podría recortar costes mediante la contratación de expertos en algunas áreas, pero que dispondrían de escritores fantasma, al menos parcialmente. “Una opción sería la de incluir a Greim y Kier o Kirkland para que sus nombres aparezcan en la publicación, pero el gasto lo soportaríamos y nosotros y ellos sólo tendrían que firmar, por así decirlo. Recordemos que así fue como manejamos este asunto con el estudio firmado por William Kroes & Munro en el año 2000”, escribió Heydens en un correo electrónico (Vea la página 203 de este documento en pdf).

El autor principal del estudio de “Willians Kroes & Munro, 2000” fue Gary Williams, un médico de la NYMC, cuyos “intereses de investigación se centraban en los mecanismos de la carcinogénesis” y los “efectos metabólicos y genéticos de los carcinógenos químicos”, según el sitio web de la Universidad. Williams no respondió aun correo electrónico enviado por ScienceInsider, que pretendía obtener sus comentarios. Sus dos coautores, Robert Kroes e Ian Munro, ya han fallecido, según los medios de comunicación. El editor de la revista, Gio Gori, ex investigador de los Institutos Nacionales de Salud que llamó la atención en la década de 1980 por aceptar financiación de la Industria Tabacalera y cuestionar los riesgos que representa el humano del tabaco para los fumadores pasivos, con el que tampoco pudimos ponernos en contacto.

Otro investigador mencionado en el correo electrónico, David Kirkland, toxicólogo genético residente en Tadcaster, Reino Unido, fue coautor de un artículo publicado en 2016 junto con Williams y varios otros. Ese artículo, que apareció en la revista Critical Reviews in Toxicology, revisó la clasificación de la IARC y concluyó que la investigación científica no apoyaba las afirmaciones de que el glifosato plantee riesgos de toxicidad genética. Se muestra inflexible diciendo que el estudio no fue redactado por escritores fantasma. “Llevo trabajando en este campo durante 35 años y tengo una amplia reputación”, dijo a ScienceInsider. “No voy a comprometerlo firmando un artículo que ha escrito otro”.

Kirland, que trabaja como consultor privado, lo ha sido para Monsanto en un grupo de trabajo sobre el glifosato en Europa, y Monsanto proporcionó la financiación necesaria para llevar a cabo dicho estudio, de acuerdo con las informaciones que acompañan al estudio. Kirland también ha coescrito una investigación del año 2013, una revisión sobre los efectos del glifosato en la salud, bajo un contrato con Glyphosate Task Force, un grupo respaldado por la Industria. Pero Kirland dice que la fuente de financiación no influyó en sus resultados. “Elaboro mis conclusiones basándome en la Ciencia y no en ninguna presión en particular”.

Un alto Ejecutivo de Monsanto respalda lo dicho por Kirland, afirmando que ninguno de los empleados de Monsanto redactó ninguna parte de los estudios de los años 2000 y 2016. En cambio, Scott Partridge, Vicepresidente de Estrategia Global de Monsanto, dice que los científicos de Monsanto trabajaron conjuntamente con científicos externos para aportar datos de investigación y otras informaciones científicas de la Empresa. “No ha habido nada secreto, escondido o que socave. Lo que lamento es el desafortunado uso de las palabras “escritores fantasma”. Es una manera inadecuada de referirse al compromiso científico de colaboración que se desarrolló aquí”, dice Partridge.

¿Parte de un patrón?

Pero Pearl Robertson, abogado residente en Nueva York, que representa a algunos de los demandantes contra Monsanto, dice que tal relación forma parte de un marcado patrón de actuación de Monsanto, tratando de moldear los estudios científicos sobre el glifosato a su antojo. Señala que en un correo electrónico de 1999, en el que Heydens, el Ejecutivo de Monsanto, se refiere a si la Empresa debe seguir trabajando o no con el Dr. James Parry, toxicólogo genético de la Universidad de Swansea, Reino Unido, ya fallecido. “Vamos a mirar hacia atrás y ver lo que realmente estamos tratando de lograr”, escribe Heydens. “Queremos encontrar a alguien que se se encuentre cómodo con el perfil genotóxico del glifosato/Roundup y que pueda influir en las Agencias de Regulación y en las operaciones a llevar a cabo cuando surjan problemas en torno a su genotoxicidad. Considero que Parry no es la persona adecuada, y llevaría mucho tiempo y dinero el conseguir su adhesión”.

Considerados en su conjunto, señala Robertson, los documentos internos muestran cómo Monsanto ha tratado de controlar la literatura científica y la idea misma que llegaba al público en general y lo transmitido a las Agencias de Regulación, como la Agencia de Protección Ambiental”.

Partridge, de Monsanto, sin embargo, dice que estas discusiones lo que reflejan es simplemente el interés de la Empresa en encontrar científicos que estén familiarizados con la investigación en torno al glifosato y Roundup. “No queríamos contratar a alguien que nos proponga la realización de estudios nuevos y adicionales que creyésemos no eran necesarios”.

Sheldon Krimsky, Profesor de la Universidad de Tufts, con sede en Medford, Massachusetts, que ha escrito sobre los escritores fantasma, dice que tal práctica es algo común en otros campos, sobre todo en la Industria Farmacéutica. Ocultar los verdaderos autores de un artículo es algo prohibido por la mayoría de las revistas, señala, y agrega que la transparencia “es lo que da a la Ciencia su integridad. Y cuando esto se viola, se produce un engaño”, dice Krimsky, ex Presidente del Comité de Libertad Científica y Responsabilidad de la Asociación Americana para el Avance de la Ciencia (que publica Science). “Lo último que necesitamos en la Ciencia de estos días es el engaño”.

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