Por James Petras, 16 de junio de 2012
Grecia se enfrenta a unas elecciones en una difícil situación: entre aceptar los términos de la “troika”, en una continua profundización de la crisis socio-económica, con cinco años consecutivos de crecimiento negativo, con más del 23% de desempleo, un gran aumento de la pobreza ( de menos del 15% a más del 40%), aumento de los suicidios, o por el contrario un rechazo del “memorándum”, pero con la probabilidad de que se corte las vías de financiación de la zona euro y de los mercados de capitales, con una reserva baja mínimos, prácticamente para cubrir los sueldos, las pensiones y los servicios públicos.
Si bien el coste inmediato de una ruptura con las extremas condiciones impuestas por los banqueros de la zona euro pueda ser alto, se abre la posibilidad de que se produzca una transformación de las estructuras internas y externas que llevaron a Grecia a la zona euro.
¿La crisis como una oportunidad?
La espiral descendente e interminable de la economía griega y de sus niveles de vida, las desastrosas políticas destructivas llevadas a cabo por los dos ex partidos dominantes ( el PASOK y Nueva Democracia), ha demostrado de manera concluyente que el capitalismo griego y la integración en la CEE fue un desastre total: se ha visto que la experiencia no ha conseguido unas condiciones mínimas de existencia humana. Sólo los que tienen fe en el capitalismo y los dogmáticos, así como la CEE, pueden seguir parloteando sobre la necesidad de continuar con las mismas políticas de austeridad que han devastado las vidas del 80% de la población, teniendo que cerrar la mitad de los establecimientos comerciales del país y sin posibilidad de dar empleo a los jóvenes ( menores de 30 años).
La profunda crisis demuestra la necesidad de cambios fundamentales en la organización de la Economía, de un urgente nuevo liderazgo político y de un nuevo sistema político que responda a las necesidades de la gran mayoría.
Las viejas oligarquías gobernantes están totalmente desacreditadas. Las relaciones actuales con la UE sólo contribuyen a sangrar más la economía: la concesión de rescates profundiza la deuda y vuelven a través de los canales económicos a los banqueros extranjeros. La integración en la UE es, de hecho, una enorme bomba de succión que deprime la economía y el nivel de vida, con el fin de extraer la riqueza para los inversores extranjeros.
Ningún capitalista o creyente del viejo orden proporciona argumentos que sustenten su plan de redención. Saquearon la economía en el pasado, y ahora pretenden transferir la riqueza al extranjero, y en el futuro sólo pueden apostolar con más de lo mismo.
El problema fundamental no son las pésimas condiciones del presente, sino la oportunidad que se presenta para una transformación fundamental. El problema es la configuración de una transición de un desastre sin paliativos a una economía equitativa, dinámica y participativa. El problema para una transición de este tipo es de carácter estructural y de un comportamiento erróneo de la historia política y económica contemporánea de Grecia. En Grecia está profundamente arraigado el legado cultural del partido que ha estado presente en la corrupción y la cleptocracia, con unos enormes gastos en armamento y en una burocracia clientelar. Lo más importante: Grecia está dominada por unas elites económicas que se creen capitalistas, pero que se benefician de las limosnas del Estado y dan ganancias a los banqueros de la zona euro y de otros Estados.
Para llevar a cabo esta transición, se requiere que primero se haga frente a la negativa herencia del pasado, y luego aplicar una serie de medidas viables y necesarias.
La herencia negativa y el impago de la deuda: Grecia no es Argentina
Muchos críticos radicales de las medidas de austeridad y de la crisis de la deuda en Grecia citan el ejemplo argentino del impago de la deuda ( más de 100.000 mil millones de dólares) y su capacidad para una recuperación y un modelo de crecimiento basado en la autofinanciación. Los defensores críticos ignoran las profundas diferencias en las estructuras económicas y sociales de los dos países, así como sus respectivas posiciones en las economías regionales.
Argentina, en el momento más crudo de la crisis, en realidad estaba en una situación mucho peor de la que Grecia está en la actualidad. El desempleo oscilaba del 25% al 20%, y a más del 50% en muchos barrios obreros, frente al 24% de Grecia. Los niveles de pobreza en Argentina superaban el 45%, mientras que en Grecia no supera el 35%. La depresión en Argentina llevó a una tasa negativa de crecimiento del orden del 20% en un período de 3 años, siendo lo que ha perdido Grecia en los últimos cinco años.
A pesar de una situación muy difícil, Argentina tenía varias ventajas estratégicas.
En primer lugar, en Argentina, tras la crisis impulsada por la caída del poder de la elite gobernante, se produjo un levantamiento popular ( diciembre de 2001- enero de 2002). En Grecia, mientras que las manifestaciones masivas se han ido politizando y radicalizando a una parte del electorado, la coalición radical que compite por el poder (Syriza) ha emprendido la batalla electoral. En segundo lugar, el levantamiento argentino fue un proceso continuo de comunicación, con bloqueo de carreteras y del transporte, como una herramienta de negociación para garantizar que los recursos fueran transferidos como asignaciones familiares para los trabajadores desempleados y para la reactivación de la economía. En Grecia, el vasto ejército de desempleados no tiene capacidad de organización para mantener un bloqueo constante del transporte, ni tampoco pueden contar con las organizaciones sindicales y el comercio local, a lo sumo para una jornada de huelga y manifestaciones.
Argentina devaluó de forma drástica su moneda, eliminando la paridad con el dólar, pasando de 1:1 a 3:1, con un gran aumento de la competitividad de los productos argentinos de exportación. El régimen de centro-izquierda alentó la sustitución de los costosos productos de importación por productos locales. Argentina, a diferencia de Grecia no formaba parte de una unión monetaria y podía fijar la tasa de su moneda. Grecia tendría que abandonar el euro y volver al dracma para poder tomar el control de sus finanzas, la tasa de su moneda, y las herramientas en política monetaria y de inversión.
Argentina tenía un importante sector industrial manufacturero, que no funcionaba debido a la crisis, pero con capacidad de trabajo para responder a un nuevo programa de estímulos. Además, Argentina era muy competitiva en el sector agrícola y ganadero, ocupando uno de los primeros lugares en producción de carne de vacuno, cereales y soja, así como en el sector energético y obtención de minerales, que el Gobierno de centro-izquierda supo reactivar.
Grecia, que es miembro de la Unión Europea desde hace 30 años, vio reducir su sector industrial y su producción agrícola, debido a las importaciones de otros países capitalistas más desarrollados, como Alemania, Francia y Holanda. A diferencia de Argentina, Grecia recibió miles de millones de dólares en transferencias, los fondos de compensación para mejorar su economía y competitividad, para que supusiese una preparación para la plena integración ( reducción de las barreras arancelarias). Sin embargo, las transferencias no fueron canalizadas a la actividad productiva, ya fuese por los partidos gobernantes o por los capitalistas y los agricultores. Los partidos en el poder utilizaron las transferencias para la construcción de un gigantesco clientelismo electoral, malgastando los fondos en caros contratos estatales que se ofrecían a constructores, implicados en proyectos no productivos ( incluyendo las millonarias estafas en torno a los Juegos Olímpicos). Decenas de miles de graduados y leales partidarios hincharon la burocracia nacional, regional y local, aumentando el consumo y bloqueando cualquier actividad productiva significativa.
Los capitalistas diseñaron proyectos productivos para que se transfieran préstamos de la UE, pero que luego sirvieron para la adquisición de bienes inmuebles y productos de lujo. La elite griega transfirió los préstamos a Londres, Suiza y a cuentas bancarias de Chipre, quedando el Estado como garante en última instancia.
En el sector agrícola, muchos titulares de la propiedad eran médicos, dentistas, abogados y altos funcionarios, que usaron su título de propiedad de unos olivos o naranjos para recibir ayudas a bajo interés, importando coches de lujo libres de impuestos, adquisición de una segunda o tercera vivienda de vacaciones. Muchos agricultores que recibieron ayudas o donaciones, compraron la tierra para la construcción de la vivienda de sus hijos, o para alquilar a los turistas, o para enviar a sus hijos a universidades del extranjero.
Lo más importante: la elite económica – banqueros, armadores, constructores, especuladores inmobiliarios – desvió miles de millones recibidos de la UE para luego realizar préstamos ilícitos o en forma de honorarios, gastos de gestión o para fondos de pensiones.
Los banqueros europeos, funcionarios del Gobierno y los exportadores, eran conscientes de este saqueo, pero la marcha del negocio suponía un beneficio económico y político: el pago de intereses lucrativos fluyó en sus arcas, los exportadores se hicieron cargo del mercado griego de consumo, los banqueros y las casas de inversión estuvieron dispuestos a hacer de gestores de fondos de pensiones, pero abiertos a inversiones muy dudosas. Incluso los turistas que disfrutaban del sol y las importaciones, que tenían la marca de la casa: salchichas de Francfort, cerveza inglesa, feta holandés. Por otra parte, Grecia utilizaba el 15% de su presupuesto en el ejército, sirviendo a los intereses de la OTAN y de sus bases.
Contrariamente a lo que pudiera parecer a primera vista, Grecia no estuvo gobernada por los capitalistas, pequeños empresarios o los agricultores, como afirman algunos politólogos. Grecia estuvo gobernada por una amplia base de cleptócratas, evasores de impuestos y rentistas que saqueaban, prestaban, consumiendo e invirtiendo en el extranjero. Desde el punto de vista tecnológico, Grecia es uno de los países agroindustriales más atrasados. Sus profesionales capacitados y educados en el extranjero, regresaron y se adaptaron a esa cultura cleptócrata y rentista; posiciones mantenidas en actividades de carácter público y privado, garantizadas por un pobre rendimiento y por los conflictos de interés.
En resumen, Grecia no es Argentina. Una moratoria de la deuda griega es algo totalmente necesario para iniciar un proceso de transición hacia una economía productiva y equitativa. Sin embargo, el legado griego plantea toda una serie de nuevos problemas y desafíos, con pocos recursos económicos y una ausencia de las principales clases productivas.
El difícil camino en la salida de la crisis
Cualquier hoja de ruta para salir de la crisis será difícil, compleja y ardua, dada la política de tierra quemada que el Gobierno va a heredar. La primera preocupación y la más básica es la de renegociar con la Troika aquellas medidas que suponían el despido de más empleados públicos, reducción de los servicios sociales, recorte de salarios y pensiones. El nuevo Gobierno tendrá que imponer medidas de emergencia para evitar la quiebra económica.
Está muy claro que los banqueros europeos y los Gobiernos quieren castigar a Grecia en el caso de que incumpla las condiciones impuestas en las medidas de austeridad, y los banqueros temen que otros países del euro, como España, Portugal, Chipre o Irlanda, sigan el ejemplo.
Grecia debe suspender el pago de la deuda, imponer controles más estrictos del capital y congelar los depósitos bancarios para evitar la fuga de capitales, ante los recortes que la Troika impondrá en la financiación. El Gobierno deberá convocar una serie de comisiones de emergencia (1) para asegurarse fuentes alternativas de financiación de emergencia de otros fondos de reserva. Tendrá que recurrir a préstamos de Rusia, Irán, Venezuela, China y otros estados que no tienen obligaciones con la Troika (2) y hacer un inventario de las empresas productivas actuales y las potenciales empresas en quiebra o con problemas, de las empresas endeudadas – con posibilidad de ser gestionadas por los trabajadores en régimen de cooperativas (3); investigar la deuda pública para determinar la parte que se puede considerar como legítima ( créditos canalizados al empleo productivo) o ilegítima ( préstamos de los especuladores, contratistas corruptos, dirigentes políticos) (4); investigar a los griegos más ricos que han estado durante años evadiendo impuestos por varios miles millones y la acumulación ilícita a través de préstamos pendientes de pago y el blanqueo de dinero. Los auditores griegos deben proceder a exigir que los acreedores de la zona euro que recojan pagos de la deuda de las cuentas bancarias de los griegos que están depositadas en Londres, Zurich, Frankfurt, Nueva York u otros lugares.
El principio básico de este nuevo Gobierno debe ser el de que “ aquellos que pidieron prestado y se beneficiaron de los préstamos, deben pagarlos”. Los banqueros europeos que han prestado para corromper a los políticos y a los cleptócratas, deben asumir las pérdidas por no ejercer la debida diligencia – supervisión sobre la viabilidad de la actividad que estaban financiando. Después de todo, la empresa privada justifica sus ganancias en función de los riesgos que corre. En el caso de Grecia, exigen que los préstamos a bancos privados y los reembolsos estén garantizados por el Estado ( no importa lo mal que se encuentre). La garantía de los beneficios de los banqueros, con independencia de su solidez, fomenta una especulación imprudente, como la ocurrida en Grecia durante los últimos 30 años.
El nuevo Gobierno debe repudiar las deudas ilegales ( la mayoría de ellas) y renegociar el resto para un tiempo prolongado, en espera de la recuperación económica.
Hay que reconocer que los Gobiernos griegos anteriores ( a pesar de ser elegidos formalmente) se dedicaban a actividades ilegítimas, que perjudicaban su soberanía, su capacidad productiva, y en definitiva socavaba el sustento del pueblo.
Lo que no es aceptable es que se obligue a todo un pueblo a que sacrifique sus vidas por una minoría de griegos que vivieron de prestado sin invertir, y pagó sus deudas a los acreedores extranjeros. Actualmente los millonarios cleptócratas lo tienen cubierto, de modo que sus cuentas bancarias con cientos de millones conseguidos de forma ilícita y sus posesiones inmobiliarias están protegidos por los bancos que exigen los pagos al Gobierno griego. Sus actuales demandas suponen una salvaje demolición de los niveles de vida de todo un pueblo. Sobre sus obligaciones pendientes, el nuevo Gobierno debe transferir las deudas tributarias de los evasores de impuestos a los acreedores, permitiéndoles colocar las cuentas que los clientes griegos poseen en el extranjero.
El nuevo Gobierno debe autofinanciar la recuperación mediante un cambio drástico en las prioridades presupuestarias, recortando principalmente el presupuesto militar. Los gastos militares de Grecia suponen un porcentaje muy alto de su presupuesto, siendo uno de los más altos de toda la Unión Europea. Mediante la eliminación de gastos en operaciones de la OTAN, las intervenciones militares en el exterior y las bases militares, el nuevo Gobierno debe dar prioridad a la inversión industrial y de servicios.
Grecia necesita un impuesto sobre el crecimiento (1), un impuesto fijo a los trabajadores autónomos, profesionales, comerciantes, hoteleros, etc, para asegurarse de que paguen su parte en la financiación de la nueva economía. Mientras que los ricos están comprometidos en las enormes estafas y evasiones de capitales, también es el caso del 50% de los que trabajan por cuenta propia, que imitan el comportamiento de aquellos a un nivel más pequeño (2), con un impuesto por estancia, en los aeropuertos, puertos, cruceros, con la estrecha supervisión a los corruptos inspectores fiscales y funcionarios de aduanas, que supone un recorte en los ingresos. El encarcelamiento de los funcionarios corruptos debe ser algo obligatorio (3). Se debe aplicar un impuesto sobre los bienes inmuebles que refleje el valor real de las tierras y propiedades, especialmente de las tierras sin cultivar o yermas (4). Un impuesto sobre las transacciones financieras y poner fin a las exenciones fiscales de los grandes bancos, las corporaciones y los llamados promotores inmobiliarios.
La explotación de los recursos humanos no utilizados o subutilizados
El nuevo Gobierno tiene muchos recursos humanos. Hay cientos de miles de jóvenes desempleados pero con formación que pueden ser movilizados para trabajar en una actividad productiva a través de las inversiones públicas selectivas en áreas prioritarias, sobre todo fuera de la gran región de Atenas.
Hay muchas regiones e islas que tienen el potencial para generar ingresos y empleos, si se sigue en la dirección correcta. Una de las principales iniciativas es la de la elaboración de alimentos. Por ejemplo la economía griega produce manzanas que exporta a Alemania para luego tener que importar los zumos obtenidos de ellas. Otro defecto es su incapacidad para unir la economía local con las necesidades de los 14 millones de turistas. La mayoría de los alimentos y muebles son importados, y la mayoría de los paquetes de vacaciones suponen un beneficio para las multinacionales y las agencias de transporte del extranjero. Como resultado, la economía griega y su fuerza de trabajo sólo obtienen una pequeña parte del total de ingresos. Con sus 300 días de sol al año, Grecia podría convertirse en líder en el desarrollo de la energía solar.
La nueva economía no se puede construir con los cleptócratas del pasado
Como ya decía anteriormente, Grecia tiene poco o ningún verdadero empresario que invierta las ganancias en investigación y desarrollo y en la modernización de las empresas.
Las empresas del sector público estaban sobrecargadas con “ miembros del partido, sujetas al nepotismo y el pluriempleo, a expensas de unos servicios ineficientes, sin una rentabilidad a largo plazo y sin estrategias de desarrollo. Las empresas del sector público requieren una especie de renacionalización para generar ingresos y así poder financiar nuevos puestos de trabajos en las nuevas empresas. La gestión de las empresas públicas deben ser transferidas desde las manos de esos trabajadores que se encuentran en una situación de estancamiento a otros trabajadores más dinámicos, a emprendedores, a equipos de gestión con las miras más amplias y en la búsqueda de una mayor calidad en la actividad dentro de la nueva economía.
Los fondos de pensiones y otros ahorros deben movilizarse junto a otros miles de millones retenidos por impago de la deuda del Estado para pagar los gastos corrientes ( pensiones, salarios, importaciones de productos básicos, etc), para estimular la producción entre las empresas dispuestas a reconstruir la economía y que muestren disposición a colaborar en la activación de la producción y el empleo. Los beneficios públicos deben financiar la adquisición por parte de los trabajadores de aquellas empresas abandonadas por sus anteriores propietarios, de las cuales hay miles.
El sector público debe asumir el liderazgo en la inversión, el mantenimiento de la producción, para así generar confianza entre los pequeños y medianos empresarios. El sector público debe asumir también el liderazgo en la negociación con los prestamistas y los potenciales socios económicos de fuera de la zona euro: nuevos mercados y nuevas disposiciones financieras serán necesarios si la zona euro corta la financiación como consecuencia del impago de la deuda o se establece una moratoria.
El peligro es que Syriza siga las opciones predeterminadas y no tenga ningún plan alternativo si se produce una interrupción por parte de la zona euro. De cara a una ofensiva por parte del UE y del FMI y sin otra alternativa, un sector de Syriza ( por ejemplo, los sindicalistas del sector público del Pasok) puede realizar un seguimiento posterior y tratar de aceptar algún tipo de negociación que divida y socave las perspectivas de una transformación viable y radical, y condenar a Grecia a una catastrófica espiral descendente.
Conclusión
Syriza es un serio contendiente para alcanzar el poder del Estado, que tiene una de las crisis capitalistas más devastadoras que ha afectado a un país de Europa Occidental desde la Segunda Guerra Mundial. Obtuvo la adhesión por sus bases dinámicas de organización y por la cohesión de componentes muy dispares. Sin embargo, la corrupción y el saqueo por parte de los partidos dominantes, ante una situación de todo vale, se propulsó a un amplio espectro de clases y de grupos generacionales. Sin embargo, en lo más profundo de la crisis, ha continuado el pillaje y el vaciado de las arcas del Estado por parte de una cleptocracia político-empresarial que ha desmantelado todo el sector productivo y se han transferido miles de millones de euros al extranjero por la clase rentista, creando una muy difícil situación desde la que lanzar la necesaria transformación. El nuevo Gobierno puede y debe garantizar la soberanía nacional, rechazando los dictados imperiales y debe poner fin a la degradación económica y social del pueblo griego. La emancipación requiere que la nueva dirección sea la primera en hacer sacrificios: fuera privilegios, disparidad de sueldos y compromisos con el exterior. Las prioridades sociales exigen nuevos recortes en los presupuestos militares, en las basen de la OTAN, en las compras de armas. Los nuevos líderes deben decir a los banqueros que cobren las deudas que tengan pendientes de aquellos multimillonarios a los que se les hizo el préstamo, que desangraron el país y ahora están protegidos por esos mismos bancos.
La izquierda debe pasar de la crítica a los hechos, de la teorización a la creación de puestos de trabajo. Grecia, con un nuevo Gobierno, debe poner fin a este período de austeridad y decadencia. Se puede y se debe cambiar la situación en el panorama de la Economía Internacional. Este análisis final es el último y la mayor esperanza para Grecia.
James Petras, ex profesor de Sociología de la Universidad de Binghamton, Nueva York, lleva 50 años en el asunto de la lucha de clases; es asesor de los Campesinos sin Tierra y sin trabajo en Brasil y Argentina, y coautor de Globalización desenmascarada (Zed Books), siendo su libro más reciente Sionismo, Militarismo y la Decadencia del Poder estadounidense (Clarity Press, 2008). Se le puede escribir a la siguiente dirección: jpetras@binghamton.edu
http://dissidentvoice.org/2012/06/greece-what-can-be-done/