Cómo una pequeña ciudad prohibió los plaguicidas, preservó su patrimonio alimentario e inspiró un movimiento

Por Allison Wilson, 19 de febrero de 2017

independentsciencenews.org


Era el primer día de las dos semanas del período de votación. El municipio rural de Malles Venosta,en los Alpes italianos, estaba a punto de considerar una posibilidad revolucionaria: votar a favor de un “Malles libre de plaguicidas”. En caso de que se votase sí, se terminaría con el uso de pesticidas en Malles y por lo tanto se iniciaría una transición completa a una agricultura ecológica diversificada.

Los mallesis, al despertarse, se encontraron con el pueblo cubierto por brillantes girasoles amarillos. Las flores aparecían en las puertas y flotaban en las fuentes. Algunos se habían pintado en las tapas de las alcantarillas, otras estaban sobre palos en los jardines públicos. La policía ordenó que se retiraran rápidamente, pero las flores “volvían a crecer” misteriosamente cada noche hasta que se terminó el período de votación de dos semanas.

Esta escaramuza de los girasoles fue el final de una controversia que se desencadenó en el pueblo tras la plantación de los primeros manzanos industriales en Malles. Con este monocultivo también empezaron a rociarse pesticidas muy tóxicos. Estos productos químicos, directa o indirectamente, suponían una amenaza para la cultura tradicional de Malles y para la salud y bienestar de sus gentes. Sin embargo, desafiar el cultivo industrial de la manzana era desafiar el mito del progreso, la creencia de que la adopción de nuevas tecnologías es algo esencial e inevitable.

Una historia de prudencia para todos

Philip Ackerman-Leist publicó “Una historia de prudencia” en noviembre de 2017. Subtitulado Cómo una pequeña ciudad prohibió los plaguicidas, conserva su patrimonio alimentario e inspiró un movimiento”, apareció en el mejor momento. A principios de 2017, tres grupos de los Estados Unidos publicaron fragmentos de documentos sobre la Industria Química (The Poison Papers, Toxidocs y los Documentos de Monsanto). Estas bases de datos exponen no sólo la extrema toxicidad de los productos químicos sintéticos, muchos de ellos utilizados en la Agricultura Industrial, pero la connivencia entre la Industria y las Agencias de Regulación ha logrado mantener a estos productos químicos en el mercado.

Por lo tanto, surge la pregunta: “¿Cómo pueden las personas y las comunidades protegerse a si mismos cuando los sistemas de regulación no lo hacen?”. Una historia de prudencia proporciona una respuesta creativa e inspiradora.

Malles

Malles es el nombre del mayor núcleo rural de un total de 11 poblaciones que forman el municipio de Malles. Se encuentra en la región de los Alpes italianos, formando parte del Alto Valle de Venosta, con un solo alcalde y con una cultura tirolesa única.

Durante siglos, estos pueblos prosperaron dentro de un agroecosistema distintivo formado por pequeñas granjas familiares, pero diversificadas. Incluso hoy en día, las vacas, las cabras, los cerdos y las aves de corral pastan en pequeños campos, donde unos campos se intercalan con otros. También se entremezclan campos de vegetales, campos de cultivos con cereales locales y heno. Castillos históricos, un monasterio y la arquitectura medieval proporcionan vínculos visuales con el pasado. Abundan las montañas y la vida silvestre, algo que atrae a los turistas.

El municipio había elegido recientemente a un joven alcalde en una plataforma de sostenibilidad. Líneas de tren, carriles bici, y muchos agricultores habían iniciado un período de transición hacia una agricultura ecológica. El ecoturismo se convirtió en un negocio en crecimiento.

Buena parte del libro Una historia de prudencia se ocupa de los enérgicos retratos que Ackerman-Leist hace de los temibles mallesis. Las descripciones de sus personalidades, sus medios de vida y sus esfuerzos creativos en nombre de “Un Malles libre de pesticidas”, hacen del libro algo muy agradable de leer.

Ackerman-Leist visita a la conservadora de semillas Edith Berhard, por ejemplo, quien durante décadas ha recolectado y cultivado tomates, hierbas, verduras, frutas y bayas como una reliquia de las semillas locales tradicionales. Sus huertos de exhibición son un derroche de biodiversidad, con tomates que varían en color desde el negro al blanco, y más de 250 hierbas que todavía conserva.

En el año 2000, Edith comenzó a especializarse en cereales históricos de la región del Valle de Venosta. Uno de sus triunfos fue el de lograr rescatar dos cabezas con semillas de espelta que tenían más de 100 años, desarrollándolas en una variedad que llamó Dinkel Burgeis. Se las entregó un albañil que las encontró envueltas en un periódico de 1895 en el ático de una casa vecina. Dinkel Burgeis está siendo cultivada nuevamente por los agricultores del Valle de Venosta. Los panaderos regionales usan granos históricos como la espelta y el centeno, con los que hacen panes tradicionales, y variedades antiguas de frutas como la pera Palabirne.

Antes de la segunda mitad del siglo XX, el pan se horneaba sólo dos o tres veces al año. Era difícil llegar hasta los molinos, hornear el pan era un trabajo duro, y la harina molida debía usarse antes de que se estropeara. Uno de los panes más distintivos de la región era uno de centeno que se podía almacenar durante mucho tiempo. Era tan difícil de cortar que requería de una tabla especial para cortar, con un cuchillo sujeto por su punta para “cortar de manera segura”. La tabla tenía tres lados más altos para atrapar los trozos de pan que saltaban al cortar. Estos trozos de pan se mojaban en sopa, leche o vino antes de comer, presumiblemente para evitar romperse los dientes.

Desde el punto de vista cultural, la región de Malles tenía mucho que perder tras la intromisión de la Agricultura Industrial de la manzana.

La Agricultura Industrial de la manzana

Mientras que la región alpina de Malles fortalecía su economía local, la parte más baja del Valle de Venosta estaba siendo controlada por la Industria de la manzana del Tirol. Un valle con una agricultura tan diversificada en otros tiempos, ahora su parte baja se había transformado en un monocultivo ordenado por vallas, postes de cemento y manzanos enanos dispuestos en espalderas.

En el Valle de Venosta, la Agricultura Industrial de la Manzana había cambiado algo más que la vista. Los productores de manzanas podían rociar legalmente hasta 30 pesticidas diferentes. También podían rociar cada pesticida individualmente de 12 a 14 veces al año. En consecuencia, las tierras adyacentes a los cultivos de manzanas estaban sujetas a la contaminación por los plaguicidas. El impacto podía ser devastador.

Para los agricultores ecológicos del Valle de Venosta, los cultivos de manzanas era una amenaza directa para su sustento. La familia Gluderer, por ejemplo, había desarrollado una próspera empresa de hierbas ecológicas durante muchos años. Cuando aquellos cultivos rodearon su granja, sus hierbas comenzaron a dar positivo en la presencia de plaguicidas. Intentaron bloquear la contaminación mediante la instalación de grandes setos. Sin embargo, ni las barreras ni las zonas de amortiguamiento obligatorias fueron suficientes. Como último recurso, la familia Gluderer cubrió las hierbas con un enorme invernadero de plástico. Sin esa protección, sus hierbas estaban demasiado contaminadas como para poderlas vender.

Su experiencia ofreció una clara advertencia a los agricultores ecológicos de Malles.

La Agricultura Industrial de la manzana plantea serias preguntas en Malles

Eventualmente, los primeros cultivos industriales aparecieron en Malles. Para los agricultores, la Agricultura Industrial de la manzana ofrecía la promesa de grandes ganancias con poca mano de obra. Los precios de la tierra, antes relativamente bajos, comenzaron a aumentar. Algunos mallesis comenzaron a inquietarse. Cuando se puso un cultivo industrial al lado del suyo ecológico y dio positivo en la presencia de pesticidas, Günther Wallnöfer fue a ver al alcalde.

Así se inició un diálogo público sobre el futuro de Malles. La cuestión finalmente involucró a todo el municipio, así como a los propietarios de los huertos y de la Industria de la manzana del Tirol. Su culminación fue una iniciativa para declarar a “Malles libre de pesticidas”.

Al principio, todos esperaban la coexistencia: con una debida atención, los propietarios de los cultivos podían evitar que los cultivos de sus vecinos se contaminaran con los tóxicos pesticidas. Esto permitiría a cada agricultor elegir su forma de agricultura, desde los manzanos industriales hasta las granjas convencionales u ecológicas diversificadas.

Par probar esta posibilidad, un grupo ecologista recogió más de 300 muestras de tierra adyacente a los cultivos industriales. Cada muestra mostró contaminación con mezclas complejas de pesticidas altamente tóxicos: pesticidas organofosforados clorpirifós y el fungicida mancozeb, entre otros. Muchos de estos residuos estaban por encima de los niveles legales. Las muestras también mostraron contaminación con pesticidas en el patio de la escuela de Malles.

Los datos de Malles sobre la presencia de plaguicidas en los cultivos adyacentes, en los cursos de agua, caminos, parques y otras áreas públicas, hizo ver que la coexistencia no era posible.

Guerra de cosmovisiones

Preservar el sistema agrícola diversificado de Malles era esencial para los planes del municipio, que pretendía una economía sostenible basada en la alimentación y el ecoturismo. Sin embargo, la Industria de la manzana del Tirol tenía la intención de continuar su expansión en Malles. Tenía el respaldo del Gobernador de la Provincia de Tirol del Sur al que pertenece Malles. Dos cultivos industriales ya habían sido plantados: su propósito era el de probar qué manzanas y otras frutas se adaptaban mejor a la zona. Las gentes de Malles se dieron cuenta de que tenían que actuar rápido si querían tener alguna opción en cambiar las cosas.

En respuesta, más de 60 residentes formaron el Comité de Defensa de un Malles sin plaguicidas. Solicitaron al alcalde que aprobara leyes que: 1.- protegieran la salud de las personas, la biodiversidad y la economía; 2.- promover una agricultura ecológica y biodinámica; y 3) prohibir pesticidas químicos tóxicos dentro de los límites del municipio.

Entre los partidarios de la iniciativa había agricultores, farmacéuticos, padres y pediatras, hasta conservadores de semillas, ecologistas y propietarios de pequeños negocios locales, Una historia de prudencia describe cómo cada uno aportó algo crucial en el debate. Se buscaron opiniones y análisis de expertos, hubo discusiones públicas, se escribieron cartas en el periódico local y a políticos, se llevaron a cabo diferentes acciones y se celebraron festivales para destacar la cultura y la historia únicas de Malles.

El apoyo popular le dio al alcalde la fuerza necesaria para realizar un referéndum legalmente vinculante sobre la iniciativa “Malles libre de Pesticidas”.

Malles sin pesticidas

Mientras que Ackerman-Leist describe los esfuerzos de la Industria de la manzana para bloquear dicha iniciativa, su historia se centra en los orígenes de la campaña a favor de un Malles sin pesticidas, sus tácticas audaces pero prácticas, y su triunfo final. Cuando llegó el momento del recuento de votos, un 75% había votado sí frente a un 25% que votó no.

Como resultado de la nueva legislación, las escuelas de Malles y otras instituciones públicas servirían alimentos ecológicos. Además, las granjas ecológicas y aquellas que estaban en proceso de convertirse en ecológicas, recibirían apoyo financiero. Esta medida estaba destinada beneficiar a todos los agricultores de Malles, incluidos los que inicialmente se opusieron a la iniciativa, y para alentar el desarrollo de nuevas empresas sostenibles.

¿Un mundo libre de plaguicidas?

¿Cómo pudo imponerse la idea revolucionaria de un Malles sin plaguicidas frente a la poderosa Agricultura Industrial de la manzana? Las tácticas utilizadas por el movimiento Malles Libre de Pesticidas tuvieron éxito, precisamente porque era la táctica de un movimiento mundial más amplio a favor de la alimentación. Si bien no todas las comunidades tienen una cultura histórica tan intacta como la de Malles, todas las comunidades necesitan tierra, agua y aire sanos, alimentos sanos, y una economía inclusiva sostenible. Una historia de precaución proporciona un ejemplo concreto de como el pensamiento holístico y el poder democrático del movimiento a favor de la alimentación podría eliminar los productos químicos tóxicos de la agricultura.

Incluyendo un elocuente llamamiento de la científica y activista Vandana Shiva y un útil “Manual del activista”, con consejos adicionales para activistas, Una historia de prudencia es una guía práctica para un cambio positivo.

Revisión: Allison Wilson, cofundadora y Directora del Proyecto de Recursos Bioscience.

Para obtener más información y fotos que documentan los hechos contados en Una historia de prudencia, vea: Derribar a Goliat.

Para obtener más información sobre pesticidas, problemas y soluciones, ver

PAN, Pesticide Action Network International y Más allá de los Pesticidas.

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