Por J. Marvin Herndon
Int. J. Environ. Res. Public Health 2015, 12(8), 9375-9390; doi:10.3390/ijerph120809375
“Evidencias de la utilización de cenizas volantes tóxicas procedentes de la combustión del carbón mediante Geoingeniería química en la troposfera: consecuencias para la salud”
Resumen
La pulverización de productos químicos de forma intencionada en la troposfera es cada vez más frecuente durante los últimos años. El autor presenta pruebas de que las tóxicas cenizas volantes de la combustión del carbón son las partículas pulverizadas por aviones como prácticas de Geoingeniería para la modificación de los fenómenos meteorológicos, cuyo objetivo es la modificación del clima, y describe las múltiples consecuencias que esto tiene para la salud pública. Emplea dos métodos: 1) El análisis y comparación de 8 partículas recogidas mediante filtración del agua de lluvia, con los datos de las cenizas volantes obtenidas en los experimentos de laboratorio, y 2) El ensamblaje de los elementos presentes en 14 partículas recogidas de un filtro de partículas de aire muy eficiente (HEPA) y su comparación con las cenizas volantes de la combustión del carbón. Los resultados: 1) El análisis de las partículas recogidas de la filtración del agua de lluvia y de los datos de los estudios de laboratorio, indica que son esencialmente idénticas. Con un intervalo de confianza del 99%, se presentan las mismas discrepancias (F-test) y semejanzas (T-test); y 2) El ensamblaje de los elementos de las partículas recogidas mediante el filtro de polvo HEPA y las cenizas volantes de la combustión del carbón, indica que son esencialmente idénticas. Las consecuencias para la salud pública son profundas, debido a la exposición a una amplia variedad de metales pesados tóxicos, elementos radiactivos y aluminio, productos implicados en problemas neurológicos, que se liberarían en la humedad corporal después de su inhalación o por vía transdérmica.
Palabras clave: Geoingeniería, cenizas volantes del carbón, partículas del aerosol, chemtrails, desorden espectro autista (ASD), Alzheimer, Parkinson, desorden de hiperactividad con déficit de atención (TDAH), daños neurológicos, aluminio químicamente móvil.
1.Introducción
La interacción de intereses políticos, militares y comerciales durante la Segunda Guerra Mundial llevó al desarrollo y despliegue a gran escala de una gran cantidad de herbicidas y pesticidas, como el dicloro difenil tricloroetano (DDT). En su libro de 1962, Primavera silenciosa [1], Rachel Carson lanzó una llamada de atención sobre las consecuencias involuntarias del uso de herbicidas y pesticidas, y supone el principio del moderno movimiento ecologista. Medio siglo después, hay pruebas de que suponen una amenaza persistente y grave para la salud ambiental mundial, otra vez instigada por la interacción de intereses políticos, militares y comerciales. La nueva amenaza surgida por la pulverización intencionada de partículas en forma de aerosoles en la troposfera, ha pasado inadvertida en la literatura científica durante más de una década. El autor, realizando una investigación original, da pruebas sustanciales para la identificación y la naturaleza específica de las partículas y realiza una descripción de las implicaciones en salud pública y amenazas ambientales.
Recientemente han aparecido noticias tanto el prensa como en los medios científicos relacionadas con el inicio de un debate sobre la conveniencia de realizar experimentos de Geoingeniería en la estratosfera como forma de combatir el calentamiento global [2,3]. La Geoingeniería, también denominada Modificación Meteorológica, ya se ha venido realizando en altitudes mucho más bajas en la troposfera. Los recientes llamamientos para abrir un debate sobre el control del clima o la prácticas de Geoingeniería, tienden a ocultar que los sectores militar y civil de todo el mundo han venido modificando las condiciones atmosféricas durante décadas, como ha descrito el historiador de la Ciencia James R. Fleming [4]. Durante las primeras investigaciones sobre modificación meteorológica se desarrollaron programas como el Proyecto Skywater (1961-1988), llevado a cabo por la U.S. Bureau of Reclamations para el trazado de “los ríos del cielo”; la Operación Ranch Hand del Ejército estadounidense (1961-1971), de la que el Agente Naranja era una parte infame; y el Proyecto Popeye (1967-1971), utilizado para “hacer barro, no la guerra” en la Ruta Ho Chi Minh.
Estos pocos ejemplos de modificación meteorológica, todos ellos secretos en su tiempo, muestran que en términos militares las condiciones atmosféricas “multiplican la fuerza” [5].
En la primavera de 2014, el autor empezó a notar que los aviones a reacción dejaban a menudo un rastro blanco en el cielo despejado de San Diego, California. Creció en frecuencia la pulverización de esos aerosoles, un fenómeno relativamente nuevo en aquel lugar. Debido al aire seco que se acumula por encima de San Diego, los aviones a reacción no suelen formar estelas, que se deben a la condensación en forma de hielo. Hacia noviembre de 2014, los aviones realizaban estos grafitis aéreos diariamente. Al cabo de unos minutos, los rastros del aerosol pulverizado por los aviones comenzaba a difundirse, formando finalmente nubes parecidas a cirros, que luego seguían difundiéndose para formar una neblina blanca que dispersa la luz del sol, ocultando a atenuando al sol. La pulverización del aerosol era a veces tan intensa que un cielo de un azul intenso y totalmente despejado se nublaba, con algunas áreas de un color pardusco (Figura 1). A veces eran visibles durante la noche las luces de posición de los aviones que continuaban con su trabajo, de modo que sus estelas oscurecían las estrellas; antes del alba, el cielo de la mañana, que generalmente tiene un color azul claro, presentaba una neblina blanca lechosa. Pero incluso las pulverizaciones continuaban durante el resto del día. La necesidad de pulverizar estos aerosoles a altitudes relativamente bajas en la troposfera, hace que se mezclen con el aire y desciendan, exponiendo a la humanidad y a la biota terrestre a estas partículas de grano muy fino. La preocupación del autor es que la exposición diaria a partículas aerotransportadas ultrafinas de composición desconocida, podía tener efectos concomitantes en la salud de su familia y la salud pública en general, lo que le llevó a la realización de la investigación que aquí se recoge.
Desde principios del siglo XXI, han sido numerosas las observaciones de pulverización de aerosoles por parte de los aviones. A veces los propios ciudadanos han recogido muestras en el agua de lluvia, del suelo o de otros lugares y enviadas a laboratorios certificados para su análisis, aunque sin saber que podía hacerse con tal cúmulo de pruebas. Las composición de las partículas de los aerosoles ha sido un secreto fuertemente resguardado. Ante algo desconocido, se ha producido una intensa especulación, tanto en Internet como en los libros publicados, pero también se ha extendido desinformación: intentos de convencer a la gente de que esas partículas no son otra cosa que cristales de hielo formados por los gases procedentes de los motores de los aviones, y de calificar peyorativamente a los ciudadanos que lo denunciaban como “teóricos de la conspiración”.
De la variedad de observaciones recogidas en los libros y en Internet, uno podría llegar a la razonable conclusión de que, al menos durante los primeros años, se han llevado a cabo varios experimentos de modificación del clima. Pero como indico por las fotografías y los análisis químicos de las partículas recogidas en el agua de lluvia, estas prácticas se han estado realizando diariamente en los cielos de San Diego, pero también en la mayor parte de Estados Unidos y en otros países [6]. Junto a la concordancia de las observaciones, en el agua de lluvia posterior a la pulverización de aerosoles se han encontrado partículas que contienen aluminio y bario; a veces estroncio, un tercer elemento que se incluyó en los análisis y que ha resultado estar presente [7]. La presencia de estroncio, junto con el bario, sugiere que las partículas proceden de un producto natural, porque los elementos alcalinos de la tierra, Grupo II de la Tabla Periódica, se comportan de manera similar y a menudo se encuentran juntos en la naturaleza. Por ejemplo, el cemento contiene calcio y a menudo también contiene un poco de estroncio. Esta intuición nos reveló algunas consideraciones adicionales relacionados con los posibles costes y la presencia de toda una estructura logística para producir millones de toneladas de partículas fuera de la vista pública.
La quema industrial de carbón produce cuatro tipos de residuos (CCRs): cenizas volantes, cenizas de fondo, escorias y los gases producidos por la desulfurización del producto(FGDP), por ejemplo, el yeso. La ceniza de fondo es pesada y se asienta en el exterior; las cenizas volantes son partículas del orden de la micra o más pequeñas, que ascienden por la chimenea a no ser que sean capturadas y luego almacenadas. A causa de los conocidos efectos adversos sobre la salud ambiental, las naciones Occidentales recomiendan ahora que esas cenizas volantes sean capturadas y almacenadas [8,9]. La Industria del carbón y sus representantes comerciales están promoviendo activamente la comercialización de las cenizas volantes para varios usos, entre los que se encontrarían: como aditivo para el cemento Portland, complementos en suelos agrícolas, reemplazo para rellenos compactos, regeneración de minas, fusión de ríos helados y como firme para la construcción de carreteras. Algunas de estas aplicaciones plantean potenciales problemas de salud ambiental, tanto a largo como a corto plazo, ya que las cenizas volantes de la combustión del carbón contienen muchos microelementos que quedaron atrapados durante su formación, entre los que se pueden encontrar bario, berilio, boro, cadmio, cromo, cobalto, plomo, manganeso, mercurio, molibdeno, selenio, talio, torio, vanadio y uranio.
Aunque aparentemente no sea reconocido en los Informes públicos a los que se puede acceder, ni en la literatura científica, como material potencial para su uso en Geoingeniería, sin embargo, las cenizas volantes de carbón tienen el tamaño apropiado para su pulverización en forma de aerosoles en la troposfera, disponibles en el acto y a un precio sumamente bajo, y con un procesamiento y una infraestructura de transporte ya existentes. El autor propone la siguiente hipótesis: las cenizas volantes procedentes de la combustión del carbón son las partículas más probables que sean utilizadas para su pulverización en forma de aerosoles en la troposfera por los aviones para su empleo en Geoingeniería o modificación meteorológica, con el objetivo de modificar el clima.
El objetivo de esta investigación es la de proporcionar pruebas científicas que prueben la exactitud de esta hipótesis, a saber, que las cenizas volantes del carbón son las partículas pulverizadas en forma de aerosoles en la troposfera por medio de aviones, para su empleo en Geoingeniería o modificación meteorológica, con el objetivo de modificar el clima, implicando consecuencias adversas para la salud pública, el medio ambiente y la biota terrestre.
2. Sección experimental
La metodología fue doble: 1) Se compararon las proporciones de los elementos presentes en las partículas encontradas en el agua de lluvia, que se lixiviaron del aerosol pulverizado en la atmósfera, con las proporciones de los elementos presentes en las cenizas volantes procedentes del lixiviado de las partículas la quema de carbón en el laboratorio; y 2) se compararon las proporciones de los elementos analizados en el polvo recogido en un filtro HEPA situado al aire libre, con las proporciones de los elementos analizados en las cenizas volantes del carbón.
Uno de los motivos por los cuales las cenizas volantes, por lo general, se depositan en los revestimientos de los depósitos, es por la presencia de una amplia variedad de elementos químicos que fácilmente son disueltos por el agua, pero no se limita solamente al aluminio, sino también al arsénico, cadmio, cromo, talio, plomo, mercurio y uranio. Los científicos han realizado experimentos de lixiviado de las cenizas volantes procedentes de la quema del carbón, pero ninguno de ellos tan cuidadoso como el realizado por Moreno et al. [10]. Se obtuvieron muestras de cenizas volantes del carbón de 23 lugares distintos de Europa (de España, Los Países Bajos, Italia y Grecia) y se analizaron 33 elementos químicos.
Se lixiviaron 100 gramos de cada muestra de cenizas volantes en un litro de agua destilada durante veinticuatro horas, y luego se determinaron las concentraciones de 38 elementos presentes en el lixiviado, en cada uno de los experimentos. Aunque se observaron algunas variaciones en la composición química de las cenizas volantes antes de su lixiviado y en la proporción relativa de los elementos extraídos del lixiviado, así como variaciones en el PH, el modelo total de los elementos del lixiviado era notablemente consecuente entre las distintas fuentes de procedencia de las cenizas volantes. En la tabla 1 se resume los valores medios de la composición antes de la lixiviación de las cenizas volantes de las muestras europeas y los valores medios de la composición química de los lixiviados usados en la presente investigación.
Como normalmente en San Diego la nubosidad natural es muy baja, resulta ideal para observar la dispersión de las partículas ultrafinas pulverizadas por los aviones. Como la ciudad carece de Industria pesadas y de contaminación de partículas, es un ambiente ideal para averiguar por el análisis del agua de lluvia la naturaleza específica de esas partículas que son lixiviadas por el agua de lluvia. El autor recogió personalmente muestras de agua de lluvia para su análisis químico y luego comparar esos datos con los valores medios obtenidos en los análisis químicos del lixiviado realizado en el laboratorio [10], que ha mostrado proporcionar una base firme para identificar las sustancias presentes en los aerosoles pulverizados en la troposfera: cenizas volantes del carbón. Debido a una pulverización tan persistente, no se encontró agua de lluvia que no estuviese contaminada con estos aerosoles.
Durante tres meses seguidos de 2011 se realizó una intensa pulverización, y una persona de Los Ángeles, California, recogió y analizó las partículas transportadas por el aire. Los resultados los publicó en Internet [11]; posteriormente el autor consiguió el informe analítico de laboratorio. Los análisis dieron como resultado la presencia de aluminio, bario y otros doce microelementos. Pero el sentido de estos datos todavía no estaba claro. La comparación de aquellos datos con los de las muestras de cenizas volantes de carbón antes de su lixiviación, como se muestra en la Tabla 1, reforzaron la idea de que se trataba de cenizas volantes, que eran pulverizadas en la troposfera por aviones para las prácticas de Geoingeniería.
3. Resultados y discusión
La composición elemental media de cada uno de los 38 elementos de las 23 fuentes diferentes de las cenizas volantes de carbón europeo lixiviadas y estudiadas por Moreno et al. [10], muestra las proporciones en relación al aluminio, lo que aparece en la Figura 2 en función del número atómico. La normalización a un elemento común, el aluminio en este caso, hace posibles las comparaciones cuando no se dispone del volumen total o de las masas totales. No se muestran las proporciones de los elementos del lixiviado menos abundantes. Nótese que el aluminio (número atómico 13),el estroncio (38), y bario (56), son elementos que son relativamente abundantes en el agua de lluvia después de la pulverización.
Dos laboratorios de California, Babcock Laboratories Inc. y Basic Laboratory, fueron los que realizaron los análisis del agua de lluvia de San Diego mediante espectrometría de masas con plasma de acoplamiento. Los resultados analíticos fueron consecuentes en un margen del 2% al 10%. La Figura 3 muestra las concentraciones de 8 elementos químicos, normalizados al aluminio, presentes en el agua de lluvia de San Diego después de la pulverización con aerosoles, para la comparación de las proporciones de los elementos correspondientes obtenidos por Moreno et al. en los lixiviados de las cenizas volantes realizados en laboratorio (Tabla 1).
Como si se tratase de una huella digital, las proporciones de los 8 elementos presentes en el agua de lluvia de San Diego se corresponden elemento por elemento con el lixiviado de las cenizas volantes. Dicho de otro modo, las partículas troposféricas tienen las mismas características que los lixiviados de cenizas volantes realizados en laboratorio, al menos en ocho elementos, lo cual es un testimonio fehaciente de la identificación de la sustancia pulverizada: cenizas volantes de carbón. Para cualquiera de los elementos indicados, la diferencia entre la composición de los lixiviados y el agua de lluvia es menor que las diferencias observadas entre la composición de las distintas muestras de cenizas volantes [10].
Al no disponer de la masa y los volúmenes totales, el tratamiento estadístico resulta un tanto limitado. Sin embargo, con un intervalo de confianza del 99%, la comparación de los elementos presentes en el agua de lluvia y en los lixiviados experimentales, presenta semejanzas (T-test) y discrepancias (F-test) similares. Además, la huella digital de los 8 elementos mostrada en la Figura 3 , con propiedades químicas muy diferentes entre ellos, proporciona validez a la hipótesis: las partículas que probablemente sean cenizas volantes de carbón, pulverizadas en la troposfera por los aviones para la realización de prácticas de Geoingeniería o modificación meteorológica, con la finalidad de modificar el clima,
Los laboratorios comerciales tienen algunas limitaciones en el análisis de algunos elementos. Véase que en la Figura 2 las cenizas volantes de carbón utilizadas en los lixiviados experimentales proporcionan diferencias de seis órdenes de magnitud. Los laboratorios de investigación científica, con una sensibilidad mucho mayor, quizás aporten datos adicionales de otros elementos presentes en el agua de lluvia después de la pulverización de aerosoles; pares combinados adicionales para otros elementos que se añadirían a la huella digital de las cenizas volantes, presentada en la Figura 3.
Las personas preocupadas han recogido durante al menos quince años muestras de agua, de suelo y de otros materiales con la intención de comprobar qué sustancias se estaban pulverizando en la atmósfera. Entre el 15 de mayo de 2011 al 15 de agosto de 2011, se realizó una intensa pulverización, y una persona de Los Ángeles, California, utilizó un filtro HEPA Honeywell HHT081, situado en su patio de los alrededores del Complejo Olímpico y el Boulevard de la Ciénaga, Los Ángeles, California, 90035. Las muestras se guardaron y luego custodiadas para su análisis por el American Scientific Laboratory, un laboratorio del Estado de California, para el análisis de aluminio, bario y otros doce microelementos por espectrometría de masas con plasma de acoplamiento.
La Figura 4 muestra las concentraciones de 14 elementos químicos, normalizados al aluminio, del polvo recogido por medio un filtro HEPA en Los Ángeles, para su comparación con las proporciones de los elementos presentes en las cenizas volantes de carbón no lixiviadas, según Moreno et al. (Tabla 1) [10]
Como si se tratase de una huella digital, las proporciones de los 14 elementos presentes en el polvo del filtro HEPA se corresponden con las proporciones de los elementos químicos presentes en las cenizas volantes. Como ocurre con los datos de la Figura 3, al no disponer ni de la masa ni de los volúmenes totales, el tratamiento estadístico es algo limitado. Sin embargo, el intervalo de confianza es del 99%, y de la comparación de los elementos presentes en el polvo y en las cenizas volantes se observan las mismas similitudes (T-test) y discrepancias (F-test).
Varían las proporciones relativas de elementos químicos presentes en las cenizas volantes de carbón provenientes de distintas fuentes. La Figura 5, donde se ha realizado una normalización de los valores mayores y menores para cada uno de los 14 elementos respectivos presentes en las cenizas volantes no lixiviadas [10], proporciona detalles sobre la variedad de materiales presentes en las cenizas volantes de carbón procedentes de diferentes lugares. Para cualquier proporción de un elemento dado de la Figura 4, la diferencia entre la composición de las cenizas volantes y del polvo recogido en el filtro HEPA es generalmente menor que los valores extremos observados en las cenizas volantes procedentes de diferentes lugares, mostradas en la Figura 5. Además, la huella digital de los 14 elementos mostrados en la Figura 4, elementos con propiedades químicas diferentes, implican un proceso único, y resulta en una validación de la hipótesis: se trataría de cenizas volantes de carbón.
Observadores en los que se puede confiar relatan que la presencia de aerosoles en la troposfera se remonta a finales de los años 1990. En las fases tempranas del programa uno podría sospechar que se probaron distintas sustancias. ¿En qué momento se eligieron las cenizas volantes de carbón como la sustancia preferida? En el pasado, una de las grandes incertidumbres sobre el análisis del agua lluvia después de la pulverización de un aerosol era qué elementos medir. Generalmente se medían los niveles de aluminio, mientras que el bario y el estroncio sólo se hacía algunas veces; otros elementos químicos raramente se medían. Como el aluminio, el bario y el estroncio siempre están presentes en los lixiviados acuosos de las cenizas volantes, su presencia en el agua de lluvia después de la pulverización de aerosoles podría considerarse como una huella digital de 3 elementos de las cenizas volantes pulverizadas, aunque con mucha menos certeza que si se realiza de 8 elementos, como se hace en la Figura 3. Si nos basamos en la huella digital de 3 elementos, con las limitaciones indicadas, tendríamos datos del año 2002, que son los más tempranos que he podido encontrar, en los que se recogen los análisis de estos tres elementos en las aguas de lluvia recogidas después de la pulverización [12]. Dentro de estas limitaciones, la huella digital de 3 elementos puede indicar la dispersión de las cenizas volantes de carbón pulverizadas en la troposfera: tales mediciones se han hecho en Estados Unidos, Canadá, Francia, Portugal, Alemania, Australia y Nueva Zelanda. Esta lista está lejos de ser exhaustiva. El emplazamiento de las cenizas volantes se ha realizado en base a la presencia en las aguas de lluvia de estos tres elementos (aluminio, bario y estroncio), que siempre están presentes en los lixiviados de las cenizas volantes realizados en laboratorio.
La investigación realizada proporciona un testimonio fehaciente de que las cenizas volantes de carbón son las partículas pulverizadas en la troposfera por aviones en las prácticas de Geoingeniería o modificación meteorológica, con el objetivo de modificar el clima. No obstante, se debieran emprender investigaciones adicionales (1) para confirmar la identidad de las cenizas volantes de carbón como las partículas pulverizadas (2), así como las consecuencias que esto tiene para la salud pública y en la biota terrestre, y (3) las implicaciones geofísicas consiguientes.
Las muestras de agua de lluvia y de polvo recogidas en San Diego y Los Ángeles, respectivamente, se obtuvieron en lugares alejados de las industrias pesadas que pudieran contaminar el aerosol, después de una intensa pulverización y la aparición de partículas de grano muy finas que dejaron una especie de neblina blanca en el cielo. El tiempo de suspensión de estas partículas en la troposfera era lo suficientemente corto como para tener que pulverizarlas diariamente, que es un argumento en contra de lo que dicen que esas partículas proceden de otros lugares más lejanos, tal como China, debido a la dinámica global de los fenómenos meteorológicos. Aunque las pruebas aportadas por la huella digital son arrolladoras, que sugieren que se trata de procesos/materiales idénticos, se deberían emprender investigaciones adicionales, y en efecto, se están planificando.
En la costa Sur de California, las personas han observado aviones que vierten cantidades masivas de partículas en pulverizaciones relativamente cortas, lo que familiarmente se conoce como “bombas”, que se dispersan antes de que los vientos predominantes arrastren las partículas al litoral. Un plan que se está considerando es el de emplear un avión para capturar durante el vuelo una cantidad concentrada de este material, que se analizaría por medios físicos y químicos, y también se sometería a experimentación por lixiviación.
La lluvia ácida de los años 1970 [13], que arrojó cantidades de aluminio en una forma químicamente móvil, aunque procedente de fuentes inertes, tales como las escorias de las minas, planteó amenazas de salud ambiental para una amplia variedad de organismos [14,15]. Daños en los bosques, reducción de la supervivencia o perjudicando la reproducción de invertebrados acuáticos, peces y anfibios, que se relacionó directamente con la toxicidad del aluminio, mientras que también se observaron efectos indirectos en aves y mamíferos [16]. Las cenizas volantes de carbón pulverizadas en la troposfera también plantean una amenaza de salud ambiental similar, sin que se requiera necesariamente un ambiente ácido. En los experimentos de Moreno et al. [10], la extracción del aluminio se realizó con agua destilada, obteniendo valores del pH en los lixiviados entre 6,2 y 12,5. El pH del agua de lluvia después de la pulverización depende de la composición de las cenizas volantes de carbón y su nivel se equilibra con el del agua presente en la atmósfera. El agua de lluvia natural tiene un pH ácido, en torno a 5,7, debido a la interacción del CO2 atmosférico (17). El pH del agua de lluvia de San Diego después de la pulverización era de 5,2, mientras que en otras partes se ha obtenido un pH de 6,8.
Una larga exposición a las partículas que contaminan el aire, no necesariamente las cenizas volantes de carbón, con un tamaño ≤ 2.5µm (PM2.5), está relacionada con morbilidad y mortalidad prematura [18,19]. Por tanto, se puede concluir razonablemente que las cenizas volantes de carbón pulverizadas, al menos las que tiene un tamaño PM2.5, son perjudiciales para la salud humana.
Las partículas ultrafinas de las cenizas volantes de carbón no permanecen en las altitudes donde operan los aviones que las rocían, sino que se mezclan y contaminan el aire que respiran las personas. Estas partículas ponen en peligro a las personas por dos vías principales: 1) por la ingestión del agua de lluvia con toxinas procedentes de las cenizas volantes, directamente o después de concentración por evaporación y 2) la penetración de las partículas por inhalación, a través del contacto con los ojos o con la piel [20]. En este último caso, el daño a las personas proviene de la extracción in situ de las toxinas de las cenizas volantes [21], así como consecuencias por su contacto con los tejidos [22]. Las cenizas volantes de carbón con un tamaño PM2.5 fácilmente penetran en las vías respiratorias y llegan a los alveolos, donde permanecen en los pulmones durante largos períodos de tiempo; el pequeño tamaño de las partículas es lo que las permite penetrar profundamente en las vías aéreas, donde pueden causar inflamación y heridas pulmonares [23].
Los lixiviados de las cenizas volantes de carbón contienen una amplia variedad de toxinas, entre las que se incluyen el aluminio, arsénico, bario, berilio, boro, cadmio, cromo (III), cromo (IV), cobalto, plomo, manganeso, mercurio, selenio, estroncio, talio, torio y uranio. Las cenizas volantes de carbón se han descrito como más radiactivas que los residuos nucleares [24]. Además, otros muchos elementos más tóxicos están presentes en estas partículas [25]. Si la cenizas volantes utilizadas en Geoingeniería tienen una alta concentración de partículas con un tamaño PM2..5, algo que no se conoce, la presencia de estas partículas, aunque fuese en pequeña cantidad, favorecería la reflexión de la luz solar al disponer de una mayor superficie.
Las consecuencias adversas para la salud de las cenizas volantes de carbón depende de varios factores, entre los que se encuentra la edad, el estado físico, la susceptibilidad individual, la concentración y duración de la exposición. Además, algunos de los elementos tóxicos presentes en las cenizas volantes, además de entrar directamente por inhalación o infusión transdérmica, pueden concentrarse por procesos naturales. El arsénico, por ejemplo, que es una de las toxinas presentes en las cenizas volantes, plantea la mayor amenaza en su forma inorgánica. El arsénico puede ser ingerido por una amplia variedad de organismos, y como el mercurio, puede pasar a la cadena alimentaria [26]. El arsénico está relacionado con enfermedades cardiovasculares e hipertensión [27], cáncer [28], derrames cerebrales [29], enfermedades crónicas de las vías respiratorias [30] y diabetes [31]. El arsénico lixiviado de las cenizas volantes, puede pasar en las mujeres embarazadas a través de la placenta al feto [32]. La concentración y duración de la exposición aumenta las probabilidades de que esto ocurra.
Las pruebas aquí presentadas de que se está pulverizando de forma deliberada, extendida y persistente cenizas volantes de carbón en la troposfera, que luego se mezclan con el aire que las personas respiran, abre las puertas a nuevas posibilidades de investigación sobre los efectos fisiológicos por la exposición a largo plazo de una sustancia que potencialmente desprende múltiples toxinas una vez que entra en contacto con los fluidos corporales internos. Esto está más lejos del alcance de este trabajo. Sin embargo, debe mencionarse que quizás la toxina más abundante en las cenizas volantes y que es extraída al entrar en contacto con un medio acuoso, es el aluminio químicamente móvil.
Aunque el aluminio es abundante en la corteza terrestre, es muy inmóvil. La biota de nuestro planeta, incluidas las personas, no ha desarrollado unos mecanismos naturales de defensa contra la exposición al aluminio químicamente móvil. Es un asunto que debe preocupar seriamente, ya que fácilmente puede extraerse de las cenizas volantes de carbón con el agua de lluvia o por los fluidos corporales. El aluminio está implicado en enfermedades neurológicas, como desorden del espectro autista (ASD), Alzheimer, Parkinson y desorden de hiperactividad por déficit de atención (TDAH) [33,34,35,36,37], todos los cuales han aumentado de manera notable en los últimos años. El aluminio puede perjudicar la fertilidad humana [38] y también está implicado en desórdenes neurológicos en las abejas y otras especies [39,40,41].
Si algunos casos de enfermedades neurológicas estuvieran relacionados con las actividades de modificación climática durante las dos décadas pasadas utilizando aerosoles con cenizas volantes de carbón rociados por aviones en la troposfera, entonces la repetida pulverización en San Diego, de la que ha sido testigo el autor, provocaría un aumento de este tipo de trastornos. Las investigaciones epidemiológicas, incluso en la infancia, y desórdenes mayores como defectos de nacimiento, podrían arrojar luz sobre el peaje que estamos pagando las personas por estas prácticas. Esas investigaciones deberían considerar sobre todo a las tripulaciones de los vuelos de las líneas aéreas y los viajeros que realicen frecuentes viajes en avión, ya que respiran el aire casi a la misma altitud a la que se rocían las cenizas.
La intensa pulverización diaria sobre San Diego formaría parte de un programa desarrollado en varios países Occidentales, y que se ha observado en Estados Unidos, Canadá, Europa, Australia y Nueva Zelanda, pero nunca reconocido en público por las autoridades gubernamentales. Sin una sincera declaración pública es difícil conocer las motivaciones subyacentes y la variedad de actividades específicas implicadas. Una cosa parece segura: el daño potencial a la salud pública y al ambiente no tendrá precedentes en su alcance planetario.
La combustión del carbón concentra las impurezas en las cenizas volantes, un complejo químico anhidro cuyos riesgos para la salud ambiental son bien conocidos. Durante décadas, personas y colectivos han luchado para que se aprobasen normas y disposiciones sobre los residuos industriales que generan riesgos. Así que uno se podría preguntar ¿qué motivaciones existen para pulverizar de forma extendida y persistente cenizas volantes de carbón en la troposfera sabiendo del daño potencial para la salud pública y el ambiente?
El Panel Intergubernamental Sobre Cambio Climático de las Naciones Unidas (IPCC) se creó en 1988 para aprobar medidas en contra del calentamiento global y porque se consideraba como amenaza a la seguridad. La Geoingeniería ofrece dos enfoques básicos al problema del calentamiento global: atrapar el dióxido de carbono, o bloquear al radiación solar antes de que alcance la superficie terrestre. Atrapar el dióxido de carbono precisa de una tecnología difícil, prohibitivamente cara, poco desarrollada. Bloquear la luz del sol es algo casi generalmente aceptado por los geoingenieros como relativamente barato, fácil de poner en práctica, y además existen precedentes en la naturaleza: las erupciones volcánicas, que inyectan cenizas a la atmósfera superior (estratosfera) , donde pueden permanecer durante años o más tiempo, atenuando la radiación solar y refrescando momentáneamente la Tierra.
Mientras los científicos debaten que la Geoingeniería podría ser una actividad potencialmente necesaria en el futuro [2,3], las pruebas sugieren que los Gobiernos y las instancias militares Occidentales ya habrían avanzado un programa operacional de Geoingeniería a gran escala. Pero en lugar de extraer y moler la roca para producir ceniza volcánica artificial en volúmenes suficientes para refrescar el planeta, optaron por una alternativa económica, pragmática, pero con unas consecuencias más extremas para la vida en la Tierra que las que pudiera causar alguna vez el calentamiento global, usando cenizas volantes procedentes de la combustión del carbón. Puestos ya en ello, podrían haber pulverizado el material en las capas altas de la atmósfera, en la estratosfera, donde podría permanecer durante un año o más, sin embargo optaron por rociar las cenizas volantes de carbón en las capas bajas de la atmósfera, en la troposfera, donde se mezclan rápidamente con el aire que respiramos y luego llueve arrastrando esas sustancias.
Aparte de las consecuencias potenciales de toxicidad, de salud pública y de daño a la biota terrestre, que se derivan directamente de la pulverización de las cenizas volantes en la troposfera, tal práctica realizada de forma persistente, extendida, por aviones, afectando a los condiciones meteorológicas y al equilibrio de calor en la Tierra, actuaría incluso en contra de la refrigeración de la tierra. Aquellos que residen en zonas donde la nubosidad es escasa, como en San Diego, notan una rápida refrigeración después de que la radiación solar disminuye, excepto durante los días nublados, cuando es calor se retiene. Con la pulverización de las cenizas volantes de carbón, se puede bloquear la radiación solar, pero durante la noche pueden retardar la pérdida de calor del suelo, no favoreciendo las precipitaciones y por tanto contribuyendo al calentamiento global. Pulverizar durante la noche, probablemente para evitar hacerlo a la luz pública, retrasa la pérdida de calor.
Hay otra consecuencia de la pulverización en la troposfera de las cenizas volantes, además de impedir la refrigeración terrestre y de los efectos ecológicos potencialmente adversos y las implicaciones para la salud pública: la modificación de los fenómenos meteorológicos e interrupción de los fenómenos concomitantes a los hábitats y su influencia en los suministros de alimentos. Como ha señalado la NASA: “Para que se formen las gotitas de agua durante una precipitación normal es preciso que se condense el vapor sobre ciertas partículas [núcleos de condensación], formando las nubes. Finalmente las gotitas se juntan para formar una gota de mayor tamaño como para caer al suelo. Sin embargo, las partículas de contaminación (aerosoles) penetran en las nubes de lluvia, de modo que la cantidad de agua presente se difunde. Las gotitas acuosas más pequeñas flotan en el aire y si no pueden unirse y hacerse mayores no forman una gota de lluvia. Así que estas nubes producen menos precipitaciones durante su período de formación que las nubes limpias (no contaminadas) del mismo tamaño” [42]. Además de impedir que las gotitas se unan y hacerse grandes para caer sobre la tierra, las cenizas volantes de carbón, que se formaron en condiciones anhidras, se hidratarán, atrapando la humedad adicional, interfiriendo aún más en las precipitaciones. Esto podría causar sequía en algunas áreas, inundaciones en otras, deterioro de las cosechas, daños a los bosques y otros impactos ecológicos adversos, sobre todo debido a la contaminación por aluminio químicamente móvil. Por último, las consecuencias podrían ser devastadoras para los hábitats y reducir la producción de alimentos para consumo humano.
4. Conclusiones
Esta investigación proporciona un testimonio fehaciente que corroboraría la exactitud de la hipótesis: que las cenizas volantes de la combustión del carbón son probablemente las partículas pulverizadas en forma de aerosoles en la troposfera por aviones en las prácticas de Geoingeniería, modificación meteorológica, con el objetivo de modificar el clima. Esta afirmación se basa en los siguientes descubrimientos: 1) el ensamblaje de 8 elementos presentes en el agua de lluvia y los lixiviados experimentales son esencialmente idénticos. Con un intervalo de confianza del 99%, presentan las mismas discrepancias (F-test) y similitudes (T-test); y 2) el ensamblaje de 14 elementos presentes en el polvo retenido en un filtro HEPA y en las cenizas volantes de carbón no lixiviadas, indica que son esencialmente idénticos.
Las evidencias indican que la pulverización de cenizas volantes de carbón (1) es algo que viene ocurriendo en muchos lugares durante todo el siglo XXI, a gran escala (2), y con un aumento significativo a partir de 2013 (3). Durante este período se ha desarrollado un programa de desinformación muy bien orquestado, pero no se ha producido ninguna declaración pública, ningún consentimiento informado y no se ha dado ninguna advertencia de salud pública.
Todo esto tiene profundas implicaciones para la salud ambiental, incluyendo la exposición de las personas y del resto de la biota terrestre a: 1) aluminio químicamente móvil, implicado en desórdenes neurológicos y daños a las plantas; 2) exposición a metales pesados tóxicos y elementos radiactivos; 3) interferencia en las precipitaciones, con la consecuencia de dañar la producción de alimentos y los hábitats; y 4), contribuyendo posiblemente al calentamiento global, favoreciendo la fusión de los hielos árticos.
Hace más de medio siglo, Rachel Carson llamó la atención del mundo sobre las consecuencias involuntarias del uso de herbicidas y pesticidas de forma extensa en la agricultura. En lugar de hacer la vista gorda, mucha gente se movilizó para evitar males mayores de este impacto ambiental. Hoy somos conscientes de que la vida de nuestro planeta forma parte de una red interconectada con enormes dependencias y relaciones simbióticas. En la tierra existe un estado de equilibrio biológico, químico y físico dinámicos, cuya complejidad excede los actuales conocimientos de la ciencia. La pulverización de cenizas volantes de la combustión del carbón amenaza este equilibrio, cuya delicadeza o resistencia no podemos cuantificar. La salud humana está en peligro, como el resto de la biota terrestre. ¿Debemos permanecer en silencio? ¿O ejerceremos nuestro derecho primordial a ejercer nuestra propia defensa como especie y poner cordura la peligrosa práctica de pulverizar cenizas volantes de carbón en la dinámica atmósfera de la tierra?
Reconocimientos
Agradezco a Ian Baldwin las provechosas discusiones, las críticas y sus consejos. Agradezco a Weidan Zhou su consejo estadístico profesional.
Conflictos de interés
El autor declara que no tiene ningún conflicto de interés
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Procedencia del estudio:
http://www.mdpi.com/1660-4601/12/8/9375/htm
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Traducción: noticias de abajo
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