Por Roberta L. Millstein, 8 de mayo de 2015
Los organismos modificados genéticamente (OMG, transgénicos) se han convertido en un asunto político candente. Treinta Estados ( de Estados Unidos) están considerado cambios legislativos para etiquetar los alimentos que contienen transgénicos. Dos Estados, el de Maine y Connecticut, ya han aprobado leyes sobre el etiquetado, que entrarían en vigor si los Estados vecinos también aprueban leyes sobre el etiquetado de los transgénicos. La obligatoriedad del etiquetado de los alimentos transgénicos entrará en vigor en Vermont en el año 2016, en el caso de no prosperar una demanda que se presentado en contra de esta ley.
Fuera de Estados Unidos, 64 países ya disponen de leyes sobre el etiquetado de los alimentos transgénicos. Sin embargo, el representante federal Mike Pompeo (R- Kan) y el representante G.K. Butterfield (DN.C.) han logrado introducir en el Congreso un proyecto de ley que bloquearía la posibilidad de que los Estados puedan aprobar sus propias leyes sobre el etiquetado. Los críticos han satirizado este proyecto, calificándolo como el proyecto de ley que pretende “denegar a los estadounidenses el Derecho a Saber”, o Ley de la Opacidad.
¿Cuál es la causa de todo este alboroto? ¿Los consumidores deben estar preocupados por los alimentos que contienen transgénicos? ¿Son fruto de una manipulación antinatural, es decir alimentos Frankenstein? Muchos científicos dicen que no, y también dicen que los defensores del etiquetado están en contra de los conocimientos científicos. El debate se ha polarizado.
Como filósofo de la Ciencia, creo que puedo ayudar a entender mejor este asunto dando algunos argumentos relativos a los transgénicos, argumentos de una filósofo cuyo campo de estudio trata de explicar cómo una adecuada comprensión de ciertos aspectos científicos puede ayudar a entender las cuestiones motivo de discusión. No es tarea fácil, ya que muchos de los aspectos relativos a los transgénicos son motivo de controversia. Por lo tanto, seré muy escrupulosa con mis fuentes, citando solamente artículos revisados por pares y hallazgos generalmente aceptados.
Permítanme poner desde el principio mis cartas sobre la mesa. Creo que hay buenas razones para que se etiqueten los alimentos que contienen productos transgénicos. Sin embargo, no estoy en contra de los transgénicos, los cuales no creo deban ser prohibidos, y algunas de sus aplicaciones son prometedoras. Las investigaciones deben continuar, pero es necesaria una supervisión muy estricta de las pruebas de ensayo de los transgénicos. En resumen, tomo una posición intermedia que seguramente me enfrente a los de un lado y los de otro. Pero son los argumentos los que nos dirigen hacia esa posición intermedia.
¿Qué son los transgénicos?
Los organismos modificados genéticamente, entre los que se encuentran plantas y animales que consumimos, se desarrollan mediante procedimientos de ADN recombinante (Ingeniería Genética). Estos métodos permiten que un gen de cualquier especie, incluso de especies muy lejanas, pueda ser insertado y posteriormente se exprese en una especie diferente, por ejemplo, en un cultivo para la alimentación. (Que un gen se exprese significa que produzca las proteínas deseadas, que lo hará si está en el ambiente genético adecuado y en el medio ambiente correcto). También hay transgénicos que no están diseñados para ser consumidos, tales como bacterias modificadas genéticamente para uso médico.
La mayoría de los transgénicos que se comercializan hoy en día están diseñados de una de estas dos maneras: en primer lugar están los cultivos transgénicos resistentes a los herbicidas. Por ejemplo, es el caso de los cultivos Roundup Ready de Monsanto, que son resistentes al herbicida Roundup de Monsanto, que lleva como principal ingrediente glifosato. Estos cultivos permiten que los agricultores fumiguen sus cultivos con este herbicida, acabando con las hierbas no deseadas, pero no destruye las cosechas. En segundo lugar, muchos cultivos transgénicos sintetizan su propio pesticida, por lo general Bt (Bacillus thuringiensis), que protegería a los cultivos de algunas plagas, como el barrenador del maíz. No hay necesidad de fumigar plaguicidas, cuando el insecto consume la planta muere.
Las Empresas de Biotecnología alegan que modificaciones como éstas aumentan los rendimientos de los cultivos, los agricultores ahorran tiempo y dinero y reducen el uso de pesticidas y herbicidas.
La mayoría de las plantas modificadas genéticamente se utilizan como ingredientes para otros alimentos: soja, canola (colza transgénica), remolacha azucarera, maíz, algodón. Estos se encuentran en alimentos cotidianos que consumimos, como el almidón de maíz en salsas y sopas, jarabe de maíz como edulcorante de uso general, aceite de semillas de algodón, aceite de canola y aceite de soja en la mayonesa, aderezos para ensaladas, cereales, panes y bocadillos. Con los transgénicos también se alimenta al ganado, lo que lleva a un consumo indirecto de productos transgénicos.
Según la FDA, en 2012 aproximadamente el 88% del maíz, el 93% de la soja y el 94% del algodón producidos en Estados Unidos estaban modificados genéticamente. Esto quiere decir que a menos que usted haga un esfuerzo sobrehumano no podrá evitar el consumo de transgénicos, y es casi seguro que los ha consumido.
Otras modificaciones de los alimentos transgénicos es el enriquecimiento con vitamina A, papayas resistentes a los virus y calabazas resistentes a los virus. Algunas de estas propuestas todavía están sujetas a investigación, pero ya se comercializan manzanas y patatas que no se oscurecen en contacto con el aire ( algo recientemente aprobado por la FDA), salmón que crece dos veces más rápidamente que los salmones no transgénicos y naranjas que resisten el enverdecimiento de los cítricos.
La cuestión del etiquetado y la crítica de que tal pretensión es anticientífica
Actualmente, el etiquetado de los alimentos que contienen ingredientes transgénicos es voluntaria ( en Estados Unidos. En Europa es obligatorio el etiquetado si contienen más de un 2% de ingredientes transgénicos). Los alimentos que están etiquetados como ecológicos no contienen ingredientes transgénicos. La FDA sólo ha aprobado el etiquetado voluntario, pero no el obligatorio.
Los críticos dicen que un etiquetado de los alimentos que contienen ingredientes transgénicos es insuficiente. Señalan que los transgénicos pueden contener toxinas y alérgenos. Quieren que se etiqueten para que las personas puedan decidir por sí mismas, si quieren consumir este tipo de alimentos o no.
Por el contrario, los defensores de los transgénicos dicen que ya se ha demostrado su seguridad, por lo que es innecesario su etiquetado y que los argumentos a favor van en contra de los conocimientos científicos.
Por ejemplo, la Asociación Estadounidense para el Avance de la Ciencia (AAAS) afirma que “el mejoramiento de los cultivos mediante las modernas técnicas moleculares de la Biotecnología es seguro” y que el etiquetado “sólo generaría alarma”. El Proyecto de Alfabetización Genética de Jon Entine advierte contra los puntos de vista anticientíficos de las ONG en contra de los transgénicos. Una encuesta del Centro de Investigación PEW muestra que las opiniones de los científicos y no científicos difieren en muchos temas, incluyendo el de los transgénicos, el cambio climático, la evolución, entre otros. En una respuesta típica, un artículo de Slate señala que se trata de un problema bipartidista anticientífico. Una portada de National Geographic rezaba: “Guerra contra la Ciencia”.
Es cierto que algunos críticos van demasiado lejos. Llamar a los transgénicos “Alimentos Frankenstein” es una táctica para meter miedo: que los alimentos modificados genéticamente son antinaturales, no viene a cuento. No todo lo que no es natural es inseguro ( piense en los medicamentos que salvan vidas) y no todo lo que es natural es seguro (piense en los venenos de origen natural).
¿Pero realmente es anticientífico plantear cualquier preocupación sobre los transgénicos?
En resumidas cuentas, no. Es un error agrupar a los negacionistas del cambio climático, a los negacionistas de la evolución y a los críticos de los transgénicos, debido en parte a que las razones para la duda son diferentes y en parte por el llamado Principio de Precaución, que nos inclina a aceptar el cambio climático y rechazar los transgénicos, sino también ( irónicamente) a que una comprensión adecuada de la evolución es la base de algunas de las preocupaciones sobre los transgénicos. Más específicamente, he identificado seis problemas en la afirmación de que los críticos de los transgénicos van en contra de los conocimientos científicos.
Problema 1: La crítica de que son anticientíficas sus reservas asume falsamente que la Ciencia se encuentra libre de valores.
Muchos filósofos han argumentado que los valores pueden ser una parte intrínseca de todas las Ciencias. Una Ciencia libre de valores es un mito.
¿Qué son los valores? Son cosas importantes para nosotros, incluyendo valores morales, valores políticos o valores estéticos.
La Ciencia del Clima es un ejemplo claro de una Ciencia cargada de valores. Se estudia su relación con los combustibles fósiles y el clima cambiante, porque valoramos por una parte los beneficios del uso de los combustibles fósiles como energía, pero por otra nos preocupamos por los daños a los seres humanos y otras especies. Otro ejemplo de Ciencia cargada de valores en la Ciencia Médica, que incluye valores como la mejora de la salud y el bienestar.
Cuando la gente critica la Ciencia, no necesariamente críticas teorías, datos o conclusiones extraídas de los datos, sino los valores que podrían están imbuidos en la teoría científica o la práctica misma lo que se critique.
Problema 2: La crítica de que son anticientíficas asume falsamente que la Ingeniería Genética está libre de valores.
Las razones expuestas y no declaradas para el desarrollo inicial de los transgénicos estaban cargadas de valores: obtención de ganancias por las Empresas de Biotecnología y sus accionistas, alimentar a los pobres, desarrollar nuevas cepas y obtener beneficios para la alimentación de los consumidores, reducir el uso de pesticidas y herbicidas para ahorra gastos y proteger al medio ambiente.
En otras palabras, el desarrollo de transgénicos no es Ciencia pura por el conocimiento en sí mismo; no está libre de valores, ni de lejos.
Por otra parte, los críticos de los transgénicos no inciden en las cuestiones fundamentales de la Ingeniería Genética o de la Genética, como otros sí que lo hacen con los desafíos del cambio climático o la evolución. En el mejor de los casos, inciden en la necesidad de realizar estudios sobre la seguridad de los transgénicos y evaluar sus riesgos. Pero hay que tener en cuenta que las preocupaciones sobre la salud y los riesgos implican una serie de valores y hay diferentes formas de evaluar esos riesgos.
Debido a que los transgénicos fueron desarrollados específicamente para satisfacer ciertos valores, será razonable que se les juzgue en base a esos valores y no a otros.
Problema 3: Las críticas de ser anticientíficas no asumen que las preguntas sobre derechos implican también preguntas sobre valores.
La pregunta sobre si se deben etiquetar los transgénicos o no es una pregunta sobre el derecho público a saber lo que estamos comiendo y el derecho a decidir lo que comemos, de acuerdo con sus valores. La Ciencia de los transgénicos implica valores, pero no nos dicen cuáles son nuestros derechos. Preguntar cuáles son nuestros derechos es una pregunta sobre los valores, pero debe caer fuera del ámbito de dominio de la Ciencia de los transgénicos. Por lo tanto, tomar una posición sobre el etiquetado de los transgénicos en base a unos derechos no es ser anticientíficos.
El triclosán, un agente antibacteriano que se utiliza en muchas pastas de dientes y desinfectantes para las manos, nos puede servir para presentar una analogía. Existen evidencias preliminares de que el triclosán es un alterador hormonal (endocrino). Sin embargo, la FDA sigue diciendo que el triclosán “no se sabe que represente ningún peligro para los seres humanos”. Sin embargo, aparece en el etiquetado. De este modo los consumidores pueden decidir si usan o no esos productos.
Sin embargo, los que están en contra del etiquetado insisten en que el etiquetado de los productos transgénicos implicaría que hay algo no bueno en los transgénicos, algo similar a cuando se etiquetan las bebidas alcohólicas y las cajetillas de tabaco. Pero el etiquetado sirve para informar de los ingredientes de un producto y saber si puede contener sustancias que nos produzcan alergia o que nos produzcan daño. Por lo tanto, los que están en contra del etiquetado piensan que los defensores del etiquetado tienen argumentos no científicos porque se niegan a aceptar las evidencias de que los transgénicos son seguros. Volveré un momento sobre la cuestión de la seguridad de los transgénicos.
Problema 4: Hay algo que sea biológicamente nuevo en los organismos transgénicos
Los protransgénicos afirman que no hay nada nuevo en los transgénicos, porque los agricultores vienen realizando modificaciones genéticas en los alimentos desde hace siglos. Esto es verdad hasta cierto punto. La selección artificial ha conducido a la domesticación de muchas especies, con modificaciones significativas. Técnicas más recientes incluyen la hibridación de líneas puras.
Puede parecer correcto, pero lleva a confusión. Las técnicas de Ingeniería Genética son distintas de las de selección e hibridación. Estas técnicas insertan genes de una especie, incluso muy alejada, en otra. Por ejemplo, se inserta un gen de un pez en un tomate ( se ha desarrollado pero todavía no se comercializa), o se inserta un gen de cerdo en las naranjas ( actualmente está en fase de investigación).
Este tipo de modificaciones dan un poco de repelús, pero deben evitarse las reacciones instintivas: ese no es el verdadero problema. La preocupación por la utilización de genes de especies alejadas es porque se produce entre especies más alejadas de lo que es probable que se produzca en la naturaleza, y cómo se va a comportar ese gen en un contexto genético muy diferente, quizás afectando de una manera impredecible a la expresión de otros genes.
Problema 5: Faltan pruebas de seguridad de los transgénicos
Las pruebas de seguridad de los transgénicos no son tan buenas como alegan los defensores de estos, porque los protocolos científicos son un tanto laxos. En Estados Unidos, las pruebas de seguridad de los transgénicos son voluntarias, no obligatorias. Según la FDA, la mayoría de los transgénicos son “generalmente reconocidos como seguros” (GRAS). La AMA, sin embargo, ha solicitado pruebas obligatorias de seguridad. Actualmente, estas pruebas de seguridad son realizadas por las mismas empresas que fabrican los transgénicos, sin la supervisión de la FDA. Los estudios que se hacen son a corto plazo ( generalmente de 3 meses), lo que significa que los efectos a largo plazo del consumo de transgénicos son, sencillamente, desconocidos.
Estas son preocupaciones que tienen una razonable base científica y generan dudas sobre los estudios que se han hecho hasta la fecha. Hay bastante incertidumbre sobre los estudios como para que las personas no tengan una base para decidir si consumen o no transgénicos.
Si lo comparamos con los protocolos seguidos en las pruebas que la FDA exige para los nuevos medicamentos: después de realizar las pruebas de laboratorio y en animales, pruebas revisadas por la FDA, se realizan una serie de ensayos clínicos en humanos en tres fases para determinar si el medicamento es eficaz y seguro. A continuación, la Empresa envía los datos de todas las pruebas al Centro de Evaluación e Investigación de Medicamentos de la FDA (CDER). Un equipo de médicos del CDER, estadísticos, toxicólogos, farmacólogos, químicos y otros científicos, revisan los datos y el etiquetado que se propone. Una vez que el medicamento se aprueba para su comercialización, la FDA supervisa su eficacia. Un enfoque de mayor cautela, también debiera exigir pruebas científicas para la aprobación de los nuevos transgénicos. No tienen por qué ser iguales lo protocolos que los de los nuevos medicamentos, pero podrían ser ( y deberían serlo) más rigurosos que aquellos.
Jon Entine pregona un estudio realizado por A.L. Van Eenennaam y A. E. Young y recogido en un artículo titulado “El debate sobre la seguridad de los transgénicos ha terminado, gracias al nuevo estudio del billón de dosis”. Pero si echamos un vistazo más de cerca a los detalles esenciales del estudio, vemos es una revisión de estudios realizados sobre alimentación animal con transgénicos, así como los datos de campos sobre el ganado alimentado con transgénicos.
En primer lugar, Van Eenennaam y Young destacan dos estudios a largo plazo ( que se definen como de una duración entre 90 días y 2 años ), uno de ellos realizado en treinta y seis vacas lecheras y uno realizado en cuarenta cerdos, para tratar de determinar los efectos en su salud debido al consumo de maíz transgénico Bt. Los autores señalan que se han hecho otros estudios a largo plazo, estudios multigeneracionales revisados por pares ( menos de 100), pero señalan que estos dos estudios “son notables porque incluyen controles apropiados que consumen líneas isogénicas de maíz no transgénico, y ambos examinaron de manera exhaustiva una amplia gama de fenotipos y de indicadores de crecimiento y salud”. Aunque Van Eenennaam y Young afirman que no creen que hagan falta más estudios de este tipo, dan a entender que los otros estudios multigeneracionales a largo plazo o bien no tuvieron unos controles apropiados o no son tan completos. Y sin embargo, esos dos estudios tan notables son muy cautos en sus conclusiones, por ejemplo al reconocer que por el consumo del maíz transgénico se dieron algunas alteraciones en las respuestas inmunitarias localizadas y periféricas en los cerdos destetados, lo que requiere de mayor investigación. El otro estudio dice que “otros estudios están actualmente en curso para evaluar los efectos en el crecimiento y la descendencia de las cerdas alimentadas con el maíz transgénico Bt MON810”. En otras palabras, los propios investigadores no creen que sus estudios sean definitivos sobre los efectos en la salud de los cerdos por el consumo del maíz transgénico Bt, y por eso hablan de la necesidad de más estudios.
En otro orden de cosas, están los datos obtenidos de la Industria de la cría de animales, que incluiría la mayor parte de ese billón de dosis de comidas que se mencionan en el artículo de Entine. Estos datos, a diferencia de los estudios notables no son datos de ensayos controlados, y por lo tanto generan mucha menos confianza en los resultados. En un estudio controlado, no se escatiman los esfuerzos para reducir las diferencias entre los grupos, por ejemplo, mediante la asignación al azar de los animales que estarán en grupo y otro, con un grupo alimentado con el maíz Bt y el otro un maíz genéticamente idéntico que carece de la modificación genética del maíz Bt. Cuando un estudio no se controla, otros factores pueden crear una distorsión. Como dicen Van Eenennaam y Young, se pueden haber producido cambios en la genética de los animales y en las prácticas de gestión durante el período de recogida de datos, y se pueden haber producido también otros cambios. Por otra parte, los datos de la Industria de cría de animales incluyen factores como la alimentación para ganar en eficacia, datos que son importantes para los agricultores, pero no para los consumidores que estén interesados en la seguridad de sus alimentos.
Una actitud científica es una actitud que conlleva cautela, para no extraer conclusiones que van más allá de los datos, o utilizados para denigrar a los que esperan que se sigan los estándares científicos habituales. Entine no acierta cuando habla de actitud científica. Dos estudios notables, controlados, realizados con pequeñas muestras de animales, más los datos aportados por la Industria de la cría de animales, no controlados ( independientemente del número de animales o el período cubierto), no son suficientes para concluir que los transgénicos son seguros para la alimentación humana. Incluso los investigadores que realizaron los estudios controlados piensan que se necesitan nuevos estudios. Con los medicamentos se siguen normas más estrictas ( pero incluso en estos casos, la FDA no declara que esos medicamentos sean seguros). Si pensamos que algunos estudios no se deben hacer por razones éticas, y estos no se hacen, que luego no nos digan que es una indecisión nuestra y que estamos rehusando realizar esas investigaciones.
La gente que dice con rotundidad que los transgénicos son seguros, toma una actitud poco científica. Un transgénico no es igual que otro transgénico, ni igual a un tercero. Cada uno de ellos debe ser probado: la seguridad de una muestra no implica la seguridad de otra, dado que se trata de una combinación genética distinta. Por ejemplo, la seguridad de los pesticidas que desarrolla el maíz transgénico Bt es muy diferente del arroz transgénico que está enriquecido con vitamina A. Y la seguridad de una planta resistente a Roundup no implica necesariamente que otro lo sea ( ya que la expresión de los genes se ve afectada por otros genes).
Problema 6: La seguridad de los transgénicos y las preocupaciones ambientales
Este es sin duda uno de los problemas más serios. Existen varias categorías de daños ambientales, bien sean reales o posibles.
Uno es el de la evolución de las plantas resistentes a los herbicidas ( es decir, aquellas plantas que no mata herbicidas como Roundup). Este efecto ya se predijo, aunque Monsanto dijese que eso no ocurriría. Se sabía que las hierbas responderían de diferente forma ante Roundup (glifosato): algunas son muy susceptibles y otras no tanto ( es decir, que son resistentes). Con el empleo de Roundup se mata a las hierbas susceptibles, pero se selecciona a las resistentes, que pueden crecer sin competencia.
En el año 2012, la Sociedad de Ciencias de las Malezas de Estados Unidos (WSSA) enumeraba en su página web hasta 22 especies de plantas resistentes a Roundup, en Estados Unidos. Dow AgroSciences estima que al menos 100 millones de hectáreas de tierras de cultivo de Estados Unidos están afectadas por las hierbas resistentes a Roundup. Dow ha utilizado estos datos como argumento a favor del empleo de otro herbicida, el 2,4-D.
El 2,4-D es un herbicida incluso más tóxico, con mayores riesgos de aparición de defectos de nacimiento, con un mayor impacto en los ecosistemas acuáticos, y más daños en los cultivos y plantas cercanos.
Pero, ¿por qué debemos creer que los resultados van a ser diferentes en esta ocasión? ¿Los herbicidas no tienen un ciclo que conduce a una resistencia por parte de las plantas?
Otro daño ambiental es que en los cultivos resistentes a Roundup ha aumentado la cantidad de herbicidas usados ( no la reducción prometida). Según Charles Benbrook, los fenotipos de las malezas resistentes a Roundup obligan a los agricultores a aumentar la cantidad de herbicidas usados, emplear diferentes tipos de herbicidas y aplicar a los herbicidas ingredientes activos adicionales. Tenga en cuenta que la Organización Mundial de la Salud ha clasificado al glifosato como “probablemente cancerígeno para los seres humanos”.
Por otra parte, el maíz Bt ha llevado hasta ahora a una reducción en el uso de plaguicidas. Sin embargo, los gusanos de la raíz del maíz han desarrollado resistencia al Bt, y lo mismo ha ocurrido con otras plagas del maíz. Por lo tanto, esta disminución puede ser de muy corta duración, o como en el caso de Roundup, habrá que aplicar pesticidas aún más potentes.
Otro posible daño ambiental es la transferencia de genes ( cruzamiento o flujo de genes) desde las plantas transgénicas a sus parientes silvestres. Cuando los cultivos transgénicos se cruzan con las especies silvestres estrechamente relacionadas, se puede producir una transferencia de la resistencia a los herbicidas a las malas hierbas.
Esto crea el mismo problema que el desarrollo de resistencia a los herbicidas por parte de las malezas, aunque la causa sea distinta. Las especies susceptibles son la colza (canola), la remolacha azucarera y el maíz. Se ha descubierto que el trigo Roundup Ready ( que todavía no está en el mercado) que tiene seis veces más probabilidades que las variedades no modificadas genéticamente de producir una descendencia por cruzamiento, práctica que consiste en introducir material genético extraño en otra especie.
En relación con este asunto, se puede producir una transferencia de genes de las plantas transgénicas a las plantas convencionales o no transgénicas. En una encuesta realizada en 2014 entre los agricultores ecológicos y de cultivos no transgénicos, en Estados Unidos, el 31% aseguraba haber encontrado o sospechado de la presencia de transgénicos en sus cultivos. De estos, el 52% dijo que debido a esto el consumidor los había rechazado.
En Oaxaca, México, uno de los lugares donde hay mayor diversidad de maíz, los investigadores encontraron “un alto nivel de transferencia de genes del maíz producido industrialmente hacia las variedades locales progenitoras”. Esto es muy preocupante, porque estas cepas de maíz pueden seguir siendo utilizadas para desarrollar nuevas variedades comerciales de maíz.
Por último, están los posibles efectos en otras especies que consuman los cultivos transgénicos. Al igual que ocurre con los seres humanos, no hay pruebas generalmente aceptadas de este tipo de daños ( hay pruebas de laboratorio que señalan que el maíz Bt perjudica a las mariposas monarca, pero no se han hecho pruebas de campo).
Sí que hay pruebas de daños indirectos. El aumento de la superficie tratada con Roundup ha llevado a una pérdida de hábitat del algodoncillo para las mariposas monarca y ha contribuido a una importante disminución en el tamaño de las poblaciones. Las semillas de maíz Roundup Ready se recubren con pesticidas neonicotinoides, pesticidas que afectan a la reproducción de las abejas ( un importante vector de polinización) y persiste y se acumula en el suelo.
En suma, estas preocupaciones sobre los daños ambientales, sobre el desarrollo o la transmisión de la resistencia a los pesticidas a los parientes silvestres, la preocupación por el uso de una mayor cantidad de pesticidas, la preocupación por la contaminación no deseada de cultivos y la preocupación por los daños a otras especies, no reflejan un malentendido o un rechazo de los argumentos científicos. Al contrario, reflejan una comprensión de las relaciones entre las diferentes especies y los tipos de cambio evolutivos que pueden ocurrir. Si alguien está preocupado por estos efectos ambientales, puede ser que quiere evitar el consumo de alimentos transgénicos, por esta razón.
Resumiendo, los seis problemas descritos anteriormente: dado el papel de los valores en el desarrollo de los transgénicos, dada la falta de pruebas obligatorias de seguridad a largo plazo con supervisión externa, y teniendo en cuenta los daños ambientales comprobados, no es anticientífico querer que se etiqueten los alimentos transgénicos.
Otros aspectos importantes en el debate sobre los transgénicos
Monsanto afirma que necesitamos los transgénicos para alimentar al mundo, un objetivo encomiable.
Sin embargo, los críticos señalan que a medida que se ha incrementado el uso de pesticidas en los cultivos transgénicos y ha aumentado la resistencia a estos pesticidas entre las especies de malezas o las plagas, los rendimientos se han resentido. Para combatir el problema de la resistencia, se están diseñando cultivos con múltiples modificaciones ( cultivos con rasgos apilados). Sin embargo, un estudio encargado por la USDA mostró que las interacciones entre los genes introducidos a menudo reducen el rendimiento, y los investigadores se han sorprendido al no observar mayores rendimientos en estos cultivos transgénicos ( a pesar de que se observó que eran más estables con el tiempo). Otro estudio realizado por la USDA concluyó que en Estados Unidos, en el año 2010, el 31% ( 133 mil millones de dólares) de los 430 mil millones de dólares disponibles en alimentos, se desperdiciaba, Vale la pena enfatizar, una vez más, que no todos los cultivos transgénicos son iguales, por lo que algunos podrían desenvolverse mejor que los cultivos convencionales bajo algunas condiciones, mientras que otros lo pueden hacer peor que los convencionales en diferentes condiciones.
Hay otros métodos para mejorar los rendimientos de los cultivos, tales como el Sistema de Intensificación del Cultivo del Arroz para hacer un mejor uso de las diversas alternativas disponibles. Tal vez lo más importante, como sugiere Hugh Lacey, es que debemos emplear los mismos recursos hacia las alternativas no transgénicas, con el fin de conocer verdaderamente qué métodos son los mejores.
Los efectos que esto tiene sobre los agricultores son otras consideraciones cargadas de valores, en parte ligado al rendimiento de los cultivos. Es decir, si los transgénicos aumentan los rendimientos de los cultivos, será algo bueno para los agricultores, pero si los reducen, será algo perjudicial para ellos. Otra cuestión es que los agricultores no pueden guardar las semillas transgénicas, o en caso contrario se enfrentan a demandas. Las semillas transgénicas son más caras que las semillas convencionales, y se requiere comprar el herbicida asociado ( por ejemplo, Roundup para los cultivos Roundup Ready). En la India se han producido al menos 25.000 suicidios de agricultores debido al fracaso del algodón transgénico Bt, que no ha estado a la altura de las promesas y ha generado en los agricultores enormes deudas.
Los defensores de los transgénicos han tratado de desacreditar algunas de las preocupaciones mencionadas en este apartado, señalando que los malos resultados se deben a un uso incorrecto de la tecnología de los transgénicos por parte de los agricultores. Algunos dicen que los agricultores no pueden asumir las recomendaciones de Monsanto, como la de crear refugios, áreas cultivas sin plantas transgénicas. Esto impediría el desarrollo de la resistencia a las plagas, y así se diluiría el número de plagas resistentes. Estas áreas de refugio debieran ser del 5% al 20% de la superficie total, en función de los transgénicos.
Otros sugieren, que los culpables de los malos resultados pueden ser los mismos agricultores de la India. Por ejemplo, Gruèrea y Sengupta afirman que los agricultores carecen de información acerca de las condiciones de cultivo, el uso de pesticidas, la importancia de sembrar las semillas adecuadas, y los ingresos que se esperan del uso de esta tecnología. Sin embargo, estos mismos autores también admiten la posibilidad de que en las condiciones en que se introdujo el algodón Bt, una tecnología muy cara y mal explicada, a menudo se utiliza mal, y del que inicialmente sólo se disponían de unas pocas variedades, lo cual podría haber jugado un importante papel en el endeudamiento de ciertos agricultores en algunas zonas propensas al suicidio, en estos dos Estados, sobre todo en los primeros años. Sugieren que hay una “necesidad crítica para distinguir los efectos del algodón Bt como una tecnología, del contexto en el que se introdujo”.
No estoy de acuerdo. El contexto es importante
En la discusión sobre los valores implícitos en el uso de los cultivos transgénicos, hay que evaluar las condiciones en que se dan. Podría darse el caso de un mundo más perfecto, con Empresas de Biotecnología realizando diferentes prácticas, y desarrollando diferentes organismos modificados genéticamente, y diferentes productores, y quizás no se hubieran dado los problemas señalados anteriormente. Quizás no haya nada malo en la tecnología de los transgénicos, y sólo sea una cuestión de prácticas. Pero no vivimos en ese mundo perfecto. La tecnología no se aplica en una situación sin un contexto determinado. Imagínense la evaluación de la eficacia de un semáforo sin considerar el contexto del volumen de tráfico, la velocidad del tráfico, etc. El resultado no tendría sentido. Lo mismo podemos decir de los transgénicos. Tenemos que evaluar las tecnologías en su contexto.
Pensamientos finales
Es verdad, resulta difícil sopesar los distintos valores implicados en el uso de los cultivos transgénicos, y todavía hay muchas cosas que no sabemos. Seguramente deban continuar las investigaciones sobre los transgénicos, aunque aplicando mejores protocolos. Debemos ser cautos y andar con cuidado. Puede ser que algunos transgénicos resulten beneficiosos ( por ejemplo, una especie que de otra manera no se podría conservar), con pocas o ningunas desventajas.
Pero esto es lo que por ahora sabemos
Si alguien quiere seguir otros valores y evitar el consumo de transgénicos, no hay manera de que pueda hacerlo. Los transgénicos contienen nuevas proteínas, distintas a las de los cultivos convencionales, y cualquier nueva proteína puede ser potencialmente un alérgeno o una toxina cuando se consume durante un tiempo. Es casi imposible evitar el consumo de transgénicos si no sabes lo que estás comiendo. Hay muy poca supervisión de la producción de transgénicos en Estados Unidos; los protocolos científicos están muy lejos de servir para algo efectivo. Si bien no hay pruebas sólidas de que los transgénicos sean dañinos para los seres humanos, las pruebas aportadas en sentido contrario son todavía insuficientes. Por otro lado, los daños ambientales se han producido y están bien documentados. Es importante recordar que los transgénicos que se comercializan hoy en día o bien son resistentes a un herbicida o producen su propio pesticida, y que por tanto debemos evaluar los transgénicos uno por uno en su contexto particular, no considerar los transgénicos como un ente abstracto en un contexto abstracto.
A las personas que no quieran consumir transgénicos, ya sean preocupaciones por daños potenciales a su salud o preocupaciones por daños ambientales, no se les permite considerar los riesgos y tomar una decisión que les afecta a ellos mismos o sus familias. Por estas razones, para la gente que quiera seguir sus consideraciones con una base razonada, se deben etiquetar los alimentos que contengan ingredientes transgénicos.
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Roberta L. Millstein es profesora de Filosofía en la Universidad de California, en Davis, adscrita a Estudios de Tecnología (STS), el Programa del Medioambiente y Ciencia del Instituto John Muir y al Grupo de Investigación de estudios interdisciplinares en animales, de la Universidad de California. Millstein también es editora de una revista de libre acceso: Filosofía y Teoría en Biología.
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Procedencia del artículo:
http://commonreader.wustl.edu/c/gmos-not-so-fast/
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