Leer a Simone Weil

Enero 2008. Prólogo de Miguel Amorós a “Reflexiones sobre las causas de la libertad y la opresión social”, publicada por ediciones El Salmón.

En todas las páginas leídas

En todas las páginas blancas

Piedra sangre papel o ceniza

Escribo tu nombre”

Paul Elouard, Libertad, en Poesía y Verdad, 1942

Encontrarse con un escrito de Simone Weil equivale siempre a un descubrimiento. De inmediato nos damos cuenta de tener delante una figura independiente, sincera, heterodoxa, comprometida con la verdad por encima de todo, que nos excita la curiosidad por el personaje y su trayectoria intelectual. La sensación de autenticidad y fuerza se acentúa no solamente con la lectura de otros textos suyos sino a medida que nos informamos sobre su corta e intensa vida, su compromiso con los oprimidos, su intransigencia moral, su repugnancia ante el desprecio de la vida humana, el olvido de sí misma, etc. Las “Reflexiones sobre las causas de la libertad y de la opresión social”, publicadas en 1934, es sin duda la obra que más impresiona, por la novedad y profundidad de sus análisis, por la distancia con cualquier ideología redentora, por su realismo a contracorriente… Se trata de un auténtico manifiesto, donde no sobra ni falta una palabra, y donde se va derecho a la raíz del problema, la eliminación del hombre como medida de las cosas, es decir, el problema de la opresión. Su actualidad es tan evidente que parece acabado de escribir. En oposición a Marx y a todas las corrientes que creen en “el progreso”, Simone apunta contra el desarrollo de las fuerzas productivas y la organización fabril. La organización de la producción, la técnica moderna y la civilización opresora están íntimamente relacionadas. Si la revolución social no repara en la deshumanización de los trabajadores debido a su sometimiento al régimen que imponen las máquinas, la causa de la libertad estará pérdida. La opresión continuará en un sistema de propiedad colectiva, engendrando una nueva clase de dirigentes, una tecnoburocracia dueña del Estado y orientada hacia el totalitarismo. La revolución no triunfará si el individuo queda aplastado por ella. Antes que Adorno y Horkheimer, Simone se percata de que desde el dominio de la naturaleza nacen los mecanismos de la opresión social, de que los individuos siguen estando sometidos a sus imperativos “bajo la nueva forma que les ha dado el progreso técnico.” En otros artículos señalará, como los dos autores anteriores, la similitud entre los totalitarismos hitleriano y estalinista, y sus raíces en la civilización occidental “democrática.” La concepción de la libertad en las “Reflexiones” no tiene nada de retórico. La libertad no tiene nada que ver con la arbitrariedad, es más, el carácter colectivo de las decisiones anularía cualquier acción arbitraria; la coordinación no llegaría a separarse y a ser una profesión ejercida por especialistas. La libertad exige pues la desaparición de los políticos y de las instituciones separadas. También exige la descentralización. Las dimensiones de una sociedad libre no podrían ser grandes, pues el individuo se apartaría de la vida colectiva y en consecuencia, desaparecería la voluntad general. La industria tendría que dispersarse en pequeños talleres con la tecnología precisa para que el trabajo dignificase. En ese dominio, el desarrollo cultural y espiritual del trabajador debería ligarse indisolublemente a la satisfacción de las necesidades materiales.

No nos hallamos ante un pensamiento sistemático, sino en constante movimiento. No siempre estaremos de acuerdo con él, y, desde luego, no lo seguiremos por los derroteros místicos del final. Pero, si amamos la libertad y detestamos a los opresores, no podremos evitar que las verdades que va desgranando por el camino nos marquen profundamente y arraiguen en nosotros.

Reflexiones sobre las causas de la libertad y la opresión social (pdf)

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