Hasta que las televisiones no se vean en negro…

por Linh Dinh / 21 de marzo de 2011

Hasta que las televisiones no se vean en negro no nos daremos cuenta de que algo está pasando

Motoyuki Shibata, célebre traductor de literatura norteamericana y profesor de una universidad de Tokio, me envió este correo electrónico, “No sé cuanto tiempo más podremos permanecer tranquilos. Ya que las plantas nucleares están desconectadas ya no vamos a disponer de la suficiente cantidad de electricidad para el estilo de vida al cual hemos estado acostumbrados, tenemos que cambiar de forma radical nuestro modo de vida y esto es más fácil decirlo que hacerlo”.

Un drástico cambio de vida escribió Shibata, no quitar un poco de aquí o allá, y además de todo esto el miedo a la radiación. Un desafío a largo plazo de una vida con menos disponibilidad de energía, pero casi nadie está dispuesto a tener menos. Estamos condicionados para querer más y más, no menos. Confundiendo la tecnología con el combustible, el conocimiento con el gas, creen que la ciencia encontrará una manera de resolver estos problemas. Seguramente que alguien se subirá a un coche impulsado por el resuello, estornudos, se tirará un pedo o reciclará sus sueños mojados, etc.

El mundo moderno es un espejismo. Es un bluff, una aberración en la Historia de la Humanidad. Con todos sus cacharros y su conveniencia, nuestro desarrollo contemporáneo sólo ha permitido explotar un fuente de energía increíblemente barata, el petróleo, pero su producción ha alcanzado el cénit, que fue entonces cuando Bush nos llevó hacia el etanol. ¡Se propuso convertir nuestros alimentos en combustible, maíz para recorrer muchos kilómetros, la respuesta a todos los que pasan hambre, condenándoles a muerte! Como Bush, Obama ofrece energía nuclear y metiéndose en guerras para acaparar el petróleo. Sin petróleo no hay espectáculo. Pero si hay oro negro bajo tierra, señores, Estados Unidos estará dispuesto a ofrecer su consejo y ayuda inhumanitaria, incluyendo algunos misiles de crucero.

El 29% de la electricidad de Japón procede de la energía nuclear. Como tantas calamidades del siglo pasado, más o menos, la energía está presente en el meollo de los problemas. El embargo de petróleo de Estados Unidos a Japón precipitó una guerra entre estas naciones. El 80% del petróleo importando por Japón procedía de Norteamérica, por aquel entonces el principal exportador mundial. Entonces vino lo de Hiroshima y Nagasaki, que mató a más de 200.000 japoneses en un periodo de cuatro meses, con muchas más muertes en los años posteriores por cáncer. Estos traumas incubaron entre otras pesadillas, a un monstruo imaginario que camina por el mar para destruir las ciudades japonesas, después de la Segunda Guerra Mundial, empujando Estados Unidos a un Japón ocupado hacia la energía nuclear. El único país que sufrió la explosión de bombas atómicas se convirtió en el segundo productor mundial de electricidad a partir de la energía nuclear, por delante sólo de Estados Unidos. En la central nuclear de Fukushima, los 6 reactores implicados en el desastre fueron diseñados por General Electric. Como el petróleo disminuía, se supuso que la energía nuclear debía suplir esa carencia, pero como ha quedado claro, hay riesgos inherentes.

Los periódicos de todo el mundo han comentado el estoicismo, la dignidad, la disciplina y la cortesía de los japoneses en respuesta a la tragedia. Sería razonable concluir que estos rasgos de la sociedad japonesa les permita adaptarse mejor que si la afectada fuese otra sociedad diferente. Cuando las ciudades y las infraestructuras han sido destruidas, es el capital humano, sobre todo, el que iniciará el proceso de reconstrucción, pero los rasgos nacionales siempre son difíciles de determinar. Mantienen relaciones entre ellos, dirán muchas personas. Una sociedad marchará mejor por un camino si éste se adapta a su cultura y su ambiente. Indicar cuál es el mejor camino es un signo de intolerancia, chovinismo y racismo.

Hace dos días, los periódicos norteamericanos presentaban en sus primeras páginas una foto de una muchedumbre china en la que se empujaban unos a otros para comprar sal yodada, porque pensaban que eso les protegería de la radiación nuclear. No se puede por menos que contrastar esta escena caótica con los japoneses alineados durante horas delante de los supermercados y las gasolineras ¿Qué pasaría si una crisis semejante a la de Japón ocurriera en China?

Durante la celebración del Año Nuevo Lunar de 2010, Japón envió a Vietnam un crisantemo. Unos minutos después de estar expuesto en Hanoi, el árbol fue completamente arrasado por una muchedumbre que arrancó todas sus flores. Esta fue una demostración espantosa de que cada hombre lo quería para él, su propia flor, sin que le importase la bella visión del árbol, lo que hizo que unos intelectuales vietnamitas dijesen: “Como una manada de monos”.

Las sentencias raciales o étnicas más directas a menudo saltan abruptamente dentro de la propia comunidad, pero todos pueden beneficiarse de una mayor franqueza y valentía en la discusión de las características del grupo, ahora bien, siempre y cuando no se hagan con una malicia genocida. Los vietnamitas tienen poco respeto por el orden público. No están en las colas o en las paradas situados en las líneas marcadas al efecto. En cuanto salen de su casa, todo lo ensucian, incluso los pasillos de los bloques de apartamentos. Pero incluso frente a una crisis verdadera, como una guerra, los vietnamitas pueden actuar de una forma tan unida, eficaz, y con tal sacrificio que a menudo son comparados por los extranjeros con las hormigas. Esto no es precisamente un elogio, como ya aclaró el novelista francés Jean Lartéguy: “Esta frenética actividad de insectos asexuados parecía dirigida a distancia, como si en algún lugar de la colonia una enorme reina se ocultase, una especie de cerebro mental monstruoso que sirviese de conocimiento colectivo a estas hormigas”. Temerosos de ser invadidos, quizás muchos europeos hayan despojado del sexo a la raza más populosa. ¡Nada de sexo, aunque tengan muchos niños!

Entre los chinos el sentido de orden público o de cortesía aumenta si se desplaza desde la China continental hacia Hong Kong. Taiwán y Singapur. Tendrán el mismo gen chino, pero se comportan de una forma completamente diferente de un lugar a otro, lo cual indica que la cultura no está codificada racialmente, Se puede enseñar a la gente a comportarse mejor, o por el contrario que se les permite o anime a actos muchos peores que los realizados por los monos.

¿Y qué decir sobre este asunto de los norteamericanos? ¿Qué harían ellos? Por la televisión, los expertos y los políticos se insultan de forma rutinaria o se quitan la palabra unos a otros. Se ve a los adolescentes norteamericanos pavonearse con sus camisetas decoradas con armas, cuchillos, granadas de mano o cráneos. En Internet es moneda corriente los comentarios que conducen al odio racial. ( La elección del primer Presidente negro, incluso para aquellos a los que nos negros ni les va ni le viene, u otra pobre gente, ha provocado en realidad un contragolpe racial. Esto, tristemente, será la herencia más duradera de Obama). Los enfrentamientos se están produciendo en todas partes, incluso en ciudades pequeñas, en las bases militares, incluso en las iglesias. Pero se dice que todo es broma, una boba diversión, que es lo que Rush Limbaugh consideraba a Abu Graib, por cierto. Somos una gente divertida y boba, eso sí, un poco violenta.

Cuando Norteamérica ataca a otro país que produce petróleo, secuestrado por la revolución Libia, muchos norteamericanos están paralizados por la March Madness de Baloncesto. Cuando Bush invadió Iraq en el año 2003, también nos entretuvimos durante horas en ver como rebotaba una pelota, así hasta el final. Hasta que las televisiones no se vean en negro, supongo que la mayor parte de nosotros seguiremos fingiendo que nada fuera de nuestras casas ha cambiado. La creencia en la recuperación no es otra cosa que seguir viviendo como vivíamos en el año 2007, justo antes de la hecatombe económica. Pero como esto es un constante flujo y reflujo, ya veremos de qué pasta estamos hechos realmente.

Linh Dinh es autor de dos libros de historias y cinco de poemas, y una novela que acaba de aparecer, Love Like Hate (Amor como el odio). Rastrea nuestro deterioro social en su blog de fotografía, que actualiza con frecuencia: http://linhdinhphotos.blogspot.com/

http://dissidentvoice.org/2011/03/powering-down/#more-30950