Los ayuntamientos siguen utilizando el glifosato para controlar la hierbas en los
parques y jardines, y a lo largo de los arcenes. Ahora que la OMS ha clasificado al
glifosato como probablemente cancerígeno, ¿no sería el momento de dejar de hacerlo?
Por Ian Wylie, 21 de abril de 2015
Desde el asiento delantero de su coche, John Wilson me pasa un expediente con varios informes y diagramas de investigaciones científicas. Cuidadosamente clasificadas en sus carpetas de anillas, guarda la correspondencia con los funcionarios del ayuntamiento y fotografías que documentan las manchas marrones en el suelo y la hierba quemada alrededor de los árboles, y a lo largo de los bordillos y de las vallas de los patios de recreo.
En parte posterior de su auto se encuentra Lydia Koelmans y su perro Kim. Nos encontramos en una calle lateral de Spital Tongues, una zona residencial situada al noroeste de la ciudad de Newcastle, bastante popular por ser residencia de familias y estudiantes.
Nos hemos reunido para ver ejemplos de los daños causados por el glifosato, el herbicida más vendido en todo el mundo. El glifosato se utilizada en las calles y parques de muchos pueblos y ciudades para controlar las hierbas, pero el mes pasado fue clasificado por la Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer (IARC), una división de la Organización Mundial de la Salud (OMS), como “probablemente cancerígeno para los seres humanos”.
Quizás esto pueda sonar a novela de espionaje, pero las personas que están en contra del uso de estos pesticidas deben tener amplia y detallada información, para que de este modo quizás puedan tenerse en cuenta sus peticiones. Wilson y Koelmans, ambos jubilados, participan en un proyecto de creación de prados con flores silvestres en Newcastle, con el fin de detener o revertir en la medida de lo posible la decadencia en las zonas urbanas de mariposas, aves, murciélagos y otros animales salvajes. Durante 10 años, Wilson ha estado solicitando de forma repetida al Ayuntamiento de Newcastle que deje de emplear los herbicidas a base de glifosato. Su uso es perjudicial para los ecosistemas locales, contamina los cursos de agua, y también peligroso para las personas que viven en Newcastle. “Esta es la época del año en que deberíamos estar disfrutando de las vegetación que nos rodea, no de los muchos productos tóxicos con que la fumigan”, dice Wilson, que también señala que los espacios rociados con el herbicida tardan más de cinco años en recuperarse.
Son pocas las personas que elevan las quejas: Karoline Spence en Austin, Christopher Brown en Nueva York, Kermit Myers en Greensboro y Christina Roca en Ciudad del Cabo, estas son algunas de ellas, que al igual que Wilson protestan por su uso. Hay otras muchas en pueblos y ciudades que hacen peticiones mediante correos para que se deje de utilizar Roundup. La diseñadora de moda Kathatine Hamnett inició una campaña para detener el uso del glifosato en los parques de Londres.
A menos que usted viva en una ciudad libre de pesticidas, hay muchas probabilidades de que la próxima vez que se siente en un banco del parque, camine por una acera o se apoye en un poste, entre en contacto con el glifosato. Ni siquiera se dará en un principio de que una zona ha sido rociada, porque las plantas tardan unos quince días en tomar color.
“En algunas ciudades y pueblos el glifosato se usa de forma indiscriminada, se esparce por las aceras y se pueden observar a los empleados del ayuntamiento con sus mochilas a la espalda rociándolo o empleando vehículos”, dice Keith Tyrell de Pesticide Action Network UK (PAN-Reino Unido), que va a poner en marcha el próximo mes una campaña nacional contra el glifosato.
Varios países europeos, entre ellos Holanda, Dinamarca y Suecia, han prohibido o restringido el uso de herbicidas a base glifosato por parte de los Ayuntamientos, debido a que diversos estudios han establecido un vínculo con varios problemas de salud, no solamente el cáncer, sino desde defectos de nacimiento, insuficiencia real a enfermedad celíaca, colitis y autismo.
Otro estudio realizado en Argentina, sugiere una correlación entre el uso del glifosato y el descenso de la actividad en las colonias de abejas. Y en Nueva York, un grupo ambientalista ha demandado a la Agencia de Protección Ambiental (EPA) por ignorar los peligros del glifosato, que ha dado lugar a una notable disminución de la población de mariposas monarca.
Los defensores del glifosato dicen que se degrada biológicamente con el tiempo por la acción de los microorganismos del suelo en productos como el dióxido de carbono y fosfato. Pero en 2013, Amigos de la Tierra encargó a un laboratorio independiente de Alemania para que analizase muestra de orina de personas de 18 países. Los resultados mostraron la presencia de glifosato en el 44% de las muestras.
El glifosato ya se utilizó en las ciudades desde su fabricación en la década de 1960 como agente para la descalcificación de las tuberías. En 1969, se volvió a patentar como herbicida por parte del gigante Biotecnológico Monsanto. Ahora es el principal ingrediente activo del herbicida más vendido en el mundo, Roundup, disponible en cualquier lugar, en el vivero o el supermercado más cercano.
Pero el glifosato también se utiliza ampliamente en la agricultura. Monsanto desarrolló los cultivos Roundup Ready a mediados de la década de 1990, mediante la manipulación genética de las semillas (transgénicas) para que la planta pudiese sobrevivir a la aplicación del herbicida. La patente de Monsanto expiró en el año 2000, pero esta tecnología sigue siendo clave en sus 16 mil millones de ventas anuales.
A Monsanto no le ha faltado tiempo para reprobar el informe de la IARC. “La conclusión de la IARC entra en conflicto con la práctica totalidad de las Agencias de Regulación y organizaciones científicas de todo el mundo”, afirma, señalando una declaración de la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos, de que “el glifosato no representa riesgo de cáncer para los seres humanos”, juntamente con las Agencias de Canadá, Australia y Argentina.
Sin embargo, en Argentina, que es uno de los países donde más se cultiva la soja modificada genéticamente, la Red de Médicos de Pueblos Fumigados ha elaborado un mapa con la incidencia del cáncer, algo que vienen haciendo desde 2010. El Coordinador, el Dr. Merardo Ávila Vázquez, pediatra de la Universidad Nacional de Córdoba, publicó en febrero pasado un Informe en el que se sugiere que el 30% de las muertes registradas en las zonas de agricultura más intensiva del país, se deben al cáncer, en comparación el promedio nacional del 20%. También señalaba que las tasas de Mortalidad por cáncer han aumentado desde el año 2000. “Es significativo que la fecha coincide con la expansión en el uso del glifosato y otros productos químicos utilizados de forma masiva en estas áreas”, escribe. [véase, por ejemplo: http://www.pagina12.com.ar/diario/sociedad/3-269076-2015-03-27.html]
¿Tiene el glifosato la culpa? ¿Es realmente cancerígeno? Nadie lo puede decir con certeza. Dado que los ensayos de alimentación humana no serían éticos, las evidencias se han limitado principalmente a estudios sobre explotaciones agrícolas. Pero otros estudios realizados en animales, llevó a la IARC a considerar al glifosato como probablemente cancerígeno. Se le ha relacionado con la aparición de tumores en ratas de laboratorio, y lo que la IARC califica como evidencias mecanicistas, tales como daños en el ADN de las células humanas por exposición al glifosato.
El conjunto de pruebas ha sido suficiente para convencer a algunas ciudades, como Chicago y París, para que sus espacios públicos estén libres de glifosato. La ciudad de Vancouver ha dado un paso más allá prohibiendo el uso público y privado de los herbicidas con glifosato, incluyendo además la erradicación de la knotweed japonesa, una planta invasora que impide el control de las hierbas.
Como alternativas al uso del glifosato, se encuentran el corte manual de las hierbas, el uso de espuma caliente o el empleo de descargas eléctricas. Pero en un momento en el que los Ayuntamientos se ven obligados a hacer recortes en sus presupuestos, el tema es el del coste, dice John Moverley, presidente del Foro de Servicios, un cuerpo de horticultores voluntarios, entre cuyos miembros se encuentran las autoridades, contratistas, así como fabricantes de plaguicidas y distribuidores. “Muchos ayuntamientos están cambiando de actitud en el control de las hierbas y realizan un enfoque más integrado con la utilización de diferentes métodos. Pero hay que controlar las hierbas en las zonas urbanas y los plaguicidas siguen siendo esenciales”, dice.
Las argumentaciones que se hacen sobre el gasto son una cortina de humo dice Keith Tyrrell, de PAN-UK: en el distrito londinense de Wandsworth se reclutan equipos de voluntarios que realizan el desbroce de forma manual. “Sólo se necesita que alguno de los que están por arriba se de cuenta”, dice Tyrell, quien admite que algunos partidos políticos han mostrado algún interés por prohibir el glifosato. “No van con ello a ganar más votos, ya que el lobby agrícola es muy poderoso. Pero si la gente empieza a apoyar esta iniciativa, los políticos van a tener que actuar”.
De vuelta a Newcastle, el Ayuntamiento, que comenzará a fumigar a mediados de abril, dice que cumple con las directrices de Salud Pública y de empleo del glifosato, y que si se utiliza de acuerdo con la práctica habitual no supone ningún riesgo para la salud pública.
“Tenemos que mantener las infraestructuras de la ciudad”, dice Michael Murphy, director de las comunidades. “Las malas hierbas pueden suponer peligros, como tropiezos y daños físicos en la superficie, así como líneas de división entre los bloques, … y un aspecto antiestético”. Según Murphy, se está empleando la tecnología de infrarrojos para detectar y rociar sólo las hierbas no deseadas. “Las opciones alternativas como vapor, eliminación física… conllevan mucho tiempo, y en muchos casos son de corta duración”, argumenta.
John Wilson no está convencido. “Creemos que no se debería rociar al nivel que se hace en Newcastle. Es una cultura, una mentalidad dogmática que se niega a ver las abundantes evidencias de que los herbicidas con glifosato son perjudiciales. Los detectores de infrarrojos no pueden detectar si una sustancia es nociva o segura”.
Se han producido algunas pequeñas victorias en Newcastle. Wilson dice que ya no se rocía alrededor de los árboles, después de que está práctica matase a varios árboles en los alrededores de Westerhope. Y Kingston Park, al norte de la ciudad, es una zona libre de glifosato, gracias a la intervención del Consejo Local.
Pero hasta ahora no se ha producido ningún cambio en Spital Tongues. Lydia Koelmans me muestra que había recortado los bordes de su prado de flores silvestres para evitar que sea pulverizado. Pero cuando volvió, el Ayuntamiento había rociado herbicida de todos modos.
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