Por Anahad O’Connor, 12 de septiembre de 2016
La Industria Azucarera ha estado pagando a científicos desde los años 1960 para que estos diesen menos importancia a la relación entre el azúcar y las enfermedades cardíacas y achacar esos daños en la salud a las grasas saturadas, como demuestran los documentos recientemente publicados.
Los documentos internos de la Industria Azucarera, recientemente descubiertos por una investigadora de la Universidad de California, San Francisco, y publicados el pasado lunes en JAMA Internal Medicine, sugieren que durante cinco décadas de investigación sobre el papel de la nutrición y las enfermedades del corazón, incluyendo muchas de las recomendaciones dietéticas que se siguen hoy en día, puede ser el resultado de una manipulación de la Industria Azucarera.
“Han sido capaces de desbaratar las discusiones sobre el azúcar durante décadas”, dijo Stanton Glantz, profesor de medicina de la Universidad de California, en San Francisco, y uno de los autores del estudio publicado en JAMA Internal Medicine.
Los documentos muestran que un grupo comercial denominado Fundación de Investigación del Azúcar, conocido hoy en día como la Asociación del Azúcar, pagó a tres científicos de Harvard el equivalente a unos 50.000 dólares de hoy en día para que publicasen una revisión de una investigación sobre el azúcar, la grasa y las enfermedades cardíacas, en el año 1967. Los estudios utilizados en la revisión fueron escogidos por la Industria Azucarera, y el artículo, que fue publicado en la prestigiosa revista New England Journal of Medicine, minimizaba la relación entre el azúcar y las enfermedades del corazón, cargando las tintas en las grasas saturadas.
A pesar de que ese tráfico de influencias se remonta a casi 50 años, las noticias más recientes nos dicen que la Industria Alimentaria ha seguido influyendo en la ciencia nutricional.
El año pasado, un artículo publicado en The New York Times revelaba que Coca-Cola, el mayor productor mundial de bebidas azucaradas, había destinado varios millones de dólares para la realización de investigaciones que minimizasen la relación entre las bebidas azucaradas y la obesidad. En el mes de junio, la Associated Press informaba de que los fabricantes de dulces han financiado investigaciones que afirmaban que los niños que comen golosinas tienden a pesar menos que los que no lo hacen.
Los científicos de Harvard y los ejecutivos de la Industria Azucarera con los que colaboraron ya no están vivos. Uno de los científicos que fue pagado por la Industria Azucarera fue el Dr. Mark Hegsted, que llegó a ser el máximo responsable del Departamento de Agricultura de los Estados Unidos, desde donde en 1977 colaboró en la redacción de las normas dietéticas del Gobierno federal de los Estados Unidos. Otro fue el Dr. Frederick J. Stare, Presidente del Departamento de Nutrición de la Universidad de Harvard.
En una declaración realizada en respuesta al estudio publicado en la revista JAMA, la Asociación del Azúcar ha dicho que la revisión de 1967 se publicó en un momento en el que las revistas médicas no solían requerir a los investigadores que publicasen sus fuentes de financiación. The New England Jorunal of Medicine no comenzó a pedir la procedencia de los fondos de investigación hasta el año 1984.
El sector “debería haber tenido mayor transparencia en todas sus actividades de investigación”, decía el comunicado de la Asociación del Azúcar. A pesar de ello, siguen defendiendo que la investigación financiada por esta Industria sigue jugando un importante papel y de información en el debate científico. Dicen que tras varias décadas de investigación se ha llegado a la conclusión de que el azúcar “no es el único que tiene relación con las enfermedades cardíacas”.
“Estos descubrimientos son importantes porque el debate sobre los daños relacionados con el azúcar y las grasas saturadas continúa hoy en día”, dijo el Dr. Glantz. Durante décadas, las autoridades sanitarias han animado a la gente a consumir alimentos bajos en grasa y con alto contenido en azúcar, a lo que algunos expertos achacan la actual crisis de obesidad.
El consumo de una comida o bebida con sacarosa se ha asociado con una mejora de la agilidad mental, la memoria, el tiempo de reacción, la atención y la capacidad para resolver problemas matemáticos, así como con una reducción de la sensación de cansancio, tanto en individuos sanos como en enfermos de Alzheimer. […] El azúcar es un carbohidrato que, al igual que el resto de carbohidratos, aporta 4 kcal por gramo en la dieta. A día de hoy, no está demostrada su contribución a la obesidad de manera específica. – Publicidad de la Asociación de Bebidas Refrescantes (ANFARRA) |
“Fue una excelente maniobra de la Industria Azucarera, porque el estudio de revisión, sobre todo si se consigue que sea publicado en una revista de prestigio, tiende a influir en la discusión científica en general”, dijo el Dr. Glantz.
El Dr. Hegsted utilizó su investigación para influir en las recomendaciones dietéticas del Gobierno, en las que se hace hincapié que las grasas saturadas son las responsables de las enfermedades cardíacas, mientras que el azúcar aportaría solamente calorías, pero relacionándose con la caries dental. Hoy en día, las advertencias sobre las grasas saturadas siguen siendo la piedra angular de las normas dietéticas del Gobierno, aunque en los últimos años la Asociación Americana del Corazón, la Organización Mundial de la Salud y otras autoridades sanitarias también han comenzado a advertir que el exceso de azúcar puede aumentar el riesgo de enfermedades cardiovasculares.
Marion Nestle, profesora de nutrición, estudios alimentarios y salud pública en la Universidad de Nueva York, escribió en un editorial sobre el nuevo documento que proporcionan “convincentes evidencias” de que la Industria Azucarera realizó investigaciones en las que “expresamente se exoneraba al azúcar como un importante factor de riesgo en las enfermedades coronarias… Creo que es algo terrible. Pocas veces vemos ejemplos tan flagrantes como éste”.
El Dr. Water Willet, Presidente del Departamento de Nutrición de la Facultad de Salud Pública T.H. Chan de Harvard, dijo que las normas académicas sobre los conflictos de interés han cambiado mucho desde la década de 1960, pero que los documentos de la Industria nos recuerdan “el por qué la investigación debe ser financiada con fondos públicos en lugar de depender del dinero de la Industria”.
El Dr. Willet dijo que los investigadores disponen de datos limitados para la evaluación de los riesgos relativos al azúcar y las grasas. “Teniendo en cuenta los datos de que disponemos hoy en día, hemos demostrado que los carbohidratos refinados y especialmente las bebidas azucaradas son un factor de riesgo para las enfermedades cardiovasculares, aunque también es importante el tipo de grasa presente en la dieta”.
“Teniendo en cuenta los datos de que disponemos hoy en día, hemos demostrado que los carbohidratos refinados y especialmente las bebidas azucaradas son un factor de riesgo para las enfermedades cardiovasculares, aunque también es importante el tipo de grasa presente en la dieta”. – Dr. Walter Willet, Presidente del Departamento de Nutrición de la Facultad de Salud Pública T.H. Chan de Harvard |
El estudio publicado en JAMA Internal Medicine se ha basado en las miles de páginas de correspondencias y otros documentos que Cristin E. Kearns, compañera en la U.C.S.F, descubrió en los archivos de Harvard, la Universidad de Illinois y otras bibliotecas.
Los documentos muestran que en 1964, John Hickson, un alto ejecutivo de la Industria Azucarera, discutió un plan con otros ejecutivos de la Industria para modificar la opinión pública “a través de investigaciones, programas de información y modificaciones legislativas”.
En ese momento, los estudios habían comenzado a apuntar a una relación entre las dietas con alto contenido en azúcar y las altas tasas de enfermedades cardíacas. Al mismo tiempo, otros científicos, entre ellos el destacado fisiólogo de Minnesota Ancel Keys, estaban investigando una teoría contraria que aseguraba que las grasas saturadas y el colesterol planteaban el mayor riesgo de enfermedades cardíacas.
El Sr. Hickson propuso contrarrestar los alarmantes hallazgos sobre el azúcar con investigaciones financiadas por la Industria. “Entonces podremos publicar datos y refutar a nuestros detractores”, escribió.
En 1965, el Sr. Hickson enroló a los investigadores de Harvard para que escribiesen artículos que desacreditasen los estudios contra el azúcar. Les pagó la cantidad de 6.500 dólares, lo que viene a equivaler a unos 50.000 dólares de hoy en día. El Sr. Hickson seleccionó aquellos estudios que resultaban favorables al azúcar.
El Dr. Hegsted de Harvard aseguró a los ejecutivos de la Industria Azucarera: “Somos conscientes de su interés en particular y lo haremos lo mejor que podamos”.
Mientras trabajan en crear opinión pública, los investigadores de Harvard compartieron y discutieron los primeros borradores con el Sr. Hickson, quien respondió que estaba satisfecho con lo que estaban escribiendo. Los científicos de Harvard descartaron los datos sobre el azúcar como débiles y dieron más crédito a aquellos que implicaban a las grasas saturadas.
“Les aseguro que esto es lo que teníamos en mente, y esperamos que aparezca pronto en prensa”, escribió Hickson.
Después de que se publicase la revisión, el debate sobre el azúcar y las enfermedades cardíacas se calmó, mientras que las dietas bajas en grasa fueron las promovidas por las autoridades sanitarias, dijo el Dr. Glantz.
“Para los estándares de hoy en día, podemos decir que su comportamiento es reprochable”, dijo.
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