¿Estamos presenciando una transición energética mundial hacia las energías renovables?

Por Michael T. Klare, 16 de abril de 2015

Common Dreams

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Parque eólico en Castromonte, Valladolid. Foto: Ricardo Melgar

Los futuros historiadores quizás marquen el año 2015 como el del ascenso de las energías renovables, el momento en el que el mundo tomó una decisión para ir abandonando su dependencia de los combustibles fósiles. Esos combustibles, el petróleo, el gas natural y el carbón, por supuesto, seguirán dominando el panorama energético en los próximos años, con la consecuente emisión de millones de toneladas de carbono a la atmósfera. Pero por primera vez, parece haber un cambio hacia las energías renovables, con un nuevo impulso. De mantenerse, tendría consecuencias trascendentales para la Economía mundial, tan profundos como el paso de la madera y el carbón al petróleo en los siglos anteriores.

El crecimiento económico mundial ha estado alimentado por el aumento en el consumo de combustibles fósiles, sobre todo de petróleo. Comenzando por Estados Unidos, los países que han dominado la extracción y el consumo de petróleo aumentaron su poder económico y político, mientras que los países que tenían grandes reservas de petróleo, como Kuwait y Arabia Saudí, se hicieron extraordinariamente ricos. Las grandes Empresas petroleras, que diseñaron el creciente uso del petróleo, obtuvieron inmensos ingresos y su poder también creció. No resulta sorprendente que los Estados petroleros y estas Corporaciones energéticas quieran continuar con el sueño de un futuro en el que quieren seguir jugando un papel dominante.

Los combustibles fósiles son nuestra fuente de energía más duradera”, dijo Ali al-Naimi, Ministro de Petróleo y Recursos Minerales de Arabia Saudí, en abril de 2013. “Son la fuerza motriz del desarrollo económico de Estados Unidos, Arabia Saudí y de gran parte del mundo desarrollado y en desarrollo, y tienen la capacidad de sostenernos en el futuro”.

Pero las nuevas tecnologías, incluyendo el sorprendente aumento de las instalaciones eólicas y solares, sugieren que el dominio del petróleo puede no ser tan duradero como se pensaba. “ La rápida difusión de la tecnología solar podría cambiarlo todo”, dijo el analista de energía Nick Butler, en el Financial Times: “Cada vez hay más pruebas de que se están produciendo algunos cambios fundamentales y con el tiempo de podrían poner unos signos de interrogación sobre las inversiones en los sistemas energéticos más antiguos”.

Normalmente, la transición de un sistema energético a otro requiere de varias décadas. Según Valcalv Smil de la Universidad de Manitoba, el cambio de la madera al carbón y del carbón al petróleo requirió de unos 50 años. El mismo período de tiempo, argumenta, se va a requerir para completar la transición a las energías renovables, lo que supone que una era de energía verde todavía no se hará efectiva hasta un futuro lejano. “El lento ritmo de esta transición energética no es algo sorprendente, sino que era de esperar”, escribió en la revista Scientific American.

El análisis de Smil, sin embargo, presupone dos cosas: primero, que el entorno de negocios seguirá como de costumbre, tomándose las mismas decisiones sobre inversiones en energía dentro de las mismas perspectivas que ya venían prevaleciendo; y segundo, que se requerirá de décadas para la transición hacia las energías renovables frente a los combustibles fósiles, en términos de coste y resultados prácticos. Ambos supuestos, sin embargo, parecen cada vez mas deficientes. La preocupación por el cambio climático ya está alterando el panorama político y normativo, mientras que las mejoras tecnológicas en el uso del viento y la energía solar se están produciendo a un ritmo vertiginoso, salvando la ventaja del precio de los combustibles fósiles. “La dirección de este cambio es claro. A medida que cae el coste de las instalaciones renovables, la energía solar va ocupando su lugar: de ser un proveedor a pequeña escala a ser un importante competidor regional a los combustibles fósiles”, escribe Butler.

Los expertos coinciden en que las energías renovables van a ir avanzando y van a suponer en los próximos años una parte cada vez mayor en el presupuesto global de la energía. Sin embargo, las mayoría de los analistas convencionales siguen creyendo que los combustibles fósiles seguirán siendo la forma dominante de energía en las próximas décadas. El Departamento de Energía de Estados Unidos (DoE) predice que la proporción de la energía mundial aportada por las energías renovables, nuclear, hidroeléctrica y combinadas, subirá del 17% en 2015 a un mero 22% en 2040, un cambio poco perceptible como para poner en peligro el dominio de los combustibles fósiles. Hay, sin embargo, cuatro tendencias clave que podrían acelerar la transición hacia las energías renovables de una forma sorprendente: una determinación para poner freno al cambio climático; un cambio radical de la postura de China sobre el crecimiento y el medio ambiente; el creciente empleo de las energías renovables en los países en desarrollo; y que cada vez son más asequibles las energías renovables.

Tomándose en serio el cambio climático

Hay una resistencia muy generalizada y arraigada en ver los efectos del cambio climático. Como escribe Naomi Klein en su libro más reciente, Esto lo cambio todo, las principales empresas de combustibles fósiles han montado unas campañas muy bien financiadas para sembrar dudas sobre la realidad del cambio climático, mientras que los políticos siguen obstaculizando los esfuerzos para restringir las emisiones de carbono. Al mismo tiempo, muchas personas siguen siendo reacias a reconocer lo que está pasando y no tienen en cuenta las medidas que habría que tomar para frenarlo ( un fenómeno examinado por George Marshall en Ni siquiera quieren pensar en ello). A medida que los fenómenos meteorológicos extremos, como sequías, inundaciones y tormentas son cada vez más devastadores, y tendrán mayor protagonismo en la vida cotidiana, esta actitud, claramente, tiene que cambiar.

Ya hay bastantes pruebas que apoyan este cambio, como las recientes encuestas, pero tal vez el indicio más impresionante se puede encontrar en los planes de reducción de las emisiones de carbono que las principales naciones están sometiendo a la autoridad de la ONU, en preparación de una cumbre climática que se celebrará en París el mes de diciembre. En virtud de una medida adoptada por los delegados en la cumbre que se ha celebrado recientemente, el pasado mes de diciembre en Lima, Perú, todas las partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC) están obligadas a presentar planes de acción detallados, conocidos como “contribuciones a nivel nacional en los esfuerzos globales del clima (INDC)”. Estos planes, en su mayor parte, han demostrado ser bastante ambiciosos. Más importante aún, las cifras que se ofrecen hablan de una reducción en las emisiones de carbono en cantidades que resultarían inconcebibles hace sólo unos años.

El plan de Estados Unidos, por ejemplo, promete que las emisiones nacionales de carbono se reducirán de un 26% a un 28% por debajo de los niveles de 2005 en el año 2025, lo que representa una sustancial reducción. Hay, por supuesto, muchos obstáculos para lograr este objetivo, en particular la intransigente resistencia de los congresistas republicanos, que tienen fuertes vínculos con la Industria de los combustibles fósiles. La Casa Blanca insiste, sin embargo, en que muchas de las medidas incluidas en el INDC se pueden lograr mediante la acción del Poder Ejecutivo, incluyéndose restricciones en las emisiones de las centrales térmicas de carbón y las mejoras obligatorias en la eficiencia en el uso del combustibles por parte de los automóviles y camiones.

Otros países también han presentado iniciativas igualmente ambiciosas. México, por ejemplo, se ha comprometido a limitar sus emisiones de carbono en 2026, logrando una reducción del 22% en los niveles de gases de efecto invernadero para el año 2030. Su compromiso se considera especialmente importante, ya que es la primera promesa de una nación importante en desarrollo. “México está dando un ejemplo al resto del mundo mediante la presentación de una INDC, que es oportuna, clara, ambiciosa y apoyada en compromisos políticos sólidos, incondicionales”, dijo Obama en su comunicado de felicitación.

Nadie puede predecir el resultado de la cumbre del clima del mes de diciembre, pero pocos observadores esperan que las medidas que se tomen sean lo suficientemente contundentes como para evitar un aumento de la temperatura global por debajo de los dos grados centígrados, el valor máximo que los científicos creen que el planeta puede soportar sin que se incurran en desastres climáticos mucho más allá de lo que hemos visto hasta la fecha. Sin embargo, la implementación de los INDC, o incluso una parte importante de ellos, al menos produciría una reducción significativa en el consumo de combustibles fósiles y señala un camino hacia un futuro diferente.

Un cambio radical en el comportamiento energético de China

De igual importancia es la evidente determinación de China para reducir su dependencia de los combustibles fósiles, un cambio fundamental en su postura y un cambio en su estrategia de cara a sus necesidades energéticas futuras. Según el Departamento de Energía, se espera que el consumo de energía de China en términos globales pase de un 19% en 2010 al 27% en 2040, con la mayor parte de sus necesidades energéticas adicionales procedentes de los combustibles fósiles. En el caso de esto fuese así, China consumiría 88 trillones de unidades térmicas británicas de este tipo de energía en los próximos 30 años, o el 43% del consumo mundial de combustibles fósiles. Así que cualquier cambio significativo por parte de China para reducir su dependencia de los combustibles fósiles, como acaban de manifestar altos funcionarios del Gobierno, tendría un enorme impacto en la ecuación energética mundial.

China todavía no ha presentado su INDC, pero se espera un plan que asuma los compromisos expresados por el Presidente Xi Jinping en una reunión celebrada con el Presidente Obama en Beijing en noviembre pasado. Xi prometió limitar las emisiones de carbono de China en 2030 y aumentar el empleo de combustibles no fósiles en el consumo de energía primaria, en torno a un 20%. También accedió a trabajar con Estados Unidos “para asegurarse de que las negociaciones internacionales sobre el cambio climático lleguen a un acuerdo en la fecha prevista, en la Conferencia de París de 2015”.

Aunque el plan de China permite un crecimiento continuo de las emisiones de carbono durante otros 15 años, se reduce sustancialmente la cantidad de energía obtenida a partir de los combustibles fósiles. De acuerdo con una declaración de la Casa Blanca: “Se requeriría que China implementase de 800 a 1000 gigavatios adicionales de energía nuclear, eólica, solar y otras fuentes energéticas de cero emisiones en 2030, más todas las plantas térmicas de carbón que existen hoy en día en China”.

Pero parece que los líderes chinos están dispuestos a hacer una transición más rápida que su promesa inicial de ir sustituyendo los combustibles fósiles. Bajo la presión de los residentes en los núcleos urbanos para reducir los niveles de contaminación, las autoridades han anunciado ambiciosos planes para disminuir su dependencia del carbón para la generación de electricidad y construir sistemas basados en la energía hidroeléctrica, nuclear, eólica y solar, así como gas natural. “Vamos a luchar a favor de no aumentar el consumo de carbón en las áreas clave del país”,dijo el Ministro Li Keqiang ante el Congreso Nacional del Pueblo, órgano legislativo de China, el pasado mes de marzo.

Al igual que en Estados Unidos, las autoridades chinas se enfrentan a la oposición de los intereses creados en torno a los combustibles fósiles, así como a las estructuras de los Gobiernos locales. Sin embargo, su evidente determinación de reducir la dependencia del petróleo y el carbón representa un cambio fundamental en su manera de pensar. Es probable que de todo ello surja un panorama energético muy distinto al establecido por el Departamento de Energía, y hasta hace poco la mayoría de los expertos. A pesar de las repetidas predicciones de que China aumentaría su consumo de carbón, en realidad China ha quemado menos carbón en 2014 que en el año anterior, el primer descenso en décadas. Al mismo tiempo, aumentó su gasto en diferentes formas de energías renovables en un impresionante 33% en 2014, invirtiendo un total de 83,3 mil millones de dólares, la mayor cantidad gastada por un solo país en un año. Si China está a la cabeza en todo el mundo y estas tendencias continúan, la transición de los combustibles fósiles a las energías renovables se podría producir mucho antes de lo previsto.

Las energías renovables se extienden por todo el mundo

Las grandes Empresas petroleras saben desde hace tiempo que los países más avanzados, encabezados por Estados Unidos, Japón y Europa, con el tiempo afrontarían la transición de los combustibles fósiles a las energías renovables, pero siguen insistiendo que los países en desarrollo, deseosos de expandir sus economías, pero sin medios para invertir en energías alternativas, seguirán dependiendo en gran medida de los combustibles fósiles. Esta perspectiva fue la que llevó a ExxonMobil y otras empresas petroleras a realizar grandes inversiones en nuevas refinerías, oleoductos y otras infraestructuras destinadas a satisfacer la demanda prevista de los países del Sur. Pero surgió la sorpresa: esos países también están mostrando signos de abrazar las energías renovables para aumentar su producción energética.

El empleo también en los países del Sur de las energías renovables es algo que está documentado en las Tendencias Mundiales de Inversiones en Energías Renovables 2015, una reciente colaboración entre la Escuela de Administración y Finanzas de Frankfurt y el Programa Ambiental de las Naciones Unidas. Los países en desarrollo, excluyendo China, gastaron más de 30 mil millones de dólares en energías renovables en 2014, un aumento considerable con respecto al año anterior. . Teniendo en cuenta a China, la inversión en energías renovables en los países en desarrollo supone una cantidad cercana a la invertida en los países desarrollados durante ese mismo año. Los aumentos más significativos se registraron en Brasil ( un total de 7,6 mil millones de dólares) y Sudáfrica (5,5 mil millones de dólares); inversiones en torno a los mil millones se dieron en Chile, Indonesia, Kenia, México y Turquía. Teniendo en cuenta lo poco que invertían en energías renovables hace apenas unos años, esto puede indicar un cambio de tendencia.

No menos llamativo es el hecho de que los países productores de petróleo también están comenzando a implantar energías renovables. En enero, por ejemplo, la Autoridad de Electricidad y Aguas de Dubai adjudicó un contrato a ACWA International Power de Arabia Saudí para construir una central solar de 200 megavatios, por un valor de 330 millones de dólares. Este acuerdo fue objeto de una cierta atención, ya que ACWA se comprometió a entregar electricidad procedente de la planta a un precio de 58,50 dólares por megavatio/hora, un tercio menos que el coste de generación de electricidad a partir del gas natural.

Esto supone un gran avance en los emiratos productores de petróleo y una clara demostración del interés en realizar una transición energética a nivel mundial. Creemos que se trata de un acuerdo histórico, tanto en términos de coste muy competitivos, como que el proyecto puede servir de estímulo para la implantación de las energías renovables en los países que hasta ahora se mostraban reacios a hacerlo”, dijo Mark Lewis de Kepler Cheuvreux.

La caída de los precios de las energías renovables

Como indica el acuerdo de Dubai, el precio juega un papel crucial en la transición de los combustibles fósiles a las energías renovables. Se escuchásemos sólo a los apóstoles del carbón y del petróleo se podría pensar que los países en desarrollo no tienen más remedio que confiar en estas fuentes energéticas, debido a su coste menor en comparación con otras: “Todavía hay en el mundo miles de millones de personas en el mundo que viven en una pobreza extrema. Necesitan la electricidad a partir de fuentes que sean asequibles…Les gustaría quemar combustibles fósiles, ya que su calidad de vida aumentaría en gran medida, su salud y la de sus hijos, y su futuro sería más prometedor”, dijo Rex Tillerson, Director General y Presidente de ExxonMobil.

Hasta hace poco, esto era el Evangelio entre los principales expertos en energía, pero el coste de las energías renovables, sobre todo la energía solar, están cayendo tan rápidamente que incluso en estos momentos en los que el precio del petróleo se ha reducido a la mitad, las noticias no podían ser más halagüeñas: los combustibles fósiles ya no son garantía de una ventaja en el precio en la obtención de energía en los países en desarrollo. Los motivos de este cambio: el coste de los paneles solares fotovoltaicos ha caído un 75% desde 2009 y el coste de la electricidad generada por los paneles solares se ha reducido a nivel mundial en un 50% desde 2010. En otras palabras, la energía solar se está convirtiendo en un importante competidor del petróleo y el gas natural, incluso con unos precios menores en la actualidad. “El coste ya no es una razón para no acometer las energías renovables”, se concluye en un Informe publicado por el Banco Nacional de Abu Dhabi en marzo. “Los costes de la tecnología renovable siguen bajando y su papel en la Economía aumentando. La competitividad relativa de las energías renovables en el mix energético mundial va aumentado de forma progresiva”, dijo Lewis de Kepler Cheuvreux.

Los países en vías de desarrollo tienen poderosas razones para favorecer el desarrollo de las energías renovables frente a los combustibles fósiles, algo que no tiene nada que ver con el precio y sí con costes de otro tipo. Como señalan los Informes más recientes del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático de la ONU (IPCC), los países del Sur sufrirán más ( y más rápidamente) los estragos del cambio climático que los países del Norte. Es así porque se espera que se registre en estos países un mayor descenso de las lluvias y un aumento de las sequías, poniendo en peligro el suministro de alimentos para cientos de millones de personas. Si combinamos estas preocupaciones con las caída de los precios de la energía obtenida de las fuentes renovables, parece que la transición de los combustibles fósiles se producirá más rápidamente de lo previsto, en las mismas regiones en las que las Empresas petroleras estaban contando con futuras ganancias.

Camino de algo nuevo

Si sumamos todos estos factores, relativamente inesperados, surge una conclusión evidente: estamos presenciando el comienzo de una transición energética mundial que podría dar un vuelco radical a las perspectivas políticas, económicas y del medio ambiente. Esta transformación no se va a hacer de la noche a la mañana, y contará con la feroz oposición de los poderosos y arraigados intereses de los combustibles fósiles. Aún así, hay signos de aceleración, lo que significa que si antes hablábamos de décadas, con un horizonte situado a mitad de siglo, como decían expertos como Vaclav Smil, eso ya es algo que no figura en las agendas. Los combustibles fósiles, las Empresas, políticos y Estados petrolíferos que se han enriquecido mucho, irán perdiendo su estatus dominante y podrían ser superados por los proveedores de energías renovables, con relativa rapidez.

Incluso con la aceleración en la implantación de las energías renovables, la probabilidad de que las temperaturas medias anuales no aumenten en dos grados, ese umbral que marca desastrosos efectos, es por desgracia muy pequeña. Eso significa que nuestros hijos y nuestros nietos vivirán en un mundo menos diverso y atractivo. Pero a medida que los efectos destructivos del cambio climático se hagan más pronunciados y seamos más conscientes de ello en nuestra vida cotidiana, se intensificará el ímpetu para frenar el calentamiento. Eso significa que debemos poner unos límites muy estrictos al consumo de combustibles fósiles y también a las Empresas que promueven su uso.

Estamos hablando, en otras palabras, de dar un fuerte impulso hacia una transición energética, que a su vez significa que la mayoría de las personas que hoy viven sobre el planeta verán ese aumento de las energías renovables. Al igual que ocurrió con anteriores transiciones energéticas, ese cambio conlleva que haya ganadores y perdedores. Los países y las Empresas que asuman más rápidamente ese liderazgo en el desarrollo e instalación de tecnologías ecológicas más avanzadas, podrían ser más prósperas en los próximos años, mientras que aquellos que están comprometidos con la perpetuación de los combustibles fósiles verán caer sus ingresos, su poder, o incluso desaparecer. Para el planeta en su conjunto, no se ha realizado la transición lo suficientemente pronto.

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Procedencia del artículo:

http://www.commondreams.org/views/2015/04/16/renewable-revolution

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