David Sánchez Carpio
Diagonal
Los últimos estudios de universidades francesas demuestran los efectos nocivos para la salud del maíz importado, cultivado y consumido en el Estado español.
Desde el inicio de la liberación de los cultivos transgénicos, ya se anticipaba que estos nuevos alimentos podrían generar problemas para la salud. Pero desde hace un tiempo tenemos ya pruebas, evidencias científicas, que demuestran que la manipulación genética de cultivos alimentarios tiene implicaciones peligrosas para la salud humana. Hace sólo unas semanas se hacía público un estudio desarrollado por científicos franceses de las Universidades de Caen y Rouen, que analiza los riesgos para la salud asociados a tres variedades distintas de maíz modificado genéticamente: MON810, MON863 y NK603.
El MON810 es el único autorizado para su cultivo en la UE, y España es prácticamente el único país europeo que lo cultiva a gran escala. Los otros dos están autorizados para su importación y para consumo humano. Los científicos utilizaron los datos en bruto que la propia multinacional Monsanto usó para conseguir la aprobación de sus maíces. Obtenidos por vía judicial, es la primera vez que estos datos son analizados por investigadores independientes. Los autores encontraron evidencias de daños en hígado o riñones, y muestras de problemas en el sistema metabólico en mamíferos. También critican la forma en la que Monsanto había analizado los datos, sin seguir los estándares científicos internacionales.
Pero hay más casos de estudios que revelan riesgos para la salud de maíces transgénicos aprobados para consumo humano. En noviembre de 2008, un estudio de la Universidad de Viena, patrocinado por el Gobierno de Austria, encontró que los ratones alimentados con un maíz transgénico, conocido como NK603xMON810 tenían menos descendencia, a consecuencia directa del consumo de este maíz. Este estudio demostró que es imposible predecir los efectos de la modificación genética en la salud. ¿La ley ampara nuestro derecho a elegir? La legislación no defiende el derecho del consumidor a elegir una alimentación libre de transgénicos. Aunque existe la obligación de etiquetar los ingredientes modificados genéticamente en los alimentos, la ley no exige, por ejemplo, que los productos provenientes de animales alimentados con transgénicos estén etiquetados. Y es precisamente la alimentación del ganado el principal destino de estas cosechas. Por lo tanto, de forma indirecta, podemos estar consumiendo transgénicos por medio de productos como carne, leche o huevos. Pero hay otro agujero más en la legislación. Si un ingrediente tiene menos de un 0,9% de componente transgénico, esta información no tiene por qué figurar en la etiqueta. Por lo tanto, hay pequeñas dosis que entran en nuestra alimentación sin que tengamos ninguna posibilidad de saberlo.
Según datos de la Agencia Española de Seguridad Alimentaria, entre un 15% y un 20% de los productos en el mercado que contienen maíz o soja están contaminados por transgénicos, en su gran mayoría por debajo del umbral que obliga a su etiquetado. Hay otros que directamente incumplen la ley: productos como galletas, yogures, palomitas de maíz, colorante para paellas e, incluso, alimentos tan sensibles como potitos o leche infantil. La posibilidad de contaminación se agrava al considerar que nuestro país es el mayor campo de experimentación con transgénicos al aire libre de Europa, y que la seguridad de estos ensayos no está ni tan siquiera evaluada por las multinacionales, como demuestra la experiencia de contaminación masiva del arroz de Bayer en EE UU. ¿Podemos evitar comer transgénicos? Hay varias acciones que podemos tomar para evitar los transgénicos en nuestra dieta.
* En primer lugar, no comprar productos que contengan la expresión soja o maíz “modificado genéticamente” en la etiqueta. Hay muy pocos, pero los hay: lecitinas de soja, margarinas, mayonesas…
* Evitar en lo posible los productos precocinados, ya que suelen contener harinas, almidón o aceite de maíz o soja, con alta probabilidad de estar contaminados por transgénicos sin que figure en la etiqueta.
* Consumir productos locales, de temporada y ecológicos. En caso de consumir productos animales, optar por los procedentes de ganadería extensiva o ecológica.
David Sánchez Carpio, de Amigos de la Tierra
Fuente: http://www.diagonalperiodico.net/Transgenicos-un-peligro-para-la.html
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EL LOBBY TRANSGÉNICO EN EL GOBIERNO DE ZAPATERO
Héctor Rojo Letón / Redacción
Jueves 30 de abril de 2009. Número 101
En 2008, de las 100.000 ha de maíz transgénico en la UE , 80.000 están en el Estado español. En 2009, Alemania, Francia, Grecia, Hungría y Austria han prohibido su siembra…
“No se respeta el principio de precaución, no existe la suficiente investigación científica acerca de los perjuicios que puede provocar el consumo de Organismos Genéticamente Modificados (OGM). Además la mayoría de la investigación publicada está financiada por las propias multinacionales”, como Monsanto, Syngenta o Pioneer, denuncia Andoni García Ariola, de la Coordinadora de Organizaciones de Agricultores y Ganaderos (COAG).
Una excepción a la postura española se produjo el 2 de marzo pasado, cuando el Gobierno de Zapatero apoyó en la Comisión Europea la moratoria de transgénicos de Austria y Hungría. “Por órdenes de arriba”, justifica Juan Felipe Carrasco, de Greenpeace, quien participó en reuniones con altos cargos para conseguir este cambio de voto. Además, reconoce que otros países como Francia ejercieron presión. Un cambio de opinión que serviría como una de las monedas de pago por la silla que facilitó Sarkozy a Zapatero en el G-20, indican otras fuentes.
“Puertas giratorias”
“Conseguir que se normalicen los transgénicos forma parte de una guerra de información. Monsanto gasta millones en propaganda, contrata agencias de comunicación, lanza campañas de difamación contra investigadores que denuncian los peligros que éstos podrían causar”, afirma a este periódico Robin.
La financiación de entidades que promuevan sus intereses forma parte de la estrategia habitual de los grupos de presión. La defensa que realiza el lobby EuropaBio de las aplicaciones de la biotecnología y, por tanto de los transgénicos, le llevó a “contratar a Burson-Marsteller, multinacional de relaciones públicas, famosa por haber trabajado tras desastres ecológicos como Chernobyl o Bhopal en India. Su receta para conseguir influir en el público se basa en el apoyo de científicos y creadores de opinión y no en la publicidad de las marcas”, dice Guillem Tendero, de Transgenic Fora!.
Entre las organizaciones pertenecientes a EuropaBIO se encuentra Asebio, presidida, hasta su llegada al Ministerio de Ciencia e Innovación por Cristina Garmendia y financiada, entre otras, por Monsanto o Merck, según se puede ver en su propia página web. De presidir uno de los mayores grupos de presión biotecnológica a ministra de Ciencia, Garmendia es el máximo exponente del fenómeno de “puertas giratorias” (trasvase de ejecutivos del sector público al privado o viceversa). Además, Jorge Barrero, actual jefe de Gabinete de Garmendia, era el secretario general de Asebio hasta su llegada al Ministerio.
Décadas de presión
Aunque en la Unión Europea, entre 1998 y 2004, se aplicó una moratoria a los OGM, el Gobierno de Aznar hizo oídos sordos a esta paralización. Una situación que fue investigada por la Fiscalía de Medio Ambiente de Madrid. “Incomprensiblemente, las autoridades responsables en el Ministerio de Agricultura (…) han permitido –por las razones que fueran– su comercialización a gran escala en nuestro país por parte de la mercantil Syngenta, en una violación absoluta de lo establecido en la orden de 23/03/98 el Reglamento de Variedades Vegetales”, según el informe del fiscal que hizo público Rafael Carrasco en 2004 en Interviú.
Actualmente, la jefatura del Área de Biotecnología Varietal de la Oficina de Variedades Vegetales la ocupa José Ignacio Ortega Molina. Ortega es un habitual de actos de la Fundación Antama (financiada, entre otras, por Asebio), que ha lamentado públicamente el “poco peso” de la agricultura transgénica en otros países de Europa.
El control de la CNB
“Cada vez que hay una solicitud para la liberación de un nuevo organismo modificado genéticamente (plantas, virus…) o que el Gobierno español tiene que posicionarse sobre transgénicos en Europa, estas decisiones pasan en primera instancia por el órgano científico creado para este fin, la Comisión Nacional de Bioseguridad (CNB)”, explica Amigos de la Tierra en su reciente publicación Las malas compañías. Un órgano que está encabezado por María Jesús Rodríguez de Sancho, la directora general de Calidad y Evaluación Ambiental del Ministerio de Medio Ambiente y Medio Rural y Marino (MARM). “Pere Puigdomènech, profesor de investigación del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), es el mayor defensor de la introducción de transgénicos en agricultura y alimentación”, denuncia Amigos de la Tierra. Esta organización centra sus acusaciones en los siete representantes científicos, entre sus 46 miembros.
En esta lista también incluyen a Pedro Castañera, presidente del Instituto Nacional de Investigación y Tecnología Agraria y Alimentaria, y a Florentino Juste, director del Instituto Valenciano de Investigaciones Agrarias (IVIA), entre otros. Según declara a DIAGONAL Diego Llanes, catedrático de Genética de la Universidad de Córdoba, “no existe una postura crítica en la mayoría de los investigadores y es usual que en las universidades los profesores hagan constantes intervenciones en su defensa”.
Pero los firmes defensores de los OMG y la biotecnología no sólo copan la CNB. Por ejemplo, la Universitat de Barcelona, a través de Serveis Cientificotècnics, forma parte de otro de los grupos de presión europeo pro transgénicos, European Federation of Biotechnology. Esta asociación la integran, entre otros, SEbiot, encabezada por José Luis García López (CSIC).
El ‘buen hacer’ de Lucía Roda “En las reuniones con gente del Gobierno, Lucía Roda [de la Dirección General de Calidad y Evaluación Ambiental] es la que más defiende los transgénicos”, explica David Sánchez, de Amigos de la Tierra. Roda, además, ha sido la mano derecha de Ana Fresno, número dos de Rodríguez de Sancho. Durante años, incluida la etapa del PP, Fresno ha ocupado importantes puestos técnicos en Agricultura, como la presidencia de la Comisión Nacional de Biotecnología.
La buena imagen de la biotecnología ha sido una constante en cada Gobierno desde la llegada de Aznar a la Moncloa. “La biotecnología es un aliado contra el hambre”, afirmaba a El País Elena Espinosa, actual ministra de Medio Ambiente, Rural y Marino y máxima responsable de la instauración de los transgénicos, reproduciendo uno de los tópicos que la industria ha repetido para su implantación.
Como reconoce la autora de El mundo según Monsanto, “si no fuera por el importante número de casos de puertas giratorias y la fuerza del lobby no se entendería por qué España es la gran valedora de los transgénicos en la UE”.
http://diagonalperiodico.net/El-lobby-transgenico-en-el.html