Por Jonathan Latham, 16 de mayo de 2016
La Regulación de productos químicos en la teoría y en la práctica: los límites de la Toxicología
Un enfoque alternativo para evaluar los sistemas de regulación en base a sus resultados consiste en analizar directamente su lógica interna y su rigor. ¿No podrá así saberse de las limitaciones técnicas de la Toxicología y del rigor científico de las evaluaciones de riesgos de los productos químicos? Y en segundo lugar, uno puede dirigir su atención hacia las prácticas sociales e institucionales de la regulación de los productos químicos. ¿Las evaluaciones de riesgo de los productos químicos, por ejemplo, están aplicadas por organismos competentes y bien intencionados?
Las limitaciones técnicas de evaluación de riesgos químicos rara vez se discuten (véase Buonsante et al., 2014). Una discusión en detalle sería larguísima, pero algunas de las más importantes limitaciones se recogen a continuación.
Los ensayos estándar de toxicología implican la administración (generalmente por vía oral) de los productos químicos en fase de pruebas durante un plazo de 90 días para cepas definidas de organismos (con mayor frecuencia ratas y ratones). Estos organismos en los que se prueban los productos químicos son de una edad específica y son alimentados con dietas estandarizadas.
Los resultados son extrapolados a otras dosis, a otros grupos de edad y otros ambientes. Tales estudios sirven para realizar una estimación de los daños. Los niveles de exposición junto con la estimación de daños forman la esencia de la evaluación de los riesgos de los productos químicos. Cuando ciertos productos químicos son considerados de una atención especial, entonces se pueden utilizar otras técnicas. Entre ellas se encuentran los estudios epidemiológicos, la experimentación con cultivos celulares, y el modelado biológico, pero la base de la evaluación de riesgos se encuentra siempre en el cálculo de la exposición y la estimación de daños. Decir que ambas estimaciones están sujetas a error, sin embargo, se trataría de un eufemismo.
Parte I: límites de la estimación de la exposición a productos químicos
Hace 50 años, nadie sabía que muchos productos químicos sintéticos se evaporan en el ecuador y se condensan en los polos, donde se encuentran los ecosistemas polares. Tampoco los científicos se dieron cuenta que todos los productos sintéticos solubles en las grasas se bioacumulan a través de la cadena alimentaria, de modo que alcanzan concentraciones dentro de los seres vivos a veces millones de veces por encima de los niveles de referencia. Tampoco hasta hace poco se entendía que las criaturas marinas, tales como los peces y los corales, se iban a convertir en grandes consumidores de partículas de plástico que son vertidos en los ríos. Todos estos malentendidos son algunos ejemplos de los errores históricos de la exposición en el mundo real a las sustancias tóxicas.
Una limitación general y amplia de estas estimaciones es que las exposiciones en el mundo real son muy complejas. Por ejemplo, los productos químicos comerciales contienen impurezas o no están bien definidos. Los plásticos de PVC son una mezcla compleja de polímeros y pueden mezclarse con cadmio o plomo ( en concentraciones variables). Una consecuencia de esto es que resulta imposible que en los estudios se haga una evaluación de riesgos realista. La razón es que la exposición real es siempre única para cada organismo y varía enormemente en su magnitud, duración, variabilidad y velocidad de inicio, todo lo cual influye en el daño que causan. ¿Cómo imitar una realidad específica?
Además, muchas de las decisiones sobre regulación no reconocen que la exposición a los productos químicos individuales proviene normalmente de múltiples fuentes. Esta deficiencia queda al descubierto después de accidentes graves o casos de contaminación. Las Agencias de Regulación afirman que las dosis reales relacionadas con los accidentes que se producen actualmente no exceden los límites de seguridad. Sin embargo, estas declaraciones suelen ignorar que la normativa vigente actualmente funciona como un permiso para contaminar, y muchas personas pueden haber estado recibiendo exposiciones significativas de ese producto químico antes del accidente.
Volviendo al caso específico del BPA, nadie apreció hasta el año 2013 que la principal vía de exposición al BPA en los mamíferos se realiza en la boca y no en el intestino. La boca es una ruta de exposición, cuyo suministro de sangre venosa pasa por el hígado, y esto permite que circule el BPA no metabolizado por el torrente sanguíneo (Gayrard et al., 2013). Antes de que esto fuera conocido, muchos toxicólogos negaban explícitamente la plausibilidad de las mediciones que mostraban altas concentraciones de BPA en la sangre humana. Ellos habían asumido que el BPA se absorbía a través del intestino y que se degradaba rápidamente en el hígado.
Parte II: límites en la estimación de daños
También hay obstáculos significativos en la estimación de daños. Muchos de estos obstáculos se originan en el hecho evidente de que los organismos y los ecosistemas son biológicamente muy diversos.
La solución adoptada por la evaluación de riesgo de los productos químicos es la extrapolación. La extrapolación permite que los resultados de uno, o unos pocos experimentos, valga para otras especies y otras condiciones ambientales.
La mayor parte de las veces se dan unos supuestos para realizar tales extrapolaciones, sin embargo, nunca se han validado científicamente. Esta falta de validación es más evidente para las especies aún no descubiertas o las que están en peligro de extinción. Pero en otros casos, se conoce bien que no son válidas (por ejemplo, Seok et al., 2013).
Por ejemplo, en las respuestas en las ratas a determinados productos químicos, los resultados no se pueden extrapolar a los seres humanos. De hecho, incluso no se pueden extrapolar a otras ratas. Es decir, diferentes cepas de ratas responden de manera diferente (se acaban habituando), sino también porque las ratas jóvenes y las viejas responden de manera diferente. Lo mismo ocurre con las ratas macho y las hembra (vom Saal et al., 2014). Lo mismo sucede con las ratas alimentadas con dietas no estándar (Mainigi y Campbell, 1981).
Incluso se realizan extrapolaciones extremas en toxicología ecológica. Por ejemplo, los datos sobre las abejas adultas se suelen extrapolar a todas las etapas del ciclo de vida de la abeja, a todas las demás especies de abejas, y a veces a todos los polinizadores, sin que los experimentadores citen evidencias que las apoyen. Tales extrapolaciones pueden parecer absurdas, pero son la base principal de la afirmación de que las evaluaciones de riesgo de productos químicos son incompletas.
Hay otras muchas limitaciones para realizar una estimación de daños. Hasta que ya fue demasiado tarde, los científicos no fueron conscientes de que en un ser humano con una vida útil de ochenta años podía tener una vulnerabilidad a una sustancia química específica durante un período tan corto como cuatro días. Tampoco se sabe a ciencia cierta qué efectos pueden tener los productos químicos si se ingieren a una u otra hora del día.
Otra limitación que es de vital importancia: por razones presupuestarias y prácticas los toxicólogos necesariamente miden un limitado número de parámetros específicos. Los parámetros específicos son aquellos que el experimentador opta por medir. Estos parámetros específicos son la mortalidad, los cánceres, el peso del organismo, y el peso de los órganos. Pero incluso estos parámetros pueden ser mediciones más sutiles, como la neurotoxicidad. Hay toda una política asociada con la elección de los criterios de valoración, lo que reflejaría su importancia en Toxicología, incluyendo acusaciones de que los parámetros a veces se eligen por su falta de sensibilidad en lugar de por lo contrario. Pero lo indudable es que no importa tanto los parámetros que se elijan, pues hay un universo mucho más amplio de parámetros que no son medidos. Entre estos estarían: carencias de aprendizaje, disfunción inmunológica, disfunción reproductiva, efectos multigeneracionales, y así sucesivamente. En última instancia, la mayoría de los daños potenciales no los miden los toxicólogos y por lo tanto no entran dentro de las evaluaciones de riesgo.
Otro ejemplo de las dificultades para estimar los daños que se producen en la vida real es que los seres vivos están expuestos a mezclas de toxinas (Goodson et al., 2015). La cuestión de las mezclas de toxinas es extremadamente importante (Kortenkamp, 2014). Todas las exposiciones químicas de la vida real se producen en combinaciones, ya sea debida a la exposición anterior a los contaminantes o a causa de la presencia de toxinas naturales. Por otra parte, muchos productos comerciales, como los pesticidas, sólo están disponibles como formulaciones ( es decir, mezclas), cuyo principal objetivo es mejorar la potencia del producto. Las evaluaciones de riesgo, sin embargo, evalúan sólo el ingrediente activo (Richard et al., 2005).
Tenga en cuenta también que todas las estimaciones de daños dependen fundamentalmente de una relación lineal ( o simple) entre dosis-respuesta en los efectos de cada sustancia química. Esto es necesario para estimar los daños a dosis más altas, más bajas, o incluso entre las dosis probadas. El supuesto de una respuesta lineal rara vez ha sido probado, sin embargo, para numerosas toxinas ( en particular, los disruptores endocrinos) una relación dosis-respuesta lineal es algo que ha sido refutado. Por lo tanto, la pregunta que hay que hacerse para cualquier evaluación de riesgos es si el supuesto es fiable para el nuevo compuesto sometido a examen (revisión de Vanderberg et al., 2012).
Procedencia del artículo:
Unsafe at any Dose? Diagnosing Chemical Safety Failures, from DDT to BPA