Ry Cooder: “Chávez Ravine”

Chávez Ravine era un barrio de mexicanos ubicado en Los Ángeles, que en los ’50 fue borrado del mapa para construir un estadio de béisbol. Cooder buscó a viejos vecinos, rehízo la historia y grabó un disco.

Chinito, chinito

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Lomas del Poleo

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Soy luz y sombra

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Los chucos suaves

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EXCAVADORAS. MUCHOS VECINOS RESISTIERON LA OBLIGACION DE DESALOJAR EL BARRIO. GANO EL BEISBOL DE LOS DODGERS Y LOS INTERESES ECONOMICOS.

La historia de Chávez Ravine

v=pWt87BZWyn8Parte 1/2

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Parte 2/2

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(Bullfrog films)

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Chávez Ravine era un barrio de trabajadores ubicado a dos kilómetros y medio del centro del municipio de City Hall, L. A., habitado mayormente por inmigrantes mexicanos. Todo era más o menos normal hacia mediados del siglo pasado. Pero en julio de 1950 los vecinos recibieron un telegrama que les informaba que el barrio sería desalojado para construir un gigantesco estadio de béisbol: los Dodgers se mudaban de Brooklyn a Los Angeles.

El gobierno dio un ultimátum y ofreció una compensación económica, dicen que bastante absurda. La mayoría resistió la medida, algunos pobladores aceptaron. Lejos de detenerse, el gobierno avanzó con su objetivo. En 1952 Chávez Ravine era un pueblo fantasma, en 1959 echaron a las pocas familias que hicieron de sus ranchos, trincheras. Y el 10 de abril de ese año se inauguró el impactante estadio de los Dodgers.

La historia oficial trató de borrar o ignorar los rastros de ese caserío desplegado sobre tres colinas. Ry Cooder recordaba confusamente la leyenda del barrio perdido hasta que dio con un trabajo de Don Normark. En 1949, poco años antes del comienzo de las obras, Don Normark realizó en Chávez Ravine lo que ahora se llamaría un ensayo fotográfico. Allí estaba todo: los vecinos, los personajes, las casas, los jardines, los autos, los bebés, piletones, escuelas… la vida.

“Quedé impactado. Quise saber más. Hasta que di con Lalo Guerrero y todo tomó forma”, dice Cooder. Lalo Guerrero, viejo cantor, aportó antiguas piezas folclóricas y recuerdos. Cuando Ry Cooder dispuso toda la data dispersa, armó su propio rompecabezas y se ubicó al frente de un disco formidable que recrea tanto el clima previo a la desaparición del barrio (las peleas de box entre mexicanos, el denso clima callejero) como el posterior (la bronca ante la injusticia, los negociados del gobierno, las indemnizaciones que quedaron en el camino).

Chávez Ravine es un CD con un espíritu absolutamente chicano, en español, inglés y spanglish, con ritmos de aquella época, rescates, mucho humor y un carácter general inclaudicable. Si bien se puede escuchar como una obra conceptual, una suerte de ópera tex mex, las canciones son disfrutables una a una, por separado. Versiones extraordinarias como la de Three Cool Cats (aquella canción de los años 50 que Los Beatles amaban) o hallazgos como la composición del propio Cooder y su interpretación de In my Town, con el piano de Jacky Terrason.

Desfilan varias glorias chicanas como Ersi Arvizu y Little Willie G. (que brillan en la picante Muy fifí). Se luce el acordeón de El Flaco Jiménez (viejo conocido de los Cadillacs), la voz de Juliette Commagere (y la gastada de Chinito, chinito), el esporádico piano de Chucho Valdez y el gran Lalo Guerrero.

Guerrero —que acaba de morir, a los 90 años, sin ver este disco en la calle— es la gran estrella de Chávez Ravine. Su Corrido de boxeo que narra la historia de dos púgiles míticos, los hermanos Carlos y Fabela Chávez, es impagable; lo mismo su bolero Barrio viejo y la rumba Los chucos suaves, un oxidado éxito de fines de los cuarenta.

Fuente: clarin.com