El «salvador de la libertad de expresión» reprime las críticas al genocidio israelí. Lo que él llama la « izquierda faaaaar » (que podríamos traducir como «izquierda muuuuy extrema») está en su punto de mira. Será borrada tan concienzudamente, que no recordarás que alguna vez estuvo ahí
por Jonathan Cook, 20 de agosto de 2024
Muchos usuarios de X, antes Twitter, están profundamente equivocados. Creen que Elon Musk es el salvador de la libertad de expresión. No lo es. Es simplemente el último pionero en monetizar la expresión. Que no es lo mismo.
Todas las marcas azules en X -incluida la mía- están comprando acceso a una audiencia. Por eso Musk ha hecho que sea tan fácil conseguir un tick azul, y por eso ahora hay tantos en la plataforma. Si no pagas a Musk, los algoritmos se aseguran de que tengas un alcance mínimo. Te niegan tus cinco segundos de fama.
Esto ha enfurecido especialmente a los periodistas corporativos. En lo que antes se llamaba Twitter, tenían acceso a grandes audiencias como un derecho natural, junto con políticos y famosos. Nunca pagaron un céntimo. Se sentían con derecho a esas grandes audiencias porque ya disfrutaban de audiencias igual de grandes en los llamados «medios heredados». No veían por qué tenían que competir con el resto de nosotros para ser escuchados.
El nuevo sistema mediático estaba amañado, como lo ha estado el antiguo durante siglos, para garantizar que fueran sus voces las que contaran. O, mejor dicho, que fueran las voces de los ultra ricos que pagaban sus sueldos las que contaran.
Los periodistas independientes, entre los que me incluyo, han sido algunos de los principales beneficiarios de la X de Musk. Pero ni por un momento cometo el error de pensar que Musk está realmente a favor de mi libertad de expresión -o de la de cualquier otra persona- en comparación con la suya.

Poder comprarse una audiencia no es lo que la mayoría de la gente entiende por libertad de expresión.
El X de Musk es simplemente la última innovación del modelo tradicional de «libertad de expresión» de los viejos tiempos. Entonces, sólo un puñado de hombres muy ricos podía permitirse contratar a muchos periodistas, poseer una imprenta y estar en condiciones de atraer a los anunciantes.
Los multimillonarios pagaban una pequeña fortuna para comprar el privilegio de la «libertad de expresión». Como resultado, consiguieron asegurarse una gran voz en un mercado muy exclusivo. Ahora usted y yo podemos pagar cien dólares al año y comprarnos una voz muy, muy pequeña en un mercado masificado y cacofónico de voces.
La cuestión es la siguiente: Hablar en X sigue siendo un privilegio, sólo que ahora se puede pagar. Y como todos los privilegios, está bajo licencia del propietario. Musk puede retirar ese privilegio -y retirarlo selectivamente- cuando crea que alguien o algo perjudica sus intereses, ya sea directa o indirectamente.
Musk ya está haciendo desaparecer opiniones, ya sean las que no le gustan o las que no puede permitirse que le vean apoyando – la más visible, cualquier cosa demasiado crítica con Israel.

Ha amenazado a usuarios con suspenderlos por repetir lemas como «Del río al mar, Palestina será libre», es decir, por pedir el fin de lo que los jueces del Tribunal Mundial decretaron recientemente como el régimen de apartheid de Israel sobre los palestinos. También se opone a utilizar el término «descolonización» en referencia a Israel, alegando perversamente que «implica un genocidio judío», lo que en sí mismo es una admisión implícita de que los israelíes (no los judíos) llevan mucho tiempo colonizando Palestina y limpiando étnicamente a los palestinos.
El lobby israelí también está presionando para que se prohíban las palabras «sionismo» y «sionista». No pasará mucho tiempo antes de que X, como Meta, tome medidas enérgicas contra estos términos también.
Tenga en cuenta que la prohibición de estas palabras hace que sea casi imposible discutir las fuerzas históricas específicas que llevaron a la creación de Israel a expensas del pueblo palestino, o analizar la ideología que hoy sustenta los esfuerzos de Israel para desaparecer al pueblo palestino, o explicar cómo Occidente ha sido cómplice de la ocupación ilegal de Israel de los territorios palestinos durante décadas y actualmente está ayudando al genocidio de los palestinos en Gaza.
La pérdida de los términos «sionista» y «sionismo» de nuestro léxico supondría un serio obstáculo para cualquiera que intentara explicar algunos de los principales acontecimientos que se están produciendo en Oriente Próximo en estos momentos. Precisamente por eso la clase dirigente, y Musk, tienen tanto interés en que se desacrediten esas palabras.
El cómico egipcio Bassem Yousef, uno de los críticos más agudos y ácidos de Israel, ha desaparecido repentinamente de X. Muchos suponen que ha sido vetado. El Jerusalem Post destaca que, poco antes de desaparecer de X, había escrito: «¿Todavía tienes miedo de que esos sionistas te llamen antisemita?».
Sea como fuere, en los próximos meses y años veremos cómo la X de Musk se vuelve mucho más censuradora, especialmente contra lo que él denomina la « izquierda faaaaaar », es decir, grupos dispares de personas que él ha agrupado y que tienen opiniones que no le gustan personalmente o que pueden perjudicar sus intereses comerciales.

Los multimillonarios no están ahí para proteger la libertad de expresión. Llegaron a ser multimillonarios por ser muy buenos haciendo dinero: apoderándose de los mercados, inflando nuestro apetito por el consumo y comprando políticos para amañar el sistema y proteger sus imperios de la competencia.
Musk comprende que los únicos que se oponen a un mundo basado en el beneficio rapaz y la avaricia material es lo que él llama la « izquierda faaaaaar ». Por eso la « izquierda faaaaaar» está en el punto de mira de cualquiera que tenga poder en nuestro sistema amañado, desde los centristas hasta la derecha, desde los «liberales» hasta los conservadores, desde los azules hasta los rojos, desde los demócratas hasta los republicanos.
La derecha y los centristas sólo discrepan sobre la mejor manera de mantener ese statu quo rapaz, impulsado por el consumo y destructor del medio ambiente, y sobre cómo normalizarlo ante diferentes segmentos de la opinión pública. Son extremos opuestos de un sistema diseñado por una única cábala gobernante.

Musk se consideraba liberal y ahora se inclina hacia la derecha trumpiana. Trump se veía a sí mismo como un demócrata clintoniano, pero ahora se ve como… bueno, rellena el espacio en blanco, según el gusto.
La cuestión es que los centristas y la derecha son, en esencia, intercambiables, como debería estar muy claro por el rápido cambio de los liberales de la libertad de expresión hacia la censura autoritaria, y la rápida (fingida) reinvención de los conservadores de guardianes moralistas de los valores familiares a defensores acérrimos de la libertad de expresión.
Las posturas de unos y otros no deben tomarse al pie de la letra. Ambos son igualmente autoritarios cuando sus intereses se ven amenazados por «un exceso de democracia». Sus diferencias aparentes no son más que la competencia por el dominio dentro de un sistema que ha sido manipulado en beneficio mutuo. Nosotros somos sus incautos, sus cómplices.

Las dos tribus están ahí para ofrecer la apariencia de una batalla de ideas, de competencia, de elección en tiempo de elecciones, de libertad. Parecen hostiles entre sí, pero a la hora de la verdad están unidos en su apoyo a la oligarquía y en su oposición a la auténtica libertad de expresión, a la democracia real, al pluralismo significativo, a una sociedad abierta.
La « izquierda faaaaaar » es el verdadero enemigo tanto de los centristas como de la derecha. ¿Por qué? Porque son el único grupo que lucha por una sociedad en la que el dinero no compre privilegios, en la que la palabra no sea algo que alguien pueda poseer.
Por eso, cuando Musk intensifique su represión, será la « izquierda faaaaar » la que será borrada tan completamente que no te darás cuenta de que ha desaparecido. No recordarás que alguna vez estuvo ahí.
Jonathan Cook, residente en Nazaret (Israel), ha sido galardonado con el Premio Especial de Periodismo Martha Gellhorn. Sus últimos libros son Israel and the Clash of Civilisations: Iraq, Iran and the Plan to Remake the Middle East (Pluto Press) y Disappearing Palestine: Israel’s Experiments in Human Despair ( Zed Books). Lea otros artículos de Jonathan o visite su sitio web.
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