Por qué los medios de comunicación han fracasado en Gaza

El trabajo de los medios de comunicación parece ser que es crear la impresión de incertidumbre, duda y confusión. Pues bien, nuestro trabajo es hacer explotar esa mentira, negándoles a ellos y a la clase política a la que protegen una coartada

por Jonathan Cook, 6 de mayo de 2024

dissidentvoice.org

[Esta es una transcripción de mi discurso completo en la Marcha contra la parcialidad de los medios de comunicación de la Alianza Palestina de Bristol en College Green, Bristol, el sábado 4 de mayo].

Ayer fue el Día Mundial de la Libertad de Prensa, y es apropiado que lo celebremos destacando dos cosas.

En primer lugar, debemos rendir homenaje a los valientes periodistas de Gaza, que han pagado un precio espantoso por hacer visible al público occidental la experiencia del genocidio palestino durante los últimos siete meses.

Israel ha matado a una décima parte de ellos -un centenar de periodistas- en su intento de impedir que se conozca la verdad de sus atrocidades. La de Israel ha sido la mayor erupción mortífera de violencia contra periodistas jamás registrada.

En segundo lugar, debemos avergonzar a los medios de comunicación occidentales -y no en último lugar a la BBC- que han traicionado de forma tan absoluta a sus colegas palestinos al no informar adecuadamente de la destrucción de Gaza ni calificarla de genocidio.

La BBC sólo emitió una breve cobertura del demoledor caso de Sudáfrica contra Israel en el Tribunal Internacional de Justicia en enero, un caso tan poderoso que el tribunal ha juzgado a Israel por genocidio. Un hecho que apenas se sabría por los reportajes de la BBC.

Por el contrario, la corporación liberó los horarios para presentar en su totalidad la hueca respuesta legal de Israel.

El doble rasero de la BBC es aún más flagrante si recordamos cómo informó sobre Ucrania, también invadida por un ejército hostil, el ruso.

Hace sólo dos años, la BBC dedicó sus principales titulares a los ciudadanos de Kiev que fabricaban en masa cócteles molotov con los que saludar a los soldados rusos que se acercaban a su ciudad.

El redactor jefe de la BBC para Oriente Próximo, Jeremy Bowen, se atrevió a publicar -aparentemente con aprobación- un diagrama en el que se mostraban los puntos débiles en los que los explosivos improvisados causarían más daño a los tanques rusos y a los soldados que se encontraban en su interior.

Dos años después, en su cobertura del asalto israelí a Gaza, la misma BBC ha dado un giro de 180 grados.

Es bastante imposible imaginar a Bowen o a cualquier otro periodista británico publicando instrucciones sobre cómo los palestinos podrían quemar vivos a soldados israelíes en sus tanques -aunque esos soldados, a diferencia de los rusos, han estado ocupando y robando tierras palestinas durante décadas, no dos años.

Los soldados israelíes, a diferencia de los rusos, están aplicando activamente una política genocida de hambruna.

Pero el doble rasero de los medios del establishment como la BBC no se dirige sólo a la población de Gaza. También se dirigen a nosotros, el público.

Los mismos medios que celebran que las familias acojan a refugiados ucranianos han conspirado voluntariamente para difamar a aquellos cuyo único delito es querer detener la matanza de más de 15.000 niños palestinos en Gaza.

Por lo visto, oponerse al genocidio de Israel no tiene nada de heroico, aunque oponerse a la invasión rusa siga considerándose una insignia de honor.

Los medios de comunicación dan carta blanca a los políticos para vilipendiar como antisemita a cualquiera que se indigne porque se estén utilizando armas británicas para ayudar a matar, mutilar y dejar huérfanos a muchas, muchas decenas de miles de niños palestinos. Esa acusación supone que todos los judíos apoyan esta matanza, y excluye a todos los judíos que hoy nos acompañan en esta protesta. Por lo visto, no hay nada heroico en oponerse al genocidio de Israel, aunque oponerse a la invasión rusa siga considerándose una insignia de honor.

 

En Estados Unidos, las fuerzas policiales están golpeando y deteniendo a estudiantes que han pedido pacíficamente a sus universidades que dejen de invertir en el armamento del genocidio de Israel. Cuando la policía se retiró en UCLA, fue sólo para permitir que matones pro-Israel agredieran a los estudiantes – de nuevo muchos de ellos judíos.

Se está librando una clara guerra contra el derecho a protestar contra un genocidio. Y paralelamente, los medios de comunicación han declarado la guerra a la lengua inglesa.

Se han invertido los papeles de agresor y víctima. La BBC acusó a los estudiantes, acampados en los terrenos de la universidad, de «enfrentarse» a grupos proisraelíes que invadieron el campus para atacarles violentamente.

¿Qué explica estas flagrantes incoherencias, este gigantesco fracaso de unos medios de comunicación que se supone deben actuar como vigilantes del abuso de poder?

Parte de la respuesta es el racismo de la vieja escuela. Los ucranianos se parecen a nosotros, como dejaron caer algunos periodistas, y por tanto merecen nuestra solidaridad. Los palestinos, al parecer, no.

Pero hay otra respuesta más importante. Los medios de comunicación establecidos no son realmente vigilantes del abuso de poder. Nunca lo han sido. Son una fábrica narrativa, que crea historias que hacen posible esos abusos de poder. Los medios de comunicación estatales y multimillonarios logran este objetivo a través de varios trucos.

En primer lugar, omiten las historias que podrían alterar la narrativa central.

El guion de los medios de comunicación es sencillo:

Lo que hacen Occidente y sus aliados siempre es bienintencionado, por horribles que sean sus resultados. Y lo que hace Occidente, por provocador o temerario que sea, nunca puede citarse como explicación de lo que hacen nuestros «enemigos». No hay causa ni efecto. Ellos, elijamos a quien elijamos, son simplemente salvajes. Son malvados. Quieren destruir la civilización. Hay que detenerlos.

Durante semanas he visto todas las noches las noticias de la BBC. Si sólo me basara en ellas, apenas sabría que Israel bombardea a diario los campos de refugiados de Rafah, supuestamente una «zona segura». O que Israel sigue provocando una hambruna bloqueando la ayuda, y que los palestinos siguen muriendo de hambre. O que el Reino Unido ha contribuido activamente a la creación de esa hambruna negando financiación a la UNRWA. O que las protestas para poner fin al genocidio de Gaza -pintadas como de apoyo al terrorismo y antisemitas- están respaldadas por muchos, muchos judíos, algunos de ellos hoy aquí. Y, por supuesto, no tendría ni idea de que el encarcelamiento y la matanza de palestinos por parte de Israel no comenzó el 7 de octubre con el ataque de Hamás.

Eso es porque la BBC sigue ignorando el asedio de Gaza como el contexto del 7 de octubre – al igual que ella y el resto de los medios de comunicación ignoraron en gran medida el asedio de 17 años a lo largo de los años en que Israel lo estuvo aplicando.

Si me fiara de la BBC, no entendería que lo que está haciendo Israel no puede ser ni una «represalia», ni una «guerra». No se puede ir a la guerra, ni tomar represalias, contra un pueblo cuyo territorio has estado ocupando y robando beligerantemente durante décadas. Y cuando los medios de comunicación ya no pueden omitirlo, distraen -mediante estrategias de distracción-.

Así, cuando Gaza aparece en las noticias, como rara vez ocurre ahora, se filtra invariablemente a través de otros prismas.

La atención se centra en las interminables negociaciones, en los planes de Israel para el «día después», en la agonía de las familias de los rehenes, en los temores evocados por los cánticos de protesta, en dónde trazar la línea de la libertad de expresión.

Cualquier cosa con tal de evitar abordar un genocidio que se ha llevado a cabo a plena luz del día durante siete meses. En su defensa, los periodistas del establishment nos dicen que tienen el deber de ser imparciales. Sus críticos, dicen, no entienden cómo funcionan las operaciones de noticias. Como periodista que ha trabajado durante años en grandes redacciones, puedo asegurarles que se trata de una mentira interesada.

Esta misma semana se ha hecho viral una entrevista de la Norway Broadcasting Corporation al portavoz del gobierno israelí David Mencer. A diferencia de la BBC, las mentiras de Mencer no quedaron sin respuesta.

El periodista noruego pasó 25 minutos desenmascarando sus falsedades y engaños, uno por uno. Fue revelador ver cómo las afirmaciones de un portavoz israelí se iban desgranando, capa a capa, hasta que quedó desnudo, con sus mentiras al descubierto.

Se puede hacer, si hay voluntad de hacerlo.

Los periodistas de la BBC y del resto de los medios del establishment entienden, aunque sea implícitamente, que su trabajo consiste en fracasar. Es no investigar el genocidio de Gaza. Es no dar voz a los indefensos. Es no proporcionar contexto y ayudar a la comprensión. Es no mostrar solidaridad con sus colegas de Gaza asesinados por su labor periodística. Por el contrario, el papel de la BBC es proteger a la clase política para que nunca tenga que rendir cuentas por su complicidad en el genocidio. El trabajo de los medios de comunicación del establishment consiste en crear la impresión de incertidumbre, de duda, de confusión, incluso cuando lo que está ocurriendo está meridianamente claro.

Cuando un día el Tribunal Mundial se pronuncie por fin sobre el genocidio de Israel, nuestros políticos y medios de comunicación afirmarán que no podían saberlo, que fueron engañados, que no pudieron ver con claridad porque los acontecimientos estaban envueltos en la «niebla de la guerra».

Nuestro trabajo consiste en hacer estallar esa mentira, en negarles una coartada. Se trata de seguir señalando que la información estaba ahí desde el principio. Lo sabían, aunque sólo fuera porque nosotros se lo dijimos.

Y un día, si hay justicia, se sentarán en el banquillo de los acusados, en La Haya, y se les quitarán las excusas.

Jonathan Cook es un periodista británico pluripremiado. Lleva 20 años en Nazaret, Israel. Vuelve al Reino Unido en 2021.Es autor de tres libros sobre el conflicto israelo-palestino: Sangre y religión: El desenmascaramiento del Estado judío (2006); Israel y el choque de civilizaciones: Irak, Irán y el plan para rehacer Oriente Próximo (2008); La desaparición de Palestina: Los experimentos de Israel con la desesperación humana (2008)

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