Peaje en las autopistas: cómo los progresistas de izquierdas se alinean con la Industria Automovilística

¿Qué es lo correcto? A veces hay que dar un paso atrás para ver las cosas desde una perspectiva más amplia

Por Yves Engler, 16 de diciembre de 2016

dissidentvoice.org

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Por ejemplo, se está produciendo un debate sobre el peaje en Toronto, lo que ha puesto en evidencia la falta de discernimiento de muchos supuestos izquierdistas sobre la principal fuente de ganancias de las Corporaciones durante el siglo pasado. A falta de una economía política del complejo Industrial Automovilístico, muchos progresistas de izquierdas se han aliado con el impresionante poder político, cultural e ideológico del automóvil privado.

No hay ningún argumento progresista a favor de poner peajes en las autopistas”, gritaba Nora Loreto, autora de From Demonized to Organized, Building the New Union Movement, en Facebook. “Estoy perplejo y confundido por alguien que pretende ser progresista y al mismo tiempo apoyar esos impuestos regresivos como los peajes o los impuestos a los usuarios”, escribía el ex jefe de la Federación de Trabajadores de Ontario, Sid Ryan. “¿Cómo considerar estos impuestos sino como una carga que se pone sobre los hombros de la clase obrera que utilizan las autopistas para desplazarse al trabajo?”.

Los peajes son sin duda una idea desmesurada. Cualquier persona seria que esté preocupada por la contaminación, la seguridad, la falta de ejercicio, el debilitamiento del poder de las Corporaciones o las crisis climática debiera de exigir la demolición de esos corredores de brea. El 41% de las emisiones de gases de efecto invernadero de Toronto provienen del transporte terrestre, y a pesar de haber disminuido un 24% en otros sectores entre 1990 y 2013, las emisiones del transporte aumentaron un 15%. Pero deshacerse de estas autopistas no está en el orden del día…

El plan establecido consiste en gastar el dinero recaudado en infraestructuras de tránsito. Mucho de ese dinero se canaliza para proyectos de la Comisión de Tránsito de Toronto y serán socialmente útiles, mientras que el dinero dedicado a las carreteras no lo será.

Una objeción a las autopistas de peaje es que determina a muchos conductores a buscar rutas alternativas que no sean de pago. Es posible, pero también es cierto que mayores costes y viajes menos cómodos reducen los viajes en automóvil.

La principal crítica de la Izquierda, explica Loreto, es que es un “impuesto fijo que grava a aquellos que tienen menos medios económicos y va a parar a los que sí pueden pagar”. Existe una correlación entre uso del automóvil y renta y a la inversa: las personas con menos ingresos disponen de menos vehículos y lo usan menos.

Llamar a un peaje un impuesto fijo es una aceptación tácita de que el sistema de transporte por carretera, con sus autopistas y estacionamientos, debe ser subvencionados de forma constante, mediante fondos públicos o escondidos en unos precios más altos, el alquiler, etc). Pocos califican de impuesto fijo a los pagos del Servicio Postal de Canadá, a la Junta de Control de Bebidas Alcohólicas de Ontario, Sasktel, Servicio Hidroeléctrico de Toronto, la Comisión de Tránsito de Toronto, etc… Al menos, el servicio hidroeléctrico es de mayor necesidad, para cocinar, para tener agua caliente, que conducir por una autopista.

La oposición de los progresistas de izquierdas a los peajes no tiene en cuenta los incentivos financieros prolongados, en particular los fondos destinados a las carreteras y subvención de hipotecas, para que la gente compre casas unifamiliares en espacios suburbanos. Pero también se trata de una descarada negación de la hegemonía del automóvil. Los críticos al peaje actúan como si su oposición no contribuyera a los salvajes ataques de la derecha contra los carriles bici, los días sin coche, las calles peatonales, etc. Es como si el antiguo alcalde Rob Ford no denunciara una supuesta “guerra contra los coches” y el líder de los conservadores no estuviera tratando de restringir el derecho de Toronto a recaudar dinero de sus propias carreteras diciendo que se ha comenzado “una guerra contra los peajes” entre los municipios de Ontario (amén a eso).

La Neoliberal Esperanza Aguirre midiendo las aceras de la Gran Vía madrileña, defendiendo el espacio de los automóviles frente al destinado para los peatones: se ha iniciado la “guerra contra el automóvil”
La orientación por el liberalismo hayekiano de Esperanza Aguirre se dirige hacia las aceras de la Gran Vía madrileña, defendiendo el espacio de los automóviles frente al destinado para los peatones: ¡se ha iniciado la “guerra contra el automóvil”!

Objetivamente, los que se oponen al peaje en las autopistas se están poniendo al lado del complejo Industrial automovilístico (las empresas de automóviles, los productores de petróleo, de neumáticos, de asfaltos, de seguros, etc, así como grandes minoristas, fabricantes de electrodomésticos y promotores inmobiliarios). Desde principios de 1900, el complejo Industrial del Automóvil ha financiado a grupos de consumidores y programas universitarios. Un sector tan rentable ha producido películas, folletos y libros que promueven la construcción de carreteras y representan al automóvil como símbolo del progreso.

Los grandes anunciantes, las compañías de automóviles, han conquistado cada todas las esferas de la conciencia humana, ya se esté en una fiesta, en la red, en un centro comercial, en los videojuegos, en el cine, en todos ellos hay una promoción sin fin de marcas y de cultura automovilística.

El complejo industrial automovilístico es una potencia de proporciones colosales en su relación con los medios de comunicación. “Los ejecutivos de las Empresas Automovilísticas celebran frecuentes reuniones con los principales editores y responsables de los medios de comunicación del país, disfrutando de una cercanía a la mayoría de los políticos que otros sólo pueden soñar”, escribe Keith Bradford, ex jefe de la oficina en Detroit del New York Times. Cuando están descontentos con las decisiones editoriales, la Empresas del automóvil dejan de insertar publicidad en ese medio.

No tener en cuenta el clima política cuando se critican los peajes es algo desleal. Es algo parecido a aquellos que se oponen a los honorarios universitarios para los centros femeninos pasando por alto el patriarcado o no critican las exenciones fiscales ante el robo de tierras, el sistema de paso, escuelas residenciales, etc. En pocas palabras, la condena general de los peajes refuerza un sistema de transporte injusto: el statu quo de la planificación urbana.

La mayoría de los progresistas de izquierdas que se oponen a los peajes dicen que apoyan el incremento del transporte público. Para acabar con el automóvil privado necesitamos inversiones en nuevas líneas de trenes ligeros, líneas de metro, carriles bus, carriles bici, así como incentivos para empleos relacionados con el transporte, calles libres de coches y una zonificación céntrica. Sin embargo, el automóvil no será destronado sin un aumento de los costes, ya sea mediante peajes en las autopistas y calles, tarifas más altas para los vehículos de lujo, cuotas de inscripción, tarifas de estacionamiento, impuestos más altos a los combustibles, etc). Las desigualdades que se pudieran producir a corto plazo por algunas de estas medidas se pueden mitigar mediante desgravaciones fiscales, así como pases de tránsito libre, priorizando los barrios obreros y construyendo viviendas sociales cerca de los centros de tránsito.

Ser progresista en 2016 debe incluir un compromiso político para avanzar en un sistema de transporte y una planificación urbana que no gire alrededor del automóvil personal.

Este artículo es el primero de una serie de cuatro partes sobre el “debate del peaje de las autopistas”.

Yves Engler es el autor de Canadá en África: 300 años de ayuda y explotación.

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