Por Michael T. Klare, 13 de agosto de 2015
El 14 de julio de 2011, Bill McKibben escribió en TomDispatch que él y otros veteranos ecologistas lanzaron una convocatoria a los activistas para manifestarse ante la Casa Blanca, “aun a riesgo de ser arrestados por exigir algo simple y concreto al Presidente Obama: que se niegue a conceder una licencia para el nuevo oleoducto Keystone XL, que iría desde Alberta hasta el Golfo de México, aumentando considerablemente el flujo de petróleo procedes de las arenas bituminosas”. Quizás nos parezca ya algo lejano en el tiempo, pero McKibben instó a los manifestantes anticipándoles que “las arenas bituminosas de Alberta constituyen la mayor bomba de carbono del continente”, algo especialmente sucio, que incrementa las emanaciones de dióxido de carbono y favorece el calentamiento del planeta.
Unos cuatro años después, el Presidente Obama, cuya administración ha dado luz verde a Shell para hacer pruebas de perforación en las peligrosas aguas del Ártico estadounidense, permitió a principios de este año, en el Atlántico Sur, una nueva exploración en busca de combustibles, y supervisó la expansión de los campos de fractura hidráulica en el oeste estadounidense, pero aún no ha tomado una decisión final sobre la construcción de este oleoducto ¿Alguien duda de que si no se hubieran producido aquellas manifestaciones en contra de dicha oleoducto y si no se hubieran expuesto los problemas ambientales que acarrea, su construcción habría sido aprobada sin pensarlo ya hace un par de años? Ahora ya puede ser demasiado tarde por varias razones.
La empresa que planea construir el gaseoducto, TransCanada, ya teme lo peor – un rechazo presidencial, que, efectivamente, puede ser la opción elegida. Después de todo, quizás haya tocado fondo el legado de la era Obama. En el caso de la guerra, el Presidente supervisó la escalada del conflicto en Afganistán poco después de asumir el cargo, lanzando nuevas bombardeos y enviando aviones no tripulados, y después sumió al país en su tercera guerra en Irak, y por primera vez, en Siria. Sólo al final de su segundo mandato ha revisado y tomado iniciativas para dejar un legado menos belicoso: la firma del acuerdo nuclear con Irán. Del mismo modo, el hombre que anteriormente dirigió una Administración cuya política energética convirtió a Estados Unidos en la “Arabia Americana”, ahora ha puesto en marcha una iniciativa relacionada con el cambio climático destinada a recortar las emisiones de dióxido de carbono en las centrales térmicas que funcionan con carbón en el país. Así que tal vez el legado de esta era, la construcción del oleoducto Keystone XL, quede en vía muerta. O tal vez Obama en este último año y medio de su presidencia deje esta decisión sobre la conveniencia o no de construir el oleoducto en manos de Hillary Clinton, quien se niega a comprometerse en este asunto, a para uno de los 17 Republicanos, los cuales construirían el gaseoducto sin lugar a dudas, antes que promulgar una sola iniciativa relacionada con el cambio climático, por pequeña que sea.
Sin embargo, otro factor ha entrado en juego. Como Michael T. Klare, experto en energía y autor de La carrera por lo que queda, explica la dinámica de la Industria de la Energía, que puede estar cambiando de tal forma que podría ahogar a las empresas dedicadas a la extracción de las arenas bituminosas de Canadá en un mar de tinta roja. De ser así, esta Industria, que ya recibió un duro golpe con el descenso de los precios del petróleo en año pasado, puede enfrentarse a un futuro aún más incierto.
“Si lo construyes, vendrá” es el lema clásico de la película Campo de sueños. Pero en lo que se refiere al oleoducto Keystone XL, sin embargo, el lema se podría reescribir de la siguiente forma: “Si lo construyes, no vendrá”, es decir, que de construirse no iría a ninguna parte. Deje que Klare se lo explique. Tom
La doble derrota de la Industria del petróleo
Por Michael T. Klare
La caída mundial de los precios del petróleo comenzó en junio de 2014, cuando el crudo de referencia Brent se vendía a 114 dólares el barril. Tocó fondo este pasado mes de enero, a 46 dólares el barril, lo que fue considerado por la Industria energética como una adversidad temporal. Se esperaba que con los precios más bajos se forzarse a muchos operadores que necesitan precios más altos, sobre todo los productores de petróleo procedente de los esquistos estadounidenses, a abandonar el mercado, mientras que al subir la demanda de nuevo los precios adquirirían los niveles anteriores. Cuando el precio del barril de petróleo Brent subió a 66 dólares el pasado mes de mayo, muchos ejecutivos de la Industria del petróleo dieron un suspiro de alivio. Lo peor había pasado. El precio “había tocado fondo” y “parecía que la situación no se iba a volver a repetir”, dijo un funcionario saudí de alto nivel en aquel momento.
Han pasado tres meses y aquella primavera optimista se ha evaporado. Los principales productores siguen extrayendo niveles récord de crudo y la demanda mundial sigue manteniéndose estacionaria. El resultado: un exceso mundial de oferta de petróleo que está impulsando de nuevo los precios hacia al subsótano energético. En la primera semana de agosto, el petróleo Brent y el West Texas Intermediate, cayeron hasta los 45 dólares el barril. Además del desastre del pasado invierno, está segunda fase en la caída de los precios del petróleo está haciendo estragos en los ingresos de las grandes compañías petroleras, dejando sin trabajo a miles de personas, y borrando del mapa miles de millones de dólares en inversiones en futuros proyectos. Aunque la mayoría de los ejecutivos de las compañías petroleras siguen insistiendo de que antes o después se producirá un cambio, algunos analistas se están empezando a preguntar si lo que está en realidad en marcha es una transformación radical de esta Industria.
Recientemente, como para subrayar la magnitud del desastre, ExxonMobil y Chevron, los dos principales productores de petróleo de Estados Unidos, anunciaron que sus rendimientos trimestrales han sido los peores en muchos años. Exxon, la mayor empresa petrolera de Estados Unidos, y normalmente una de las más rentables, anunció una caída del 52% en sus ganancias durante el segundo trimestre de 2015. Chevron sufrió incluso una caída mayor, con un descenso del beneficio neto del 90% desde el segundo trimestre de 2014. En respuesta, ambas empresas han reducido sus gastos de exploración y producción ( operaciones de aguas arriba, en la jerga de la Industria petrolera). Chevron también ha anunciado que planea una reducción de 1.500 puestos de trabajo.
Por dolorosas que sean las consecuencias a corto plazo por la caída de los precios del petróleo, a largo plazo las consecuencias pueden ser mucho más significativas. Para mantener los ingresos y garantizar una rentabilidad continua, las grandes empresas están cancelando o postergando las inversiones en nuevas empresas de producción, especialmente los más complejas y costosas, como la explotación de las arenas bituminosas de Canadá y las perforaciones en alta mar, que sólo reportan beneficios con un precio del barril por encima de los 80 o 100 dólares.
Según Wood Mackenzie, una consultora de la Industria petrolera, las empresas de este sector ya han cancelado la inversión de unos 200 mil millones de dólares en nuevos proyectos, incluyendo las 46 mayores empresas de petróleo y gas natural, que producen unos 20 mil millones de barriles de petróleo o su equivalente. La mayoría de ellas afectan a las arenas bituminosas de Athabasca, en Canadá ( también llamadas arenas petrolíferas) o a las perforaciones en aguas profundas en la costa occidental de África. Royal Ducth Shell ha pospuesto su proyecto de la planta marítima de Bonga, un proyecto de 12 mil millones de dólares que se iba a llevar a cabo en el Océano Atlántico frente a las costas de Nigeria. Mientras tanto, la empresa francesa Total ha retrasado la decisión final de realizar una inversión en Zinia 2, un campo petrolífero que tenía pensado explotar frente a las costas de Angola. “La Industria está desistiendo en la realización de grandes inversiones, retrocediendo antes de tomar la decisión final”, comentó Wood Mackenzie el pasado mes de julio.
A medida que el precio del petróleo sigue descendiendo, la cancelación o aplazamiento de dichos megaproyectos ha tenido amplia repercusión en la Industria de la Energía, así como en los servicios auxiliares de las industrias, y en las comunidades y países que dependen de la extracción de petróleo para obtener la mayor parte de sus ingresos. Halliburton, un importante proveedor de servicios petroleros, anunció el despido del 7% de sus trabajadores, lo que supone unas 6.000 personas. Otras empresas han anunciado reducciones equivalentes.
Estos despidos son los que afectan a comunidades enteras. Por ejemplo. Fort McMurray, en Alberta, Canadá, epicentro de la Industria de las arenas bituminosas y no hace mucho tiempo una ciudad en auge, ha visto doblar su tasa de desempleo en el último año y ha reducido el gasto público. Familias que antes disfrutaban de unos ingresos anuales con cantidades de seis cifras, ahora están recurriendo a los bancos de alimentos de la comunidad para conseguir los suministros esenciales. “En muy poco tiempo, nuestro mundo ha cambiado, y lo ha hecho de forma drástica”, señala Rich Kruger, Presidente ejecutivo de Imperial Oil, una filial de Exxon y principal inversor en las arenas bituminosas de Alberta.
Un efecto similar se puede observar a escala mucho mayor cuando se trata de países centrados en la producción de petróleo, caso de Rusia, Nigeria y Venezuela. Los tres tienen una alta dependencia de las exportaciones de petróleo para asegurar los ingresos del Estado. El Gobierno de Rusia basa el 50% de sus ingresos presupuestarios en la Industria del petróleo y del gas, Nigeria el 75%, y Venezuela el 45%. Los tres han experimentado un fuerte retroceso en los ingresos provenientes del petróleo. Como consecuencia han tenido que disminuir el gasto público y ha supuesto dificultades económicas, sobre todo para los pobres y marginados, provocando un aumento de los disturbios civiles. En Rusia, el Presidente Vladimir Putin ha intentado desviar la atención sobre las consecuencias sociales de la reducción de los ingresos petroleros mediante la exaltación del fervor patriótico en relación a su participación militar en Ucrania. Las acciones de Rusia, sin embargo, han provocado sanciones económicas por parte de Occidente, lo que se suma a sus problemas económicos y sociales.
Sin alivio a la vista
¿Qué se puede hacer con este segundo descenso inesperado de los precios del petróleo? ¿Podríamos ser testigos de un cambio fundamental en la Industria de la energía? Para responder a estas preguntas, habrá que considerar primero por qué bajaron los precios en 2014 y por qué, en ese momento, los analistas creían que se recuperarían a mediados de este año.
El colapso inicial se atribuyó a tres factores fundamentales: el aumento espectacular de la producción en las formaciones de esquisto en Estados Unidos; una alta producción de los países miembros de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), liderada por Arabia Saudita; y el debilitamiento de la demanda por parte de las principales naciones consumidoras, especialmente China.
Según la Oficina de Información sobre la Energía, del Departamento de Energía, la producción de crudo en Estados Unidos dio un salto de los 5,6 millones de barriles al día en junio de 2011 a los 8,7 millones de barriles en junio de 2014, un espectacular aumento del 55% en sólo tres años. La introducción de tanto petróleo nuevo en los mercados mundiales – en gran parte debido a la tecnología de la fractura hidráulica en los campos occidentales de Estados Unidos- que se produjo justo en el momento en que la economía de China empezó a desacelerarse ( y por lo tanto disminuyó su demanda de petróleo), sin duda ha tenido incidencia en el precio. El barril de crudo Brent pasó de 114 dólares a 84 dólares, una caída del 36% entre junio y octubre de 2014.
Históricamente, la OPEP ha respondido a tales descensos adaptando la producción de los distintos países miembros, y de este modo conseguir mantener los precios. Pero esta vez, sin embargo, la organización, que se reunió en Viena en noviembre del año pasado, decidió mantener la producción de petróleo en los niveles actuales, lo que se traduce en la superabundancia mundial de petróleo. No resulta sorprendente que en las semanas posteriores a la reunión, los precios del barril de Brent se desplomasen, terminando en 55 dólares por barril a finales de 2014.
La mayoría de los analistas de la Industria asumen que los Estados del Golfo Pérsico, con Arabia Saudí al frente, asistieron a la reunión dispuestos simplemente a absorber una pérdida temporal de ingresos con tal de forzar la quiebra de los operadores del gas de esquisto de Estados Unidos y de otros competidores emergentes, como los de las arenas bituminosas en Canadá y las perforaciones en alta mar en África y Brasil. Un alto funcionario saudita lo contaba en el Financial Times en el mes de mayo: “Ya no hay duda, la caída de los precios en los últimos meses ha disuadido a los inversores de los esquistos estadounidenses, de las extracciones en alta mar, y de las arenas bituminosas”.
Creyendo que tal estrategia saudí tendría éxito y observando algunos signos de aumento de la demanda de petróleo por parte de China, Europa y Estados Unidos, muchos analistas llegaron a la conclusión de que los precios no tardarían mucho en subir de nuevo, como así fue en efecto, pero por poco tiempo. Sin embargo, ahora parece que esas conclusiones eran precipitadas. Mientras que numerosos proyectos que requieren grandes inversiones, como los de Canadá y África, están siendo retrasados o han sido cancelados, la Industria de esquisto de Estados Unidos ha encontrado la manera de capear la crisis de los precios: los pozos menos productivos han sido abandonados, pero los perforadores han desarrollado técnicas para extraer más petróleo con menos coste de los pozos restantes y continúan extrayendo. “No podemos controlar los precios de los productos básicos, pero sí la eficiencia de nuestros pozos”, dijo un operador de la región de Eagle Ford, de Texas. “La Industria ha considerado esto como una llamada de atención para ser más eficiente o abandonar”.
Respondiendo al desafío, los saudíes han acelerado la producción, logrando un récord de 10,3 millones de barriles al día, en mayo de 2014. Otros miembros de la OPEP aumentaron de manera similar su producción, y para sorpresa de muchos, la Industria petrolera iraquí alcanzó máximos históricos de producción, a pesar del creciente desorden interno en el país. Mientras tanto, se espera que las sanciones económicas contra Irán a raíz del acuerdo nuclear con Estados Unidos disminuyan, y es probable que China, Francia, Rusia, Inglaterra y Alemania acudan de manera significativa a la Industria de la energía de este país en la oferta global de petróleo.
Entrando cada vez más petróleo en el mercado y un futuro que parece seguir en la misma línea, solamente un fuerte impulso, poco probable, en la demanda de petróleo podría detener la caída de los precios aún más. Aunque los consumidores estadounidenses están adquiriendo cada vez vehículos más grandes en respuesta a la bajada de los precios del gas, Europa muestra pocos signos de recuperación después de sus políticas de austeridad, y China, después de la reciente catástrofe en su mercado de valores, no está en condiciones de tomar el relevo. Si analizamos todos estos hechos, el pronóstico parece ineludible: la previsible bajada de los precios del petróleo en el futuro.
¿Estamos entrando en una nueva situación?
La grandes Empresas energéticas ponen sus mejores empeños en mantener el optimismo acerca de la situación, pensando que el cambio de tendencia es inevitable. “A nivel mundial, la Industria ha cancelado o retrasado proyectos por valor de 130 mil millones de euros. Esto tendrá sus efectos”, comentó Bob Dudley, Presidente ejecutivo de BP, en el mes de junio.
¿Pero ha llegado un nuevo período, en el que la oferta sigue aumentando, mientras que la demanda se ha estancado? Por un lado, no hay evidencias de que la explotación de los esquistos y la revolución de la fractura hidráulica, que han convertido a Estados Unidos en la Arabia Americana, se derrumbe a corto plazo. Aunque algunos operadores de menor importancia tengan que echar el cierre, los que son capaces de desarrollar nuevas tecnologías que abaraten los costes podrán seguir extrayendo petróleo de los esquistos, incluso en un entorno de precios bajos.
Pero también hay que tener en cuenta a Irán e Irak. Estos dos países necesitan desesperadamente la inyección de nuevos ingresos y poseen algunas de las mayores reservas de petróleo del planeta aún sin explotar. Durante décadas, se han visto devastados por la guerra y las sanciones, pero su Industria de la energía están a punto para alcanzar un crecimiento significativo. Para sorpresa de los analistas, la producción iraquí aumentó de los 2,4 millones de barriles al día en 2010 a los 4 millones de barriles durante este verano. Algunos expertos están convencidos de que en 2020 la producción total, incluyendo la región semiautónoma del Kurdistán, podría duplicarse hasta los 9 millones de barriles. Por supuesto, de continuar la guerra en Irak, donde ya se han perdido las principales ciudades del norte del país, que han caído en manos del Estado Islámico, creando su nuevo califato, estás expectativas podrían cambiar rápidamente. Aún así, en la actual situación de caos y guerra civil, la Industria energética iraquí ha demostrado su resistencia para sostener y luego aumentar su producción.
La poderosa Industria petrolera de Irán, que ha estado paralizada por feroces sanciones económicas, no ha tenido acceso durante este tiempo a los nuevos avances tecnológicos occidentales. Con una producción de 2,8 millones de barriles al día durante 2014, su producción de crudo se mantiene muy por debajo de los niveles que los expertos creen que puede alcanzar fácilmente si incorpora las modernas tecnologías. Una vez que ha sido aprobado el acuerdo nuclear con Irán – por los europeos, los rusos y los chinos, e incluso si el Congreso de Estados Unidos finalmente no lo aprobase- , la mayoría de las sanciones ya no se aplicarían, y es probable que las empresas occidentales vuelvan al país, proporcionando la tecnología necesaria para acceder a las enormes reservas de petróleo. Esto no va a suceder de un día para otro – se necesita tiempo para restaurar las infraestructuras en desuso- pero la producción podría aumentar en un millón de barriles dentro de un año, y más con posterioridad.
En definitiva, la producción mundial de petróleo sigue una línea ascendente. ¿Qué ocurre con la demanda? En este caso, la situación de China es muy importante. Después de todo, ha sido la fuente de la mayor demanda de petróleo desde el inicio de este siglo. Según BP, el consumo de petróleo de China se elevó desde los 6,7 millones de barriles al día en 2004 a los 11,1 millones de barriles en 2014. Como la producción nacional sólo alcanza los 4 millones de barriles al día, el resto han de ser importados . Si usted busca una explicación de la subida del precio del petróleo con anterioridad a 2014, el rápido crecimiento de China – y las expectativas de que ese crecimiento seguiría de forma indefinida- es lo que buscaba.
Desde aquellos 100 dólares el barril de petróleo, ahora la economía de China se ha enfriado desde 2014 y se proyecta un crecimiento por debajo del 7% anual, la tasa más baja en las últimas décadas. Esto significa una menor demanda extra de petróleo. El consumo de China aumentó sólo en 300.000 barriles de petróleo al día en 2014 y se espera que siga esta misma tendencia en los próximos años. “El probable que el crecimiento de las importaciones sea mínimo en los próximos dos o tres años. Eso va a agravar el superávit actual en la oferta sobre la demanda”, escribió el experto en energía Nick Butler en el Financial Times.
Por último, no se olvide que el próximo mes de diciembre se celebrará en París la cumbre sobre el clima. Aunque nadie sabe qué es lo que sucederá, decenas de países ya han presentado planes preliminares para comprometerse a reducir las emisiones de carbono. Se incluirían desgravaciones fiscales y otros incentivos para la adquisición de vehículos híbridos o con motor eléctrico, junto con un aumento de los impuestos sobre el petróleo y otros combustibles que emiten carbono. En caso de que tales medidas se llevasen a efecto, la demanda de petróleo sufriría un nuevo golpe, aunque posiblemente su uso no se abandone antes de que los suministros escaseen.
Ganadores y perdedores
El descenso inicial de los precios del petróleo provocó un considerable malestar y desorden en la Industria petrolera. De continuar en esta tendencia durante un cierto tiempo, sin duda va a tener consecuencias aún más graves e impredecibles. Algunos resultados ya parecen probables: las empresas de energía que no puedan reducir sus costes tendrán que abandonar el negocio o serán absorbidas por otras empresas, mientras que los costosos proyectos de extracción de combustibles no convencionales, como las arenas de alquitrán canadienses, las perforaciones ultraprofundas en el Atlántico, y la extracción en el Ártico, en buena medida se abandonarán. La mayoría de las grandes empresas petroleras, van a sobrevivir, sin duda, pero posiblemente con un negocio más reducido o quizás tengan que realizarse fusiones entre ellas.
Es una mala noticia para las Grandes Empresas petroleras, pero una buena noticia, inesperada, para el planeta. Los proyectos no convencionales, como las arenas bituminosas, requieren de más energía para extraer petróleo que los campos convencionales, lo que significa una mayor emisión a la atmósfera de dióxido de carbono. Los petróleos pesados, como las arenas bituminosas y el crudo extrapesado venezolano, también contienen más carbono que otros combustibles más ligeros, de modo que se emite más carbono cuando se utilizan. Si además, el consumo mundial de petróleo se contrae, eso también influye en las emisiones de dióxido de carbono, ralentizando el ritmo actual del cambio climático.
La mayoría de nosotros estamos acostumbrados a seguir las subidas y bajadas del índice Dow Jones como un indicador del estado de la economía mundial. Sin embargo, las subidas y bajadas del precio de crudo Brent nos pueden decir mucho más sobre la situación de nuestro planeta, en peligro de extinción.
Michael T. Klare, que escribe de forma regular en TomDispatch, es profesor de estudios sobre la paz y la seguridad mundial en el Hampshire College, y autor de su reciente libro La carrera por lo que queda. Una versión de su libro en documental, Sangre y petróleo, está disponible en la Fundación de Medios para la Educación. Sígale en Twiter en @mklare1.
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Procedencia del artículo:
http://www.tomdispatch.com/blog/176035/tomgram%3A_michael_klare%2C_big_oil_in_retreat/
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