Occidente, que en su día se enorgullecía de sus valores, ahora los erosiona y prospera gracias a narrativas de desinformación sobre seguridad, con la esperanza de que no nos demos cuenta…
por Jan Oberg, 29 de diciembre de 2025

Si se trata de Baud, ¡ahora todos somos objetivos potenciales!
El caso de Jacques Baud es alucinante. Un ciudadano suizo, antiguo colaborador de la OTAN, la OSCE y la ONU y autor que recurre principalmente a fuentes occidentales, ha sido sancionado por la Unión Europea. No hay pruebas de que haya trabajado con o para Rusia. Su «delito» es la interpretación: ofrecer análisis que divergen de la narrativa oficial de la OTAN y la UE. Tampoco hay ningún proceso legal.
No se trata de una anomalía, sino de uno de los ejemplos que ilustra cómo funciona actualmente la censura en Europa. La exclusión de Baud revela una arquitectura oculta de disciplina narrativa, que los ciudadanos deben comprender urgentemente si quieren que la democracia sobreviva.
Un caso decisivo
Tradicionalmente, las sanciones se centraban en el apoyo material a la guerra: armas, comercio, finanzas. El caso de Baud muestra un cambio hacia castigar el discurso en sí mismo. Si alguien con sus credenciales puede ser sancionado, entonces cualquiera que desafíe las narrativas oficiales podría ser el siguiente.
Por eso su caso es importante: demuestra que la censura ya no consiste en silenciar la propaganda hostil, sino en disciplinar la disidencia dentro de la esfera cultural occidental. Es un precedente que debería alarmar a cualquiera que valore la democracia y los derechos humanos, y no leerán sobre este caso en los medios de comunicación mainstream políticamente correctos de Occidente.
El mecanismo de tres capas
Hoy en día, la censura no la lleva a cabo un «Ministerio de la Verdad». Se organiza a través de un sistema por capas de herramientas duras, orientación institucional y persuasión blanda. Juntas, estas capas crean lo que equivale a una lista negra en la sombra.
Capa 1: Herramientas duras (leyes y sanciones)
En el núcleo se encuentran los instrumentos vinculantes. La Ley de Servicios Digitales de la UE obliga a las plataformas y a las emisoras a eliminar los «riesgos sistémicos», como la desinformación. El régimen de sanciones del Consejo de la UE impone prohibiciones directas a personas y medios de comunicación. Estas medidas son legales, aplicables y establecen los límites de la libertad de expresión permitida.
Capa 2: Orientación institucional (enmarcado y análisis)
En torno a este núcleo se encuentran las instituciones que proporcionan el encuadre narrativo. El Centro de Excelencia StratCom de la OTAN en Riga elabora informes y «buenas prácticas» sobre amenazas híbridas. El Grupo de Trabajo StratCom Este de la UE gestiona EUvsDisinfo, que etiqueta ciertas narrativas como desinformación. El Escudo de la Democracia Europea y el Centro Europeo para la Resiliencia Digital coordinan las estrategias de resiliencia en todos los Estados miembros. Estos organismos no censuran directamente, sino que estigmatizan temas y voces, orientando a los editores hacia la conformidad.
Capa 3: Herramientas blandas (persuasión e incentivos)
Por último, existen mecanismos blandos. Las subvenciones de la UE y los programas de apoyo a los medios de comunicación financian proyectos que promueven la «resiliencia». Se invita a los periodistas a talleres de la OTAN/UE donde asimilan el vocabulario oficial. Los editores que se alinean con las directrices obtienen un acceso privilegiado a los funcionarios y a las reuniones informativas internas. La presión de los compañeros dentro de la Unión Europea de Radiodifusión refuerza las normas de reputación. A nadie se le ordena excluir las voces disidentes, pero los incentivos hacen que sea la opción racional.
Tenga en cuenta que cuando vea a alguien analizando o señalando la «desinformación rusa», no se trata de una actividad objetiva, sino que forma parte de la contra-desinformación de la UE-OTAN por parte de las unidades mencionadas anteriormente. Es una proyección psicopolítica generada a partir de sus propias imágenes y narrativas construidas.
¿Se han preguntado alguna vez lo totalmente homogeneizado que está en todas partes calificar la invasión de Rusia a Ucrania de «no provocada» y «a gran escala» cuando no fue ni lo uno ni lo otro?
Juntas, estas capas forman un sistema en el que los analistas disidentes quedan excluidos de la cobertura mediática dominante. No se publica ninguna lista, pero los editores actúan como si existiera. Este es el efecto de la lista negra oculta. Somos muchos —y cada día somos más— los que sabemos exactamente cómo funciona esto hoy en día y cómo ha funcionado durante unas dos décadas.
Elusión de los derechos humanos
Lo que hace que este sistema sea especialmente preocupante es que elude el derecho internacional en materia de derechos humanos. El artículo 19 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos garantiza la libertad de expresión. Solo se permiten restricciones si son necesarias y proporcionadas.
El Comité de Derechos Humanos de las Naciones Unidas ha dictaminado en repetidas ocasiones que las críticas a los gobiernos, incluso las más duras, están protegidas por la libertad de expresión. Las prohibiciones y sanciones generales contra las personas no son proporcionadas.
Sin embargo, al calificar la disidencia como una «amenaza para la seguridad», las instituciones de la UE y la OTAN eluden estas obligaciones. La cláusula de protección se convierte en una licencia para la censura. El caso de Baud ilustra este juego de manos: sus escritos no se tratan como análisis, sino como guerra híbrida. En realidad, se trata de una violación de los derechos humanos disfrazada de política de seguridad.
Debilidad y declive
Cuando se excluyen las críticas y el discurso internacional se reduce a narrativas pro-OTAN y pro-UE, esto revela no fortaleza, sino debilidad. Un sistema seguro de sí mismo acoge con agrado el escrutinio; uno frágil lo teme. Al silenciar la disidencia, las instituciones occidentales admiten —sin decirlo— que no están seguras de que sus políticas puedan resistir el debate democrático.
Esta no es una postura de resiliencia o fortaleza moral. Es una señal de inseguridad que se ve agravada por los mantras, la repetida autoexaltación y el pensamiento grupal: ¡No podemos equivocarnos aquí, en la UE y la OTAN!
Y encaja en un patrón más amplio. Occidente, que antes se enorgullecía de sus valores, ahora los erosiona en la práctica. La libertad de expresión se ve restringida, el pluralismo se sacrifica y los derechos humanos se eluden bajo la bandera de la «seguridad».
Estos acontecimientos son totalmente compatibles con una civilización en decadencia moral y de valores, que lucha por mantener su legitimidad mientras otros actores presentan modos de funcionamiento más atractivos porque dedican sus recursos y su creatividad a algo más constructivo.
El estrechamiento del discurso no es solo censura, es un síntoma de declive. Los ciudadanos deben reconocerlo, porque el silencio impuesto a las voces disidentes es también el silencio de un sistema inseguro de sí mismo.
Por qué los ciudadanos deben estar al tanto
La mayoría de los ciudadanos creen que están informados porque consumen medios de comunicación respetados. En realidad, son engañados por las fabricaciones y omisiones de estos medios, al menos en los ámbitos de la política exterior y de seguridad, por no hablar del ámbito de la política de paz, ahora tabú.
Las perspectivas críticas se filtran sistemáticamente. Los medios de comunicación públicos, en su mayoría financiados por el Estado, pero sin mencionar, que en su día fueron guardianes del pluralismo, ahora operan dentro de este sistema estratificado. Los editores se autocensuran para proteger su legitimidad, su financiación y su acceso. El resultado es un estrechamiento del debate que deja a los ciudadanos con narrativas seleccionadas que se hacen pasar por verdad.
La sanción a Baud demuestra que el aparato puede apuntar a cualquiera, incluso a personas de dentro. Si él puede ser excluido, usted también. Y nosotros. Por lo tanto, la concienciación es fundamental. Sin ella, los ciudadanos confunden la disciplina narrativa con el pluralismo democrático.
Lo que se necesita ahora es un «momento Pravda»: que los consumidores de los medios de comunicación convencionales despierten y descubran, como en la Unión Soviética, que la mayor parte de lo que se les contaba eran historias, falsedades, omisiones y todo menos la verdad producida por el periodismo.
Personalmente, añadiría que el mayor obstáculo para comprender nuestro mundo es el sector de los medios de comunicación convencionales de nuestras sociedades. Hasta que dejen de creer en ellos…
Cómo evitarlo
La única forma de resistirse a ser engañado es romper con el hábito de consumir únicamente los medios de comunicación convencionales occidentales. Diversifique sus fuentes. Lea publicaciones de think tanks independientes, institutos de investigación para la paz y plataformas y blogs de investigación. Compare la cobertura del mismo evento en medios occidentales y no occidentales. Busque fuentes primarias (informes de la ONU, documentos oficiales) en lugar de resúmenes mediatizados. Siga a analistas independientes que se basan en fuentes abiertas pero que están excluidos del debate convencional. No se trata de confiar en Rusia o China. Se trata de romper con el monopolio del encuadre occidental.
Conclusión
El caso de Jacques Baud no se limita a un solo hombre; ahora hay otras 58 personas y 17 «entidades» prohibidas por las formulaciones políticamente sesgadas y vagas de la UE. Tal y como funciona la UE, ahora cualquier cosa puede ser etiquetada como «desinformación rusa» si no se ajusta a la «desinformación occidental».
No hay ningún proceso legal, ninguna forma de defenderse: se le prohíbe. Se le sanciona. Se le restringe la libertad de movimiento. Se le castiga. Es posible que no pueda viajar y que se le confisquen sus fondos.
En resumen, se trata de la arquitectura de la censura que opera actualmente en Europa. El mecanismo de tres capas —herramientas duras, orientación institucional y persuasión blanda— crea una lista negra en la sombra que limita el debate y excluye la disidencia. Al calificar las críticas como una amenaza para la seguridad, las instituciones de la UE y la OTAN eluden la legislación en materia de derechos humanos. Los ciudadanos deben ser conscientes de este sistema, porque les engaña por omisión. Para resistir, deben leer y ver mucho, comparar críticamente y reclamar el pluralismo. Usar su propio sentido común.
Solo así la democracia podrá sobrevivir a las listas negras ocultas de los militaristas kakistocráticos que hoy en día siembran el pánico.
Documentación esencial de la UE aquí, aquí y aquí.
Jan Oberg es un investigador de paz, fotógrafo de arte y director de The Transnational (TFF), donde apareció por primera vez este artículo.
———————–