El fracaso de las políticas de control y regulación de los productos químicos: del DDT al BPA (y IV)

La captura por parte de las Corporaciones las hace inútiles; estaríamos mejor sin esas Agencias de Regulación. Se trataría de Agencias de protección del que contamina.

Por Jonathan Latham, 16 de mayo de 2016

independentsciencenews.org

Parte 1, Parte 2, Parte 3

Las evaluaciones de riesgo de los productos químicos son en sí un problema. Así que se puede explicar fácilmente por qué se emiten señales de advertencia frente a productos químicos aprobados cuando se someten a un proceso científico, y también entenderemos por qué los productos químicos de sustitución no son menos perjudiciales. Ciertos productos químicos específicos, como el BPA, son, pues, los mensajeros, y disparar de uno en uno no sólo resulta inútil, sino contraproducente.
Las evaluaciones de riesgo de los productos químicos son en sí un problema. Así que se puede explicar fácilmente por qué se emiten señales de advertencia frente a productos químicos aprobados cuando se someten a un proceso científico, y también entenderemos por qué los productos químicos de sustitución no son menos perjudiciales. Ciertos productos químicos específicos, como el BPA, son, pues, los mensajeros, y disparar de uno en uno no sólo resulta inútil, sino contraproducente.

“Solicitar la prohibición de una determinada sustancia química, tal como el herbicida atrazina, es probable que sea un error estratégico. Si la evaluación de los riesgos de los productos químicos es ineficaz, exigir la prohibición no tiene sentido porque lo único que se logra es la sustitución de un producto químico por otro, que no resulta mejor. Pero lo que es peor, si las evaluaciones de productos químicos son ineficaces, este tipo de campañas minan algo que tiene una mayor consideración: se sugiere que las regulaciones de productos químicos protegen de la contaminación a las personas y ponen unos límites”.

Denuncia de irregularidades en la EPA

Varios informantes de la EPA han descrito con detalle las característica específicas de la apropiación de su antigua organización por diversas ramas de la Industria Química.

Denunciantes como William Sanjour han descrito cómo las fallas en el sistema de regulación se han permitido por una estructura organizativa impuesta a la EPA en los inicios de la Administración Nixon. La estructura de la EPA entra en un conflicto inherente, ya que tiene una doble función: la redacción como en el cumplimiento de las directrices. La falta de voluntad para hacer cumplir con unos estándares más estrictos llevó a sus superiores a que ordenasen a Sanjour a que de forma intencional dejase lagunas en esas normas de regulación. Más recientemente, la EFSA de la Unión Europea se ha visto también atrapada de manera similar, proponiendo lagunas en la normativa sobre los disruptores endocrinos. Se trataría de una práctica habitual la inclusión de lagunas en la redacción de las normas de seguridad de los productos químicos.

En el mismo artículo, Sanjour también propuso que, dado que esa captura por parte de las Corporaciones las hace inútiles, estaríamos mejor sin esas Agencias de Regulación. En una línea similar, el ex científico de la EPA Evaggelos Vallianatos calificó a su antiguo empleador como “la Agencia de protección del que contamina”. Otro denunciante de la EPA, David Lewis, de la Oficina del Agua de la EPA, ha mostrado documentos en los que se puede observar que científicos de la EPA encubrieron pruebas e incluso muertes con el fin de establecer directrices que permitían la aplicación en los suelos de lodos de depuradoras. Estos lodos están contaminados con patógenos, metales pesados, productos químicos e industriales, productos farmacéuticos, retardantes de llama y otras sustancias cuya peligrosidad es conocida. La corrupción en la reglamentación de los lodos de las aguas residuales se extiende más allá de la EPA. Salpica a otras Agencias federales, varias Universidades, la Academia Nacional de Ciencias y a municipios. David Lewis finalmente obtuvo una sentencia en la que se decía que la Ciudad de Augusta, Georgia, había amañado las pruebas de toxicidad de sus propios lodos procedentes de las aguas residuales con el fin de cumplir las directrices dela EPA. La ciudad había solicitado una petición a la EPA.

En otro reciente caso, DesmogBlog obtuvo, a través de una solicitud según la Ley de Libertad de información (FOIA), documentos internos que mostraban cómo la EPA ofreció el acceso a sus proyectos de estudio de la fractura hidráulica:

Estos chicos forman parte de nuestro equipo”, escribió un representante de la EPA a Chesapeake Energy, que juntos planificaron los estudios en octubre de 2013: “Por favor, escriba lo que considere más adecuado”.

Incluso más recientemente, el denunciante de la EPA y química, Dra. Cate Jenkins y la organización no lucrativa de Empleados Públicos para la Responsabilidad Ambiental (PEER) demandaron con éxito a la EPA por ocultar información sobre los efectos tóxicos en los primeros en prestar ayuda tras los atentados del 11 de septiembre. El caso terminó con una sentencia que mostraba que la EPA había creado, entre otros espantosos actos, cuentas de correo falsas (incluyendo la máxima responsable de la EPA, Lisa Jackson) para evitar rendir cuentas. Según el juez Chambers, la EPA:

No pudo o fracasó estrepitosamente durante mucho tiempo en el cumplimiento de sus obligaciones de información… y las solicitudes del Tribunal”.

El juez Chambers también encontró que la EPA intentó engañar al Tribunal por medio de numerosas afirmaciones falsas o inexactas, que después de un examen no se correspondían con “ninguno de los documentos proporcionados”. El juez también encontró que la EPA destruyó de forma deliberada e ilegalmente un número desconocido de documentos que debieran haberse proporcionado durante el litigio.

El efecto final de todos estos defectos institucionales es que las evaluaciones de riesgos de productos químicos en Estados Unidos y Europa proporcionan una protección tan baja que casi nunca las Agencias de Regulación rechazan la aprobación de una sustancia química. Al contrario, estas mismas Instituciones utilizan unas normas tan estrictas para retirar un producto químico del mercado, que tal cosa casi nunca ocurre. Sin embargo, si los dos estándares se basasen exclusivamente en las pruebas científicas, como dicen es, ambas protecciones debieran tener la misma importancia.

Este doble estándar representa un abrumador sesgo del Sistema. En cada etapa del proceso de evaluación de los riesgos de los productos químicos, desde la financiación de la investigación hasta la decisión final para aprobar un producto químico, el proceso está dominado por las preocupaciones comerciales y no por las científicas (como se ha demostrado recientemente y una vez más).

Más allá de toda duda imaginable, las influencias externas inapropiadas embarran los contenidos científicos e impiden la misión de protección de las evaluaciones de riesgos químicos.

Evaluaciones de riesgos de productos químicos: ¿todavía se puede salvar el espectáculo?

Por lo tanto, parece claro que encuadrar a ciertos productos químicos como malos actores es algo incorrecto. Las evaluaciones de riesgo de los productos químicos son en sí un problema. Así se puede explicar fácilmente por qué se emiten señales de advertencia frente a productos químicos aprobados cuando se someten a un proceso científico, y también entenderemos por qué los productos químicos de sustitución no son menos perjudiciales. Ciertos productos químicos específicos, como el BPA, son, pues, los mensajeros, y disparar de uno en uno no sólo resulta inútil, sino contraproducente. Supone una distracción y quita valor a algo infinitamente más importante, que las Instituciones, los métodos, y por lo tanto toda la supervisión de la regulación de productos químicos no está cumpliendo con lo que debiera hacer, que es la protección de todos nosotros frente a cualquier daño.

Es importante destacar que los sistemas de regulación de sustancias químicas no sólo están fallando, sino que son una ruina imposible de reparar. Incluso con las mejores intenciones, como la plena cooperación de todas las Instituciones mencionadas aquí y de toda la comunidad científica de investigación, remediar los problemas técnicos sería una tarea hercúlea que está más allá de nuestras fuerzas.

Considere sólo esto: las evaluaciones de sustancias químicas en combinación con otras. Las pruebas con mezclas sería la mejor manera, algo sugerido por ONG y miles de investigaciones científicas, lo que mostraría que ésta en una consideración importante. El pesticida Clordecona, por ejemplo, aumenta la toxicidad, por otro lado inconsecuente, de un contaminante muy común, el tetracloruro del carbono… (Curtis et al., 1979).

Pero probar las mezclas correctamente sería algo muy caro y, sorprendentemente, algo enormemente costoso para los animales objeto de experimentación. De acuerdo con el Programa Nacional de Toxicología de Estados Unidos, los estudios estándar de 13 semanas sobre las interacciones entre 25 sustancias químicas requeriría la realización de 33 millones de experimentos, con un coste de 3 billones de dólares. Esto se debe a que cada producto químico debería ser probado en todas las combinaciones posibles con el resto. Para el estudio de las mezclas de los 11.000 productos químicos clorados existentes en el mercado, se requeriría la realización de 103311 experimentos. Son más experimentos que átomos hay en el Universo. Todo nuestro planeta tendría que dedicarse a la experimentación con animales y tal trabajo se extendería casi sin fin a lo largo de los tiempos (Yang 1994). Incluso en tal caso sólo dispondríamos de la toxicidad de los compuestos organoclorados en una sola especie de prueba. ¿Serían los resultados extrapolables a cualquier otra especie? Bueno, podríamos comprar otro planeta y probarlo.

Imagínese también que se desarrollase una prueba adecuada para las productos químicos sintéticos y fue llevada a cabo por entidades competentes. ¿Pasaría la prueba alguna sustancia química? Los múltiples efectos nocivos del BPA (Bisfenol A), y la frecuencia con la que los sustitutos químicos resultan igualmente dañinos, sugiere que pasarían la prueba muy pocos productos químicos. Esta conclusión, por supuesto, contradice la presunción de inocencia que subyace en toda regulación de un producto químico. Pero debemos tener claro que tal presunción es arbitraria y por lo tanto puede ser incorrecta. ¿Resulta increíble, después de todo, proponer que todos los productos químicos artificiales causan una disfunción en dosis bajas en un grupo significativo de organismos biológicos de la tierra?

Estrategias para el éxito

Obviamente, las implicaciones de estos descubrimientos son muchas, pero hay una de singular importancia para los defensores del medio ambiente: que solicitar la prohibición de una determinada sustancia química, tal como el herbicida atrazina, es probable que sea un error estratégico. Si la evaluación de los riesgos de los productos químicos es ineficaz, exigir la prohibición no tiene sentido porque lo único que se logra es la sustitución de un producto químico por otro, que no resulta mejor. Pero lo que es peor, si las evaluaciones de productos químicos son ineficaces, este tipo de campañas minan algo que tiene una mayor consideración: se sugiere que las regulaciones de productos químicos protegen de la contaminación a las personas y ponen unos límites.

El mensaje es extremadamente importante. Si la gente se entera de que las regulaciones de productos químicos solo son eficaces para la Industria Química, entonces probablemente no creyese en ellas. Sin embargo, como lo oyen incluso por parte de los movimientos ecologistas, que hablan de la importancia de las evaluaciones de los riesgos de productos químicos, entonces la gente se lo cree. ¿Por qué los movimientos ecologistas hablarían de la eficacia de las evaluaciones de riesgos si no lo fueran? Y de hecho, los movimientos ecologistas refuerzan este mensaje, además, cuando solicitan más pruebas.

A la luz de estas revelaciones, si aceptamos las evidencias científicas acumuladas, los defensores de la salud pública y del medio ambiente que hacen campañas a favor de las prohibiciones o restricciones de productos químicos, tienen la oportunidad de repensar sus estrategias y replantear sus actividades. Esto no significa necesariamente el abandono de los debates en torno a los productos químicos, pero al menos sí destacaría explícitamente que esas sustancias químicas no es que sean malos actores, sino que son síntomas de un problema mucho mayor, una regulación incompetente y disfuncional, con todo lo que eso implica.

Este desafío supone una gran oportunidad. Análisis más científicos y rigurosos crean una base más sólida y poderosa para organizar y elaborar estrategias. Por lo tanto, dentro de su alcance aporta unas más ambiciosas metas de salud ambiental. Los defensores del medio ambiente pueden elegir entre una gama más amplia de posibles enfoques e involucrar a un sector más amplio de la población. Pueden establecer cierta distancia intelectual clara y evidente entre sus propias estrategias de protección de la salud pública y a la tierra en contra de los inadecuados puntos de vista de la Industria Química. Por ejemplo, sin duda es más fácil explicar a un lego los absurdos genéricos de la evaluación de riesgos químicos ( y así ganar su apoyo) que explicar las sutilezas toxicológicas del glifosato (Roundup) o 2,4-D, o de las 80.000 sustancias químicas que se fabrican. Dicen que la verdad puede liberarnos, pero en el mundo de las sustancias químicas es algo que todavía no se ha probado. Soy optimista, por tanto, de que esta marea se pueda activar.

A finales de 1990, Greenpeace adoptó la novedosa posición de que todos los hidrocarburos clorados debieran ser prohibidos, con el argumento de que hasta ahora cada vez que se había investigado uno de ellos se había demostrado que era toxicológicamente problemático. A hacer esto llevaron su campaña contra los productos químicos a un nuevo nivel. Greenpeace estaba amenazando a miles de productos químicos de la Industria con un objetivo estratégico: la mejora de la calidad de nuestro medio ambiente. Si hubieran tenido éxito con los neonicotinoides, quizás ahora no estuviesen omnipresentes en el medio ambiente, ni se habría permitido el DDT. Tampoco lo sería el 2,4-D, pero es improbable que su estándar de vida material fuese más bajo, sino incluso más alto.

Greenpeace se vio afectado por una campaña de espionaje por parte de las Corporaciones. Sus oficinas fueron intervenidas, colocados micrófonos, sus comunicaciones interceptadas, y se infiltraron en la organización falsos voluntarios. La Industria Química se asustó. Finalmente, Greenpeace dio marcha atrás, pero al hacer caso de las evidencias científicas había mostrado el camino.

El libro El veneno de Pandora explica con detalle algunas de las ambiciosas ideas para erradicar la contaminación que Greenpeace intentó, pero sin llegar nunca al extremo de la carretera. Es hora de aprender de las lecciones del pasado y emprender campañas de seguridad de los productos químicos fuera de la zona de confort de la Industria Química, que es donde deberían darse.

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Procedencia del artículo:

https://www.independentsciencenews.org/health/unsafe-at-any-dose-diagnosing-chemical-safety-failures-from-ddt-to-bpa/

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