Por Berta del Río, 9 de marzo de 2013
[Reportaje gráfico: Fernando Sánchez]
MADRID // Cuando el agua hierve, Jaime mete en la olla dos kilos de macarrones. Como cada martes desde el pasado octubre, cocina 15 raciones de pasta boloñesa vegetal para repartirlas a las 20.30 horas en la céntrica plaza madrileña Tirso de Molina a todo aquel que se acerca a recoger uno de los packs que prepara. Estos incluyen un plato de pasta o de arroz con legumbres, un vaso de caldo caliente y un bocadillo vegetal con una pieza de fruta. Jaime forma parte de un grupo de voluntarios que pone sus recursos y trabajo al servicio de personas anónimas que acumulan problemas. Más de 60 personas cenan los martes y los miércoles gracias a su empuje y altruismo.
Que los cinco años de crisis española están pasando factura a los sectores más vulnerables de la sociedad, que son los grandes olvidados, es un secreto a voces. Cada vez son más lo que pierden su techo, agotan las prestaciones de desempleo o desesperan en la tortuosa labor de encontrar un empleo. Para tratar de paliar los efectos del hambre, el frío y la soledad, están surgiendo en España diversas iniciativas ciudadanas basadas en la solidaridad y la cooperación. Es el caso de la asociación Casa Solidaria, que, inspirada en un proyecto similar en Portugal, hace poco ha cumplido un año repartiendo comida de forma altruista en Barcelona y Lleida. Y en octubre llegó a Madrid de la mano de una pareja de amigos: Jaime y Ángeles. Valencia y Girona serán las dos próximas ciudades en disfrutar de estos comedores sociales de voluntarios.