Nuestro hombre en Bilderberg: a la búsqueda de los poderosos del mundo
Entrega 1
Se rumorea que una vez al año la elite mundial se reúne en un hotel de lujo a comer con refinamiento y al mismo tiempo preparar sus secretos planes para con el mundo. Enviamos a nuestro corresponsal Charlie Skelton en su búsqueda.
No sé cuál es mi misión en Atenas, excepto qué es lo que me han mandado hacer. Quizás sea un capricho de último hora para asistir a una conferencia que quizás suceda, o no, o quizás se produzca ahora mismo, una conferencia a lo que no he sido invitado. Ni ninguno de ustedes.
No hay lista de invitados, no se les verá la cara ni sacarles una fotografía. En realidad no está sucediendo, no existe tal conferencia. O sea es un vuelo sin ninguna razón. Son unas vacaciones que no me merezco y que no puedo permitirme. Tal vez pueda coger una insolación, o un intoxicación, y luego volver a casa. Habrá sido todo inútil.
Pero rumores los hay: un grupo de personas dicen que la reunión del club Bildelberg será este fin de semana, un largo fin de semana en un hotel de lujo, donde llega la elite del mundo a afinar su agenda global y a disputar sobre quién tiene las mejores tumbonas. Supongo que Henry Kissinger tendrá la suya, vigilado por un helicóptero y por un equipo espacial de la CIA.
Si la conferencia se celebra Henry Kissinger estará aquí. También los presidentes de los bancos y los presidentes de las juntas. Bernankes Ben y Condoleezzas Rices de este mundo. Los jefes de compañías petroleras, magnates de los medios de comunicación, la reina de los Países Bajos y Peter Mandelson.
Probablemente Ben Bernanke y David Cameron. Políticos y financieros de los cinco rincones del mundo. Y yo.
Llegué de noche, al amparo de la oscuridad. Le dije al taxista que parase 50 metros antes de llegar al hotel. Me preguntó por qué. No podía decirle que era para que no me viesen los fisgones del FBI. Le dije simplemente que no se lo podía explicar. Sus ojos se iluminaron, alguien nos seguía en BMW.
El conductor me dejó en un oscuro rincón de la costa ateniense, me da palmaditas en el hombro y dice: “¿Quieres fumar un porro?” Me niego. Quería todos mis sentidos a punto. Miro los coches aparcados buscando furgonetas con vidrios que ocultan el interior, pero no veo ninguna. En el hotel me dicen que han perdido mi reserva (vaya, lejos llegan los tentáculos de Bilderberg), Pero al final me dan una habitación, sube, desempaqueto, me ducho, bajo, miro la calle… y me digo que me habré equivocado de hotel.
Una hora más tarde, avergonzado, me decidí a buscar el hotel apropiado, sacar algunas fotos, tal vez ver a Hillary Clinton, aunque me conformo con Ken Clarke. Pero se hace tarde, ni FBI, ni Servicio Secreto. Vuelvo a mi hotel, aunque me doy cuenta que por el camino equivocado, atravesando un paseo marítimo desierto en Atenas. Vuelvo a la cama, ningún problema.
A la hora del desayuno un hombre corpulento con los brazos peludos se siente frente a mí, mientras juguetea con su teléfono móvil. Se come un huevo duro y me mira mientras lucho con mis Coco-Pops. Mi primer descubrimiento del día es ver lo que ocurre a los Coco-Pops cuando se los
deja reposar sobre la mesa.
El sujeto del huevo duro me saca una foto con su móvil y seguro que ya va camino vía cable a Virginia.
Fuera un día hermoso, el aire huele a sol y a mar, y no hay ningún signo de una reunión para fabricar una conspiración mundial, al menos cerca de aquí. Doy un paseo. Me entero del lugar del encuentro a través de Internet, el Astir Palace, bastante lejos de mi hotel.
Unos cuantos promontorios y callejones polvorientos, no veo nada y ya estoy dispuesto a renunciar, y además sin una gorra para el sol. El suelo está lleno de basura, los cubos deben de estar ocultos, como los del club Bilderberg. Hace mucho calor. Necesito beber agua.
Y de repente, más adelante, está con la camisa suelta, unas llaves, un maletín de cuero, con oscuros secretos, el decano de los cazadores de Bilderberg. Me fui a saludarle:
_ Disculpe, señor Tucker
_ Vamos a mi hotel y hablamos.
Tucker es un hombre con prisa. Se hace mayor y su viejo enemigo el club Bilderberg es cada vez más poderoso.
_ ¿Hace demasiado calor para ti? – Le digo
_ Demasiado calor para Fatboy – me dice
Deben ser palabras en clave. Vamos al vestíbulo del hotel y no puedo creer mi suerte, no estoy solo, no estoy alucinando. Bilderberg se celebra aquí. Si está Jim Tucker es que Bilderberg está cerca. Sabe lo que hay escondido debajo de las baldosas.
Fuma un cigarrillo sin filtro, deja su sombrero sobre la mesa y se sienta de nuevo sobre el sofá del vestíbulo para hablar.
Traducción: Zenón
- guardian.co.uk, Wednesday 13 May 2009 13.24 BST
- Charlie Skelton