El Informe señala directamente a la Industria Agroquímica, de la que dice ignora los estudios científicos que reflejan el impacto de la toxicidad de estas sustancias químicas y al mismo tiempo publicitan el mito de que los pesticidas están ayudando a resolver el problema del hambre en el mundo.
Por Lauren McCauley, 7 de marzo de 2017
La Industria Agroquímica mundial de fabricación de los herbicidas realiza una y otra vez una “denegación sistemática de los daños”, al mismo tiempo que perpetúa el mito de que está ayudando a resolver el problema del hambre en el mundo. Pues bien, un experto en alimentación de las Naciones Unidas ha presentado un nuevo informe sobre los “catastróficos impactos en el medio ambiente, la salud humana y la sociedad en su conjunto”.
El Informe (en pdf), que será presentado el miércoles ante el Consejo de Derechos Humanos de la ONU, se produce en medio de un retroceso de las regulaciones en los Estados Unidos, que podría suponer la desaparición de importantes restricciones en el empleo de una gran cantidad de herbicidas tóxicos.
Hablando con The Guardian el pasado martes, la relatora especial de la ONU sobre el derecho a la alimentación, Hilal Elver, quien dirigió el estudio, hizo hincapié en la colusión de intereses entre los Gobiernos y las Compañías Químicas Internacionales, lo que ha llevado a una regulación muy laxa de los herbicidas.
“El poder de las Corporaciones sobre los Gobiernos y sobre la Comunidad Científica es inmenso. Si se quiere hablar de los plaguicidas, primero hay que tratar con las Empresas, por eso utilizamos estas duras palabras”, dijo Elver.
– “El empleo de los herbicidas
nada tiene que ver
con la resolución
del problema del hambre”.
– Hilal Elver, ONU.
De hecho, el Informe, coescrito conjuntamente con Baskut Tuncak, relator especial de la ONU sobre tóxicos, no se reprime. El Informe acusa a los principales fabricantes de herbicidas de ignorar los estudios científicos sobre los peligrosos impactos de estos productos químicos, al tiempo que emplea “tácticas de marketing agresivas y poco éticas” para impulsar la idea de que los plaguicidas son necesarios para alimentar a una población en crecimiento.
Dice:
“Si bien la investigación científica ha confirmado los efectos adversos de los plaguicidas, demostrar un vínculo definitivo entre la exposición y los daños causados a la salud humana o a los ecosistemas, presenta un considerable desafío que ha sido intensificado por la sistemática negativa de la Agroindustria de los plaguicidas a reconocer la magnitud de los daños provocados por estos productos químicos y tácticas de marketing agresivas y poco éticas”.
Y a pesar de haberse relacionado con “el cáncer, el Alzheimer, la enfermedad de Parkinson, trastornos hormonales, trastornos en el desarrollo y esterilidad”, el estudio dice que “la Industria utiliza frecuentemente el término mal uso intencionado para transferir las culpas a los usuarios de los daños provocados por los plaguicidas”.
Elver desmonta el mito de que los herbicidas son necesarios. “Utilizar más pesticidas nada tiene que ver con la resolución del problema del hambre”, dijo a The Guardian:
“Según la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), podríamos alimentar a 9 mil millones de personas hoy en día. La producción está aumentando, pero el problema es la pobreza, la desigualdad y la injusta distribución”.
Y señalando el hecho de que la mayoría de los pesticidas se utilizan en los cultivos de productos básicos, agregó:
“Las Corporaciones no están resolviendo el problema del hambre en el mundo, sino que están intentando la implantación de unos modelos agrícolas a gran escala”.
En cuanto a las recomendaciones del estudio, señalan que las naciones debieran encaminarse hacia “una transición a una producción agrícola y alimentaria más segura y saludable”, como la agroecología, y a corto plazo, que los Gobiernos atiendan al “principio de precaución” para aprobar normas más estrictas sobre los productos químicos. Lo que está por ver es si estas ideas tendrán cabida en el actual clima político.
En los Estados Unidos, bajo la Presidencia de Donald Trump, la Ciencia se ha visto en gran parte sometida a la retórica política.
Actualmente, hay algunos inquietantes indicios de que la Agencia de Protección Ambiental (EPA), dirigida por Scott Pruitt, un conocido enemigo de las protecciones ambientales y de salud pública, podrían orientarse hacía una mayor desregulación de los plaguicidas ya en uso y aquellos pendientes de aprobación.
Danya Hakeem, Directora del programa del Centro para la Seguridad Alimentaria de Hawai, y Michael Shank, profesor de desarrollo sostenible en el Centro de Asuntos Globales de la Universidad de Nueva York, escribieron el mes pasado que:
“Habría indicaciones claras de que la EPA podría aprobar un mayor uso de productos químicos, una vez sabido que el equipo de transición de la EPA estuvo dirigido por Myron Ebell, del Competitive Enterprise Institute, entre cuyos patrocinadores se encuentran Monsanto y Dow Chemical, y está claro que será una EPA pro Industria Química”.
Además, mientras actuaba como Fiscal General de Oklahoma, Pruitt tuvo el triste récord de apoyo a los intereses de la Agricultura Industrial, incluyendo el amparo de una fallida medida denominada “Derechos de Explotación”, que estipulaba que “ninguna ley puede interferir, mediante el uso de las tecnologías agrícolas, en los procedimientos, cría y prácticas ganaderas”.
En Oklahoma, donde Pruitt ejerció el cargo de Senador hasta ser elegido Fiscal General en el año 2010, se ocupó de enfermedades y muertes provocadas por los plaguicidas entre 2000 y 2010, según los datos de los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades.
Y como señaló recientemente Elizabeth Grossman, de Civil Eat, hay algunas decisiones importantes sobre plaguicidas a la espera.
En los últimos días de la Administración Obama, Grossman señaló que la EPA “emitió una serie de informes sobre algunos de los plaguicidas más utilizados en el país”, algunos de los cuales están siendo revisados por la EPA ahora dirigida por Pruitt, entre ellos “la atrazina, clorpirifos, glifosato, Malatión y los insecticidas conocidos como neonicotinoides”.
“Las decisiones tomadas en base a estas evaluaciones ambientales y de salud probablemente determinarán el nivel de residuos de plaguicidas permitido en los alimentos que consumimos. Afectarán a la salud y el desarrollo neurológico de los niños, particularmente en las comunidades agrícolas, y determinarán cómo los trabajadores agrícolas están protegidos contra la exposición a plaguicidas y afectarán al destino de las especies amenazadas y en peligro de extinción en todo el país… Así que las apuestas están muy altas”, dijo Grossman.
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