Por Jeffrey M. Smith, 30 de julio de 2010
Illustración de Benjamin Karis-Nix
Encubriendo los daños en la salud
Al abrigo de la política establecida por Taylor se realizó una supervisión en 1992, pero sólo para dar la impresión de que los cultivos transgénicos no suponían ningún problema. De no haber sido así, podrían haber perdido su estatus de GRAS ( generalmente reconocidos como seguros). Pero los Informes que se hicieron públicos a raíz de una demanda mostraron que entre los científicos de la Agencia (la FDA) no existía consenso y sí dudas sobre efectos secundarios impredecibles de los cultivos transgénicos, difíciles de detectar. Varios Departamentos y científicos expusieron esos problemas, enumerando numerosos casos de alergias, toxicidad efectos nutricionales y la aparición de nuevas enfermedades como peligros potenciales. Instaron a los responsables de la Agencia para que se realizasen estudios de seguridad a largo plazo (6). A pesar de las advertencias, el abogado Steven Druker que estudió los documentos internos de la FDA: “Todas las referencias a los efectos negativos no intencionales de la Bioingeniería se fueron suprimiendo de forma progresiva en los sucesivos borradores que se iban elaborando (a partir de las protestas de los científicos de la Agencia)”(7).
El microbiólogo de la FDA Louis Pribyl, dijo acerca de la política que seguía la Agencia: “¿Dónde están las pruebas científicas en este documento? Sin una base científica sólida en la que basarse, todo esto se convierte en algo muy amplio, y general. Parece redactado para evitar problemas…Más bien parece un documento político…Tiene un sesgo favorable a la Industria, sobre todo en lo que se refiere a los efectos no deseados” (8).
Las preocupaciones de los científicos de la FDA “no sólo fueron ignoradas, sino que simplemente no existían”. En una nota privada se resumen las opiniones de la FDA: “Los mecanismos de la Ingeniería Genética y los de la reproducción tradicional son diferentes, y por lo tanto, según los expertos de la Agencia, presentan diferentes riesgos” (9). En contraste con las declaración oficial de Taylor, ex abogado de Monsanto: “La Agencia no tiene conocimiento de ninguna información que demuestre que los alimentos obtenidos por los nuevos métodos difieran de manera significativa de los tradicionales” (10). Y sin embargo, a pesar de estas falsas declaraciones, la FDA no ha exigido pruebas de seguridad sobre la inocuidad de los alimentos transgénicos.
Falsas evaluaciones de seguridad
Monsanto participa en un proceso voluntario de consulta con la FDA, lo que ha sido ridiculizado por los críticos como ejercicio sin sentido. Monsanto dice que facilitará cualquier información que le pida la FDA, pero la FDA no realiza estudios propios. El ex científico de la EPA (Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos) Doug Gurian-Sherman, quien analizó los registros de la revisión hecha por la FDA, obtenidos a través de la Ley de Libertad de Información (FOIA), dijo que en el proceso de consulta de la FDA “hay errores obvios en los resúmenes de datos presentados por la empresa y que sin embargo se pasaron por alto, con pruebas insuficientes, y no se solicitaron datos lo suficientemente detallados para que la FDA pudiera asegurar que los cultivos transgénicos son seguros para la alimentación” (11). Pero ese no es el objetivo de la consulta. En realidad, la FDA no declara la seguridad de los transgénicos. Ese es el trabajo de Monsanto. Al final de la consulta, la FDA emitió el siguiente comunicado:
“Sobre la base de la prueba de seguridad y evaluación nutricional que se han llevado a cabo, entendemos que Monsanto ha llegado a la conclusión de que los productos derivados del nuevo maíz ( el transgénico) no son sustancialmente diferentes en su composición, seguridad y otros parámetros del maíz ya existente en el mercado, y que el maíz transgénico no plantea cuestiones que requieran de una revisión previa para su comercialización o la aprobación por parte de la FDA… Como ustedes saben, es responsabilidad de Monsanto garantizar que los alimentos comercializados por la empresa sean seguros, saludables y que cumplan con todos los requisitos legales y los requisitos reglamentarios aplicables” (12).
La Academia Nacional de Ciencias, e incluso la Royal Society of London (13), una asociación que defiende los transgénicos, describe el sistema estadounidense como insuficiente y defectuoso. El editor de la prestigiosa revista The Lancet, dijo: “Resulta asombroso que la FDA estadounidense no haya cambiado de postura sobre los alimentos transgénicos desde 1992… Los Gobiernos nunca debieran haber permitido que estos productos entrasen en la cadena alimentaria sin haberse hecho previamente rigurosas pruebas sobre sus efectos en la salud” (14).
Una obvia razón de la inflexibilidad de la FDA es que oficialmente hacen dos cosas contrapuestas: regular los productos biotecnológicos y al mismo tiempo promocionarlos. Se trata de un claro conflicto. Esta es la razón por la que la FDA no requiere del etiquetado obligatorio de los alimentos transgénicos. Ignoran los deseos del 90% de la población estadounidense con el fin de apoyar los intereses económicos de Monsanto y de las otras cuatro Empresas de alimentos transgénicos.
Los estudios de Monsanto son secretos, inadecuados y deficientes
[N. del T.: Se puede conseguir en el enlace que aparece a continuación un estudio de Monsanto sobre el maíz NK603: http://www.efsa.europa.eu/en/press/news/130114.htm]
Los estudios que hace la Industria nos son desconocidos, y sólo tienen acceso a ellos las Agencias de Regulación que los mantienen en secreto bajo la afirmación de que contienen “información confidencial de la Empresa”. La Royal Society de Canadá es una de las organizaciones que ha condenado esta práctica. Su panel de expertos señala que los estudios deben ser completamente transparentes y abiertos a la revisión por pares científicos: “La revisión por pares y la corroboración por fuentes independientes de los resultados de las investigaciones son axiomas del método científico, y forman parte de la objetividad y neutralidad de la Ciencia” (15).
Los documentos de Monsanto que se han ido conociendo ha sido a través de las demandas o por peticiones de la Ley de Libertad de Información (FOIA), donde queda claro por qué mantienen en secreto esta información. La calidad de sus investigaciones son ínfimas, y nunca son sometidas a la revisión por pares. En diciembre de 2009, un equipo independiente de investigadores publicó un estudio que analizaba los datos en bruto de tres estudios realizados con ratas por Monsanto. Cuando utilizaron unos métodos estadísticos adecuados, se encontraron con que las tres variedades de maíz transgénico habían causado daño en el hígado y los riñones, así como cambios significativos en otros órganos (16). Los estudios de Monsanto afirmaban no haber encontrado ningún problema. Las Agencias de Regulación creyeron a pies juntillas la información facilitada por Monsanto, de modo que el maíz transgénico pasó a la cadena alimentaria.
Monsanto amaña las investigaciones para ocultar los peligros (17)
Monsanto tiene una larga experiencia en apañar las investigaciones y ocultar los peligros. Fue la Empresa que fabricó el famoso y terrible Agente Naranja, un defoliante que produce cáncer y malformaciones congénitas, y que fue esparcido durante la guerra de Vietnam. Debido a ello, resultaron contaminados más de tres millones de civiles y militares. De acuerdo con William Sanjour, que dirigió la División de Residuos Tóxicos de la Agencia de Protección Ambiental(EPA): “miles de denuncias de los veteranos fueron rechazadas, porque según los estudios de Monsanto la dioxina (el principal ingrediente del Agente Naranja) no era un carcinógeno para los seres humanos”. Pero su colega de la EPA descubrió que Monsanto había falsificado los datos de sus estudios. Sanjour dijo: “Si se hubiesen hecho correctamente (los estudios) se habría llegado al resultado opuesto”.
Estos son algunos ejemplos de las cosas que se ocultaron en las conclusiones de la investigaciones de los productos transgénicos de Monsanto:
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Cuando los productores de leche suministran a las vacas la hormona de crecimiento bovino modificada genéticamente (rBGH), la mayor parte de esta hormona termina en la leche. Para disipar estos temores, la FDA dijo que la pasteurización destruye el 90% de la hormona. Sin embargo, los investigadores descubrieron que la leche pasteurizada contenía más de 120 veces la cantidad considerada normal; sólo se destruía el 19%. Tuvieron que aumentar el tiempo de pasteurización para así conseguir destruir el 90% de la hormona.
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Para demostrar que la administración de la hormona rbGH no interfería en la fertilidad de las vacas, parece ser que Monsanto tenía preparadas vacas preñadas antes de la inyección.
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El veterinario de la FDA Richard Burroughs dijo que los investigadores de Monsanto retiraron de su estudio las vacas enfermas para que así pareciera que era más seguro.
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Richard Burroughs solicitó más pruebas sobre la seguridad de la hormona rbGH, pero sus superiores le dijeron que su labor estaba interfiriendo en su aprobación. Fue despedido y sus pruebas suspendidas. El resto de denunciantes de la FDA tuvieron que mandar una carta anónima al Congreso en la que se quejaban de que había existido fraude y conflictos de interés en la Agencia. Dijeron que una científico de la FDA aumentó de forma arbitraria en 100 veces los niveles permitidos de antibióticos en la leche, con el fin de facilitar la aprobación de la hormona rbGH. Esa científico acababa de convertirse en la Jefa del Departamento de la FDA que se encargaba de la evaluación de la investigación realizada recientemente, siendo con anterioridad una empleada de Monsanto.
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Otro ex científico de Monsanto señaló que después de que los científicos de la Compañía realizasen los estudios de seguridad sobre la hormona de crecimiento bovino, los tres se negaron a beber más leche, a menos que fuera de producción ecológica y por tanto no tratado con el fármaco. Temían un aumento sustancial del factor de crecimiento insulínico tipo 1 (IGF-1) en la leche tratada. IGF-1 esta considerado como un factor de riesgo para padecer cáncer.
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Cuando investigadores independientes publicaron un estudio en julio de 1999 sobre la soja transgénica de Monsanto señalaron que contenía de un 12 a un 14% menos de fitoestrógenos, un factor anticancerígeno. Monsanto respondió con su propio estudio, concluyendo que los niveles de fitoestrógenos de su soja variaba mucho como para poder realizar un análisis estadístico. Los investigadores no dijeron que se habían dado instrucciones al laboratorio para que utilizase un método obsoleto de detección, que daba resultados muy variables.
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Para demostrar que la proteína transgénica se disgrega rápidamente durante la digestión. Monsanto utilizó enzimas digestivas en grandes cantidades y un ácido mucho más fuerte que el recomendado por la Organización Mundial de la Salud.
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Monsanto dijo a las Agencias de Regulación del Gobierno que la proteína transgénica del maíz con alto contenido en lisina era segura para los seres humanos, ya que también se encuentra en el suelo. Afirmaron que las personas ya la consumen al estar presente como residuo en las frutas y verduras, formando parte de la dieta humana desde hace mucho tiempo con un amplio historial de seguridad. Si todo el maíz que consumiese fuese el transgénico de Monsanto, entonces “aumentaría la ingestión de lisina de 30 mil millones de veces a cuatro billones de veces” por encima de la consumida por su presencia natural en el suelo. Para una exposición equivalente, la gente tendría que comer unas 22.000 libras de suelo (aproximadamente 10.000 kg) de suelo cada segundo y cada día.
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El maíz de Monsanto con alto contenido en lisina también presenta unos niveles inusuales de otros componentes nutricionales, como proteínas o fibra. En lugar de compararlo con el maíz convencional, lo que habría revelado considerables diferencias, Monsanto lo comparó con variedades de maíz oscuro, que también tienen unos altos valores por encima de los normales. Sobre esta base, Monsanto afirmó que no había diferencias estadísticamente significativas en el contenido nutricional del maíz transgénico.
Los métodos utilizados por Monsanto para ocultar todos estos problemas son abundantes. Por ejemplo, los investigadores:
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Utilización de animales con un peso muy variado para así obstaculizar los cambios relacionados con la alimentación.
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Realizar estudios a corto plazo para así minimizar el impacto de la alimentación con transgénicos ( los efecto se observan principalmente a partir de los 90 días).
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Se ha utilizado soja Roundup Ready en las pruebas pero sin estar tratada con el herbicida Roundup, que es como se encuentra en el medio ambiente.
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Los animales no son alimentados con los productos transgénicos, sino que en su lugar se les suministra la proteína transgénica obtenida a partir de bacterias transgénicas.
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Se utilizan muy pocos animales de laboratorio, insuficientes como para obtener unos resultados estadísticamente significativos.
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Utilizan métodos estadísticos muy pobres o inadecuados, o simplemente no mencionan qué métodos estadísticos emplean, u obvian datos esenciales.
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– Utilización de técnicas poco sensibles, lo que conlleva a múltiples errores.
La revista Journal of Nutrition publicó en 1996 un estudio de Monsanto, que es el que se cita como la piedra angular para demostrar que la soja transgénica es segura, pero que sin embargo ofrece una gran cantidad de los ejemplos anteriormente citados:
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Los investigadores probaron la soja transgénica en animales adultos, no en los animales jóvenes, que son más sensibles.
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Sus órganos no se pesaron
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La alimentación con soja transgénica sólo era del 8-9%, siendo el resto otros tipos de alimentos, de acuerdo con la revisión de los expertos, “con lo que se aseguraban que no existiesen muchos efectos indeseados de la alimentación con transgénicos”.
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Una alimentación con una gran cantidad de proteínas, lo que enmascaró el impacto de la soja transgénica.
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Las muestras procedían de diferentes lugares con diferentes condiciones, por lo que resulta casi imposible establecer diferencias entre la composición para establecer conclusiones estadísticamente significativas.
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Los datos de la única comparación que se hizo fueron finalmente desechados y nunca se publicaron. Cuando se conocieron más tarde, se pudo comprobar que la soja transgénica de Monsanto tenía unos niveles significativamente más bajos de importantes componentes: por ejemplo, proteínas, ácidos grasos y fenilalanina, un aminoácido esencial) y que la harina de soja transgénica tostada tenía casi el doble de lectina, que interfiere en la capacidad del cuerpo para asimilar los nutrientes. Por otro lado, la cantidad del inhibidos de la tripsina, un alérgeno de la soja muy conocido, era de hasta siete veces más alta en la soja transgénica cocida en comparación con el grupo de control que alimentó con soja cocida no transgénica. Monsanto tituló a este estudio: “La composición de las semillas de soja tolerantes al glifosato es equivalente al de la soja convencional”.
Un artículo publicado en Nutrición y salud analizaba todos los estudios de alimentación con alimentos transgénicos realizados a partir de 2003, siendo revisados por un grupo de expertos. No fue ninguna sorpresa que el estudio de Monsanto publicado en Journal of Nutrition, junto con otros cuatro estudios de alimentación en animales revisados por pares, que habían sido “realizados en colaboración con las empresas privadas”, no observaron ningún efecto adverso en los animales que fueron alimentos con transgénicos. Por el contrario, “cinco estudio independientes sí los encontraron ( aunque no se explica cuáles fueron). Hay que recalcar que algunos de estos efectos ya se observaron con un período de alimentación de sólo 10 a 14 días” (18).
Un ex científico de Monsanto recordaba cómo sus colegas trataban de reescribir la redacción del estudio de alimentación animal con transgénicos para ocultar los efectos negativos. Pero como a veces los estudios eran inequívocos, Monsanto simplemente mentía. Por ejemplo, el estudio de Monsanto sobre el herbicida Roundup mostró que después de 28 días de su aplicación en el suelo, sólo el 2% se había descompuesto. Sin embargo, anunciaron que su herbicida es biodegradable, que deja el suelo limpio y que respeta el medio ambiente. Estas afirmaciones fueron declaradas por los jueces de Estados Unidos y Francia, como falsas. La Empresa se ha visto obligada a retirar lo de biodegradable de la etiqueta, y debió pagar una multa.
Referencias:
(6) See Smith, Seeds of Deception; and for copies of FDA memos, see The Alliance for Bio-Integrity, www.biointegrity.org
(7) Steven M. Druker, «How the US Food and Drug Administration approved genetically engineered foods despite the deaths one had caused and the warnings of its own scientists about their unique risks,» Alliance for Bio-Integrity, http://www.biointegrity.org/ext-summary.html
(8) Louis J. Pribyl, «Biotechnology Draft Document, 2/27/92,» March 6, 1992, www.biointegrity.org http://www.biointegrity.org/FDAdocs/04/view1…
(9) Linda Kahl, Memo to James Maryanski about Federal Register Document «Statement of Policy: Foods from Genetically Modified Plants,» Alliance for Bio-Integrity(January 8, 1992) http://www.biointegrity.org
(10) «Statement of Policy: Foods Derived from New Plant Varieties,» Federal Register 57, no. 104 (May 29, 1992): 22991.
(11) Doug Gurian-Sherman, «Holes in the Biotech Safety Net, FDA Policy Does Not Assure the Safety of Genetically Engineered Foods,» Center for Science in the Public Interest, http://www.cspinet.org/new/pdf/fda_report__f…
(12) FDA Letter, Letter from Alan M. Rulis, Office of Premarket Approval, Center for Food Safety and Applied Nutrition, FDA to Dr. Kent Croon, Regulatory Affairs Manager, Monsanto Company, Sept 25, 1996. See Letter for BNF No. 34 at http://www.cfsan.fda.gov/~lrd/biocon.html
(13) See for example, «Good Enough To Eat?» New Scientist (February 9, 2002), 7.
(14) «Health risks of genetically modified foods,» editorial, Lancet, 29 May 1999.
(15) «Elements of Precaution: Recommendations for the Regulation of Food Biotechnology in Canada; An Expert Panel Report on the Future of Food Biotechnology prepared by The Royal Society of Canada at the request of Health Canada Canadian Food Inspection Agency and Environment Canada» The Royal Society of Canada, January 2001.
(16) de Vendômois JS, Roullier F, Cellier D, Séralini GE. A Comparison of the Effects of Three GM Corn Varieties on Mammalian Health. Int J Biol Sci 2009; 5:706-726. Available from http://www.biolsci.org/v05p0706.htm
(17) For citations on rigged research, see, Jeffrey M. Smith, Genetic Roulette: The Documented Health Risks of Genetically Engineered Foods, Yes! Books, Fairfield, Iowa, USA, 2007
(18) Ian F. Pryme and Rolf Lembcke, «In Vivo Studies on Possible Health Consequences of Genetically Modified Food and Feed — with Particular Regard to Ingredients Consisting of Genetically Modified Plan Materials,» Nutrition and Health 17(2003): 1–8.
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Procedencia del artículo:
http://www.naturalnews.com/029325_Monsanto_deception.html
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