Por Media Lens, 7 de marzo de 2018
“He intentado dedicarme al comercio, pero me di cuenta de que necesitaría por lo menos diez años para ponerme en marcha, y entonces probablemente ya estaría camino del infierno” [1].
Noam Chomsky nos envió una vez un correo electrónico:
“Estoy impresionado con el trabajo que están haciendo, aunque sea como intentar mover un camión de 10 toneladas con un palillo de dientes. No van a permitir el quedar al descubierto”. [2]
Estas fueron unas palabras amables de Chomsky, pero de hecho, ellos, los periodistas de los medios de comunicación corporativos, a menudo hacen un excelente trabajo poniéndose al descubierto.
Por ejemplo, uno de nosotros leyó este mensaje en Twiter:
“¿Menos de 27? ¿Quieres pasar un año escribiendo sobre política para The Observer, @NewStatesman y @thetimes? El Premio Anthony Howard 2018 ya está convocado: http://anthonyhowardaward.org.uk. Nos permitió a @LOS_Fisher, @ashcowburn, @patrickkmaguire, @Dulce_Lee y a mí abrir el camino en Westminster. ¡Inscríbase!
“Olvídelo. No escriba artículos convencionales, ni por dinero, ni por prestigio. Simplemente lo mejor es encontrar placer en lo que se hace, escribir para inspirar e iluminar a otras personas. Escribir sobre lo que nos parece interesante, importante y verdadero, y darlo gratis”.
Rápidamente el tweet recibió 15 retweets y 40 “me gusta”. Al principio, nadie expresó sentimientos intensos al respecto. Pero luego, varios periodistas y escritores de medios corporativos decidieron encandilar el ambiente sobre lo que habíamos enviado, alimentando una especie de histeria. Emma Kennedy, actriz, autora de diez libros, tuiteó con gracia:
“Esto es una completa tontería. Si quieres ser escritor deber saber esto: tienes un valor y mereces que te paguen por ello. Vete a tomar por culo Media Lens”.
Stephen Buranyi, que escribe artículos largos para The Guardian, hizo un gesto:
“** cosa tan insensata hizo que me deslizase por el piso como una lavadora desequilibrada**”
Patrick Sawe, periodista destacada de The Telegraph:
“Cuénteselo a cualquiera que intenta representar una obra de teatro, pintar un cuadro, montar una película, publicar un libro. Qué disparate es pretender, en aras de la “pureza”, pretender que no hay tal cosa como la economía de mercado”.
Kate Hind, editora de la revista Sunday Showbiz , dijo:
“Creo que estos se mueven en la cuerda floja”.
Pressgirl escribió:
“He trabajado como periodista durante más de 30 años y sólo aquellos que tienen unos padrinos adinerados pueden permitirse el lujo de hacer lo que les apetezca. La mayoría tenemos que hacer un arduo trabajo en los tribunales, estadios, desastres y hay que ensuciarse las manos”. Todos parecían encontrar su propio significado y el punto de indignación en el tuit. La editora Wendy Rosenfield:
“Este es literalmente el peor consejo para los escritores. Escriba para usted, en su propio blog, o para promover su propio trabajo de forma gratuita. Alguien se encargará de todo lo demás. Es un trabajo. Tiene valor y merece una compensación”.
Ian Craig, un reportero de temas políticos:
“Aborrecible, Espero que se disculpe por lo que ha dicho”.
Helen Black, novelista, preveía unas sombrías consecuencias:
“¿Tiene idea de lo difícil que es lograr una carrera en los medios o las artes para los millones de personas de la clase trabajadora? Un tuit como este sólo sirve para alimentar la división de clases”. En poco tiempo, la indignación se difundió por todas partes.
Desde Nueva York:
“Es un pésimo consejo. Verdaderamente horrible”.
Desde España:
“Esnobismo moralista de pacotilla…”.
Tenemos lo esencial en las dos primeras palabras.
Incluso Owen Jones de The Guardian, que normalmente nos ignora por completo, respondió:
“Los medios corporativos deben ser criticados de manera implacable. Y eso incluye su dependencia de un trabajo no remunerado o mal pagado, lo que supone a) explotación y b) convierte el periodismo en un espacio cerrado donde sólo pueden entrar los privilegiados. Lo cual ha ayudado a justificar”.
Y agregó:
“Y sí, claro, habrá quienes recojan su estúpido mensaje de forma oportunista porque generalmente criticas las prácticas de los medios corporativos. Eso no significa que usted este reivindicando el dar cobijo pseudo radical al trabajo no remunerado en los medios”.
A lo cual respondimos:
“No es posible que ayudemos a justificar la explotación y el privilegio de los medios corporativos cuando la primera línea de nuestro tuit decía: “Olvídelo. No escriba artículos siguiendo la corriente convencional”.
Jones ha dicho que excluye cualquier crítica a sus colegas. Con esto en mente, agregamos:
“También hay un problema con los medios de comunicación corporativos que exigen que los periodistas jóvenes se abstengan de criticar a sus colegas, a su empresa, a sus anunciantes, a sus propietarios, a la Industria. Pero es algo de lo que quizás no esté dispuesto a hablar, ¿o sí?”.
Jones reanudó su política de ignorarnos.
The New Statesman publicó un artículo completo en nuestro tuit, titulado:
“Decirles a los periodistas que encuentren placer en lo que hacen escribiendo gratis es lo más antisocialista que se puede decir”.
Los insultos se recogen literalmente:
“Pareces un idiota privilegiado. Sólo digo eso.
Jodido new age insulso charlatán. Vete a tomar por culo.
Métete tu felicidad por el culo.
Que te jodan. Hay que pagar a las personas.
Pareces un retrasado”.
Y así sucesivamente, y sirva lo anterior como una pequeña muestra…
Un llamamiento a la aventura
Desde cualquier punto de vista, estas fueron unas respuestas fascinantes a un solo tuit de 279 caracteres. En su excelente respuesta a estas histéricos comentarios, el ex periodista de The Guardian Jonathan Cook escribió que “el grado de indignación de estos periodistas ante un pequeño consejo de Media Lens no tiene precedentes”.
Entonces, ¿qué quiso decir realmente Joseph Campbell, especializado en mitología comparada, cuando hablaba de “perseguir tu dicha”? En una serie de discusiones sobre El poder del mito con el periodista Bill Moyers, Campbell explicaba:
“La forma de descubrir la felicidad es mantener la mente en aquello en lo que se sienta más feliz, cuando realmente se es feliz, no emocionado, sino profundamente feliz. Eso requiere de un poco de autoanálisis. ¿Qué es lo que le hace feliz? Quédese con eso, sin importar lo que le digan los demás. Eso es lo que yo llamo “perseguir tu dicha”. [3]
Habiendo descubierto lo que realmente nos inspira, la clave está en no distraerse ni caer en tentaciones menores, menores no porque sean malas o malvadas, sino porque de hecho no son situaciones de satisfacción real:
“Puede tener éxito en la vida, pero luego se pone a pensar: ¿qué clase de vida era? ¿de qué ha servido? Nunca he hecho lo que quería en la vida. Siempre les digo a mis alumnos, ve a donde tu cuerpo y tu alma quieran ir. Cuando tenga esa sensación, quédese con ella, y no permita que nadie le haga rechazarla” (página 118).
Campbell no habla de autoayuda. Sus comentarios arraigaron durante más de medio siglo en los estudios dedicados a los mitos, las leyendas y los cuentos populares de todos los rincones del mundo. Estaba particularmente interesado en un notable “mito único (monomito)” recurrente que representa un héroe, no un tedioso superhéroe de estilo Marvel, sino simplemente alguien sensible a sus continuas frustraciones fruto de sus actividades egoístas: dinero, respeto y fama.
Esta alma obstinada, por lo demás muy común, responde a una “llamada a la aventura”, que va más allá de los límites de la vida cotidiana para buscar una respuesta más profunda y satisfactoria de la vida. Al hacerlo, el héroe debe realizar, inevitablemente, un viaje desafiante desde lo familiar y seguro, sometiéndose a un “camino de pruebas” que finalmente lo lleva a un “páramo”. Se trata de un momento crucial de la crisis, si se enfrenta a ella y lo soporta, resulta en un tremendo “don”, una experiencia que deja al héroe completamente transformado.
El consejo específico de Campbell a los escritores que respondieron a esta “llamada a la aventura” es que leyesen a los autores que amasen, y luego leer todo aquello que fuese apreciado por aquel primer grupo de autores, y así sucesivamente. Sugirió que sigamos viajando, investigando cada vez más en lo que encontremos más cautivador y vivificante. Simultáneamente, deberíamos escribir sobre lo que consideremos más interesante, sólo escribir, practicar, experimentar y disfrutar.
De esta manera, afirmó, podremos desarrollar un profundo entusiasmo, el conocimiento y la habilidad que bien puede resultar en un trabajo notable, que sea apreciado y respaldado. Pero este recibimiento positivo no debería ser la motivación, ni siquiera un motivo de preocupación. ¿Acaso quiere decir que el héroe del mito único, Cristo, Buda, Bodhidharma, Saraha, Kabir, Lao-Tse, están buscando la fama y el beneficio económico?
Campbell advirtió que un escritor podría estar durante diez años siguiendo este camino antes de recibir algún tipo de reconocimiento, sin haber recibido ni una moneda. Pero no fue para él un problema, porque el deleite de la aventura compensa más que cualquier pérdida económica. Lo fundamental que señala Campbell es:
“Y si te quedas en el centro y no obtienes dinero, aún te queda la dicha”.
Pero por supuesto, las preguntas quedan en el aire, problemas urgentes que explican la bilis de los comentarios a nuestro tuit:
1.- ¿Cómo demonios vamos a vivir?
La columnista de The Guardian Dawn Foster, obtuvo 524 “me gusta” en Twiter con este comentario:
“Enviaré un correo electrónico al propietario, al banco y a la compañía de servicios públicos para explicarles que estoy “siguiendo mi dicha”.
Y alguien más escribió:
“Cómo diablos vamos a pagar la renta y las cuentas y la comida escribiendo para obtener la felicidad?”.
2.– ¿Por qué diablos un escritor joven trabajaría gratis? ¿Por qué no es una aspiración recibir un sueldo?
De nuevo la escritora Emma Kennedy:
“Es totalmente repugnante que abogue porque no se pague a los escritores. Vaya y dígaselo a un fontanero. Es usted una desgracia”.
Un fotógrafo independiente estuvo de acuerdo:
“Querida animadora del “Trabaja gratis”. Vete a la mierda, eres una marioneta”.
Reiterando, Campbell argumentó que un escritor creativo primero debe construir la base de su entusiasmo, de su conocimiento y habilidades. Esto puede llevar años y significa seguir la línea de nuestro interés allí donde quiera que vaya.
Lo que importa en estos años es que amemos lo que hacemos y sigamos haciéndolo. Lo que menos importa es si logramos alguna recompensa externa: obtener la atención y recibir un pago por ello. Esto es algo completamente secundario. De hecho, ni siquiera es algo secundario, sino más bien una trampa como Schopenhauer escribió:
“Sólo aquel que escribe por el bien de lo que tiene que decir escribe algo que merece la pena escribir. Es como si hubiera una maldición sobre el dinero: los escritores empiezan a escribir mal tan pronto como empiezan a obtener ganancias”. [4].
El maestro budista del siglo XI Ksemendra, hizo una observación similar:
“Los pensamientos de riqueza y gloria que surgen primero son como hiedra venenosa: hacen daño simplemente por el roce, encantando y paralizando la mente” [5]
Pero, ¿cómo puede ser una preocupación por el dinero algo realmente venenoso?
Como jóvenes escritores que seguimos nuestra dicha en la década de 1990, también sentimos la tentación de dejar de leer y escribir sobre aquello que encontrábamos más interesante, de modo que empezamos a pensar de forma madura y responsable sobre las demandas del mercado. A medida que los conocimientos y la capacidad aumentan con la práctica, surge la posibilidad y la tentación de recurrir a cuestiones, tal vez relacionadas, pero que paguen por ello. De haberlo hecho así, nos habríamos sentido como se siente cualquiera que trabaja en un despacho de un medio corporativo: escribir con la cabeza y no con el corazón, lo cual es ciertamente una tarea aburrida, sin alegría y mecánica.
Pero lo realmente alarmante de desviarnos de la “llamada a la aventura” es que podemos terminar gastando una gran cantidad de tiempo y energía en este trabajo remunerado. Escribir supone emplear una gran cantidad de energía mental: cualquiera que escriba durante tres o cuatro horas al día no le queda ya más energía para escribir de verdad. Es mucho mejor para los escritores jóvenes evitar escribir por un sueldo y mantenerse de un trabajo remunerado pero que no esté relacionado con la escritura: la enseñanza a tiempo parcial, por ejemplo.
En lugar de preocuparse por ese dinero que todo lo envenena, los jóvenes escritores pueden escribir de aquello en lo que creen y publicarlo, completamente gratis, sin compromisos, a las personas que admiran, a los amigos, a pequeñas revistas, etc. En nuestro caso, enviamos nuestro trabajo a personas como Harold Pinter, John Pilger, Noam Chomsky, Edward Herman, Howard Zinn y Edward Goldsmith; a revistas como Resurgence, The Ecologist, New Internaciolist, Red Pepper y Z Magazine. Debido a que valoraron nuestro trabajo, empezaron a ayudarnos, que en el caso de Pilger fue más allá de todo lo que podíamos imaginar y que continúa hoy en día.
Esa es la razón por la que nuestro tuit decía que los escritores jóvenes deberían escribir y darlo gratuitamente. Hacerlo les permite ser fieles a lo que creen y puede resultar en un apoyo que no depende del conformismo y el compromiso corporativo.
Por cierto, Campbell siguió su propio camino al desaparecer en las colinas para leer durante diez años en pleno apogeo de la Gran Depresión. Como dijo:
“Volví a Europa como estudiante en 1929, sólo tres semanas antes del colapso de Wall Street, así que no tuve trabajo durante cinco años. Simplemente, no había trabajos. Fue un momento importante para mí. No me sentía pobre, sólo sentía que no tenía dinero”.
Quemando puentes mediáticos: Media Lens
Consideremos los inicios de Media Lens, en julio de 2001. Los dos que formamos este medio no quisimos pasar por los pequeños círculos de los medios corporativos publicando allí artículos o reseñas de libros, y nunca consideramos cobrar por nuestras críticas y comentarios a los medios de comunicación .
Nuestro objetivo era disfrutar, escribir sobre lo que considerábamos importante, interesante o más acertado sobre los medios corporativos, sin preocuparnos si con ello molestábamos a los editores de periódicos, encargados y similares, personas a las que los jóvenes periodistas tienen miedo a enfrentarse. Sentíamos que esto era algo vital para nosotros.
Nunca se nos ocurrió que con ello pudiéramos ganar dinero. Después de todo, ¿que corporación, sea grande o pequeña, que tiene un cierto dominio sobre los medios de comunicación, quiere que se publiquen materiales que socaven su credibilidad? Tampoco imaginábamos que los lectores iban a enviar donaciones a nuestro pequeño sitio web dirigido por dos periodistas prácticamente desconocidos. Sin embargo, empezamos a quemar nuestros escasos y desvencijados puentes mediáticos.
Pero sólo 18 meses después, con las donaciones que recibíamos, Edwards pudo abandonar su carrera docente de 10 años en Tefl y dedicarse a tiempo completo en Media Lens. Cromwell, que tiene una familia y que por entonces trabajaba como científico, finalmente pudo renunciar y trabajar a tiempo completo a partir de 2010. La respuesta de la gente ha sido asombrosa.
El año pasado, una pareja que iba a casarse, en lugar de pedir a sus invitados que les regalasen las usuales cafeteras y cubiertos, quiso que enviasen donaciones a Media Lens. Como regalo de cumpleaños para su esposo, la esposa de una ávida lector de Suiza nos envió 1000 euros, y sólo nos pidió que les contestásemos con un correo electrónico. Ignorando nuestras protestas, otro lector fijó una donación mensual de 2 libras al mes, a pesar de que a veces no tenía suficiente dinero para terminar el mes. Otro patrocinador pagó 100 copias de nuestro libro Newspeak para que se las enviásemos a los periodistas, editores y gerentes de la BBC (sólo recibimos dos respuestas).
Hay muchas historias de este tipo. La gente tiene un gran poder para apoyar una escritura honesta, y por eso hemos imaginado a un colectivo de escritores y periodistas que se alejan de los medios corporativos y se ponen a disposición de la gente.
Por supuesto, también hemos obtenido una pequeña cantidad de dinero de nuestros dos libros publicados en Pluto Press, de una pequeña sección publicada en New Statesman (2003-2005), y de una columna bimensual en Gulf Today que recicla artículos sobre crítica a medios de comunicación (2004-2009). No estamos en contra de que nos paguen, pero nunca ha estado en nuestra intención y no nos ha determinado el escribir o no. Y sí, aceptamos que esta no es una carrera de las más seguras. De hecho, las donaciones han estado disminuyendo de un tiempo a esta parte y es probable que tengamos que regresar a un puesto de trabajo en los próximos años.
Somos conscientes de que la respuesta de nuestros muchos críticos, que se han tambaleado como lavadoras sobre el suelo, será:
“Bueno, decís que seguís vuestra dicha, pero lo que escribís es algo tedioso, ineficaz. Entonces, ¿por qué no…?”.
Y esta es la razón por la que respondimos a muchos de los comentarios en Twiter con un comentario que apareció en nuestro segundo libro de Media Lens, Newspeak (Pluto Press, 2009), tomado del prólogo de John Pilger:
“No ha sido desde que Orwell y Chomsky han percibido la realidad que se ha revelado la causa de la verdad”.
La calidad y el impacto de cualquier escrito es una cuestión personal, por supuesto. Pero creemos que las respuestas de personas a las que respetamos indican que Media Lens ha tenido un cierto éxito, considerando que sólo somos dos escritores que han ofrecido sus críticas y comentarios de forma gratuita, exactamente como se dice en nuestro tweet.
La realidad es más amplia
Pero hay otra cuestión crucial en el mencionado tweet, “No escribas para los medios corporativos”, que nuestros críticos de Twiter no tuvieron en cuenta por completo. Se refiere al impacto negativo que tiene en los periodistas jóvenes, de modo que se acomodan dócilmente a ese sistema corporativo, porque estos medios forman parte de un sistema integral de un monstruo dominante que está devastando nuestro planeta. Como escribió Jonathan Cook:
“Es como si estos críticos trataran desesperadamente de desviar la atención de las consecuencias de esta realidad. Media Lens y yo hemos pecado de un crimen de honestidad: no sólo sobre qué mundo necesitamos para vivir mejor, sino vivir en este momento, si nosotros y nuestros hijos sobrevivimos al inminente colapso climático y económico.
Los “realistas”, al parecer, preferirían que Media Lens y yo les dijéramos a los periodistas jóvenes que olvidásemos todo esto, agachar la cabeza y seguir como sus predecesores en los medios, que allanaron el camino a estas crisis ambientales y económicas a las que nos enfrentamos”. «>Es imposible escribir sin restricciones sobre asuntos cruciales si uno está dentro del sistema corporativo. Enseguida se ve claro echando simplemente un vistazo a los principales temas que los escritores tratan de manera convencional».
No pueden criticar a su periódicos, revistas y otras empresas de medios: sus propietarios, empresas matrices, editores, colegas, productos y anunciantes. No pueden discutir la naturaleza tóxica del sistema de medios de comunicación corporativos. Por ejemplo, no pueden ni siquiera señalar lo absurdo de un periodismo con fines lucrativos, multimillonario y dependiente de los anunciantes, que informan “imparcialmente” sobre un mundo dominado por las grandes corporaciones, que lo único que buscan son enormes beneficios.
No pueden discutir la razonable afirmación del abogado canadiense Joel Bakan que dice que el sistema corporativo, la fuerza económica más poderosa del mundo, es, en esencia, un enorme psicópata que subordina la vida frente a los beneficios a corto plazo. De esto no se puede hablar, ni siquiera en el contexto de pruebas irrefutables de que los grandes intereses corporativos están, todavía hoy, luchando con uñas y dientes para obstruir acciones contra el cambio climático que amenaza con una catástrofe mundial.
Desde que los Gobiernos son una fuente primordial de noticias de alto nivel y otras noticias subsidiarias (del Gobierno central y varios departamentos, como el de Defensa), los periodistas no pueden discutir el hecho de que la política de partidos es esencialmente propiedad del poder Corporativo. No pueden exponer el papel de los Estados Unidos como un padrino que despliega violencia y terror de alta tecnología para garantizar que los países del llamado Tercer Mundo sirvan a los intereses de las Corporaciones estadounidenses, y todo ello en nombre de los “derechos humanos” y la “autodefensa”.
Debido a que la prensa corporativa trata de vender productos y servicios a millones de consumidores, se muestra reacia a discutir la afirmación de que hay una dicha auténtica e incomparable en el corazón humano y que puede experimentarse al desviar la atención de esas otras fuentes externas de “felicidad”. Y sin embargo, esta es la afirmación de todo gran maestro espiritual durante miles de años. Kabir, por ejemplo, dijo:
“No salgas de casa para ver las flores, amigo mío, no molestes en hacer ese viaje. Dentro de tu cuerpo hay flores. Cada flor tiene mil pétalos”.
Estas flores nos están esperando cuando tratamos de encontrar nuestra dicha. Esas flores con mil pétalos que encontró el héroe con mil caras, la Ilustración, que se considera algo pintoresco y poético por aquel periodismo que está atrapado desde la cabeza. Es algo que está en total desacuerdo con los propósitos del poder corporativo, que más allá de unas preocupaciones triviales sobre el estilo de vida y el estrés, no puede considerar.
Una tela de araña de “lineas rojas” espera a cualquiera que intente escribir de manera abierta y honesta desde dentro de este sistema.
Finalmente, ¿por qué tantos periodistas corporativos se sintieron obligados a desahogarse con este pequeño tweet de entre los miles que se publican? Un tweet de un sitio web que no tiene la capacidad de influir o perjudicar sus expectativas financieras. ¿Por qué se molestaron?
La respuesta sólo puede ser que los periodistas de los medios corporativos se sintieron atraídos por el consejo de Campbell, que dijo sobre tales personas:
“Sometidos al aburrimiento, el trabajo duro o la “cultura”, el sujeto pierde el poder de acción positiva y se convierte en una víctima. Su floreciente mundo se convierte en un páramo de piedras secas y su vida no tiene sentido, aunque, como el rey Minos, puede lograr un imperio de renombre a través de un titánico esfuerzo”. [6]
Un periodista metido en la maximización de beneficios y las “demandas del mercado” deja de sentir el deseo de “escribir lo que le gusta para inspirar e iluminar a otras personas”. ¿Escribe lo que le parece interesante, importante y más certero?
Pero, ¿qué periodista que tiene que luchar contra una hipoteca, el prestigio, las deudas universitarias de sus hijos, después de décadas trepando por la escala de su carrera, puede atreverse a pensar en términos de seguir su dicha? Parece una idea antipática porque desencadena un conflicto que es inmediato y obvio, y genera dolor.
¿Cómo descartar de manera segura todo este problema? Al indignase con ese consejo final mediante expresiones como: ¡Darlo gratis!, ¡Imposible!, ¡Absurdo! ¡Siembra la división de clases! Por lo tanto, hay que rechazar todas estas “tonterías” y regresar al acomodo y conformidad.
La clave, la pista, radica en la pasión que ponen en este rechazo, en los cientos de tuits histéricos. Después de todo, si fueran tonterías de descartarían con frialdad. Pero cuando algo provoca un conflicto interno, la energía se agota: “La dama protesta demasiado”. El caballero también.
A todos nuestros críticos de los medios corporativos que languidecen en las fétidas entrañas de los medios corporativos, les decimos:
“No vayas a los despachos de las Corporaciones a ver las flores, amigo mío, no te molestes en ese viaje. Dentro de tu cuerpo hay flores, flores con mil pétalos”.
Referencias:
-
Joseph Campbell with Bill Moyers, The Power of Myth, Doubleday, 1988, p.155.
-
Schopenhauer, Essays and Aphorisms, Penguin Books, 1981, p.199.
-
Ksemendra, Leaves of the Heaven Tree, Dharma Publishing, 1997, p.421.
-
Campbell, The Hero With A Thousand Faces, Fontana Press, 1949, p.59.
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