Ecomodernismo: El Papa contra el Progreso

Por Thomas Smith, 25 de junio de 2015

Dissident Voice

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A raíz de la reciente encíclica del Papa, Laudato Si, en la que hace un llamamiento a actuar contra el cambio climático y otros problemas ambientales, Mike Shellenberger y Ted Nordhaus del Instituto Breaktrough, con sede en Oakland, junto con Mark Lynas, autor de Las especies de Dios, han preparado una respuesta titulada “El Papa contra el progreso”. A este asunto en concreto quiero referirme en este artículo como una respuesta más amplia al proyecto general del Ecomodernismo, recientemente descrito es una publicación titulada Un Manifiesto Ecomodernista.

En primer lugar, esbozaré algunas dudas prácticas sobre esa mirada sesgada y revisionista de la historia, tratando de poner un poco de orden en esta forma de ecologismo, que en realidad no es tal. No nos hagamos ilusiones, el Ecomodernismo es una excusa para seguir por el mismo camino de la Civilización Tecnológica, arrastrando a ser humano al borde de un abismo. Cualquier pretensión de humanitarismo es dudosa, como intentaré demostrar al final de este artículo, y la respuesta a la Encíclica del Papa consiste, en realidad, en la propuesta de tres hombres ricos y privilegiados, blancos, que vienen a decirnos que la Modernidad Capitalista es la apoteosis de la existencia humana. Y no es así.

Voy a concluir con unas implicaciones más amplias de esa cosmovisión sustentada por los ecomodernistas. Se trata de un nivel de análisis más filosófico con el que los ecomodernistas pragmáticos se sienten incómodos, pero que espero sirva como crítica de su visión antropocéntrica y tecnocrática de la realidad.

Mito 1: “No fue el pecado de la codicia, sino más bien las aspiraciones a una vida mejor las que llevaron a países como Inglaterra, Estados Unidos, China o la India, a quemar grandes cantidades de carbón. Todos estos países trataron de sacar a millones de personas de la pobreza”.

Shellenberger, Nordhaus y Lynas utilizan una visión de color rosa desde el principio de su artículo, afirmando de forma sorprendente que los orígenes de la Revolución Industrial nada tienen que ver con el nacimiento de un Sistema capitalista y el apropiamiento de las riquezas de las colonias ( algo que queda meridianamente expresado en el libro del recientemente fallecido Eduardo Galeano, Las venas abiertas de América Latina) y obtener un provecho a cambio. Más bien, lo que ocurrió es que se forzó a la gente a abandonar las tierras comunales y trasladarse a ciudades contaminadas, trabajando largo horas en peligrosas fábricas, lo cual no se trata de ningún acto filantrópico para sacar a millones de personas de la pobreza.

Suponemos que esto hará sentirse mejor a los pobres de América Latina y de África al saber que los largos siglos de sufrimiento, de pobreza estructural y de opresión, fueron debidos a una buena causa de los países industrializados.

Dejando de lado el sarcasmo, el historiador Eric Williams ha dicho: “El Sistema colonial ha sido la columna vertebral del Capitalismo comercial de la era mercantil”. La máquina de vapor de James Watt fue un producto de este Sistema. Sobre Watt, Washington Alcott escribe: “Expresó su eterna gratitud a los dueños de los esclavos de las Indias Occidentales que financiaron directamente su famosa máquina de vapor. Este dinero le permitió pasar del diseño del tablero a la fábrica”. Hay otras conexiones, tanto directas como indirectas, pero la conclusión es cierta: el Capitalismo industrial no tenía ningún interés en sacar a la gente de la pobreza. Y de hecho, ¿por qué tendría que hacerlo?

Mito 2: “Mientras el Papa se lamenta de que se siga quemando carbón, petróleo y gas, no se da cuenta de que el consumo de estas fuentes de energía en los países en desarrollo es condición previa para la reducción de la pobreza. No parece comprender este hecho, o que las futuras emisiones de carbono se producirán en los países en desarrollo”.

Sin duda este será un motivo de discusión, el del futuro aumento de las emisiones de carbono, sin mencionar el aumento de la pobreza que esto podría conllevar, y de hecho algo que ya está ocurriendo, debido al estilo de vida de alto consumo de energía en Occidente. Este es una circunstancia destacada de la que Lynas, Nordhaus y Shellenberger prefieren no hablar, sobre todo porque no abordan las desigualdades del presente.

De todos modos, ¿realmente el consumo de energía es condición previa para la reducción de la pobreza? La Fe miope del Ecomodernismo en la capacidad de industrialización, de urbanización y un estilo de vida con alto consumo de energía para reducir los índices de pobreza, ignora las posibilidades de otras fuentes de energía que podrían evitar una mayor destrucción de la tierra.

Después de todo, si echamos un vistazo a lo que ha traído este estilo de vida de alto consumo de energía, tan admirado por los autores, es la huella que está dejando el hombre sobre el planeta ( sobre todo Occidente) que excede con mucho los límites del mismo.

Sin negar que pueda haber correlaciones entre el consumo de energía y la reducción de la pobreza, las limitaciones ecológicas en las que nos movemos nos lleva a preguntarnos qué es lo que motiva a los ecomodernistas a apoyar el estilo de vida Occidental, cuando, por ejemplo, el estado de Kerala en la India, que tiene los mismos índices de desarrollo que muchos de los llamados Estados desarrollados, con un estilo de vida de elevado consumo, sobre el que se dice en una destacada revista sobre el Desarrollo Mundial:

El PIB per cápita de Kerala… fue significativamente inferior a la media de la India y casi al mismo nivel que el de las naciones del África subsahariana durante los años 1950 a 1980, cuando este estado consiguió los mejores indicadores en educación y salud… Es importante tener en cuenta, que aun siendo una de los estados de la India con una posición preeminente, los niveles absolutos de desarrollo social en Kerala en 1947 eran muy bajos. Más de la mitad de la población era analfabeta. En 1930, un hombre de Travancore podía vivir una media de 29,5 años, sólo un par de años más que otro hombre de la India… Los sucesivos Gobiernos de los estados de Kerala, el Partido Comunista y el Partido del Congreso, dedicaron sus esfuerzos en la educación primaria y la atención básica sanitaria, atendiendo las necesidades de los más pobres Malayalis. Esto estableció un amplio contraste con otros estados de la India, donde los gastos en educación se dirigieron sobre todo a la educación secundaria y superior, que benefició a los estratos más altos de la sociedad que ya habían completado su educación básica”.

Mito 3: “Y continuando con la innovación agrícola podremos duplicar la producción de alimentos según las necesidades, pudiendo alimentar a 9500 millones de personas en 2015”.

Me gustaría hacer referencia al uso de la palabra necesidad por parte de estos autores. Como bien saben ellos, la tasa de producción de alimentos a nivel de alimentos ha superado la tasa de crecimiento de la población: producimos suficientes alimentos para satisfacer las demandas de la población mundial, y de la comida que se produce, se estima que casi la mitad se tira antes de llegar al consumidor. Si decidimos continuar con la Innovación Tecnológica agropecuaria, será una opción que tomemos, pero no vendrá impulsada por la necesidad.

El economista Amartya Sen ha dicho que la inseguridad alimentaria no se debe a la falta de alimentos, sino más bien a la desigual distribución de los alimentos disponibles. Por ejemplo, es el caso del millón de mis paisanos irlandeses que se vieron obligados a emigrar durante la Gran Hambruna de los años 1840, a pesar de vivir en un país en el que en ese momento exportaba abundante grano al exterior. La Gran Hambruna fue el resultado de los prejuicios y el Colonialismo, y el hecho de que mil millones de personas pasen hoy en día hambre se debe a factores similares, una realidad incómoda que los citados autores prefieren ignorar.

El quid de la Fe religiosa del Ecomodernismo es la innovación tecnológica. Carece de interés cualquier tipo de reforma que no se enfrenta al poder centralizado. Lo opuesto es más acertado. Este programa, a pesar de sus pretensiones de Progresía, está inherentemente anquilosado.

Tal vez los Ecomodernistas deben abandonar esa etiqueta que se ponen a sí mismos de Progresistas, ya que se utiliza muy a menudo y se pasan por alto detalles muy importantes. “Creemos en el crecimiento”, dicen los Ecomodernistas, por lo tanto somos Progresistas. “Nosotros buscamos un desarrollo sostenible, y un futuro decrecimiento”, respondo, por lo tanto somos nosotros los Progresistas. Usan el término pero carece de contenido.

Mito 4: “Una idea muy extendida entre los ecologistas es que, en lugar de más crecimiento económico, los más ricos deben distribuir su riqueza entre los pobres.

Dejando de lado que está práctica quizás no se produzca nunca, la economía no es una operación con resultado cero. De hecho, es en las naciones en desarrollo donde se está produciendo un rápido desarrollo económico e innovación tecnológica, a las que se pide reducir las emisiones de carbono a cero y erradicar la pobreza extrema”.

Otra estratagema utilizada por los Ecomodernistas es lo que definen como la realidad práctica. Sea lo que esto quiera decir, los Ecomodernistas dejan a un lado la redistribución.

El crecimiento económico, dicen a continuación, no es una operación con resultado igual a cero. Se hacen eco de la afirmación neoliberal de que “una marea que sube levanta todos los barcos”. Socialmente quizás sí estén en lo cierto… en un mundo ideal. Sin embargo, su creencia de que escriben las cosas dentro de la realidad práctica vuelve a perderlos. Si se descarta la redistribución de la riqueza, dan por sentado que el crecimiento económico será en beneficio de los pobres, una pretensión casi mágica. La historia de nuestra sociedad muestra precisamente lo contrario. Como Oxfam viene diciendo con claridad, la riqueza del 1% más rico pronto superará la riqueza del resto del mundo. Ya poseen el 48% de esa cifra y se prevé un aumento del 54% en 2020. En Estados Unidos, según el Wall Street Journal, el 95% del aumento de la riqueza entre 2009 y 2012 fue a parar al 1% más rico, algo cada vez más extendido en todo el mundo. Siete de cada diez personas viven en países donde la desigualdad económica ha crecido en los últimos 30 años.

Si esto no es un robo, una apropiación a todas luces de la riqueza de todos. Y los Ecomodernistas prefieren esperar a ver qué sucede.

Hay algo que no cuadra para los Ecomodernistas cuando dicen que la Economía no es una operación con resultado igual a cero, desde el punto de vista ecológico. Una marea que sube, efectivamente, puede levantar barcos ( aunque como hemos visto anteriormente quizás eso no sea cierto), pero hay una marea creciente, como también sabemos, que por el contrario ahoga a países como Bangladesh y otros muchos.

Su Fe, como supuesto ecologistas, es un futuro basado en el eterno crecimiento económico ajeno a cualquier impacto ecológico. Una visión de un futuro tecnoutópico, retratado en la Curva de Kuznets, que viene a decir que, a medida que aumentan los ingresos, la gente puede empezar a preocuparse de su entorno, por lo que los impactos ambientales son menores. Por desgracia esta Fe está basada en la nada, sin ninguna evidencia de que la Curva de Kuznets se dé quizás excepto a nivel local, y tampoco hay ninguna evidencia de que no exista un estrecho vínculo entre crecimiento económico e impacto ecológico, ninguna.

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Puede haber habido alguna evidencia ocasional de disociación relativa, pero una disociación absoluta sólo se da en el cuento de hadas de los Ecomodernistas. E incluso esa disociación relativa es muy tenue, y sólo se ha dado en el caso de la subcontratación en terceros países, como China por ejemplo, de Industrias con un elevado gasto energético. Esto no quiere decir que si se subcontratase con empresas del Norte no habría espacio para que los países del Sur no pudieran seguir con el crecimiento de su Economía. Hay bastantes hombres blancos como para dictar qué economías deben prevalecer a nivel mundial. Sin embargo, su Fe en el crecimiento, de lo que siempre hacen gala los Ecomodernistas, es algo inadecuado para hacer frente a los desafíos a los que nos enfrentamos.

Mito 5: “El progreso industrial vs. distopía agraria: un selectivo olvido de la mayor parte de la historia humana”.

En otros textos el fundador del Instituto Breakthrough, Mike Shellenberger, habla de la agricultura de subsistencia, aunque sabemos de la caricatura que trata de configurar, diciendo: “¿Realmente se trata de la mejor forma de encontrar una armonía con la naturaleza?”.

Quien no esté familiarizado con el tono sarcástico de los Ecomodernistas, quizás no se dé cuenta de que tratan de hacernos creer que el movimiento ecologista arrastra una idealización del mundo agrario y de la vida de los pequeños campesinos.

Acusan así de románticos a los ecologistas, de modo que los Ecomodernistas dan la vuelta a esta visión mirando hacia el futuro con los cristales de color de rosa del Tecnoutopismo y su Fe en la Tecnología (desechando la ley de consecuencias imprevistas y la Paradoja de Jevons). Tienen una profunda aversión a esa idea de que un supuesto regreso a estados anteriores a la Revolución Industrial podría suponer la salvación de la Humanidad.

ecomodernismo2Los Ecomodernistas, en última instancia, tienen una idea muy anticuada del progreso social y suponen que antes de la era Moderna, como postuló Thomas Hobbes, la vida era solitaria, pobre, desagradable, brutal y corta.

Sin idealizar, como apuntan los más recientes estudios antropológicos, la Arqueología y otras ciencias sociales, hay pruebas de que la existencia precivilizada era todo lo contrario de solitaria ( el ser humano es una criatura profundamente social que vivió en comunidad y con un cierto igualitarismo) y brutal ( el ex profesor de Antropología Marshall Sahlins, ha hablado de los cazadores-recolectores como una sociedad de la “abundancia inicial” y que hacía frente a la variabilidad ambiental. Muchos estudios que hablan de la violencia en esta etapa previa de la civilización están desacreditados, como los del antropólogo Napoleón Chagnon, que pinta a los primeros hombres armados de machetes y se atreve a otras transgresiones éticas). No hay que olvidar que el siglo XX ha sido uno de los más sangrientos de la historia humana, y,como ha señalado Zigmunt Bauman, con la ayuda de las burocracias tecnológicas. En cuanto a lo de que era corta, como decía Thomas Hobbes, es una cuestión compleja y sobre la que se ha hablado mucho. Lo cierto es que la vida de los campesinos se ha visto empañada por enfermedades crónicas y una vida muy corta, quizás en mayor medida que la de los cazadores-recolectores. Marcos Nathan Cohen es un científico que ha escrito sobre los efectos negativos en la salud de la Civilización, cosa de la que nunca hemos oído hablar a los Ecomodernistas.

Conclusión

La reescritura progresista y su pensamiento social sólo ha sido capaz de maquillar la historia, una propuesta demasiado débil y carente de profundidad. Sin embargo, los ecologistas no han respondido a este embate. Quizás en que muchos hayan sido barridos por la Fe en la Tecnología y un futuro mítico inteligente. La Fe en el progreso es un mito. Las sociedades no se desarrollan en sentido lineal, ni la Modernidad capitalista es el fin de la Historia. Algunas cosas pueden ser mejores y otras haber empeorado. No existen los universales.

Lo cierto es que nuestra Civilización se encuentra al borde del abismo, y de lo que el Capitalismo y los Ecomodernistas nada quieren oír. La Ley de las consecuencias no intencionadas, la paradoja de Jevons, la ausencia de evidencias para el cumplimiento de la Curva de Kuznets, todo ello son verdades incómodas que nos dan muestras de ello.

Los citados autores abogan por más de lo mismo: ningún interés por hacer de este mundo un lugar más igualitario frente a esta Civilización capitalista insostenible. Nada de permacultura, retorno al bien común, biorregionalismo, mejora de los hábitats, decrecimiento… Pero sobre todo, hace falta justicia social y un enfoque social que luche contra los privilegios y las jerarquías. Y para eso, hay que destapar las mentiras del Ecomodernismo.

Thomas Smith es estudiante de doctorado en el Departamento de Geografía y Desarrollo Sostenible en la Universidad de St. Andrews, Escocia, donde se estudian las implicaciones de la sostenibilidad y el bienestar de las nuevas formas de colaboración y retorno al bien común. Es cofundador de proyecto de permacultura y centro de aprendizaje sostenible en el oeste de Irlanda. Colaborador ocasional de la revista Permacultura.

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Procedencia del artículo:

http://dissidentvoice.org/2015/06/the-ecomodernist-myth/#more-58907

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