Por Robert Inkalesh, 28 de marzo de 2025

La decisión del presidente Donald Trump de hacer públicos los archivos del asesinato de JFK, anteriormente clasificados, ha puesto a los expertos conservadores proisraelíes en modo de control de daños, ya que se vuelve a cuestionar un posible interés israelí en el asesinato del trigésimo quinto presidente de Estados Unidos.
El 18 de marzo, los Archivos Nacionales publicaron más de 63 000 páginas relacionadas con el asesinato del presidente John F. Kennedy, tras una orden ejecutiva de Trump. Aunque muy censurada y aún incompleta, la publicación ha renovado el interés público por los acontecimientos que culminaron con la muerte del presidente en Dallas el 22 de noviembre de 1963. Aún no ha surgido ninguna prueba definitiva que confirme las teorías alternativas sobre quién fue el responsable, y esa falta de conclusión solo ha contribuido a estimular sospechas que llevan coleando desde hace décadas.
En los casi 62 años transcurridos desde el asesinato, han circulado innumerables teorías. Las más destacadas siguen implicando a la CIA. Sin embargo, recientemente la atención se ha desplazado hacia posibles motivos que involucrarían a la inteligencia israelí, lo que plantea cuestiones políticamente delicadas, especialmente en la derecha estadounidense.
Fracturas de la derecha estadounidense
Uno de los primeros en responder fue el comentarista conservador Ben Shapiro, un defensor incansable de todo lo relacionado con Israel. En su programa de entrevistas, Shapiro desestimó el renovado interés en el papel potencial de Israel, afirmando:
No me importa quién mató a JFK —quiero decir, sí me importa porque es un tema interesante— pero me di cuenta de que el calendario dice 2025 y él fue asesinado en 1963».
Continuó sugiriendo que cualquier especulación sobre la participación de Israel está motivada por el antisemitismo.
Doblando la apuesta, Shapiro escribió una columna el 19 de marzo de 2025 titulada «¿Realmente importa quién disparó a John F. Kennedy?». El columnista sindicado pronto vio cómo su trabajo era recogido y republicado incluso por los periódicos locales más pequeños de Estados Unidos, a veces con titulares modificados. Aunque reconoció que alrededor del 65 % de los estadounidenses encuestados en 2023 creían que Lee Harvey Oswald no actuó solo, Shapiro descartó de plano las teorías alternativas. Atribuyó el escepticismo del público no a pruebas sin resolver, sino a lo que él enmarcó como una desconfianza generalizada y creciente hacia el gobierno.
Irónicamente, en lugar de calmar la discusión, los comentarios de Shapiro parecen haber intensificado el interés, especialmente entre los conservadores que se han vuelto cada vez más críticos con el apoyo de Estados Unidos a Israel. Ese cambio refleja tendencias más amplias en todo el espectro político a medida que la opinión pública continúa agriándose en la relación entre Estados Unidos e Israel.
Candace Owens, una expresentadora de Daily Wire que, según los informes, ha eclipsado a su excolega Shapiro en audiencia mensual desde que se independizó, es una de las figuras más elocuentes que impulsan esa narrativa. Owens ha dedicado varios episodios de su programa a los archivos Kennedy y a los agravios históricos de Israel con el presidente, apareciendo en otras plataformas prominentes de derechas para ampliar el debate.
En lugar de aceptar las pruebas, los grupos de defensa proisraelíes han tratado de desacreditar la teoría asociándola con el antisemitismo. Al equiparar toda discusión sobre los motivos israelíes con el discurso del odio, argumentan los críticos, estos grupos están eludiendo la esencia del debate y contribuyendo a aumentar la curiosidad sobre las mismas afirmaciones que pretenden silenciar.
Archivos JFK: La conexión israelí
Las teorías que alegan la participación de Israel en el asesinato de Kennedy no son nuevas, pero han ganado fuerza en los últimos años. En 2004, el denunciante nuclear israelí Mordechai Vanunu, que cumplió 18 años de prisión por revelar el programa secreto de armas de Israel, respaldó públicamente la teoría. Cuatro años después, en 2008, el líder libio Muammar Gaddafi llamó la atención internacional sobre la teoría, ampliando aún más su alcance.
Un comunicado de 2016 del Archivo de Seguridad Nacional reveló que Kennedy había expresado profundas preocupaciones sobre los esfuerzos del primer ministro israelí David Ben-Gurion para adquirir armas nucleares. El presidente de EE. UU. sospechaba que la negativa de Israel a permitir inspecciones en la instalación nuclear de Dimona era una cortina de humo diseñada para ocultar un programa secreto de armas, un asunto que ha ganado legitimidad desde la publicación del último documento.
En 2023, otras revelaciones sugirieron que Kennedy había intentado enviar al físico ganador del Premio Nobel Isidor Rabi para inspeccionar el reactor de Dimona. Las comunicaciones indican que el viaje iba a ser facilitado a través del asesor legal del Departamento de Estado de EE. UU., Abram Chayes, y su homólogo israelí, Teddy Kollek. La iniciativa fue finalmente bloqueada por la parte israelí.
Quizás aún más reveladora es la orden de Kennedy al Departamento de Justicia de Estados Unidos de obligar al Consejo Sionista Americano (AZC), precursor del AIPAC, a registrarse en virtud de la Ley de Registro de Agentes Extranjeros (FARA). El AZC estaba financiado directamente por el gobierno israelí, y la insistencia de Kennedy en la transparencia alarmó a los funcionarios israelíes.
De acuerdo con la política estadounidense en vigor en aquel momento, Kennedy también instó a Israel a cumplir la Resolución 194 de la Asamblea General de las Naciones Unidas, que reclamaba el derecho al retorno de aproximadamente 750 000 palestinos desplazados entre 1947 y 1949. La presión de EE. UU. en este frente desempeñó un papel clave en la forma en que Israel posteriormente recalificó la expulsión de los palestinos, cambiando su narrativa para afirmar que se habían ido voluntariamente para evitar las obligaciones legales que implicaba la AGNU 194.
Los defensores de la teoría de la implicación israelí también señalan que Lyndon B. Johnson, que sucedió a Kennedy tras el asesinato, revirtió muchas de las políticas de su predecesor y se convirtió en uno de los aliados más firmes de Israel en la historia de Estados Unidos.
Si bien esta información proporciona un motivo claro y motivos razonables para cuestionar el papel de la inteligencia israelí en el asesinato de JFK, no hay pruebas concluyentes que impliquen a Israel en el asesinato en sí. Con archivos adicionales aún retenidos, existe la posibilidad de nuevas revelaciones, pero por el momento, la teoría sigue sin demostrarse.
Los escépticos del punto de vista israelí argumentan que la influencia de la nación en Washington a principios de la década de 1960 fue marginal en comparación con lo que se convertiría después de la Guerra de los Seis Días de 1967. Aun así, hay pruebas que sugieren que Israel ejerció una influencia considerable sobre el presidente Johnson, especialmente en el contexto del incidente del USS Liberty, durante el cual las fuerzas israelíes mataron a 34 marineros estadounidenses en un ataque muy controvertido.
Robert Inlakesh es analista político, periodista y director de documentales. Vive en Londres (Reino Unido), desde donde ha informado sobre los territorios palestinos ocupados. Presenta el programa Palestine Files. Director de Steal of the Century: Trump’s Palestine-Israel Catastrophe. Síguelo en Twitter: @falasteen47
——————–