Cibercomando del Pentágono: internet como arma ofensiva


por Tom Burghardt / 19 de abril 2010

Cuando el Secretario de Defensa de los EE.UU lanzó el Cibercomando (CYBERCOM) en junio pasado, que se define como un “comando unificado subordinado” al Comando Estratégico de los EE.UU (STRATCOM), “debía ser capaz de sincronizar las acciones bélicas relacionadas con la seguridad mundial, así como prestar apoyo a las autoridades civiles y los socios internacionales.”


Como ya se dijo en Antifascist Calling, Gates eligió al teniente general Keith Alexander, actual Director de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA), para llevar la nueva entidad del Departamento de Defensa. Esta agencia tendrá su sede en Ft. Meade, Maryland, donde también se encuentra la sede de la NSA, de modo que este general dirigirá las dos organizaciones.

STRATCOM es la organización sucesora del Comando Aéreo Estratégico (SAC). STRATCOM incluye operaciones espaciales (satélites militares), guerra de información, defensa antimisiles, comando y control global, inteligencia, vigilancia y reconocimiento (ISR), así como ataques globales y disuasión estratégica y control del arsenal nuclear de EE.UU.

La designación de una sucursal de Stratcom, CYBERCOM, respalda una actitud agresiva. Una organización que unifica todas las operaciones cibermilitares bajo un mismo techo. CYBERCOM desarrollará tecnologías para la fuerza aérea según los “efectos D5”: engañar, negar, interrumpir, degradar y destruir.

Aparentemente se trata de poner en marcha redes militares que protejan de los ataques maliciosos, pero la naturaleza ofensiva de estos comandos se recalca por el empleo de ciberoperarios del Stratcom. El plan del Pentágono es la de desplegar ciberarmas contra los adversarios del imperialismo.

Este es un sector en crecimiento dentro del Complejo Militar Industrial y de Seguridad, el mercado de la ciberguerra, de modo que el Pentágono ha desplazado su capacidad ofensiva desde los recursos empleados durante la Guerra Fría a este nuevo teatro de operaciones

En asociación con Stratcom, las Fuerzas Armadas y la Asociación de Electrónica (AFCEA), celebrarán un Simposio sobre el ciberespacio, del 26 al 27 de mayo de 2010, en Omaha, Nebraska.

Allí estarán los pesos pesados de la defensa y de la seguridad mundial, tales como Lokheed Martin, HP, Booz Allen Hamilton, CACI, Cisco, CSC, General Dynamics, QinetiQ, Raytheon y la espeluznante MITRE Corporation. El simposio pretende fomentar la “innovación y la colaboración entre el sector privado y el gobierno para profundizar en los complicados temas cibernéticos.” Los proveedores del Ministerio de Defensa presentarán sus soluciones para el ciberespacio y las cuestiones de la guerra cibernética.”

Durante las audiencias previas antes de su presentación al Comité de Servicios Armados del Senado (SASC), el 15 de abril, el testimonio de Alexander fue muy concreto: “…el comando no basa sus esfuerzos en la militarización del ciberespacio, sino que se trata de preservar la integridad de los sistemas militares de información crítica… Se va a operar dentro del marco legal, política y de autoridad. También se tendrán en cuenta las lagunas legales que nos impidan conseguir los objetivos nacionales propuestos, de modo que sean plenamente ejecutados.”

Lo que se denomina “objetivos nacionales” no se sabe y cómo podrían ser “ejecutados” tampoco, no se hace pública esta información, pero puede deducirse que por la gran cantidad de documentos y declaraciones de los principales promotores de la ciberguerra.

A pesar de que pudiera parecer lo contrario, CYBERCOM representa lo que desde hace mucho tiempo pretende el Pentágono, militarizar el ciberespacio como parte de la llamada “Revolución en Asuntos Militares” y transformar internet en un arma ofensiva para librar guerras de agresión.

«Ciudades en Off»

Si bien no sabemos cómo se desplegarán los activos del Pentágono, estamos seguros de que su potencial destructivo será de largo alcance. CYBERCOM posee la capacidad de infligir un daño irreparable y catastróficas consecuencias en las infraestructuras civiles, en las redes eléctricas, en los sistemas de almacenamiento de agua, las instituciones financieras, centros de transporte y redes de telecomunicaciones, todo muy vulnerable.

El potencial de destrucción contra las ciudades y la vida social en general ha aumentado a medida que dependemos cada vez más de infraestructuras más complejas. La mayoría de las redes que mantienen la vida social, en particular en los países que EE.UU puede considerar como adversarios, serían susceptibles de tales ataques.

En las ciudades densamente pobladas de África, Asia, América Latina y Oriente Medio, un pequeño número de ataques dirigidos contra los centros críticos de las infraestructuras podrían causar el colapso de toda la red. Aunque también el Pentágono ha situado diferente armas que también son capaces de lograr el mismo efecto.

El National Journal informó en noviembre que en mayo de 2007 “había autorizado el presidente Bush a la Agencia de Seguridad Nacional, con sede en Fort Meade, Maryland, a poner en marcha los mecanismos de ataque contra enemigos situados a miles de kilómetros de distancia, sin disparar una sola bala ni dejar caer una bomba.”

El periodista de investigación Shane Harris, el Director de la Inteligencia Nacional, Mike McConnell, solicitó y recibió la orden del presidente Bush para realizar un ataque cibernético contra “ los teléfonos móviles y las computadoras que los insurgentes de Irak usaban en las bombas colocadas en las carreteras.”

Mientras que los medios corporativos, el Pentágono y las compañías de seguridad intentan conseguir miles de millones de dólares en base a la exageración de las amenazas de la ciberguerra a los crédulos congresistas y al público, el Departamento “ya está calculando sus fuerzas”, según dice Harris.

Bob Gorley, jefe de tecnología de la Defense Intelligence Agency, dijo: “Tenemos militares de EE.UU en el ciberespacio que emplean sus tecnologías y medios en el exterior…. viven en las redes del adversario.”

Si bien la posibilidad de una interrupción temporal del servicio puede producirse en las ciudades modernas, un ataque dirigido para intentar un malfuncionamiento del sistema de forma generalizada, transformaría, según dice el geógrafo y crítico social Sthen Graham, los grandes edificios y la infraestructuras en “una basura inútil”.

En un libro recién publicado, Cities Under Siege, Graham analiza los efectos de la post-Guerra Fría en EE.UU: campañas de bombardeos aéreos de la OTAN en Irak, Afganistán y la ex Yugoslavia, como instrumentos monstruosos diseñados para infligir el máximo daño a la población civil y así obligarlos a abandonar su resistencia contra la potencia imperialista: EE.UU.

Lo mismo puede decirse de America’s “stationary aircraft carrier” en oriente Medio, Israel, durante su campaña de bombardeos asesinos y la invasión terrestre de Gaza en 2008-2009, que atacó de forma indiscriminada las infraestructuras civiles, reduciéndolas a escombros.

“Los efectos de la des-electrificación urbana”, dice Graham que “son más horribles y más prosaicos: la muerte masiva de niños, los débiles, enfermos, ancianos, durante prolongados periodos de tiempo, en los que hay un colapso de la red de distribución de agua, del saneamiento, y las transmisión de enfermedades puede acelerarse. No es de extrañar que esta estrategia se haya llamado “guerra contra la salud pública”, lo que equivale a “pongo la bomba ahora y mueres más tarde.”

Aunque los críticos como James Der Derian (ver: La guerra virtuosa) señalan que “las nuevas formas de control y gobierno” son posibles gracias a los sistemas modernos de vigilancia y de “la velocidad de interconexión del ordenador” permite… pasar del campo de batalla geopolítico al electromagnético, el caso es justamente al revés.

La búsqueda de una alta tecnología “limpia”, esconde por lo bajo una guerra siniestra. Los cibercomandos se han puesto en marcha para ofrecer los medios que permitan a los EE.UU dejar las ciudades a su voluntad, de modo que se convierta en un instrumento de dominación económico-política.

En este sentido el campo electromagnético se hace agente de la geopolítica, o como nos recuerda Guy Debord en La sociedad del espectáculo: “La actual destrucción de la ciudad es motivo de reflexión, un fracaso más de la humanidad, subordinando la economía a la conciencia histórica, mostrando la incapacidad de la sociedad para unificar y reapropiarse de las competencias que han ido abandonando.”

Parte de esa alienación “reside en la naturaleza quimérica de la búsqueda del imperialismo de balas de plata en la alta tecnología” para asegurar su continuo dominio del planeta, a pesar de la evidencia de que esto produciría una debacle a cámara lenta y el colapso de la economía capitalista. A pesar de la “baja tecnología” de la resistencia de los pueblos de Irak, Palestina y Afganistán, nuestros gobernantes seguirán derrochando miles de millones de dólares en tales armas para evitar “su cita con la historia.”

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