Anarquistas por la paz

por William T. Hathaway / 02 de febrero 2011

Matar a un talibán le cuesta a los Estados Unidos 50 millones de dólares, pero cuando el muerto se convierte en un héroe y mártir otros le vienen a reemplazar, por lo que el número de talibanes está creciendo. En Irak el terrorismo desatado por la invasión continúa sin cesar, sin que los mercenarios y soldados locales sean incapaces de detenerlo, cuando antes tampoco fueron capaces de hacerlo los propios soldados estadounidenses. Sin embargo, la guerra continúa, y el premio Nobel de la Paz, Obama, se ha transformado en un presidente de la guerra. Estamos atrapados en una guerra sin fin.

Para salir de esta trampa mortal, los anarquistas han recurrido a tácticas radicales. Han ido más allá de las manifestaciones y peticiones, ejerciendo la acción directa, desafiando las leyes del Gobierno y obstaculizando su capacidad de asesinato en masa. Algunos de ellos se han convertido en insurgentes, ayudando a los soldados a desertar, destruyendo los sistemas informáticos, destrozando las oficinas de reclutamiento, quemando el material militar, aplicando el sabotaje. Como defensores de la paz, están desafiando la Ley Patriótica y realizando un trabajo subterráneo mediante células secretas para socavar el imperio militar de los Estados Unidos. Están convencidos de que la única manera de lograr la paz es actuar contra el sistema.

Se cuentan estas experiencias por primera vez en un nuevo libro, Paz Radical: el pueblo rechaza la guerra, que acaba de publicar Trine Day. Noam Chomsky dice de él que es “un libro que capta tales complejidades y profundidades de la existencia humana, incluso más allá del mensaje inmediato”.

Se dan los perfiles de varios saboteadores: Camionero es el nombre clave de un hombre que quema los vehículos militares. Percibe estos sabotajes como no violentos, porque no hace daño a los seres humanos, sólo a las cosas. Dice: “ Es así porque nuestra cultura basada en la propiedad privada cree ver en la destrucción de máquinas de guerra un hecho violento. Lo que hago es privar a los militares de sus instrumentos de violencia. Disminuyo su capacidad de dañar a la gente. Desde que se niegan a desarmarse, yo lo hago por ellos. Nunca prendería fuego a un edificio, porque alguien puede encontrarse dentro. Incluso miro dentro de los camiones para asegurarme de que nadie se encuentra allí”.

Paz Radical también ofrece el perfil de un portero que ha destruido los ordenadores de un contratista de armas con un aumento de la tensión eléctrica: “ Estoy seguro de que el trabajo y los equipos destruidos han hecho retroceder los esfuerzos en favor de la guerra… y estoy esperando el aumento y llegada de la paz”.

Una estudiante universitario relata cómo arrojó una piedra a través de la ventana de un centro de reclutamiento del ejército después de que un amigo suyo regresase paralizado de la guerra de Irak. Planea hacerlo de nuevo, pero dice : “ No le tiro la piedra al reclutador, no tengo nada en contra de él como persona”.

Otros insurgentes están cortando cables del teléfono y eléctricos de las oficinas de reclutamiento, dañando sus neumáticos, pintando sobre las vallas publicitarias. En las Universidades están criticando los proyectos de investigación militar y las oficinas de ROTC: robo de correspondencia, pegamento en las cerraduras de las puertas, intrusiones en los ordenadores. Otro arrojó un tronco bajo las ruedas de un tres que transportaba armas, descarrilando, pero tuvo la precaución de hacerlo en medio del tren para que nadie resultase herido.

Los anarquistas que aparecen en el libro están de acuerdo en que la resistencia tiene que ser violenta, lo que no significa producir daños a las personas. Colocar bombas o quemar edificios donde pudiera haber gente no sirve de nada. Sólo sería reproducir la misma mentalidad de lo que estamos intentado cambiar.

En lugar de romper ventanas o quemar automóviles al azar, se dirigen directamente a la instituciones que apoyan o se benefician de la guerra. Su objetivo es hacer de la guerra algo tan caro que no pueda continuar. Con pocos actos no se podrá conseguir, pero sí con miles de ellos. Los recursos de las empresas y del Gobierno son limitados. Los impuestos y el déficit son tan altos que están paralizando la economía. Cada dólar que el Gobierno tiene que emplear en resolver los problemas de casa es un dólar menos para matar gente fuera.

Los militares creen que las acciones directas como éstas no son un sustituto de las organizaciones tradicionales, pero en situaciones críticas como la actual puede ser un recurso complementario. Con el sabotaje no se va a construir una nueva sociedad, pero puede contribuir a debilitar el viejo sistema para que uno nuevo se pueda construir.

Capítulos de Paz Radical se publican en esta web: http://media.trineday.com/radicalpeace

William T. Hathaway: Un Mundo de dolor ( Premio de la Fundación Rinehart); CD-Ring y Nieve de verano. Es profesor adjunto de Estudios Estadounidenses en la Universidad de Oldenburg en Alemania.



http://dissidentvoice.org/2011/02/anarchists-for-peace/