Por Robert Parry, 12 de octubre de 2014
«Matar al mensajero» narra la historia del periodista Gary Webb que destapó el escándalo de la financiación de la Contra nicaragüense en los años 1990, viendo cómo era destruida su vida por los medios de comunicación. La pregunta que nos hacemos ahora es: ¿Los principales medios de comunicación seguirán encubriendo esta parte del sórdido legado de Reagan o finalmente decidirán publicar la verdad?
La reacción de los principales medios de comunicación ante la película “Matar al mensajero” ha sido más bien tibia, cosa que no ha de sorprendernos dado que aparecen como los villanos, aplastandoal periodista Gary Webb cuando destapó el escándalo de la Contra nicaragüense y el tráfico de cocaína a mediados de los años 1990, después de que los principales periódicos pensasen que todo había quedado bien enterrado en la década de 1980.
No es que la película no tenga otros villanos: traficantes de droga y los Hombres de Negro, los agentes del Gobierno, pero al menos los señores de la droga muestran un poco de humanidad e incluso de honestidad al describir cómo se introducen en el Contrabando de drogas y comparten los ingresos con la Contra nicaragüense, muy queridos por el presidente Ronald Reagan, a los que llamó “luchadores por la libertad”.
Al Contrario, los ejecutivos de los grandes periódicos, como los del Washington Post y Los Angeles Times, son retratados como arribistas sin alma decididos a mantener sus cordiales relaciones con la oficina de prensa de la CIA, mostrando su incapacidad para informar de este escándalo que se estuvo fraguando durante la década de 1980.
Luego, en la década de 1990, arremetieron Contra Webb por sus supuestas imperfecciones en sus reportajes de investigación, más que en los funcionarios del Gobierno de Estados Unidos que toleraban y protegían el tráfico de drogas como fuente de financiación de la Contra, parte de la cruzada de la Guerra Fría de Reagan.
También se muestra la cobardía de los editores del San Jose Mercury News, que se encogieron ante la acometida de los principales medios de comunicación y la crucifixión de un periodista de su casa, y todo por el pecado de desafiar el relato convencional de los medios de comunicación.
Ese es el poder de los grandes medios de comunicación, el pensamiento de grupo, ante el que no cabe ningún tipo de duda. De hecho, el caso de la Contra nicaragüense ya se vislumbraba de forma concluyente en 1985, cuando Brian Barger y yo escribimos el primer artículo sobre el escándalo que publicaría la AP (Associated Press). Obtuvimos la información de dos docenas de personas bien informadas, incluyendo a personas de la Contra, partidarios de la Contra y fuentes del Gobierno de Estados Unidos, la Administración de Control de Drogas, y personal del Consejo de Seguridad Nacional, incluyendo a Reagan.
Pero la Administración Reagan no quería reconocer esta verdad incómoda, sabiendo que se hundiría el apoyo a la Contra, que luchaba contra el gobierno sandinista de Nicaragua. Así que después de la publicación del artículo por parte de la AP, la hábil propaganda del Presidente Reagan montó en contraofensiva, encontrando ayuda en los editores y periodistas del New York Times, The Washington Post y otros importantes medios de comunicación.
Los principales medios de comunicación trataron en la década de 1980 el escándalo de la financiación de la contra como una “teoría conspirativa”, cuando en realidad era una conspiración muy real. La actitud petulante y burlona de los medios de comunicación continuó, a pesar de que la valiente investigación encabezada por el senador John Kerry, en 1989, confirmando lo que decía el artículo publicado por la AP. Newsweek denominó a Kerry “un cachondo experto en conspiraciones”.
Este tratamiento desdeñoso del escándalo se mantuvo incluso durante el juicio contra el general Manuel Noriega de Panamá en 1991, cuando el Gobierno de Estados Unidos llamó a testigos que implicaron tanto a Noriega como a la Contra en el tráfico de cocaína.
El poder del Pensamiento de Grupo
Lo que estábamos viendo era el poder emergente de los grandes medios de comunicación, el Pensamiento de Grupo, impulsado por la conformidad y el arribismo, resistentes a los hechos y a la lógica. Una vez que las personas oficialmente inteligentes de Washington llegaban a una conclusión, no importa lo equivocadas que estuviesen, se defendía en todas partes, ya que ninguna de estas influyentes personas admitirían el error.
Con esto se topó Gary Webb en 1996, cuando sacó a relucir el escándalo de la Contra y el tráfico de cocaína, centrándose en la devastación producida por la venta de la cocaína en forma de crack. Sin embargo, a pesar de admitir los grandes periódicos que habían evitado informar de una historia tan importante, y que en realidad habían ayudado a encubrir, reconocían que su publicación sería devastadora dada su situación.
Así que optaron por minimizar el impacto de los artículos de Webb y se cebaron con él para destruirlo personalmente, que es lo que hicieron los grandes periódicos y lo que “Matar al mensajero” quiere representar. La pregunta que nos hacemos hoy en día: ¿Cómo reaccionarán los principales medios de comunicación ante esta segunda denuncia del escándalo de la Contra y la cocaína?
De las críticas de cine que he leído, algunas son respetuosas, incluyendo la de Los Angeles Times, donde Kenneth Turan escribe: “La historia de Webb está relacionada con la publicación de una serie de artículos… en los que contaba unos hechos todavía hoy en día controvertidos y que muchas personas no querrán oír: que la CIA hizo causa común con los traficantes de droga de Centroamérica y que el dinero resultante de la venta de droga en Estados Unidos servía para financiar y armar a la Contra nicaragüense.
A pesar de ser confirmado por la propia CIA unos años más tarde y que esta conexión existía, los periodistas siguen discutiendo si Webb se excedió en sus artículos”.
Una persona normal se preguntará que por qué si la propia Agencia ha admitido los hechos, que colaboraba con los traficantes de drogas, los periodistas siguen debatiendo si Webb se pudo haber extralimitado ( aunque en realidad subestimó el problema). Habría que decir que quizás el bosque no les deja ver los árboles.
¿Qué tipo de periodista es ése que se obsesiona por diseccionar la obra de otro periodista, mientras que el Gobierno de Estados Unidos se demuestra es cómplice del tráfico de drogas?
Turan continúa diciendo que el mismo extraño patrón apareció en 1996 con la publicación de los artículos de Gary Webb: “Lo que nadie cuenta es que el establishment periodístico, incluyendo periódicos de primera línea como Los Angeles Times, intentase desacreditar los artículos de Webb. El resto de periódicos cuestionaron las partes más oscuras de los artículos de Webb, demostrando lo que alguien le dijo a Webb: “Recibes más fuego antiaéreo cuando estás justo sobre el objetivo”.
Continúan las burlas
Sin embargo, continuó el tono sarcástico de la mayoría de las opiniones, incluidas las del New York Times y The Washington Post, persiguiéndolo hasta el año 1997. Se suicidó en 2004. Por ejemplo, en un artículo publicado en el suplemento del fin de semana, titulado “Siguiendo con la historia de Webb”, se decía: “Esta es mi historia y peleo por ella”.
El comentario de Michael O’Sullivan decía: “Inspirado en la historia real de Gary Webb, el reportero del San Jose Mercury News, conocido por una serie de controvertidos artículos en los que sugiere un vínculo entre la CIA, la epidemia de crack en California y la Contra nicaragüense, un drama recalentado que empieza y termina con insinuaciones. En medio, una generosa capa de más insinuaciones”.
Es decir, las acusaciones que han sido incluso reconocidas por la CIA, eran controvertidas y llenas de insinuaciones y más insinuaciones.
Del mismo modo, la crítica del New York Times firmada por Manohla Dargis menospreciaba los artículos: “Dark Alliance de Webb puede ser técnicamente preciso, pero no establece las acusaciones fundamentales de la complicidad de Estados Unidos con la Contra y el tráfico de cocaína (algo que sin embargo David Carr del Times si tuvo la decencia de reconocer)”. (Ver Consortiumnews.com “La admisión tardía del NYT de la Contra-tráfico de cocaína”).
En un mundo diferente, los principales periódicos habrían aprovechado la oportunidad que les da “Matar al mensajero” para enmendar su comportamiento de la década de 1980, cuando aquel acto criminal pudo haber sido detenido, y luego por su escandalosa actuación en 1990 con la destrucción de la carrera y la vida de Gary Webb. Pero parece que los grandes periódicos pretenden esconderse bajo el ala y simular que nada malo hicieron.
Para aquellos que estén interesados en conocer más a fondo el escándalo de la Contra-tráfico de cocaína, he publicado un informe especial que detalla gran parte de lo que sabemos: Consortiumnews.com, “La sórdida saga de la Contra-Tráfico de Cocaína”
En cuanto a la película “Matar al mensajero” la pude ver la noche del pasado viernes con mi viejo colega de la AP Brian Barger, y los dos nos quedamos impresionados por la habilidad con que los cineastas explican una historia bastante complicada sobre drogas y política. La historia personal está contada con integridad y la interpretación de Jeremy Renner en el papel de Webb es convincente.
Hay, por supuesto, adornos de ficción con propósitos dramáticos, y me resultó un tanto raro que mi consejo de cautela a Webb antes de la publicación de Dark Alliance en 1996 se ponga en la ficción en boca de una persona del entorno del Kerry.
Pero es un asunto menor. Lo destacable de esta película es que se ha hecho. En las últimas tres décadas, muchos directores y guionistas han intentado contar la sórdida historia de la Contra y el tráfico de cocaína, pero todos han fracaso al intentar que les diesen luz verde a su proyecto.
En Hollywood se decía que tal película sería destrozada por los grandes medios de comunicación, al igual que lo fue la serie de artículos de Webb ( y antes lo fueron los artículos publicados en AP y el Informe de Kerry). Hasta ahora los grandes medios de comunicación dirigen sus balas contra “Matar al mensajero” confiando en sus sarcasmos y la presunción de que eso producirá sonrisas.
Quizás los grandes medios de comunicación asumen que se mantendrá la vieja tendencia y la película será pronto olvidada. O tal vez se produzca un cambio de paradigma, y se den cuenta de que su credibilidad hasta bajo mínimos (sobre todo después de su actuación en el asunto de las armas de destrucción masiva de Irak) y que están perdiendo su poder de dictar discursos falsos al pueblo estadounidense.
[Para saber más, pueden escuchar un debate entre Robert Parry y Gary Webb en 1996 sobre sus artículos. Haga clic aquí]
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Robert Parry sacó a la luz muchas de las informaciones sobre Irán-Contra en la década de 1980, publicando en Associated Press y Newsweek. Su último libro Neck Deep: The Disastrous Presidency of George W. Bush, escrito conjuntamente con sus dos hijos, Sam y Nat. Sus dos libros anteriores: Secrecy & Privilege: The Rise of the Bush Dynasty from Watergate to Iraq y Lost History: Contras, Cocaine, the Press & ‘Project Truth‘.
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Procedencia del artículo:
http://www.commondreams.org/views/2014/10/12/can-msm-handle-Contra-cocaine-truth