Por Graham Peebles, 9 de diciembre de 2016
La catástrofe ambiental causada por el hombre es una de las cuestiones más graves a las que se enfrenta la humanidad. Debiera ser prioridad de todos los Gobiernos, pero a pesar de los repetidos llamamientos de científicos, grupos ecologistas y ciudadanos interesados durante años, las políticas a corto plazo y los intereses económicos tienen prioridad sobre la integridad del planeta y la salud de la población.
Desigualdad ambiental
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), el aire contaminado es el mayor riesgo ambiental evitable para la salud, responsable de la muerte prematura de unas 6,5 millones de personas anualmente (11,6% de las muertes en todo el mundo), es decir, un promedio de seis personas cada minuto. A menos que se reduzca la cantidad de contaminantes emitidos a la atmósfera, el pronóstico es que el número de muertes se duplicará para el año 2050. La contaminación del aire en espacios interiores , principalmente procedente de las estufas que usan como combustible madera o estiércol en los países en vías de desarrollo, representa una cifra asombrosa: tres millones de muertes anuales.
Respirar, incluso dentro de la propia vivienda, se ha vuelto más peligroso que una mala alimentación, la falta de ejercicio o fumar tabaco.
Respirar aire tóxico se ha convertido en una pandemia mundial. Un reciente informe de la OMS sobre la calidad del aire, revela que el “92% de la población mundial vive en lugares donde los niveles de contaminación del aire superan los límites establecidos por la OMS”. Y aunque el aire contaminado afecta prácticamente a todo el mundo, casi dos de cada tres personas mueren por respirar el aire contaminado de las ciudades del sudeste de Asia y el Pacífico Occidental, incluida China, donde la contaminación del aire es responsable de las muertes de unas 4000 personas al día (1.600.000 personas al año), según un estudio del año 2015, debido a emisiones generadas por la quema de carbón para la producción de electricidad o para su uso en calefacción.
Es el hombre el responsable de esta crisis global, sin embargo, a pesar de las repetidas advertencias, poco se ha hecho y la situación sigue empeorando. Desde 2011, la contaminación atmosférica en todo el mundo ha aumentado un 8%, y con la actual obsesión por los combustibles fósiles la situación parece que va a empeorar, y con ello más muertes y serios problemas de salud. La mayoría de las muertes están causadas por la inhalación de partículas microscópicas, que provocan ataques cardíacos y accidentes cerebrovasculares, que representan el 75% de las muertes anuales. El cáncer de pulmón y las enfermedades respiratorias se encargan del resto.
Tal vez no es sorprendente que las personas más pobres del mundo sean las que más sufren los graves efectos de la contaminación del aire.
Además de la injusticia que supone la desigualdad social y económica, vivimos en un mundo de desigualdad ambiental. Un niño pobre que vive en una ciudad en un país en vías de desarrollo tiene hasta 10 veces más probabilidades de sufrir problemas de salud a largo plazo como resultado de respirar contaminado que un niño que vive en una nación rica industrializada.
Esta desigualdad en la calidad del aire sigue el mismo rastro que la desigualdad económica entre Norte-Sur, y revela que además de ser una cuestión de ámbito mundial de suma importancia, la contaminación atmosférica es una cuestión geopolítica agravada por un sistema en el que impera la Economía Neoliberal. Las gentes más pobres del mundo y las más vulnerables son las que sufren los peores efectos de la contaminación atmosférica, en los países donde la pobreza es generalizada, hay una inadecuada educación y unos pobres servicios de salud.
Aire envenenado
La contaminación del aire provoca una amplia gama de problemas de salud: además de enfermedades cardíacas y afecciones respiratorias, incluyendo el asma, que se ha convertido ahora en la enfermedad crónica más común en los niños, hay “fuertes evidencias de los efectos adversos de la contaminación del aire en las muertes infantiles y problemas durante el embarazo”, según una investigación de la Universidad Médica de Silesia en Varsovia, Polonia. Y como si todo esto no fuera ya de por sí una situación grave, en el año 2013 la OMS llegó a la conclusión de que el aire contaminado tiene el potencial de ser carcinógeno, es decir, que causa cáncer.
Los principales contaminantes que desencadenan todos estos problemas son de tres tipos: partículas finas (PM2.5); dióxido de nitrógeno (NO2), que es un gas sofocante y el ozono que se forma a nivel del suelo. Las partículas finas provienen de los gases que desprenden de los tubos de escape de los vehículos y de la quema de madera, el combustible de la calefacción y el carbón, así como de fenómenos naturales como las erupciones volcánicas. Las consecuencias de la presencia de estas partículas finas en el aire varían dependiendo de la temperatura y velocidad del viento. La peor situación se presenta en condiciones de temperaturas frías y ausencia de viento, lo que les permite agruparse. En cuanto al NO2, Plume Labs dice que “proviene de la combustión, (calefacción, generación de electricidad, motores de vehículos y embarcaciones); el 50% se produce por las emisiones de los vehículos”. El ozono a nivel del suelo es un componente principal del aire contaminado y se produce cuando los óxidos de nitrógeno (Nox) y los compuestos orgánicos volátiles (COV) (emisiones de la Industria y de los escapes del motor de los vehículos, las centrales térmicas, vapores de los combustibles y los disolventes químicos), interactúan con la luz solar.
La forma en que se producen estos venenos varía de un país a otro, pero abundan en todas las áreas densamente pobladas, donde hay un número elevado de vehículos a motor, así como centrales térmicas de carbón y refinerías. En el este de los Estados Unidos, Europa, Rusia y Asia Oriental, el número de muertes y enfermedades resultantes de la contaminación del aire se deben a las emisiones en la agricultura, principalmente por el óxido nitroso y el metano.
Los niños, los más afectados
Más del 50% de la población mundial viven ahora en ciudades. Se espera que para el año 2030 suponga el 65% de la población. Todas las ciudades sufren congestión del tráfico y todas están contaminadas, algunas más que otras. Las megaciudades asiáticas son las más contaminadas, y quizás no sorprenda que las ciudades de la India y Pakistán sean las más afectadas, ocupando las siete primeras posiciones dentro de las aglomeraciones urbanas con los niveles más alto de partículas finas de todo el mundo. La capital de la India, con 25 millones de habitantes, ocupa el primer puesto, y también es cierto que es el lugar más ruidoso de toda la orbe.
En un estudio sin precedentes entre 11.000 escolares de 36 escuelas de Delhi, se encontró que más de la mitad de los niños padecían daño pulmonar irreversible, además, “un 15% se quejaba de irritación ocular frecuente; un 27% de cefaleas frecuentes; un 11,2% de náuseas; un 7,2% de palpitaciones y el 12,9% de fatiga”. Y de acuerdo con la investigación llevada a cabo en Polonia, se descubrió que también se ve afectada la salud mental de los niños, con una gran cantidad de ellos con estrés y déficit de atención.
En todo el mundo la gente está sufriendo las consecuencias de respirar aire tóxico: en Mumbai, por ejemplo, respirar el aire de las caóticas calle equivaldría a fumarse medio paquete de cigarrillos al día; las muertes se multiplican por seis en los días calurosos de Atenas; y la megaciudad de México, una de las ciudades más contaminadas del mundo, ha sido calificada para los diplomáticos como puesto de especial dificultad debido a su aire malsano; en Nairobi, Kenia, los niveles de contaminación se sitúan entre 5 y 10 veces por encima de los niveles recomendados por la OMS, sufriendo la peor situación los barrios marginales, donde viven unos 3 millones de personas.
Londres es una de las ciudades más contaminadas de Europa, más limpia que París y Milán, pero más sucia que Berlín y Oslo. Casi 10.000 personas mueren al año en esta ciudad por la exposición a largo plazo al aire contaminado, que ahora se considera uno de los riesgos ambientales más letales de Gran Bretaña, donde morirían por esta causa unas 40.000 personas al año.
Y en los Estados Unidos, según un estudio de la Asociación Americana del Pulmón, más del 50% de la población está expuesta al aire contaminado, lo suficientemente tóxico como para provocar problemas de salud, siendo la ciudad de Los Ángeles una de las ciudades más contaminadas.
No importa dónde sea la contaminación del aire, los niños son los más vulnerables. Según la UNICEF, “esto se debe a que respiran con mayor rapidez que los adultos y la capa celular de los pulmones es más permeable a las partículas contaminantes”. Esta investigación encontró que 300 millones de niños viven en áreas del sur y el este de Asia donde la toxicidad del aire supera en más de 6 veces las directrices internacionales; otros 520 millones de niños que viven en el África subsahariana están expuestos a niveles de contaminación atmosférica por encima de los límites establecidos por la OMS. Este aire tóxico causa “daños duraderos en la salud y afecta al desarrollo cerebral de los niños”, h contribuye a “a la muerte de 600.000 niños al año”, más muertes que las provocadas por el paludismo y el VIH combinados.
La contaminación del aire no da lugar sólo a problemas de salud a corto plazo, sino que impide el desarrollo cognitivo del niño, afecta a su concentración y a su progreso académico. El estudio de Polonia afirma que “los niños que viven en barrios con graves problemas de contaminación del aire… tienen un menor cociente intelectual y una puntuación peor en las pruebas de memoria que los niños que bien en ambientes más limpios… Los efectos son aproximadamente equivalentes a los observados en niños cuyas madres fumaron 10 cigarrillos al día durante el embarazo”.
Contaminación del aire y deforestación
También se produce contaminación del aire por procesos naturales: tormentas de polvo e incendios forestales, de la digestión de los animales y de erupciones volcánicas.
Sin embargo, la quema de combustibles fósiles (centrales térmicas, refinerías, fábricas y emisiones de los vehículos a motor) es la principal causa.
La deforestación es otra de las causas. Las grandes selvas tropicales es nuestro gran pulmón, que aunque sólo cubre el 6% de la tierra produce el 40% del oxígeno del mundo. También capta el carbono. A medida que se reduce el número de árboles, disminuye la producción de oxígeno y la captura de carbono.
Si bien es cierto que la deforestación ha disminuido algo en los últimos 15 años, sin embargo en algunos países sigue produciéndose a un ritmo alarmante. La Organización para la Agricultura y la Alimentación de las Naciones Unidas (FAO) estima que se pierden unos 7,3 millones de hectáreas de bosques cada año (aproximadamente la extensión de 20 campos de fútbol cada minuto), de las cuales 5,3 millones corresponderían a selvas. La mitad de los bosques tropicales del mundo ya han sido aniquilados y si continúa el actual ritmo de destrucción, en 100 años, predice la FAO, no quedará nada. Brasil, Tailandia, el Congo, partes de Europa del Este e Indonesia, son lugares donde los bosques están siendo diezmados a mayor ritmo, sobre todo en Indonesia.
La razón principal por la cual los bosques están siendo destruidos es para convertir el suelo en terreno agrícola, un efecto de la superpoblación. Se desmontan los suelos para dar paso a terrenos urbanos. También media la deforestación ilegal, árboles cortados para ser utilizados como combustible.
La producción de papel es otra de las razones, papel que se utiliza sobre todo en los países desarrollados.. Hasta la mitad de la madera del mundo y el 70% del papel es consumido en Europa, Japón y los Estados Unidos. Sólo en los Estados Unidos, con sólo el 5% de la población mundial, utiliza el 30% de todo el papel, informa Rainforest Action Network. Una gran parte de este papel se utiliza en correo basura, unos 19 kilos por adulto y año, casi la mitad del cual se tira sin haberlo abierto.
Reutilice, reduzca, recicle
Si queremos reducir las muertes y los efectos perjudiciales en la salud provocados por respirar un aire contaminado, es evidente que necesitamos reemplazar los combustibles fósiles por fuentes de energía renovables más limpias y que simplifiquen nuestras vidas.
Además podemos hacer otras cosas para reducir los contaminantes: detener la destrucción de los bosques del mundo; instalar filtros en las chimeneas; reemplazar el transporte a gasolina y gasóleo por vehículos eléctricos o de hidrógeno; compartir el vehículo, mejorar el transporte público y reducir las tarifas del transporte público; fomentar el uso de la bicicleta.
Algunas de estas medidas deben ser consideradas por los Gobiernos, pero también pueden tomar medidas las personas, asumiendo una mayor responsabilidad social y ambiental: un modo de vida más sencillo, no verse impulsados por la insaciable necesidad de consumir. Todo esto es esencial. Y las conocidas tres erres: reducir, reutilizar y reciclar.
Del mismo modo que otros muchos de nuestros problemas, compartir puede desempeñar un papel importante en afrontar el problema de la contaminación del aire: compartir los recursos y la riqueza para reducir la pobreza y la desigualdad, así como compartir habilidades, conocimientos y tecnologías. Y el intercambio de información: hacer que la información sobre la contaminación del aire, los niveles a los que nos exponemos, sus riesgos, las causas, etc, se pusieran a disposición de la gente, lo cual aumentaría la visibilidad de un problema que pareciera no existir. Esto es algo particularmente necesario en los países en desarrollo, donde muchas de las personas afectadas no disponen de la información sobre los graves riegos para su salud. Las Agencias gubernamentales de todas partes recogen datos sobre contaminación del aire, que algunas publican y otras no, pero todas debieran hacerlo.
“La magnitud del peligro que representa la contaminación del aire es enorme”, afirma Anthony Lake, director ejecutivo de la UNICEF. “Ninguna sociedad puede permitirse el lujo de ignorar la contaminación del aire”. Es una cuestión que está causando un sufrimiento incalculable a millones de personas. La responsabilidad de nuestro bienestar depende de todos nosotros. Ahora es el momento de actuar y salvar la tierra que pisamos.
Graham Peebles es Director de The Create Trust, una organización del Reino Unido que apoya un cambio social radical y la defensa de los derechos humanos de aquellas personas con carencias graves. Puede visitar su sitio web.
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