Se recrudece la guerra contra los de abajo

por John Pilger / 21 de mayo 2010

La clase política británica piensa que el arreglo político al que han llegado tras las elecciones es la Democracia; sin embargo, nuestra inspiración debe ser Grecia. Entonces no es de extrañar que no conviertan a Grecia en un ejemplo, sino en algo no deseado: les está bien merecido por un tener un sector público hinchado y por su política de ajuste de gastos, como decía The Observer. La herejía de Grecia es que el levantamiento del pueblo proporciona una esperanza, a diferencia del prodigado señor de la Casa Blanca.

La crisis que ha llevado al rescato de Grecia por parte de los Bancos Europeos y del Fondo Monetario Internacional es el resultado de una grotesca situación financiera, que eso es esta crisis. Grecia se ha convertido en un microcosmos de la moderna lucha de clases, que se oculta como tal, librándose contra el imperialismo de los ricos.

Lo que hace a esta lucha diferente es que en Grecia se vive como el recuerdo de otras invasiones, una ocupación extranjera, una traición por parte de Occidente, la dictadura militar y la resistencia popular. Los griegos no se han amilanado ante el corrupto corporativismo que domina la Unión Europea. El gobierno conservador de Kostas Karamanlis, que precedió al actual Pasok del gobierno de Papandreu, fue descrito por el sociólogo francés Jean Ziegler como “una máquina para el saqueo sistemático de los recursos del país”.

Esta máquina tenía infames amigos. En los EE.UU, la Reserva Federal está investigando el papel de Goldman Sachs y otros operadores estadounidense de fondos de cobertura, que apostaron por la quiebra de Grecia mediante la venta de bienes comunes y la evasión de capitales por valor de más de 360 mil millones de euros a los bancos suizos. El mayor armador griego trasladó sus empresas al extranjero. Esta hemorragia de capitales tuvo la aprobación del Banco Central Europeo y los gobiernos.

El déficit de Grecia no es mayor que el estadounidense, pero cuando el gobierno de Papandreou trató de conseguir préstamos en el mercado internacional, fue bloqueado eficazmente por la agencias de calificación estadounidenses, que habían degradado a Grecia a nivel de basura. Estos mismos organismos dieron calificaciones de triple A a los miles de millones de dólares en valores hipotecarios sub-prime, que fueron lo que precipitaron el colapso económico en 2008.

En Gran Bretaña el rescate de bancos como el Northern Rock y el Royal Bank of Scotland ha costado a las arcas públicas miles de millones de libras. Gracias al primer ex ministro Gordon Brown y su pasión por la codicia de la City londinense, los regalos fueron sin condiciones, de modo que los banqueros han seguido prestándose unos a otros este botín, que ellos llaman bonificaciones. En el monocultivo político que es Gran Bretaña, les está permitido todo. En los Estados Unidos todavía es peor. Según los informes del periodista de investigación David DeGraw: “los bancos de Wall Streeet que destruyeron la economía no pagan impuestos y recibieron 33 mil millones de dólares en reembolsos.”

Tanto en Grecia como en América y Gran Bretaña, la deuda de los ricos ha de ser pagada por la gente corriente, a pesar de que fueron aquellos los responsables de esta debacle. El empleo, las pensiones y los servicios públicos deben ser recortados y privatizados, con los corsarios al mando. A la Unión Europea y el FMI se les presenta la oportunidad de desmantelar las protecciones sociales, tal y como les dictan el FMI y el Banco Mundial: un ajuste estructural en todos los países en desarrollo.
Grecia es odiada por la misma razón que Yugoslavia, que fue desmantelada bajo el pretexto de proteger al pueblo de Kosovo. La mayoría de los griegos son empleados públicos, y los jóvenes y sindicatos han constituido una fuerte alianza que no se detiene; la imagen de los tanques del Ejército en el campus universitario de Atenas sigue estando presente como un espectro. Esta resistencia del pueblo griego es vista como un anatema por parte de los banqueros y una obstrucción a la necesidad de Alemania para captar capitales, a raíz de los problemas económicos creados tras la reunificación.
En Inglaterra, donde se ha extendido durante 30 años la propaganda de una teoría económica conocida como monetarismo, después conocida como neo-liberalismo, que básicamente consiste en que las deudas de los ladrones las paga la gente común, y que se definen como “rescates responsables”. Lo que no se nombra es la pobreza y a esta clase. Casi un tercio de los niños británicos están por debajo del nivel de subsistencia. La clase trabajadora de la Kentish Town de Londres tiene una esperanza media de vida de 70 años. A dos millas de distancia, en Hampstead, es de 80 años. Cuando Rusia fue sometida a un régimen de choque semejante en la década de 1990, la esperanza de vida cayó en picado. Ahora, en Estados Unidos, 40 millones de estadounidenses están recibiendo cupones de comida, porque no pueden permitirse el lujo de alimentarse por ellos mismos.

En el mundo desarrollado, el sistema impuesto por Banco Mundial y el FMI ha determinado quienes han de morir y quienes pueden vivir. Cada vez que los aranceles y los subsidios a los combustibles y los alimentos son eliminados bajo el mandato del FMI, los pequeños agricultores saben que se les considera prescindibles. El World Resources Institute estima que la cifra llega de entre 13 a 18 millones de muertes de niños cada año. Tal y como escribió el economista Lester Thurow C., “no es una metáfora ni un símil, es la guerra misma”.
Las fuerzas imperiales han usado terribles armas militares contra los países afectados, donde la mayor parte de la población son niños, aprobando la tortura como instrumento de política exterior. Pues bien, ninguno de estos ataques contra la Humanidad, en los que Gran Bretaña está participando activamente, salió a la luz durante las elecciones británicas.

La gente en las calles de Atenas no sufre de estos males. Saben claramente quiénes son los enemigos y que lo que está pasando es una ocupación extranjera. Y una vez más se están alzando con valentía. Cuando David Cameron empiece a vender los 6 mil millones de libras de los servicios públicos, dirá que lo que pasa en Grecia no ocurre en Gran Bretaña. Debemos decirle que está equivocado.

http://dissidentvoice.org/2010/05/the-heresy-of-the-greeks-offers-hope/