Por la Dra. Mae-Wan Ho, 23 de febrero de 2015
Un científico del CDC (Centro de Control y Prevención de Enfermedades de Estados Unidos) ha confesado que se omitieron datos sobre la seguridad de la vacuna triple vírica. El grupo de virólogos que ha realizado la denuncia ha acusado de fraude al fabricante de la vacuna. ¿Se atisbará un poco de verdad?, dice la Dra. Mae-Wan Ho.
Se han dado a conocer nuevos datos sobre la controvertida vacuna contra el sarampión, las paperas y la rubéola (SPR), pero nada de esto se ha publicado en los grandes medios de comunicación, y si lo han hecho, de una manera muy parcial.
William Thompson, científico del Centro para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC), emitió un comunicado a través de un bufete de abogados (1): “Lamento que los coautores y yo mismo omitiésemos información estadísticamente significativa en nuestro artículo publicado en 2004 en la revista Pediatrics. Los datos omitidos sugieren que los niños afroamericanos que recibieron la vacuna triple vírica antes de los 36 meses tenían mayor riesgo de padecer autismo”.
Mientras tanto, la Empresa Farmacéutica Merck se enfrenta al menos a dos causas judiciales sobre la vacuna triple vírica, y puede que también tenga que defenderse en el Congreso de Estados Unidos (2). Bill Posey ( un destacado crítico de la CDC) y su personal, están revisando miles de documentos que William Thompson ha entregado al Congreso.
Esta polémica surgió a raíz de los trabajos del pediatra Andrew Wakefield a finales de 1990 ( véase [3] Polémica en torno a la vacuna triple vírica, SiS 13/14). Como consecuencia de la publicación de este estudio, Andrew Wakefield no sólo perdió su trabajo, sino que de forma unilateral la revista Lancet realizó una retractación del artículo sobre el autismo y la inflamación intestinal grave, desacreditándolo, sino que también fue sancionado por el Consejo General Médico por falta profesional grave (4). Desde entonces, Wakefield ha sido prácticamente difamado por todo el estamento médico, científico y por los medios de comunicación. Todavía se le culpa de las epidemias de sarampión en Filipinas (5). Wakefield es acusado, de forma injusta, de estar en contra de las vacunas (6). Wakefield sólo ha desaconsejado la administración de la vacuna triple vírica (SPR), recomendando en su lugar su administración de forma individual, incluyendo la del sarampión, que los Gobiernos están retirando. Merck, el único fabricante de la vacuna triple vírica ha dejado de fabricarlas de forma individual desde 2008 (7).
La declaración del científico se realiza 10 años después de la publicación del trabajo
En el año 2004, William Thompson, junto a otros cuatro científicos, publicaron un artículo titulado “Edad de inicio de la vacunación contra el sarampión, las paperas y la rubéola en niños con autismo emparejados con un grupo de control en edad escolar: estudio basado en la población del área metropolitana de Atlanta”, publicado en Journal Pediatrics [8].
El objetivo del trabajo fue comparar las edades de la primera vacunación contra el sarampión-paperas-rubéola (SPR) entre los niños con autismo y los niños que no tenían autismo en la población total y en subgrupos seleccionados, incluyendo niños con regresión en el desarrollo neurológico. El estudio de caso-control fue realizado en Atlanta, Georgia. Se emparejaron los niños con autismo (N = 624) con los niños del grupo control (N = 1824) en edad, género y centro escolar. Los datos de la vacunación fueron tomados de los cuestionarios de vacunación requeridos para la entrada en la escuela. Se empleó la regresión logística condicional para estimar los cocientes de probabilidades (ORs). La distribución total de edades en la vacunación de SPR entre niños con autismo fue similar a la de los niños del grupo control; se vacunaron la mayoría de los casos (70,5%) y de los niños del grupo de control (67,5%) entre los 12 y 17 meses de edad. Una proporción similar de niños con autismo y del grupo control habían sido vacunados antes de los 18 o 24 meses. No se encontró ninguna asociación significativa para la edad en los subgrupos específicos, incluyendo los niños con evidencia de regresión del desarrollo neurológico. Un mayor número de casos (93.4%) de niños con autismo que de niños del grupo de control (90.6%) fueron vacunados antes de los 36 meses (OR: 1,49; intervalo de confianza del 95%: 1,04-2,14 en la muestra total; OR: 1,23; intervalo de confianza del 95%: 0,64-2,36 en la muestra con partida de nacimiento). Esta asociación era mayor en el grupo de edad de 3-5 años. Como conclusión los autores afirman que una proporción similar de niños con autismo y de casos en el grupo de control fueron vacunados a la edad recomendada o poco después (por ejemplo antes de los 18 meses) y antes de la edad a la cual se diagnostica a los niños el autismo (24 meses). “ La vacunación antes de los 36 meses era más frecuente entre los niños autistas que en los niños del grupo de control, especialmente entre los niños de 3 a 5 años de edad, que probablemente se debía a los requisitos que se exigen para la inscripción en los programas de intervención temprana”.
El análisis de los certificados de nacimientos de la submuestra se hizo para ajustar los “posibles factores de confusión”, por ejemplo, “la madre y las características del nacimiento”, pero “no se observaron diferencias cuando no se tenían los datos de las partidas de nacimiento”. En otras palabras, los posibles factores de confusión no explicaban el aumento estadísticamente significativo del riesgo de diagnóstico de autismo.
En la Tabla 3 se resumen los resultados de las muestras de las partidas de nacimiento, los análisis ajustados ( peso al nacer, gestación múltiple, edad de la madre y educación materna), dando un OR 1,64 (IC del 95% 0,77-3,49) para los varones y OR 2.63 ( 95% intervalo de confianza 0,51 -. 13.45 para niños de entre 3-5 años). En la Tabla 5, los datos de las partidas de nacimiento, la OR ajustada a los niños negros vacunados; para los <36 meses fue del 1,68 (IC 0,52-3,47), no muy diferente de la totalidad de la submuestra. (N. del T.: las tablas, así como las referencias bibliográficas, sólo se pueden consultar estando registrado en el sitio web de IsiS)
Sin embargo, parece ser que el subgrupo se ha introducido con la intención de omitir cientos de datos de niños negros que no tenían certificados de nacimiento (ver más abajo).
Todo podría haber quedado así si Thompson no hubiera hecho pública la información sobre los datos omitidos.
Un nuevo análisis puso de relieve que los niños negros corrían un mayor riesgo
Otro científico entra en la polémica. El Ingeniero biomecánico Brian Hooker, un crítico que llevaba luchando 10 años contra la CDC, después de haber presentado más de 1000 peticiones según la Ley de Libertad de Información (FOIA) para obtener los datos en bruto del estudio de 2004 por parte de la CDC. En febrero de 2014, tuvo éxito con la ayuda del congresista Bill Posey (9). Hooker realizó un nuevo análisis del estudio, teniendo en cuenta los datos que habían sido omitidos de los 260 niños negros debido a que no tenían un certificado de nacimiento de Georgia (10). Ratifica los resultados anteriores en su conjunto, con un efecto estadístico significativo a los 36 meses ( riesgo relativo (RR) 1,49; IC del 95%:1,4 a 2,14, P=0,0289) (11). Sin embargo, también apareció que ese resultado se debía a que existía un mayor riesgo en los niños (RR 1,69; IC del 95%: 1,11 a 2,57, p=0,0138), y que las niñas no mostraban un aumento en el riesgo de padecer autismo, sea cual fuese el momento de administración de la vacuna triple vírica.
Aunque Hooke utilizó un método más conservador, el chi-cuadrado de Pearson, la repetición del análisis con la regresión logística condicional dio los mismos resultados.
Cuando observamos específicamente a los niños afroamericanos, los resultados son sorprendentes ( véase el cuadro 2 del documento). La relación entre el momento de la administración de la primera vacuna triple vírica y el autismo se hace más evidente, y de forma exclusiva en los niños. Se observaron efectos estadísticamente significativos en ambas edades: a los 24 meses de edad (RR 1,73; IC del 95%, 1,09-2,77, p = 0,0200) y a los 36 meses (RR 3.36, IC 95% 1,50-7,51, p = 0,0019). No se observaron efectos significativos en las niñas.
Cuando se excluyeron a los niños afroamericanos en un tercer análisis realizado, no se encontraron riesgo significativos en cualquier grupo de edad o sexo.
Hooker comentó (pág. 3) (11): “Los resultados muestran una estrecha relación entre la edad de administración de la primera vacuna triple vírica y la incidencia del autismo, exclusivamente entre los niños afroamericanos, lo que podría indicar el papel de esta vacuna en la etiología del autismo dentre de este grupo de población. Este análisis en particular no se completó en el estudio original de Destefano et al. El estudio de la CDC limita la cohorte de los niños afroamericanos, incluyendo sólo a aquellos niños que poseían un certificado de nacimiento del Estado de Georgia, lo que disminuyó los efectos estadísticos significativos. Aunque existía una relación estadísticamente significativa entre la edad de la administración de la primera vacuna triple vírica y la incidencia del autismo en la población en general ( en todas las razas), Destefano et al interpretaron estos resultados como un intento de recibir una atención sanitaria más temprana: los niños autistas recibirían antes su primera vacuna para poder incribirse en los programas de intervención temprana del Estado de Georgia. Sin embargo, es poco probable que este tipo de comportamiento se dé sólo en los afroamericanos, y por tanto, se deben buscar otras hipótesis alternativas, incluyendo la posibilidad de que la vacuna triple vírica esté relacionado con el autismo en los niños afroamericanos”.
Hooker citó un estudio anterior (12) que había encontrado que la prevalencia del autismo entre los niños afroamericanos era de casi un 25% superior a la población blanca, y sugirió que podría estar relacionado con la deficiencia de la vitamina D. Otro estudio citado por Hooker (13), informaba que entre el 30% y 50% de los niños blancos tenían suficiencia de vitamina D, mientras que sólo era del 5% al 10 % en los niños afroamericanos. Esta es una hipótesis interesante de debiera investigarse más a fondo.
El estudio de Hooker fue publicado el 8 de agosto de 2014 (10). El 27 de agosto la revista retiró el artículo y publicó la siguiente declaración: “Este artículo ha sido retirado del dominio público debido a que existen serias dudas sobre la validez de sus conclusiones. El director y el editor creen que el artículo no es de interés público. El asunto está pendiente de más investigación”.
El 3 de octubre de 2014, la revista publicó una retractación oficial:
“El director y editor de la revista realizan una retractación del artículo publicado, ya que había intereses en conflicto no declarados por parte del autor, lo que interfirió en el proceso de revisión por pares. Por otra parte, después de la publicación de la revisión por pares, se expresaron procupaciones sobre la validez del análisis y los métodos estadísticos. Por lo tanto, los editores no tienen ya confianza en la solidez de los resultados. Pedimos disculpas a todos los afectados por las moletias causadas”.
Pero el artículo del que se realizó la retractación fue publicado de nuevo (aunque con la marca de Retractado en su páginas). Los motivos de la retractación no están claros. En lo que se refiere a los métodos estadísticos, Hooker ya ha dicho que ambos métodos dieron los mismos resultados. En cuanto a que no se declararon los conflictos de interés. Hooker ha declarado explicitamente su participación por un conflicto biológico, lo cual no es algo sorprendente, ya que es padre de un niño autista. Esto puede considerarse como un conflicto de intereses, lo cual añade sal sobre la herida…
Los hallazgos de Wakefield han sido reproducidos en todo el mundo
Mientras tanto, los resultados originales publicados en la revista Lancet, y de los que se retractó (14), han sido reproducidos en todo el mundo. Un reciente documento de seguimiento (15) publicado por Stephen Walker y sus colegas del Instituto de Medicina Regenerativa de West Forest, Carolina del Norte, Estados Unidos, destacaba el hecho de que los estudios prospectivos sugieren ahora que el 70% de los niños autistas padecen enfermedad gastrointestinal crónica, y que el examen mediante endoscopia del trastorno del espectro autista en niños con síntomas de enfermedad intestinal crónica, tienen una alta frecuencia de patología inflamatoria. Parece ser que la actividad inmunológica e inflamatoria en el intestino puede formar parte de algo má amplio: una enfermedad sistémica multiorgánica.
El equipo llevó a cabo el estudio de los perfiles del transcriptoma del tejido muscular en niños con enfermedad intestinal crónica y trastorno del espectro austista y de tres grupos de control sin trastorno del espectro autista: con enfermedad de Crohn, con colitis ulcerosa e histológicamente normales. La comparación de las transcriptomas obtenidos en los diferentes grupos demostró que el tejido normal está casi totalmente separado del tejido inflamado en todos los casos. Los perfiles de expresión génica de la biopsia del tejido intestinal de pacientes con enfermedad de Crohn, colitis ulcerosa y trastorno del especto austista, que si bien mostraban solapamiento entre sí, también mostraron características distintivas en cada grupo. En su conjunto, concluyeron los investigadores, los resultados demuestran que los niños con el trastorno del especto autista con inflamación gastrointetinal tienen un transcriptoma gastrointestinal que “se solapa con la enfermedad inflamatoria intestinal, sin embargo, tiene unas características distintivas que apoya la presencia de una variante asociada al trastorno del espectro autista”.
A principios de 2006, Walker examinó a 275 niños con autismo regresivo y enfermedad intestinal; de las 82 evaluciones realizadas, 70 dieron positivo para el virus del sarampión (16). También dijo: “Esto significa que el estudio realizado anteriormente por el Dr. Wakefield y publicado en 1988 es correcto. Ese estudio no obtiene conclusiones acerca de lo que significa encontrar el virus del sarampión en el intestino, pero podría provenir de la vacuna triple vírica. Si este fuera el caso y este virus residiese en el tracto intestinal de algunos niños, podría causar inflamación gastrointestinal y otros problemas, que pueden estar relacionados con la vacuna triple vírica”.
En el mes de junio, Walker informó de sus hallazgos en una reunión internacional para la investigación del autismo, señalando que un vínculo real entre la vacuna triple vírica y el autismo regresivo es difícil de probar, y aunque puede encontrarse un vínculo entre la enfermedad intestinal y la vacuna triple vírica, la conclusión es que se encuentra el virus del sarampión en el intestino de muchos niños que padecen enfermedad intestinal y enfermedad de autismo regresivo. No se ha hecho nada para demostrar que el virus del sarampión causa autismo. Una periodista informó erróneamente de que no existía ningún vínculo (17).
Una decisión del Consejo General Médico anulada y criticada
El Profesor John Walker-Smith, coautor junto a Wakefield del artículo publicado en The Lancet y que se retractó de su publicación, también fue sancionado por el Consejo General Médico junto a Wakefield. Pero a diferencia de Wakefield, decidió apelar y ganó (18). El juez dictaminó que la decisión del Consejo General Médico de sancionar con una falta profesional grave, no es tolerable. Se pidió un cambio en la forma de actual del Consejo General Médico y el juez observó deficiencias en el manejo del caso Walker-Smith: “Es una desgracia que cosas como estas puedan llegar a suceder”. Walker-Smith fue apoyado por padres con niños autistas y enfermedad intestinal hasta su jubiliación en el Hospital Royal Free en 2001.
Se ha informado de que Wakefield ha presentado una querella por difamación contra Brian Deer ( el periodista que le acusó de mala conducta profesional y le llevó a ser sancionado por el Consejo General Médico), contra la Revista Médica Británica (BMJ), que incluyó artículos de Brian Deer y Fiona Godlee, acusándole falsamente de fraude (19). La querella se está tramitando actualmente en Texas, donde reside Wakefield.
Merck se enfrenta a múltiples cargos por la vacuna triple vírica
Por otra parte, la Empresa Farmacéutica Merck se ha visto envuelva en dos procesos judiciales (2). El primero de ellos, Estados Unidos contra Merck & Co., surge del hecho de que dos antiguos científicos de Merck “engañasen de forma fraudulenta al Gobierno al ocultar y tergiversar información relevante respecto a la eficacia de su vacuna contra las paperas en clara violación de la FCA (Ley de Falsas Reclamaciones)”. Según la documentación judicial, Merck “ (1) no dio a conocer que su vacuna contra las paperas no era tan eficaz como Merck decía, (2) utilizó técnicas inadecuadas, (3) manipulaciones metodológicas, (4) ocultó los resultados no deseados, (5) falsificación de los datos, (6) no investigaron de forma adecuada y no indicaron una menor eficacia de su vacuna contra las paperas, (7) verificaron falsamente que cada lote de vacunas contra las paperas era tan eficaz como se indicaba en el etiquetado, (8) certificaron falsamente la exactitud de las solicitudes presentadas ante la FDA, (9) certificado falso del cumplimiento con los términos del contrato de compra de la CDC, (10) participación en el fraude y ocultación con el fin de monopolizar de forma ilegal el mercado estadounidense de la vacuna contra las paperas, (11) etiquetado erróneo, y falsas certificaciones de su vacuna contra las paperas, y (11) otras acciones para ocultar la menor eficacia de la dicha de su vacuna cuando el Gobierno las estaba adquiriendo”. Toda estas acciones fraudulentas , según los denunciantes, fueron diseñadas para que las pruebas presentadas cumpliesen con los requisitos exigidos por la FDA, de que su vacuna contra las paperas tenía un 95% de efectividad.
La segunda querella, Chatom Primary Care v. Merck & Co., es una demanda colectiva que se basa en los mismos hechos: reclamación de daños y perjuicios debido a que Merck monopolizó de forma fraudulenta el mercado de la vacuna contra las paperas. Los médicos y otras prácticas médicas podrían obtener una indemnización por haber vendido un producto caro en régimen de monopolio, defectuoso, no tan efectivo como vacuna contra las paperas. La demanda alega que Merck esperaba la reparación de brotes, como así fue. Se produjeron epidemias de paperas en 2006 en una población prácticamente vacunada y nuevamente en 2009-2010.
La información proporcionada por el Servicio de Noticias del Tribunal, da otros datos adicionales: El querellante, Chatom, afirma que a finales de 1990, Merck emprendió un programa para aportar pruebas falsas de que la eficacia de su vacuna era del 95% o incluso por encima, independientemente de la verdadera eficacia de la vacuna (20). Bajo el protocolo 007, Merck no aportó pruebas de la capacidad de la vacuna de proteger a los niños contra el virus salvaje de las paperas, “el virus contra el que generalmente son probadas las vacunas”. En su lugar, Merck probó utilizando una cepa atenuada del virus. “Es la misma cepa con las que los niños fueron vacunados contra las paperas”.
Obama ha concedido inmunidad a William Thompson, el denunciante de la CDC que tiene previsto testificar ante el Congreso (21). Este científico sigue trabajando en el Centro para el Control y Prevención de Enfermedades y colabora muy de cerca con la oficina del Bill Posey para testificar y contar todos estos hechos.
Esperamos con ansiedad más novedades en torno a este asunto.
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Procedencia del artículo:
http://www.i-sis.org.uk/MMR_Controversy_Reignites.php
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Más información:
http://www.vacunas.org/es/tags/triple%3Av%C3%ADrica?lang=es&start=20