Por Rupert Sheldrake
(Perspectivas Psicológicas, 1997)
Parte 1, Parte 2, Parte 3, Parte 4
Rupert Sheldrake es un biólogo teórico cuyo libro Una Nueva Ciencia de la Vida: la hiótesis de la causación formativa (Tarcher, 1981) provocó numerosas controversias. Nature lo describió como “el mejor candidato para la quema en la hoguera”, mientras que la revista New Scientist lo calificó como “una importante investigación científica sobre la naturaleza de la diversidad biológica y la realidad física”. Debido a que su trabajo tiene implicaciones en los conceptos desarrollados por Jung, como son el Arquetipo y el Inconsciente colectivo, hemos invitado a que Sheldrake exponga sus puntos de vista en cuatro artículo que irán apareciendo de manera sucesiva en las revista Perspectivas Psicológicas. Estos artículos suponen una actualización de la conferencia que dio en mayo de 1986, “Resonancia mórfica e inconsciente colectivo”, en el Instituto de Relaciones Humanas de Santa Bárbara.
El misterio de la mente
A todos nos han dicho que los recuerdos se almacenan en el cerebro. Utilizamos la palabra cerebro de manera indistinta para referirnos a la mente o a la memoria. Sugiero que el cerebro es más bien un sistema de sintonización que un dispositivo de almacenamiento de la memoria. Uno de los principales argumentos para localizar la memoria en el cerebro es el hecho de que ciertos tipos de daño cerebral puedan conllevar una pérdida de memoria. Si el cerebro queda dañado por un accidente de coche y se pierde la memoria, entonces se supone obviamente que es el tejido donde reside la memoria el que ha resultado dañado. Pero no tiene por qué ser necesariamente así.
Volvamos a la analogía del televisor. Si sufre un daño el televisor y no se pueden recibir ciertos canales, o si se estropease la parte del televisor que tiene que ver con la recepción del sonido de manera que aún pueda ver imágenes pero no pueda oír nada, esto no probaría que el sonido o las imágenes estaban almacenadas en el interior del televisor. Simplemente habría quedado afectado el sistema de sintonización, por lo que no puede recibir la señal correctamente. La pérdida de memoria debida a un daño cerebral no demuestra que se almacene la memoria en el interior del cerebro. De hecho, la mayor parte de las pérdidas de memoria son temporales: la amnesia se produce después de una conmoción cerebral, por ejemplo, y a menudo tiene un carácter temporal. Esta recuperación de la memoria es muy difícil de explicar en términos de las teorías convencionales: si los recuerdos se han destruido debido a que el tejido donde reside la memoria ha resultado dañado, no se podría recuperar, sin embargo, a menudo ocurre.
Otro argumento para afirmar que la memoria reside en el cerebro es sugerido por los experimentos de estimulación eléctrica del cerebro realizados por Wilder Penfield y otros. Penfield estimuló los lóbulos temporales del cerebro de los pacientes epilépticos y descubrió que algunos de estos estímulos provocaban respuestas vívidas, que los pacientes interpretaban como recuerdos de algo que les había ocurrido en el pasado. Penfield dijo que lo que hizo fue estimular los recuerdos almacenados en la corteza cerebral. De nuevo volviendo a la analogía del televisor: si estimula el circuito de ajuste de su televisor y salta a otro canal, esto no prueba que la información se almacene dentro del circuito de sintonización. En interesante ver cómo en su último libro, El Misterio de la mente, Penfield va abandonando la idea de que los experimentos que realizó demostrarán que la memoria esté dentro del cerebro. Llegó a la conclusión de que la memoria no se almacena en el interior de la corteza cerebral.
Se han realizado otros muchos intentos para localizar la presencia de la memoria en el cerebro, siendo los más conocidos los de Karl Lashley, el gran neurofisiólogo estadounidense. Entrenó a las ratas para aprender ciertas habilidades, y luego les fue quitando partes del cerebro para comprobar si todavía eran capaces de aprender esas habilidades. Para su sorpresa, se encontró que podía eliminar más del 50% del cerebro, cualquier parte, ya que no tenía prácticamente efectos en la retención de los aprendizajes. Cuando realizó una ablación del cerebro, las ratas podían seguir realizando las habilidades, por lo que llegó a la conclusión de que el cerebro no era necesario para la realización de esas tareas, no cual no deja de ser una conclusión muy sorprendente. Lo sorprendente fue la cantidad de cerebro que llegó a eliminar sin que eso afectase a la memoria.
Resultados similares han sido encontrados por otros investigadores, incluso con invertebrados como el pulpo. Esto llevó a un investigador a especular que la memoria estaba a la vez en todas las partes y en ninguna en particular. Lashley también llegó a la conclusión de que los recuerdos se almacenan distribuyéndose por todo el cerebro, ya que no pudo encontrar rastros de la memoria, tal y como sugiere la teoría clásica. Su alumno, Karl Pribram, relacionó esta teoría con la teoría holográfica de almacenamiento de la memoria: la memoria sería como una imagen holográfica, almacenada como un patrón de interferencia en todo el cerebro.
Karl Pribram- El cerebro holográfico https://www.youtube.com/watch?v=7QwjNrFlGjQ (activar los subtítulos en CC) |
Lo que no parecen considerar ( al menos en algunos de sus escritos) tanto Lashley como Pribram es la posibilidad de que los recuerdos no se almacenen en el interior del cerebro. La idea de que no se almacenan en el interior del cerebro es más coherente con los datos disponibles que con cualquiera de las teorías convencionales o la teoría holográfica. Muchas son las dificultades para localizar dónde de almacena la memoria en el cerebro, en parte porque el cerebro es mucho más dinámico de lo que se creía anteriormente. Si el cerebro sirviese como un lugar del almacenamiento de la memoria, entonces el sistema de almacenamiento tendría que ser estable. Sin embargo, se sabe que las células nerviosas funcionan mucho más rápidamente de lo que se creía antes. Todos los productos químicos de las sinapsis y las estructuras nerviosas y moleculares están en constante cambio de manera permanente. Con un cerebro tan dinámico, es difícil localizar dónde se almacenan los recuerdos.
También hay un problema lógico en las teorías convencionales de almacenamiento de la memoria, que varios filósofos han señalado. Todas las teorías convencionales dan por supuesto que la memoria está codificada de alguna manera y almacenados los recuerdos en algún lugar del cerebro. Cuando son necesarios son recuperados por un sistema de recuperación. Esto se llama modelo de codificación, almacenamiento y recuperación. Sin embargo, para que un sistema de recuperación pueda recuperar algo, tiene que saber lo que quiere recuperar; un sistema de recuperación de la memoria tiene que saber lo que la memoria está buscando. Por lo tanto, deber ser capaz de reconocer el recuerdo que trata de recuperar. Con el fin de reconocerlo, el propio sistema de recuperación debe tener algún tipo de memoria. Por lo tanto, el sistema de recuperación debe tener un sistema de recuperación para recuperar sus recuerdos. Esto conduce a una regresión infinita. Varios filósofos sostienen que se trata de un fallo lógico fatal en la teoría convencional de almacenamiento de los recuerdos. Sin embargo, en líneas generales, los teóricos de la memoria no están muy interesados en lo que les dicen los filósofos, por lo que no se molestan en responder a este argumento. Sin embargo, a mí me parece que es bastante verosímil.
Si consideramos la teoría de la memoria desde el punto de vista de la resonancia mórfica, nos podríamos preguntar: si sintonizamos con nuestros propios recuerdos, entonces ¿por qué no sintonizamos con los de otras personas? Creo que lo hacemos: lo que estoy sugiriendo es que hay una memoria colectiva con la que todos sintonizamos y que conformaría un trasfondo del que dependerían nuestras propias experiencias y la memoria individual de cada uno. Este concepto es muy similar al de inconsciente colectivo.
Carl Jung definió el inconsciente colectivo como una memoria colectiva, la memoria colectiva de la humanidad. Creía que las personas mantenían una mejor sintonización con los miembros de su propia familia, raza, grupo social o cultural, pero que sin embargo habría una resonancia de fondo de toda la humanidad: un promedio de todas las experiencias básicas que experimentan todas las personas (por ejemplo, el comportamiento maternal y varios patrones sociales y estructuras de experiencias y pensamiento). No sería tanto una memoria de los individuos del pasado como un promedio de las formas básicas de estructuras de memoria, lo que vendrían a ser los arquetipos. La noción de inconsciente colectivo de Jung nos sirve muy bien en el contexto del enfoque general que estoy presentando. La teoría de la resonancia mórfica conduce a una radical reafirmación del concepto de inconsciente colectivo de Jung.
“El arquetipo es una tendencia a formar tales representaciones de un motivo –representaciones que pueden variar mucho en el detalle sin perder un patrón básico… Son de hecho una tendencia instintiva (…) Es esencial insistir que no son meros conceptos filosóficos. Son pedazos de la vida misma –imágenes que están integralmente conectadas al individuo a través del puente de las emociones- «No se trata, pues, de representaciones heredadas, sino de posibilidades heredadas de representaciones. Tampoco son herencias individuales, sino, en lo esencial, generales, como se puede comprobar por ser los arquetipos un fenómeno universal»”. Carl Jung, El hombre y sus símbolos. |
Esto necesita ser reafirmado porque en el actual contexto mecanicista de la Biología, la Medicina y la Psicología, se niega que pueda haber tal cosa como un inconsciente colectivo. El concepto de memoria colectiva de una raza o especie se ha excluido, incluso como una posibilidad teórica. No puede haber herencia de los caracteres adquiridos de acuerdo con la teoría convencional; sólo puede darse una herencia de las mutaciones genéticas. Bajo estas premisas de la Biología convencional, sería imposible que las experiencias y los mitos, por ejemplo, de las tribus africanas tuvieran influencia alguna en los sueños de alguien de descendencia no africana de Suiza, que es el tipo de cosas que Jung pensó que ocurriría. Eso es imposible desde el punto de vista convencional, por lo que la mayoría de los biólogos y de otros campos de la ciencia convencional no consideran en serio la idea del inconsciente colectivo. Se trataría de una idea hosca, que sí podría tener un cierto valor poético como una especie de metáfora, pero que no tendría ninguna relevancia en la ciencia propiamente dicha, ya que es un concepto completamente insostenible desde el punto de vista de la Biología convencional.
El enfoque que estoy presentando es similar a la idea de Jung del inconsciente colectivo. La principal diferencia es que la idea de Jung se aplica principalmente a las experiencias de los seres humanos y la memoria colectiva de los seres humanos. Sugiero que algo similar opera en todo el universo, no sólo en los seres humanos. Si se produjera un cambio radical en el paradigma actual de la Biología, y si la hipótesis de la resonancia mórfica fuera aproximadamente correcta, entonces la idea de Jung del inconsciente colectivo se convertiría en una idea dominante: los campos morfogenéticos y el concepto de inconsciente colectivo cambiaría por completo el contexto de la Psicología moderna.
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