No sólo la energía nuclear francesa no es tan segura como se ha dicho repetidas veces, también está lejos de ser rentable, dice Susie Greaves
Por Susie Greaves, 23 de enero de 2011
http://www.i-sis.org.uk/The_True_Costs_of_French_Nuclear_Power.php
El programa nuclear francés ha sido considerado por los sucesivos Gobiernos franceses como un logro enorme, proveyendo al país de un suministro abundante de energía, asegurando la independencia con respecto al petróleo y evitando excesivas emisiones de dióxido de carbono. En el anterior artículo, traté de demostrar que la energía nuclear francesa no es tan segura como dicen sus defensores y como tratamos de hacer creer al resto (1) (French Nuclear Power Not Safe, SiS 53). Surge la duda de si es barata, como aseguró el Ministro de Asuntos Exteriores francés Bernard Kouchner en 2008: una fuente limpia y barata de energía (2).
¿Es rentable la energía producida por las centrales nucleares? Para contestar a esta pregunta tenemos que entender primero la ventaja competitiva de esta Industria frente a otras formas de producción de energía, comparándola con la Industria Nuclear de otros países [3] (The Nuclear Black Hole, SiS 40 and [4] The Real Cost of Nuclear Power, SiS 47).
Los datos
La Industria Nuclear francesa ha obtenido un gran beneficio económico de la instrucción específica del Gobierno para que trabajase conjuntamente con el programa de armas nucleares. El informe de 1973 del CEA (Comisariado de la Energía Atómica) lo explica (5): “El CEA debe, dentro del marco de un presupuesto rígido y estrictamente limitado a sus posibilidades de expansión, adaptarse a la producción de material nuclear militar de acuerdo con las necesidades, aprovechando los progresos técnicos y los programas civiles ( que se han beneficiado de los programas militares) a fin de limitar los gastos”.
En segundo lugar, Francia ha evitado los procesos democráticos y las consultas públicas en sus decisiones, que han sido tomadas por una elite que se mueve entre la Industria y los órganos reguladores, informando a los Ministros responsables del área de energía de las necesidades de esta Industria, más bien que de las necesidades de desarrollo. Por ejemplo, la decisión de construir el EPR (Reactor Presurizado Europeo) en Flamanville se tomó en el año 2006, sin debate Parlamentario. Greenpeace se refirió a los parlamentarios franceses como “elegidos para nada” (5).
En tercer lugar, los proyectos de energía nuclear en Francia reciben préstamos estatales a muy bajo interés, y sin ellos no se construirían nuevas centrales nucleares. El Banco Mundial ya no financia proyectos nucleares desde hace varias décadas, y el Banco de Desarrollo Asiático ( muchos de los proyectos de nuevas centrales nucleares en Asia) nunca lo ha hecho. En Estados Unidos no ha habido ningún proyecto nuclear desde los años 1970. La Administración Obama ha apoyado de forma incondicional a esta Industria, pero después de un debate infructuoso sobre el tipo de reactor que se debía construir, y sobre quiénes debían recaer los costes, nada se ha decidido. Como Amory Lovins, un experto en energía del Instituto Rocky Montain expuso (6): “Las únicos en el mundo que compran centrales nucleares son los planificadores centrales, ya sean Gobiernos como el de China o Japón, o la TVA (Autoridad de Tennessee Valley ), siendo un servicio público que no rinde «.
Finalmente, la falta de competencia ( EDF fue de propiedad estatal hasta 2005) permitió que Francia desarrollase una gran cantidad de centrales nucleares con un enorme potencial de generación de energía. Aún así se tienen dudas sobre el verdadero coste y la eficacia de la Industria Nuclear francesa.
¿Quién necesita tanta electricidad?
Después de la crisis del petróleo de 1973, Francia pretendió independizarse de las naciones productoras de petróleo, y se construyeron una gran cantidad de nuevas centrales nucleares. El plan Messmer (7) de los años 1970 propuso la construcción de 60 nuevos reactores en un plazo de 10 años, asumiendo un aumento de la demanda de 170 millones de Kwh en 1974 a 1000 millones de Kwh en el año 2000. Tal y como se comprobó después, solamente se necesitaron 470 millones de de Kwh. Parecía haberse aceptado en el mundo industrializado que el consumo de energía se doblaría cada 10 años, pero la relación entre desarrollo económico y consumo de energía había cambiado. En lugar de adaptarse a la nueva situación, se animó tanto en Francia como en otras partes de Europa al consumo de electricidad, para asumir la sobrecapacidad de producción. Schneider dijo (5): “Fue un golpe de gracia para cualquier iniciativa inteligente de producir energía basada en la eficacia y la conservación”.
La Industria Nuclear francesa concibió dos maneras de deshacerse del exceso: persuadir a los franceses de que usasen más electricidad en sus casas y exportar energía a otros países. Estas dos políticas eran la respuesta a un sistema fundamentalmente defectuoso y un examen más detallado revela su verdadero coste.
Durante varias décadas, la presión del Gobierno francés hizo que el 70% de las nuevas viviendas usasen electricidad para la calefacción y el agua caliente. Fueron buenas noticias para la industria de la construcción, ya que los sistemas que se usan para este tipo de instalaciones son menos caros que otros, pero esto trajo para el consumidor unos altos consumos de electricidad. Esta política fue descrita en 2008 por el Subsecretario de Estado de Ecología Nathalie Kosciusko-Morizet como un error (8) y una aberración desde el punto de vista termodinámico. Las tres cuartas partes de la electricidad de transforma de nuevo en calor que se pierde, al mismo tiempo que se pierde en el transporte antes de que la electricidad se transforme de nuevo en calor en las viviendas. (La transformación de una fuente de energía primaria en electricidad tiene poco sentido económico, sobre todo si se puede usar aquella fuente de energía (P. ej., gas o petróleo) directamente para calentarse o cocinar. En este sentido es interesante ver la excelente película de Greenpeace titulada “What are we waiting for?”[9], que explica por qué el Reino Unido debiera seguir el ejemplo de Dinamarca y construir pequeñas centrales combinadas de energía para dar servicio a una ciudad o lugar. En el Reino Unido, las centrales térmicas, que son las que proveen de la mayor parte de la energía, apenas han cambiado en 50 años y pierden dos tercios de la energía producida en calor residual que se desperdicia en ríos o en el aire. Las nuevas centrales CHP (Combined Heat and Power/ Centrales térmicas de ciclo combinado) son un 95% más eficientes. Greenpeace sostiene que podríamos solucionar muchos problemas de energía con estas tecnologías). La ironía está en que, habiendo persuadido a un cuarto de los franceses de que calentasen sus casas con electricidad, la parte de cada Kwh consumido sólo corresponde en un 10% a la obtenida por la energía nuclear (5). El resto procede en gran parte de los combustibles fósiles. ¡Tanto hablar de la disminución de las emisiones de carbono a la atmósfera con el uso de la energía nuclear! Schneider resume la situación con una claridad devastadora (5): “La constante invitación al consumo de electricidad en forma de calor (calefacción, agua caliente, para cocinar) ha producido que las viviendas francesas tengan el consumo más alto de Europa desde 1976. Hoy, el consumo per cápita de electricidad en Francia es aproximadamente un 25% más alto que en Italia (que se deshizo progresivamente de la energía nuclear después del accidente de Chernobyl en 1986) y un 15% más alto que el promedio de la Europa de los 27”.
La exportación de energía ha sido igualmente desastrosa económicamente. Francia exporta cuando la demanda, y por lo tanto los precios, son bajos, mientras que la reduce en las horas punta, cuando los precios son más altos. En los años 1980, Francewas ganaba más de las exportaciones de lo que pagaba por la importaciones, pero esta tendencia ha cambiado. En 2007, la capacidad diaria de exportación era de 14 Gigawatios hora, mientras que las importaciones fueron de 12 Gigawatios hora. Según un informe de 2002, los ingresos oficiales de las exportaciones entre 1995 y 2001 no cubrieron los gastos de generación. Las pérdidas anuales variaron entre 800 millones de euros y un máximo de 6000 millones de euros (10). La situación durante los períodos de máxima demanda se hizo extrema en 2006, viéndose Francia en la situación extrema de tener la necesidad de rehabilitar viejas centrales eléctricas de fuel-oil para generar electricidad durante los períodos de máximo consumo (5).
Los franceses desean tanto el petróleo como el que más
La jactancia francesa sobre su independencia con respecto al petróleo se cae por su propio peso si observamos los siguientes datos. En 2007, después de 3 décadas de empleo de la energía nuclear, el 73% de la energía producida en Francia procede de los combustibles fósiles, de los cuáles el 48% lo representa el petróleo, proporcionando solamente la energía nuclear un 16%. Las razones: el transporte, y en particular el uso del automóvil. Schneider dijo (5): “Es una clara lección histórica. Si la independencia de las importaciones de petróleo hubiese sido la razón que impulsó la política energía de Francia, ésta se habría concentrado en el sector del transporte desde hace tiempo.”
La escasez de combustible afecta a Francia
Miremos más estrechamente lo que supone el enorme consumo eléctrico para el consumidor francés. Si utilizamos los Estándares de Poder adquisitivo (antes que usar una comparación directa de costos) pone a Francia en el tercer lugar de la Unión Europea en cuanto a electricidad más barata (0,1211 por Kwh (céntimos de euro)) (2). Pero un precio más bajo de la electricidad no se traduce necesariamente en unas facturas más baratas. La cuarta parte de los hogares franceses que utilizan la electricidad para calentar sus casas, el agua o para cocinar, no están de acuerdo en que sus facturas sean bajas.
Como siempre, son las familias más modestas los que más sufren las consecuencias, pagando una mayor proporción de sus ingresos para el gasto energético. Según ADEME (Agencia para el Desarrollo y control de la energía) tres millones de viviendas pasan frío en invierno y se considera que es por la falta de combustible (11). La mayor parte de estas viviendas reciben ayuda del Gobierno en forma de facturas más reducidas, pero cada año aumenta el número de peticiones aumenta en un 15%. El gasto público para ayudar a tales proyectos supone de unos 150 a 200 millones de euros al año (12). Otros países de Europa tienen niveles similares par acceder al consumo de combustible, pero dado que los sucesivos Gobiernos de Francia han estimulado el malgasto de combustible, a fin de apoyar a la energía nuclear, esta situación es escandalosa.
Algunos hechos
Conocer las cifras que el Gobierno francés ha gastado para producir energía nuclear durante las últimas décadas es muy difícil. Pero hay algunas pistas. Las tres cuartas partes de los fondos de la investigación pública entre 1985 y 2001 fueron para la Industria Nuclear. La situación ha mejorado recientemente, de modo que si en 1997 la investigación en ahorro y eficacia energética, así como en las energías renovables, sólo suponía un 1% de los fondos de investigación, en 2008 ya se destinaba el 7% en ahorro y eficacia y un 5% en las energías renovables (2).
Para algunas cifras más concretas, podríamos examinar tres proyectos nucleares: a partir de 1980, el malogrado Proyecto Super Phénix, y los dos proyectos insignia de la Industria Nuclear francesa que están actualmente en construcción, uno en Finlandia y otro en la propia Francia.
El reactor rápido Super Phénix se construyó en 1986 en Creys Malville y sólo estuvo funcionando durante 174 días (13). Se cerró en 1998 debido a la fuerte oposición pública ( y la muerte de un manifestante) y con dudas sobre su viabilidad, incluso en el seno de la EDF. En 1986, en el Tribunal de Auditores, Jacques Chauvin, presidente de NERSA, el consorcio que poseía la planta (EDF tenía un 51%) declaró que el total de inversión y costes operativos, teniendo en cuenta todos los futuros gastos, Super Phénix habría costado a los franceses 65 billones de francos (11,7 mil millones de euros) (14).
El Proyecto de Olkilouto-3 en Finlandia supone la construcción de un EPR por una empresa franco-alemana conocida como AREVA NP. La parte alemana está en posesión de la empresa Siemens, que anunció que se salían de todos los futuros proyectos nucleares por motivos económicos (15). La financiación viene en parte del Landesbank bávaro, donde se localiza la oficina central de Siemens. Han prestado 1,95 mil millones de euros, que es el 60% de la inversión, con una tasa preferencial de interés del 2%. La Agencia de crédito de exportación pública de Francia, COFACE, ha prestado 570 millones de euros (16). La construcción comenzó en 2005 y el proyecto ha tenido problemas desde entonces. Las autoridades finlandesas han acusado a AREVA de realizar una inadecuada planificación, de emplear a contratistas que carecen de la necesaria experiencia en el campo nuclear, y de cambios en el personal, lo que lleva a confusión y a una falta de responsabilidad total (17). El inspector de seguridad finlandés ha detenido la construcción entre 10 y 15 veces, localizando 300 errores (18). El proyecto lleva un retraso de 5 años y se han destinado al menos 3 mil millones de euros como presupuesto.
La construcción del EPR en Flamanville se detuvo por primera vez (en 2007) cuando los inspectores del ASN detectaron que las especificaciones técnicas y los procedimientos no habían sido respetados, incluso en la mezcla de hormigón (19). Como en Olkilouto-3, se han producido muchas manifestaciones de preocupación en cuanto a la seguridad y en 2011, el presidente del ASN (Autoridad de Seguridad Nuclear), Andre-Claude Lacoste dijo: “No se excluyen dudas en cuanto a la construcción del reactor nuclear de Flamanville y el ASN también las expresa sobre la construcción de un segundo reactor EPR en Penly. Se espera que Flamanville produzca electricidad en 2016, cuatro años después de lo planeado y con un presupuesto de 2,7 mil millones de euros (20).
Desmantelamiento: una sangría de recursos durante siglos
La Industria Nuclear francesa no muestra diferencia con el resto de la Industria Nuclear del mundo en su enfoque de esconder la cabeza como el avestruz en cuanto a los problemas de desmantelamiento de las centrales nucleares. Pero en 2006, se tuvo que dar una explicación ante una comisión formada por representantes del Gobierno y expertos independientes. Los gastos de desmantelamiento se estimaron en unos 65 mil millones de euros para los tres principales operadores franceses. Sin embargo, aún siendo estas cifras colosales, han sido calculadas de una forma que genera incertidumbre, siendo necesaria una estimación más acertada.
Por ejemplo, mientras la Industria cree que todos los residuos de larga y media duración deberían ser reprocesados, mantienen que la es la opción más barata es la del almacenamiento subterráneo, punto de vista que se contradice con otros estudios nacionales e internacionales. La estimaciones para la gestión del combustible gastado (sólo una parte del proceso de desmantelamiento) varían en un factor de 4, entre los 13,5 mil millones y los 58 mil millones de euros. Un segundo problema ilustra claramente lo que ocurre cuando la industria que ha prosperado en base al secretismo y la propaganda finalmente necesita de fondos públicos. La búsqueda de lugares en los que almacenar los residuos nucleares se viene haciendo desde hace 30 años y en la década de 1990 el Gobierno aún tenía esperanzas de encontrar lugares que se ofreciesen de forma voluntaria. Pero se encontraron con una fuerte oposición por todas partes y en la legislación de 2006 se constató que esta búsqueda había sido infructuosa. Se seleccionó un sitio al este de Francia, Bure, pero a pesar de los 9 millones de euros investidos en escuelas y carreteras para endulzar la píldora, hay un fuerte movimiento de oposición que exige una moratoria sobre el almacenamiento subterráneo de los residuos nucleares (21).
Seguridad contra un accidente
Antes de 2004, EDF tenía el límite de responsabilidad más bajo de Europa para gastos en caso de accidente nuclear. Se sospechó que la Industria nuclear francesa subestimaba los verdaderos costes. En 2004, se aprobaron enmiendas en la Convención de Bruselas y París, y la prima por responsabilidad para los operadores se elevó de 5 a 700 millones de euros, con el Estado contribuyendo con 500 millones de euros y las partes contratantes ofrecieron 300 millones adicionales (22). Pero esta cifra, 1,5 mil millones de euros en total, es totalmente inadecuada (23): “El coste económico directo de la catástrofe de Bielorrusia, Ucrania y Rusia, hace más de 20 años, superó los 500 mil millones de dólares, que en términos de coste en la Unión Europea supondrían unos 2000 millones de euros, tanto o más que el coste de la infraestructura nuclear mundial”.
Una visión más amplia
La Industria Nuclear francesa parece proporcionar la electricidad más barata, pero eso sólo si lo observamos bajo un prima muy estrecho, es decir el precio por Kwh que paga el consumidor. Hemos visto que esto no se traduce en facturas de la luz más baratas para el consumidor. Sin embargo, las verdaderas implicaciones del coste están en otra parte. La Industria nuclear se desarrolló sin un control democrático. Habiendo estado bajo el escrutinio público, muchas cosas habrían salido a la luz a su tiempo y no medio siglo más tarde. La sobrecapacidad de la Industria nuclear francesa (24) llevó a soluciones ad hoc que no tienen ningún sentido económico. Las centrales nucleares tienen que funcionar a plena potencia para ser rentables – Francia es el único país del mundo que cierra reactores los fines de semana. La exportación de electricidad nunca debiera de haber formado parte del plan original. La utilización de electricidad para la calefacción y el agua caliente es un absurdo en términos energéticos y es reconocido ahora por los propios Ministros del Gobierno. La cuestión del desmantelamiento es un importante problema ambiental, cuyos gastos tendrán que ser planeados con un presupuesto a lo largo de siglos, aunque cerrasen todas las centrales nucleares mañana mismo. Y finalmente, de suceder un accidente, los gastos quedarían empequeñecidos con todo lo mencionado hasta ahora, como ha ocurrido con las áreas contaminadas por la central nuclear de Chernobyl.
Los Gobiernos que planean construir nuevos reactores señalan a Francia como un ejemplo tanto de seguridad como de rentabilidad. Cuando lo observamos más estrechamente, el cuadro es totalmente diferente. No hay nada de la experiencia francesa que nos anime a confiar en la energía nuclear.
La autora vive en Francia y es miembro de Independent WHO, Sortir du Nucleaire y CRIIRAD. Ha traducido el libro de Wladimir Tchertkoff “El delito de Chernobyl; el gulag nuclear”, publicado por Actes Sud en 2006.
http://www.i-sis.org.uk/The_True_Costs_of_French_Nuclear_Power.php